Mi primera vez / mis mejores vacaciones (1)

Todo parecía ir de mal en peor en mis vacaciones, hasta que un inesperado giro hizo que mis fantasías se cumplieran.

Que triste me puse cuando mi mejor amiga se tuvo que mudar debido al divorcio de sus padres; Pero que felicidad cuando me llamó para invitarme a pasar unos días a la casa de playa de su papá; feliz después de todos esos meses sin vernos y sin charlar de todo lo que nos había acontecido en nuestra mutua ausencia, sin duda ella tendría mucho mas que contar, pues mas aventuras vive quien cambia su residencia, que quien se queda llorando la ausencia del ahora forzado aventurero.

Desde que mi amiga me recibió en el aeropuerto la noté cambiada y algo distinta en su trato conmigo; su papá amable y cordial en su trato pero ausente e indiferente a mi presencia como siempre – hola Spencer como estuvo tu viaje – mi nombre es Peter – corregí – ¡ah! Si Peter –

La casa de playa del Sr. Goldstein no era tan lujosa como las que pasamos en el camino, pero era muy bonita, pintoresca, con un encanto algo rústico, parecía la casa de un pescador retirado.

  • y dime… ¿Qué tal te ha ido con los chicos de por acá? – pregunté a mi amiga cuando estuvimos solos en la habitación de huéspedes –

  • Pues como te he dicho: salgo con James y con, Jack y a veces con John, pero solo cuando quiero ir de paseo en su bote.

  • ¿y que hay de Fred? A veces me habla a casa para charlar sobre ti, y sobre lo mucho que te echa de menos.

  • Fred era un aburrido, que bueno que dejé ese pueblo de mierda. Acá en la costa la vida es mucho mejor, y los chicos son más interesantes.

  • espero conocer alguno que le guste un chico como yo.

  • pues yo no conozco alguno que le gusten los chicos

  • bueno, pues puedo ser chica también.

  • lo sé, pues esperemos que encuentres a alguien para que puedas pasarte una buena semana acá.

  • bueno, pero vine a pasar el tiempo con mi mejor amiga

  • si… bueno… de eso quería hablarte, John vendrá y saldremos en su bote.

  • ¡ah! Excelente idea.

  • si… es que… probablemente "nosotros" vayamos en su bote… es decir el y yo.

  • ¿mañana?

  • de hecho llega hoy, y nos veremos mas tarde.

  • ¿hoy?

  • si… bueno tu estas cansada… digo cansado y querrás quedarte en casa ¿no?

  • algo, si pero

  • ya ves… no se diga mas, te quedas descansando y mañana desayunamos antes de irme con John. Es tarde y tengo que arreglarme.

  • te acompaño.

  • no te molestes.

Y sin decir más salió y me dejó ahí sola. Cientos de veces estuve con ella cuando se cambiaba, ahora no entendía el recelo. Escuché la regadera a través de los delgados muros, luego el movimiento de ganchos y ropa en su closet, al poco rato: el taconeo descendente en las escaleras – ¡ya me voy papá! – y el portazo al salir, luego el rugido de un coche alejándose de la casa. Mi anfitrión ni siquiera se había preocupado por despedirse de mi, ni de que no hubiera probado alimento desde el almuerzo, siendo ya casi de noche. Encendí la televisión por un rato, pero el hambre me obligó para salir de mi claustro. Bajé a la cocina, en la terraza se escuchaban carcajadas masculinas y salí a ver de que se trataba; Mr. Goldstein estaba sentado junto con otros 3 sujetos en pos de una mesa redonda, los naipes y las botellas de cerveza cubrían el tablero.

  • ¡eh! Spencer… ¿quieres jugar poker?.

  • no gracias solo buscaba algo de cenar.

Y entré de nuevo a la cocina, me preparé un emparedado y me acerque a la ventana de la cocina a observar el mar; se podían escuchar los comentarios del Sr. Goldstein y sus acompañantes.

