Mi primera vez / mis mejores vacaciones (2)

Segunda parte... Todo parecía ir de mal en peor en mis vacaciones, hasta que un inesperado giro hizo que mis fantasías se cumplieran.

Mi primera vez / mis mejores vacaciones (2)

La noche apenas había caído, y la lluvia había traído esas brisas frías del pacífico que aún en verano apetecen el fuego de la chimenea, yo no lo necesitaba entre las sábanas y los brazos de mi amante tenía suficiente calor.

  • ¿desde cuando sabe lo de mi atracción por usted? – pregunte a mi amante

  • siempre lo he notado como me miras, desde que eras niño… niña Caty – se corrigió – ¿de donde has sacado ese nombre?

  • Catalina como mi abuela

  • no sabía como acercarme y mucho menos decirte lo mucho que me gustas de niña. Cuando comenzó a llover hoy, inconcientemente me alegré de poder dejar la pesca para regresar a casa donde estarías sola

  • de verdad ¿no me reconoció cuando estaba al teléfono?

  • no al principio, créeme que con esa ropa no te parecías nada a lo que he visto de ti en fotos, cuando te reconocí no podía creer lo bien que te veías y lo mucho que me gustaste y excitaste

  • ¿se excitó al verme?

  • desde que te cargué en las escaleras tenía una erección que pensé iba a romper el pantalón

Me hizo reír la afirmación y me estiré para besarlo en la boca, el beso se prolongó hasta que estuvimos de nuevo en un apasionado encuentro, el se rodó hasta situarse sobre mi, yo lo rodeé con mis brazos y con mis piernas, acariciándolo, alentándolo a que siguiera sobre mi, besándome y explorándome. Metió su mano bajo las sábanas y recorría mis piernas, mis caderas, mi cintura, mi abdomen. Luego se retiro de mi y se arrodillo en la cama su enorme pene apuntaba hacia arriba enhiesto, me agarro una pierna y de nuevo me dio la vuelta hasta colocarme boca abajo, y se recostó sobre mi otra ves, el gordo y duro glande se posó sobre mi ano y comenzó a empujar, una punzada de dolor me avisó que no me sería posible aguantar otra cogida como la que había recibido, y no me equivoqué, aunque traté de resistir, al primer embate, justo cuando su glande penetraba en mi, una oleada de terrible dolor me hizo lanzar un grito desgarrado – ¿estas bien preciosa? – n, no no ¡sáquemela, sáquemela! – grité desesperada. Mis gritos debieron ser mucho mas convincentes que antes, porque inmediatamente extrajo su verga de mi cuerpo.

  • me duele mucho Sr. Goldstein

  • supongo que si, para ser tu primera vez, por hoy es suficiente. Pero si me darás una mamada como la de hace rato

