Mi primera vez por el ano
Aunque de inicio fue demasiado doloroso, ahora no puedo vivir sin tener sexo anal, gracias a un amigo.
Cómo me convertí en fanática del sexo anal.
En uno de los comentarios que me hicieron el favor de dejarme en mi historia anterior, me pedían que relatara la primera ocasión que me hicieron el sexo anal. Así que en respuesta a su petición, aquí tienen este relato. Besos.
Recuerdo perfectamente la primera vez que hice el amor. Fue con mi novio de la preparatoria. Después de docenas de fajes y moretones en el cuello (¡qué desagradable!), decidí que aquella tarde sería nuestro inicio sexual. Nos fuimos al cuarto de servicio del departamento donde yo vivía y luego de un muy buen faje y de unas cuantas chupadas a mis pezones y a su verga, nos desvestimos atropelladamente y me penetró con brusquedad. Recuerdo haber respingado al sentir el dolor de mi himen desgarrándose y las embestidas que me daba sin cuidado alguno. A nuestros 18 años, ambos primerizos y con la hormona a tope no fue nada memorable, así que no abundaré más al respecto.
Si inicio con el párrafo anterior es porque ese novio y yo duramos varios años y como le era fiel, yo no conocía ninguna otra verga y ya saben: "En el país de los ciegos ". Hasta que terminé esa relación y tuve la oportunidad de conocer a más jóvenes y más penes.
En mi primer trabajo conocí a un chico con quien de inmediato se dio el click. Cada vez que le era posible se acercaba a mi escritorio y conversábamos y nos reíamos. Debido a sus obligaciones, mi jefe salía de la ciudad con bastante frecuencia y sus ausencias se prolongaban hasta por quince días, así que las oficinas se quedaban solas además de que estaban muy apartadas del resto del edificio central. Una mañana llegó a mi oficina y preguntó por mi jefe, le contesté que no estaba y entonces él sugirió que sería bueno tomar una siesta en la alfombra del privado. Muerta de risa le dije que sí, que por mí no había ningún inconveniente. Entró a la oficina y puso el seguro por dentro. A los pocos minutos me llama a mi extensión y me pide que vaya con él. Abre la puerta con sigilo, se asoma a ambos lados para comprobar que no hubiera nadie y me permite el paso. Por su actitud intuí que algo más sucedería. Y así fue.
Por obvias razones no podíamos desnudarnos por completo así que sólo dejamos al descubierto las partes necesarias para cogernos. El era delicado a la hora de amar y le gustaba mucho usar la lengua. Tenía una verga gruesa y larga, todo lo contrario de mi primer novio, y yo me daba vuelo mamándosela. Tendida sobre la alfombra me hizo un 69, yo tocaba el cielo a cada una de sus lamidas sobre mi clítoris y de vez en cuando sacaba su verga de mi boca para respirar porque sentía que me ahogaba. Metía su lengua por mi vagina y después hacía el recorrido obligado: del clítoris al ano y luego de regreso así varias veces en tanto yo le chupaba la cabeza y recorría el tronco con mi lengua.
Nos pusimos de pie, se sentó en una silla y me pidió que me montara de frente sobre él. Acomodando su verga en la entrada de mi panocha fui bajando poco a poco sintiendo cómo se abrían mis pliegues. Con sus manos en mi cintura, me movía de atrás hacia delante para estimular mi clítoris, luego en círculos para que la cabeza de su pene rozara todo mi interior, y finalmente de arriba hacia abajo. Cambiamos de posición: yo de a perrito sobre la alfombra y él detrás de mí. Me pidió que separara más las piernas y que inclinara la espalda hacia abajo, hasta que mis pezones quedaron tocando la alfombra. Esta postura me excita mucho porque creo que es la mejor para que las mujeres nos entreguemos por completo dejando expuestos el culo, la vagina y el clítoris a nuestra pareja, y así estaba yo: completamente empinada, escurriendo jugos y a la expectativa. Quiero aclarar que él no gustaba de usar los dedos a la hora de coger, porque es importante para lo que siguió. Con mi intimidad a sus expensas, sentí su tremendo vergón perforando mi vagina hasta el fondo.
De pronto sale de mi interior y escucho que escupe saliva al mismo tiempo que siento una humedad un tanto fría en mi ano. En ese momento ni se me ocurrió pensar lo que pretendía hacerme hasta que volteo y lo veo con su verga en una mano y con la otra separando mis nalgas. Quise oponer resistencia pero él me acarició la espalda y tiernamente me obligó a regresar a esa posición. Sentí cómo movía la cabeza de su pene en la entrada de mi culo lubricándolo con su saliva. Yo estaba temerosa porque mi ano estaba totalmente cerrado y porque nadie jamás me lo había metido por ahí, ni siquiera unos dedos lo habían penetrado.
Empezó a abrirse paso con lentitud, pero el dolor hizo que me incorporara de golpe. Le pedí que no siguiera pero él me retuvo inclinada por la espalda. Yo pensé que una vez que entrara la cabeza el dolor iba a disminuir pero sucedió todo lo contrario, y él continuaba empujando lento pero sin detenerse. Empecé a llorar; él me pedía que me tranquilizara y me decía que todo iba a estar bien, pero las oleadas de dolor me recorrían todo el cuerpo y lo único que quería es que dejara mi culo en paz. De pronto se quedó quieto, supongo fue cuando ya la tenía toda dentro. Se recargó sobre mi espalda y empezó a acariciar mis pezones oprimiéndolos con suavidad, luego mi clítoris, masajeándolo despacio. Se separa de mí y vuelvo a sentir movimientos en mi ano. Estaba saliendo no tan lento como había entrado pero el dolor había cedido un poco.
De nuevo me vuelve a ensartar por atrás y como mi chiquito ya estaba dilatado entró más fácilmente, fue cuando empecé a sentir placer y a pedirle que me diera más duro. Él obedeció mi indicación embistiéndome con rapidez. Yo jadeaba como nunca, apretando mi esfínter con fuerza porque quería retenerlo dentro. Llevé una de mis manos a mi vagina y me sorprendí por tantos jugos que había en ella. Una sensación riquísima me invadió: mi primer orgasmo anal. "Te estás viniendo , tus contracciones " me dijo entre suspiros, y yo respondí que sí con un hilo de voz.
A los pocos minutos me enterró su verga hasta el fondo y se vino él también. Nos dejamos caer sobre la alfombra. Yo estaba exhausta, dolorida y muy satisfecha. No teníamos mucho tiempo para recuperarnos por el hecho de estar en la oficina de mi jefe, así que nos arreglamos la ropa y salimos cautelosamente. Siempre que termino de coger, procuro no limpiar el semen que me queda en mi panocha o en mi culo porque me gusta aspirar el aroma a sexo que se desprende después de estar con alguien y obvio, esta vez no fue la excepción, así que regresé a mi escritorio con la entrepierna mojada de su leche y de mis jugos y me senté un poco de lado por mi ano deliciosamente lastimado.
Desde esa vez procuro pedirle a mis parejas que me cojan por mi chiquito, pero de todo hay en este mundo y cuando estoy con alguien a quien no le gusta hacerlo, no sé, siento como que no disfruto por completo, que algo me hace falta para gozar totalmente porque he comprobado que los orgasmos vaginales sí son ricos, o cuando me vengo masturbando mi clítoris yo misma o mi pareja también es placentero, pero cuando tengo un pene abriendo mi culo o yo introduzco algún juguete por mi ano, sencillamente toco el cielo. Es una sensación maravillosa e incomparable. Espero les guste esta historia. Besos.