  • ¿Entonces quien es el gentil chico?.

  • es el Patiño gay de mi hija, lo ha invitado a pasar unos días, al menos así me dejará en paz.

  • ¿acaso es gay? hahaha – preguntó alguien en forma extremadamente sarcástica –

  • es una mariquita mi hija y el comparten la ropa y todo… hahaha.

«¿A caso me la podría estar pasando peor?» pensé «ridiculizada, abandonada a mi suerte en una casa ajena» subí a la habitación que me habían asignado, y de nuevo encendí la TV. Al poco rato escuché el tintinear de las botellas al ser arrojadas a la basura, y las despedidas de los amigos del Sr. Goldstein – te vas a quedar solo con la amiga de tu hija hahaha – esperemos que no hagas mucha amistad tu con el – hahaha con unas cervezas encima y con la ropa de tu hija… no le vayas a coger cariño hahaha – las risas burlonas se me retumbaban en la cabeza como martillazos. No pude aguantar más y bajé a la sala. Tomé el teléfono y llamé a la aerolínea, apenas estaba reservando un lugar para el primer vuelo al otro día, cuando entró el Sr. Goldstein.

  • Spencer ¿pero es que, te vas?

  • Es Peter Señor… y le agradezco todo

  • Te pido una disculpa por mi hija, el divorcio no le ha ido bien, y la vida en la costa la ha hecho cambiar, esperaba que con tu presencia recapacitara en su actitud egocéntrica y rebelde.

El Sr. Goldstein me explicó que Jessica se había vuelto muy egoísta y grosera con el y su ex-esposa, que se había vuelto superficial y egocéntrica, en lugar de la chica noble y sensible que había sido siempre.

  • Si Sr. Goldstein pero ni siquiera he podido hablar con ella, y con esa actitud no se que mas pueda hacer, además me ha dejado sola… solo – me corregí – y pues aunque sea mi amiga no puedo aguantar este trato.

  • Dame un día mas, mañana hablaré con ella y la obligaré a quedarse y atender a su invitado, si no, pues yo mismo te llevaré al aeropuerto y pagaré tu vuelo y te compensaré el que hiciste para llegar.

Accedí a quedarme, por un día mas y ahorrarme los vuelos me instalé en la habitación de huéspedes, mañana trataría de hablar con mi amiga y ayudarla a volver a ser la alegre y sensible chica que había sido mi amiga desde niños.

¡arriba dormilón! – Me despertó el grito y los fuertes golpes en la puerta; eran las 5:15 de la mañana y Jessica me sacaba de mi reconfortante sueño

– ¡ya esta servido el desayuno! – me gritó asomándose por la puerta entreabierta. Bajé a la cocina y me senté a la mesa; mi amiga me sirvió mientras escribía algo en una servilleta

– que tanto escribes, siéntate a desayunar conmigo

– espera Peter es una sorpresa – luego me enseñó la servilleta, era una lista de cosas por hacer en ese lugar – ¿y esto?

– es el itinerario para el día de hoy

– ¿esto haremos? – Pregunté justo cuando un estrepitoso claxon sonaba frente a la casa

– esto harás, lo siento, pero tenemos que salir temprano hoy, porque John y sus amigos irán a pescar – Me explicó mientras tomaba un enorme bolso de playa con sus cosas y se dirigía a la puerta – nos vemos en la noche, si quieres… usa lo que gustes de mi guardarropa y las llaves de mi coche están por ahí, ciao, te quiero amigo.

Y sin más cerró la puerta tras ella y me volvió a dejar ahí con un palmo de narices; sin duda le remordía la conciencia, ya que nunca me había ofrecido "lo que gustes de mi guardarropa", y mucho menos su coche.

Seguí desayunando, la lista estaba escrita con un lápiz delineador, y tan apuradamente que era casi ilegible, arrugue el papel y lo tiré a la basura, en eso, el Sr. Goldstein bajó vestido con un chistoso gorro y chaleco gastado con bolsas, con la caña de pescar en una mano y la caja de carnadas en el otro.