Se acostó boca arriba dejando su verga dura y tallosa a mi merced meciéndose en su propio largo, palpitando, me arrodille frente a el y la tome con las manos y comencé a explorarla con mas detenimiento, sintiéndola en todo su esplendor, su dureza correosa, pero su suave y tersa piel estirada, las venas que lo abrazaban asemejando una enredadera creciendo alrededor de aquel moreno tronco, palpitando levemente, emanando aquel calor interior, aquel calor proveniente de la ardiente sangre de mi amante, y ese olor, característico del hombre, acerque la cara y dejé que mi lengua la recorriera desde la base hasta la punta, por abajo, luego la bese por los lados, por arriba y por abajo, succionando un poco, solo chupando con la punta de los labios para que el lo sintiera, luego abrí la boca mas y comencé a saborearla como si fueran los labios de mi amante, besándola de lado, apasionadamente, mi hombre comenzaba a temblar, luego abrí la boca y la volví a cerrar, pero con lo mas que pude engullir de aquel enhiesto falo, fallidamente traté de metérmelo todo en la boca, su glande choco con mi garganta y todavía sobraba algo de la verga fuera de mis labios, el tramo que no pude engullir lo tome con una mano, misma que use para mantener la posición mientras comencé a mover la cabeza de arriba abajo, provocando que la verga se deslizara adentro y afuera de mi boca, por encima de mi lengua, raspándola por abajo, me moví en la cama, hasta montarme sobre el pero con mi boca en su verga, ahora estaba al revés, con la lengua frotaba su glande, y la parte de debajo corría por mi paladar, además de dejarla entrar y salir de mi boca, causaba con ella una labor de succión, de vació, que hacía que mi hombre se estremeciera en cada chupada. Su dura verga, aprisionada en mi boca, palpitando y yo chupándola, sacándole sabor a lo insípido, extrayendo jugo de lo impenetrable, los gemidos y clamos de mi dueño eran el tributo al trabajo que yo ardua y complacientemente ejecutaba, sus manos aferradas a las sábanas, los músculos de su abdomen y de sus muslos tensándose involuntariamente, luego sus gimoteos se convirtieron en gruñidos, sus manos se aferraron al cabello de mi nuca, y me empujaron hacia abajo – aaaghhh aggghhh – en un bufido pude sentir la uretra llenándose bajo la piel y luego descargando el espeso manantial en lo mas profundo de mi garganta, sentí por un momento que me ahogaba, pero no interrumpir el espasmo de placer de mi hombre, un par de chorros mas inundaron mi boca, traté de tragarlo, aunque algo se escapó por las comisuras de mis labios, las manos de mi macho aflojaron poco a poco el agarre de mi cabello – que no se derrame nada – me ordenó, me dedique por último a limpiar los restos que quedaban en la verga, y al final limpiarme las mejillas por donde se había escurrido algo.

  • pero eres una bárbara, estas hecha una puta, te los tragaste y todo, no pensé que lo fueras a hacer

  • no me dejaste opción

  • te gustó

  • sabía salado

Extrañamente había disfrutado aquello que en las películas no me parecía tan tentador, haber dejado a mi hombre eyacular en mi boca me daba cierta satisfacción, cierta complacencia en mi desempeño como amante novata – lávate la boca – me ordenó. Lo hice, y cuando terminé recogí la ropa de Jessica que había dejado en el suelo y la llevé a su cuarto, justo a tiempo, ya que escuché un coche que aparcaba en la entrada, y luego el ruidoso taconeo y la sonora voz de mi amiga despidiéndose. Hasta ese momento reparé en el desorden en el que había dejado su recámara, por lo que apresuradamente me dedique a guardar sus cosas lo mejor que pude tratando de dejar la menor huella de lo que en realidad había pasado en ese cuarto, colgando la ropa, doblando y acomodando los cajones y gavetas todo a la mayor velocidad que pude, afortunadamente Jessica no subió enseguida, y me dio algo mas de tiempo pare terminar de arreglar sus cosas.

  • Peter… ¿Cómo te los has pasado? – preguntó Jessica cuando entraba a su propia habitación, justo a tiempo, cuando terminaba de colgar las últimas prendas

  • pues… bien. Muy bien

  • que bueno que no te has aburrido, ¿saliste verdad?

  • si… si, fui al centro comercial

  • q bien… tomaré una ducha y me acostaré estoy exhausta – me dijo mientras amablemente me encaminaba a la puerta - aquí cerca hay un lugar donde rentan bicicletas, mañana te daré la dirección exacta antes de irme otra ves con John, linda bata, no dejes que papá te vea así