– ¡ah! Spencer, preparaste el desayuno.

– lo hizo Jessica. – ya ni siquiera me molesté en aclarar mi nombre

– ah si, ahora hablaré con ella

– un poco tarde, se ha ido con John

– demonio de chica, pero cuando regrese hablaré con ella seriamente

– ¿y yo que haré durante todo el día? – pregunté mas retóricamente que esperando una respuesta, el escudriñaba el cielo por la ventana de la cocina

– espero que esas nubes no traigan lluvia, bueno Spencer que pases buen día, regresaré por la tarde, quizá de noche, estas en tu casa, hay suficiente comida, prepárate lo que gustes

– ¿no desayunará?

– lo ha cocinado Jessica, no gracias

La verdad es que el desayuno dejaba mucho que desear. El Sr. Goldstein salió de la casa, me quedé ahí sola, definitivamente estas dos personas como anfitriones se morían de hambre. Al principio sentí coraje de la grosería de que acababa de ser víctima, y poco faltó para que tomara mis cosas y me largara de ahí, pero al tranquilizarme me puse a pensar que tal ves podría sacarle un poco de provecho a la situación.

Me fui directamente al guardarropa de mi amiga, escogí un atuendo tras otro, y prácticamente me probé toda su ropa, sus vestidos, sus faldas, minifaldas, pantalones, pesqueros, blusas, etc. Me fotografié con todos esos atuendos y se me fue toda la mañana en ello. Hasta que al final escogí una minifalda rosa de mucho vuelo y una blusa blanca de tirantes muy delgados, unas sandalias muy frescas y sexy de tacón de aguja, me maquille muy femenina y me solté y cepillé el cabello, me tomé un sin fin de fotos me encantaba como me veía, la esbeltez de mi figura y mis muslos largos y torneados se proyectaban perfectamente de aquella minifalda, mis pantorrillas se veían grandiosas por el efecto de las sexy sandalias de tacón en las que había enfundado mis pies que remataban bellamente mis piernas, desde mi cintura crecía vaporosamente mi espalda, descubierta hasta debajo de los omóplatos blanca aterciopelada cruzada por los delgados tirantes; aunque no tenía mucho busto, el poco que tenía iba lindo con aquella breve cintura, acentuado además por el escote y los delgados tirantes que dejaban al descubierto mis suaves y bronceados hombros, por detrás, mi cabello castaño claro caía sobre ellos enmarcando mi afinado cuello, la magia del maquillaje afinaba mis ya de por si suaves facciones.

Aunque estaba sola en la casa, sentía algo de nervios de salir del cuarto de mi amiga, por fin cuando me atreví a salir me fui a la recámara de huéspedes y encendí la TV, paso el mediodía, comí algo y empecé a aburrirme mientras la tarde comenzaba. El estar sola en casa y en una ciudad extraña, me envalentonó, fui a la recamara de mi amiga, tome un bolso que combinara, las llaves del auto, lentes oscuros y me enfilé hacia la puerta. Estando justo a un paso, vacilé unos momentos… era algo nuevo, nunca había salido vestida, no de día, y a la calle. Respiré profundamente y salí de la casa, me dirigí al garaje varios coches pasaron mientras yo levantaba la cortina «probablemente las personas que pasaron me vieron, o vieron a la muchacha vestida con minifalda y blusa escotada luchando contra la puerta de su garaje» pensé; subí al coche, y conduje por la calle estaba nerviosa, «¿y a donde iré?» antes de entrar en el vecindario había un centro comercial – ¡que diablos! Iré al centro comercial – entré al enorme estacionamiento, y aunque lugares para aparcar había justo frente a la entrada principal yo busqué uno en la parte trasera para descender del vehículo. Apagué el motor, puse la mano en la manija para abrir la portezuela, pero no me atreví a jalar.