Y cerró la puerta, bajo la otra puerta se asomaba un hilo de luz. Me acerqué y llamé lo mas bajo que pude - ¿Qué haces aquí? Vete a tu cuarto – me contesto Mr. Goldstein desde la puerta entre abierta, luego la cerró. Me fui a la recamara que me habían asignado, traté de dormir por un rato, pero las constantes descargas de adrenalina que recibí ese día me mantuvieron despierta por un par de horas más, pensando en todo lo que había vivido ese día, uno de los mejores de mi vida, el día que me atreví a mostrarme en público, el día que me hice mujer. Al poco rato mi puerta se abrió lentamente, de detrás apareció Mr. Goldstein – Caty… ¿estas dormida? – susurró – no Señor, aquí estoy – se sentó en la orilla de la cama – date vuelta – ordenó - ¿Qué me va a hacer? – nada mi muchachita, date vuelta – me puse boca abajo, el con las 2 manos me bajó el short de la pijama y me abrió las nalgas – ¿Qué me va a hacer? – Insistí – nada, tranquilízate – sentí sus dedos embadurnados en alguna pomada masajeando mi adolorido e irritado ano – no Sr. Goldstein, me duele – dije pensando que el masaje se trataba de otro episodio de sexo – con esto estarás lista para mañana ¿sientes alivio? – asentí, luego el se levanto de la cama y espero que me diera vuelta, me besó tiernamente y salió del cuarto en medio de la noche.

Los golpes en la puerta me despertaron otra vez, eran casi las 6:00am cuando abrí y me encontré con Jessica.

  • te he dejado sobre la mesa la dirección y el croquis del negocio de renta de bicicletas, me voy, espero regresar por la tarde, tengo mil cosas que contarte, te quiero amigo… ciao

Sin darme tiempo de replicar nada, dio media vuelta y bajó corriendo los escalones, desde el barandal observé como tomaba su enorme bolso y salía de la casa, me cercioré de escuchar el coche alejarse.

Fui entonces al cuarto y cambié mi pijama por la bata de seda, me cepille el cabello, me aplique un poco de maquillaje, y me fui a la recamara de mi amante a devolver la furtiva vista de la noche anterior.

La puerta estaba abierta, así que entré a su recámara, en la cama no había nadie, solamente las tibias huellas sobre las sábanas, pero en la regadera se escuchaba el agua corriente, así que entré, me quité la bata, y abrí la puerta de cristal que aislaba el área de la ducha, inundada de vapor – soy yo – pasa preciosa, no pensé que estuvieras despierta – Jessica se ha ido – lo saludé con un beso, que se prolongó mientras sus manos me rodeaban por la cintura, y las mías se posaban sobre su húmedo y velludo pecho, el beso fue cobrando intensidad, al igual que nuestras caricias, pronto me encontré pegada a su cuerpo, mojado y caliente, el agua comenzó a correr por mi cuerpo también; sus manos recorrieron mi espalda, luego comenzaron a bajar, hasta meterse entre mis nalgas, sentí la presión de sus brazos tratando de levantarme hasta que lo lograron, sosteniéndome de las nalgas, mis piernas rodearon sus caderas, y su pene duro se metió bajo mi cuerpo acariciando mi ano, eso me puso a mil… sentir el grueso y caliente glande, mojado, justo en medio de mi, avisándome lo que se avecinaba. Yo estaba colgada de los hombros de mi amante, mis piernas alrededor de su torso, aferrada a su ancho y firme cuerpo, el agua lubricaba nuestras caricias y facilitaba el frote de nuestros cuerpos, magnificando la sensibilidad de mi piel, sintiendo todo el calor y el roce de la suya, entre mis piernas, bajo mis brazos, mi abdomen contra el suyo, y mi pecho limpio de vello contra el suyo cubierto de el, cosquilleando mis puntiagudos y erectos pezones, y bajo mi cuerpo, entre mis nalgas, aprisionada su verga, dura como un tronco, caliente y emisaria del placer.

Había una banca en el baño, «¿Para minusválidos tal ves?» o tal ves ese fue su función original y mi amante la había convertido en un artefacto con fines mas sensuales. Y así era; todavía con migo en cima se coloco sobre el, y lentamente fue sentándose a horcajadas, yo de igual manera quede sentada, pero con mis piernas todavía en los costados de sus caderas, luego me fue empujando con su cuerpo, hasta quedar los dos recostados en la banca, el sobre mi, con mis piernas de nuevo rodeándolo y afianzándose como un cerrojo tras de él, aprisionándolo enviando el mensaje – lo quiero aquí, sobre mi –.