Así me quedé por un rato, con la mano sosteniendo la manija, pero sin atreverme a jalarla «¡vamos, atrévete!, ¿y si alguien se da cuenta y me pone en evidencia?, que vergüenza, ¡tengo que hacerlo!, ya estoy aqu텻 dudaba y trataba de convencerme a mi misma, probablemente estuve así por mas de 20 minútos, cuando alguien golpeo la ventanilla de mi coche; desde afuera un oficial me hacía señas para que bajara el vidrio. Yo estaba aterrorizada, lentamente bajé el vidrio un poco.

  • ¿Qué esta haciendo señorita?

  • ¿yo?… pues… ¿aquí? – traté de explicar con la voz mas femenina posible.

  • si usted, ya tiene un tiempo en su coche y nos pareció que teníamos que venir a cerciorarnos que todo estuviera bien.

  • si estoy bien.

  • ¿puede bajar mas el vidrio?

  • no… no funciona

  • entonces hágame el favor de descender del vehículo

  • solo esperaba a alguien

  • descienda por favor señorita – dijo el oficial en tono autoritario; por obligación tuve que vencer el miedo y abrir la portezuela, salí del coche justo frente al oficial, estaba aterrorizada, pero emocionada a la vez y disfrutando cada segundo de estar fuera del auto, la fresca brisa de la costa acariciaba mis desnudas piernas rodeándolas y filtrándose por debajo de mi falda, haciéndola ondear – me permite echar un vistazo – dijo el oficial

  • si, si claro – dije muriéndome de los nervios

  • ¿lleva drogas?

  • oficial, solo esperaba a alguien

  • entonces no esté nerviosa señorita – dijo el oficial; me tranquilizó un poco el que me llamara "señorita". Husmeó por unos instantes en el desordenado coche de adolescente y salió del vehículo - ¿el auto es suyo?

  • es de mi amiga, yo estoy de visita en la ciudad

  • y q le parece, ¿se ha divertido?

  • si, si, mucho

  • bien, pues si se le ofrece un guía… yo pudo mostrarle algunos puntos de interés en la zona

«¡¿Qué…?! ¿Me esta coqueteando?» pensé

  • gracias pero me justamente hoy regreso a casa

  • que lástima

  • me tengo que ir – y aprovechando que ya estaba fuera del auto me dirigí al centro comercial, no llegué muy lejos, pues había olvidado el bolso, y cerrar el coche, así que tuve que volver frente a la sonrisa divertida del oficial.

Entré al centro comercial, mis piernas temblaban, lo recorrí por el pasillo, casi sin ver nada, sin admirar la hermosa ropa juvenil que siempre me hipnotizaba en los aparadores, sin voltear a ver a los guapos chicos que siempre hay en los centros comerciales, pero podía sentir las miradas clavadas en mi trasero y mis piernas, o tal ves solamente era la sensación provocada por los nervios «¡aquí estoy!, por fin, en el centro comercial, vestida como siempre había soñado estar en un lugar como este, una chica mas, una chica mas de compras» pensaba emocionada y a la ves, aterrorizada.

Llegué al final del comercio, respirando agitadamente, y con el corazón casi saliéndoseme del pecho; di media vuelta para regresar, pero al ver el lugar lleno de gente por el que acababa de pasar, no sabía si tendría las agallas para volver a hacerlo «¡es suficiente por un día!» pensé y me dispuse a rehacer el recorrido por fuera del edificio donde hubiera menos gente, pero justo cuando salí estaba cayendo un aguacero, que me obligó a regresar. Esperé unos minutos, pero lejos de escampar el aguacero estaba tomando fuerza, de nuevo miré hacia el centro comercial y al contrario de lo que yo esperaba, en el pasillo había mas gente que antes, muchos al igual que yo refugiándose de la lluvia «¡ya legué hasta aquí… que diablos!»