El agua seguía cayendo sobre nosotros, lavando las caricias justo detrás de la trayectoria que mis manos dejaban en sus hombros y su espalda, nuestros labios no se habían separado encerrando la placentera lucha de nuestras lenguas, mis manos se metían entre su cabello mojado, acariciándolo y alentándolo a seguir con su apasionado trance. Comenzó a mover sus caderas, restregando su caliente verga en medio de mis nalgas. Separó sus labios de los míos, pero solo para recorrer mis mejillas, mis oídos, el cuello, y yo lo disfrutaba extasiada, arqueándome bajo su cuerpo, retorciéndome de placer, excitación y sensualidad – hágame suya… quiero ser suya otra vez – supliqué con vos embriagada. El se incorporó en la banca, todavía sentado a horcajadas, mis piernas abiertas, poniendo mi sexo a su disposición, agarró mis tobillos, y abrió mis piernas, luego las levantó, yo lo ayudé sosteniéndolas así, con mis manos abrí mis nalgas y el con las suya dirigía su verga a mi culo, la suave piel de su glande tocó mi ano, la sensación húmeda y caliente de su verga me hizo temblar de excitación. El primer empuje me hizo deslizarme por la banca mojada, luego mi amante me sostuvo de una pierna, y volvió a empujar, mi esfínter se abrió apenas un poco, solo dejando sentir su carnosa punta entrando en mi cuerpo, pero no toda, solo la puntita, cosquilleando apenas dentro, luego otro empuje y se me metió toda la punta, una punzada de dolor re corrió mis caderas, pero esta ves no me tomó por sorpresa, sabía lo que se me venía encima, y estaba dispuesta a aguantarla, con su mano sostenía su verga, forzándola a mantenerse recta en su viaje hacia el interior de mi cuerpo, mientras mi culo, por más que yo deseaba ser cogida, el dolor desconectaba mis deseos y placeres, haciendo que mi pobre culito se resistiera a la penetración. Aún así mi experimentado amante no cesaba en su intento, y su falo cada vez se empotraba un poco mas en mi culo, mi pobre culito, estirado hasta el límite. Forcejeó un rato mas, moviéndose, hacia los lados, atrás y adelante, imponiendo su voluntad en mi renuente recto, que al final terminó por ceder, y en una dolorosa estocada, sentí como sus piernas se unían a mis nalgas, y su vello púbico cosquilleaba en la estirada piel, sobre mi violentada abertura.

  • aaaaahgggg – Un gemido desgarrado salió de mi garganta, me quedé inmóvil, con la espalda arqueada en un rictus, penetrada, completamente empalada, sometida a la voluntad de mi penetrador. Ni siquiera me atrevía a mover la cabeza, sentía que si lo hacía el dolor se intensificaría. Mi cuerpo estaba totalmente sometido al suyo, éramos, literalmente "uno", mi cuerpo seguía sus movimientos, y hasta el trepidar de su cuerpo se proyectaba en el mío – ahh ahh ahh ahh – mi respiración agitada era lo único que me atrevía a emancipar de su sometimiento, el agua seguía cayendo sobre nuestros cuerpos unidos por el placer; el dolor comenzaba a escurrirse junto con las gotas que corrían por mi cuerpo, pero la sensación era efímera, el alivio se esfumó cuando mi hombre comenzó a moverse atrás y adelante, su verga salía de mi cuerpo, y luego se volvía a incrustar dolorosamente, levante mi cabeza hacia delante, mis piernas levantadas en "V", una por encima de su hombro, la otra doblada sostenida sobre uno de sus brazos, sus enormes manos aferradas a mi cintura que casi la rodeaban por completo, detrás de la inmaculada blancura de mis piernas, como una proyección de mi lechoso abdomen, el suyo, moreno, velludo, su firme y varonil pecho, curtido enmarcado por la "V" formada por mis muslos, que parecían derretirse por las gotas de agua que bajaban hacia mis caderas.