  • esta cayendo el cielo ¿verdad? – me dijo un chico cuando yo envalentonadamente estaba a punto de encaminarme hacia el pasillo

  • ¿eh?... ah si llueve mucho

  • ¿esta lejos tu coche?, te puedo llevar en el mío para que no te mojes

«¿¡Qué…? ¿Otro coqueto?» pensé

  • gracias, pero tengo que comprar algo – y me alejé del chico

De nuevo crucé el pasillo, seguía nerviosa y emocionada pero esta vez el terror no me ofuscó como antes y me detuve en algunos de los aparadores, y hasta me estaba animando a probarme unos zapatos preciosos de tacón alto, pero como llevaba minifalda no me atreví a hacerlo, me hubiera tenido que sentar en esas incómodas bancas y al levantar la pierna… solo dios sabe quien me hubiera podido ver hasta la conciencia bajo la minifalda. Usar esas prendas es toda una ciencia y se necesita práctica y algo de conocimientos en

contorsionismo

para poder sentarse, recoger cosas del suelo, subir al auto, y ese tipo de peripecias que con un pantalón o una falda mas larga no representan mayor dificultad «un café, eso si me compraré» y entré a la primer cafetería que encontré, pero a la hora de pedirlo

  • un café

  • ¿Cómo?

  • un café por favor

  • no la escucho

  • quiero un café

El lugar estaba atestado me di cuenta que tenía que alzar la voz, ya no podría hacer esa delicada casi imperceptible voz acorde con la feminidad que proyectaba.

  • la señorita desea un café – dijo el mismo joven que me había abordado en el extremo del comercio – y me da otro igual para mi, ¿lo quieres descafeinado?, ¿si?, dos descafeinados por favor.

  • gracias – fue lo único que atiné a decir. El joven seguramente andaba cerca de los 30 yo con 14 me sentía algo incómoda. El insistió en pagar mi café y yo al final accedí, luego me invitó a sentarme y aunque mis rodillas y mis manos temblaban, no me negué, no sabía por cuanto tiempo iba a poder continuar el juego y hacerlo creer que era algo que no.

  • a q te dedicas – preguntó.

  • estudio

  • ¿es verdad eso?

  • que edad tienes

No sabía que decir,

  • ahhh… diecinueve… (?) – el chico me miró detenidamente como dudando mi respuesta, frente a mi estaba un gran espejo, «¡¿esa… esa soy yo?!» la imagen que me regresaba era la de una chica con el cabello castaño claro suelto sobre los hombros, en una muy corta minifalda, con una blusa por demás ajustada y escotada, mis blancas piernas cruzadas, rematadas por aquellas sexy sandalias, eran todo lo sensuales que yo deseba, pero lo mas impresionante era: que por mucho, no aparentaba los 14, me veía mucho mayor, probablemente pude haber jurado que tenía unos 20 o 22 años y hubiera sido perfectamente creíble, tal ves la pobre luz con la que me había cambiado en la casa no manifestaba la verdadera imagen que ahora descubría en la cafetería. El chico me seguía mirando, luego sus ojos se abrieron más de lo que al principio y una enorme y enigmática sonrisa se dibujó en su cara.

  • hey… espera un momento

No se si descubrió la verdad, pero el pánico se apoderó de mi, me levanté de la mesa y salí despavorida, no corrí, pero caminé lo mas rápido posible; mi falta de pericia con los tacones altos me hizo trastabillar un par de veces, prácticamente me esfumé del centro comercial. Sin siquiera pensarlo caminé la distancia hacia mi coche bajo el aguacero que seguía cayendo, subí y arranque lo mas rápido que pude «calma, calma, no querrás que te detengan otra vez» mis manos temblaban y mi corazón latía con fuerza. Comencé a reír sola, de pánico y de excitación – que pena, que vergüenza… ¡que emoción! Hahaha – me había llevado el susto de mi vida – ¡es todo por hoy, hahaha es todo por hoy! – reía tratando de calmarme, pero a la vez, no podía esperar al otro día para volver a hacerlo.