Sus movimientos lejos de darme tregua se intensificaron – ahhh ahhh ahhh Sr. Godlstein, hay señor hay – gemía con cada metida de su verga, sus muslos chocaban contra mis nalgas palmeteando, todo mi cuerpo se agitaba al compás de sus cogidas, entre mis nalgas resbalaba el tronco que salía y se metía repetidamente, un sonido parecido a un chapoteo resultaba del impacto de mis nalgas contra sus caderas – ahh ahh ahhh ahh aagghh – comencé a gemir excitada, mis breves pechos temblaban, y mis pies oscilaban en el aire a los lados de su cuerpo, todo al repetitivo ritmo de sus caderas; moviéndose de atrás a adelante, metiéndome la verga y sacándomela sin descanso ni tregua – clap, clap, clap, clap, clap, clap, - palmeteaban mis nalgas, mientras su palo tieso y ardiente desaparecía dentro de mi ano, resbalando por mi recto, empotrando en mi culo como si fuera una ajustada funda, lubricada y ardiente, deseosa y anhelante, mi cuerpo no dejaba de sentir dolor, pero mi instinto de mujer y mi femenina sensualidad se sentían satisfechas, completas, deseadas, plenas, llenas de hombre, como debería ser una mujer, capaz de satisfacer el libido de su hombre. Y el mío lo estaba, me lo decían sus muecas, su boca entreabierta y sus ojos cerrados extasiados disfrutando de mi ofrenda, sus manos aferradas a mi cintura, atrayéndome y repeliéndome para complacer las sensaciones de su verga, sus músculos contrayéndose en un movimiento constante. De repente sus penetraciones se hacían más lentas pero más profundas y de mayor longitud, casi la sentía salir toda, y luego meterse lenta pero implacable, sentía mi recto abriéndose a su paso, luego tocaba fondo, hasta topar – aaghh hay Sr. Goldstein – mis gemidos eran mas controlados y cadenciosos, lastimeros, pero placenteros a la ves, y luego se empezaba a mover mas rápido, sus penetraciones eran mas cortas, pero más rítmicas y repetitivas – ahh ahh ahh ahh – gemía a su compás, pero el frote de su verga en mi ano se sentía mas áspero y de repente una punzada de dolor rompía el ritmo de mis quejidos – ahh ahh ahh ahh ahh hay haaaay aaaaagghh ahh ahh ahh ahh – que luego se restablecía bajo el duro embate de sus inclementes cogidas.

Se detuvo por un momento y se recostó sobre mí, nuestros labios se encontraron otra vez, su pene seguía dentro de mí, mis brazos lo rodeaban, y mi cuerpo disfrutaba el caliente y mojado contacto con el suyo, sus brazos se metieron bajo mi cintura, y así me encontré aprisionada entre ellos, apretada contra su cuerpo, luego levanto llevándome con él, sin desconectar nuestros labios ni nuestros sexos se puso de pié conmigo asida como un marsupial, el movimiento me provoco algo de dolor en mi recto penetrado, que ya soportaba casi al límite; fuimos a para hasta la pared, entrelazados en un abrazo, y unidos por nuestros puntos mas sensuales, sus manos bajaron hasta mis nalgas, sosteniendo todo el peso de mi cuerpo contra ellas, luego su cadera retrocedió un poco, haciendo que su verga saliera de mi culo, luego se volvió a acercar, metiéndome el duro palo, esa posición no era tan dolorosa, la penetración no era tan profunda, y yo sentía mas el roce de su verga dentro de mi, así como mi esfínter sentía mas el entrar y salir del ardiente y grueso tronco.

Comenzó a balancear mi cuerpo de arriba abajo, haciéndome subir y caer sobre su palo, usando mi cuerpo, sometiéndolo a un repetitivo viaje sujetado a la trayectoria recta de su verga, la regadera estaba justo sobre nosotros, y el agua lubricaba mi cuerpo brincando entre sus brazos, mi puntiagudo pecho brincaba también de arriba a abajo, mis piernas a los costados de sus caderas, saltaban en el aire, mi amante gruñía, pujaba – aghh aggh aghh mmmhff mmmfhh ufh ufh – yo saltaba entre sus brazos de arriba abajo, empujada por sus manos en mis nalgas, luego dejándome caer con todo mi peso sobre su verga que se metía en mi cuerpo sin miramientos y muy enérgicamente; mi gemidos se habían transformado en gritos – haaa haaa haaa haaay Señor haaaay haaay haay Sr. Goldstein haaaa - ¿la sientes putita, sientes como te la meto? – haaa haaa hayy siii si la siento, métamela, métamela toda – gritaba yo extasiada, luego mi amante comenzó a gritar también – hay mi putita hay mi putita – mi cuerpo de repente comenzó a temblar, algo así como un calambre salió de mi abdomen y recorrió mis caderas y mis muslos, mis piernas se tensaron, mis manos se aferraron con fuerza a sus hombros, tal vez hasta las uñas le estaba clavando, mi cuerpo se convulsionó involuntariamente y en un celestial espasmo – haaaaay haaaaay Señor Goldstein haaaaaaa – un grito y una explosión de infinito placer envolvió mi cuerpo haciéndome perder el control de mis acciones y mi razón, mi cabeza se agitó sin control. Mi amante respondió a aquel ataque de goce con el suyo propio, y en un asalto de enérgicas cogidas me lleno las entrañas de su caliente néctar.

Ahí nos quedamos, con el agua cayéndonos y recorriendo nuestros calientes cuerpos, recargados en la pared, el de pié y yo aferrada a el, los dos jadeando, extasiados. Yo era feliz, más feliz que nunca, no podía creer todo el placer que me había provocado mi amante, todavía sentía su verga enchufada a mi cuerpo, su cara hundida en mi cuello y rodeada por mis blancos brazos, bufando por el esfuerzo y el tremendo orgasmo que habíamos sentido, no me quería despegar de el, no quería que ese abrazo terminara nunca, ni que su verga dejara de estar alojada en mi.

Comencé a llorar, no sabía porqué, solamente me sentía abrumada por tanto goce y tanta felicidad, aquel amor platónico, típico enamoramiento de adolescente, se había convertido en algo mas profundo para mi, era mi amante, me había hecho mujer, y sentirme como tal, y ahora, con esta última sesión... había terminado por quedar completa y perdidamente enamorada. El día anterior que me había casi robado mi virginidad, el dolor no me dejó disfrutar, pero ahora, que me había entregado sin reservas ni miedos, había dejado aflorar toda mi feminidad y toda mi sensualidad, y esta me había recompensado con un delicioso orgasmo anal.

  • ¿porqué lloras preciosa, te lastimé?

  • no

Fue lo único que dije porque de nuevo me lancé a sus brazos, sollozando, sin poder contener las lágrimas, de nuevo se sentó en la banca, y poco a poco nos fuimos recostando, el sobre mi acariciándome el cabello y tratando de consolarme – no es nada mi amor – contesté, pero el reaccionó rápido – me gusta mas que me digas Sr. Goldstein – yo me sorprendí por la corrección, pensé que después de lo que había pasado hoy, había suficiente confianza para tutearnos, pero bueno, si le gustaba que lo llamara así, así sería.

– Ya no llores preciosa, no quise ser tan brusco – no es eso, no es nada, no me haga caso Mr. Goldstein - estuvimos un rato mas recostados en la banca, entre la bruma de la regadera, yo sollozando de gusto, y el tratando de consolarme. Hasta que me tranquilicé y el se puso de pié y salió de la regadera, yo solamente me quedé ahí contemplándolo, desnudo, tan hombre, tan mío, y yo tan suya, ese hombre me había hecho mujer y ahora me poseía.

Salí de la regadera y me envolví en la bata de seda. Me recosté en la cama mientras el se vestía.

  • tengo que salir preciosa, pero volveré después de mediodía ¿tienes planes con Jessica?

  • no, aquí estaré - «esperándote»

  • bueno, si no es muy tarde, te llevaré a pasear en mi bote, si no, pues mañana

Salió de la casa y yo me quedé, deseando con todas mis fuerzas que el sol viajara rápido y la tarde cayera, para que él volviera.