Estacioné en casa, cuando descendí del vehículo, reparé en el papel mojado que cayó de la puerta, casi indescifrable se leía "oficial John doe, 555-XXXX llámame, no te arrepentirás" de nuevo reí… estaba muy emocionada, eso era algo fantástico, me sentí por primera ves una chica, sexy, deseada, asediada por los chicos… aunque no llamaría nunca al oficial, ni aceptaría otro café de alguien desconocido, aquellos detalles habían hecho mi día.

El teléfono sonaba dentro de la casa, corrí y entré sin atender nada más – diga – dije con voz delicada… - diga – corregí con mi voz normal.

  • Peter, soy Jessica, por favor avisa a papá que nos hemos quedado varados por la lluvia que estaré en casa para media noche.

  • te encuentras bien

  • por favor avisa a papá.

  • yo le aviso, pero se encuentran bien

No terminé la frase cuando ya había cortado la llamada.

  • ¿Quién es usted? – una voz ronca retumbó a mis espaldas; di media vuelta y Mr. Goldstein estaba en el vano de la puerta de la cocina – ¿quien es usted y que hace en mi casa?

No atiné a decir nada, mis labios se abrieron, pero ningún sonido salió de ellos - ¿Qué hace aquí? – repitió ya en tono disgustado.

  • eh… eh… era Jessica M, M, Mr. Goldstein – fue lo único que se me ocurrió decir

  • ¡¿Peter?!

  • dijo que estará en casa para media noche

  • ¡¿Peter, eres tu?!

  • que han quedado varados… que llegará a media noche

  • ¿pero…? ¡¿Peter?!

Di media vuelta, y aterrorizada corrí hacia el cuarto de Jessica, pero al subir las escaleras, de nuevo mi falta de práctica con los tacones de aguja me provocó consecuencias, esta vez mas graves que un simple trastabille, y caí de por las escaleras, rodando por un par de escalones hacia abajo.

  • ¡¿Peter?! – exclamó de nuevo el Sr. Goldstein – ¿te encuentras bien?

Traté de ponerme en pié par correr al cuarto de mi amiga, pero al apoyar mi tobillo izquierdo una punzada de dolor me hizo caer de rodillas. El sr. Goldstein subió las escaleras casi de un salto – ¿te encuentras bien? – trató de levantarme pasando el brazo por mis hombros, me estremecí con su contacto – si, estoy bien solo fue una torcedura – con su ayuda me puse de pié y traté de apoyar de nuevo, pero el dolor no me lo impidió – será mejor que no apoyes el pié, déjame ayudarte – inesperadamente, paso una mano por mi cintura, otra detrás de mis piernas y me levanto en vilo casi con facilidad, me llevó cargada hasta su recámara y me deposito en su cama, aquello hubiera sido sensual si no fuera por la dolorosa torcedura de tobillo, y por la enorme vergüenza que sentía.

  • espera aquí

  • no se preocupe sr. Goldstein – traté de justificar, pero se agacho y tomo mi pie enfundado en aquella sexy sandalia, sus tibias manos alrededor de mi pantorrilla desnuda hicieron que me estremeciera otra ves

  • no parece nada grave, traeré hielo tu no te muevas – y en cuanto salió del cuarto traté de ir a buscar algo de mi ropa para cambiarme, pero me lo topé justo en la puerta

  • te dije que no te movieras, no sabemos si es una simple torcedura, y el movimiento puede empeorar la situación – de nuevo me levantó en sus brazos y me acostó en la cama – no muevas el pié – de su bolsa sacó un frasquito de ungüento, se untó en las manos, las puso sobre mi tobillo y comenzó a frotar suavemente, mi piel se erizó al contacto, y un temblor subió por mis piernas hasta las caderas – no te asustes – era una crema contra torceduras, por lo que una sensación de calor inundó la parte afectada, y el alivio al dolor fue casi inmediato, además del tierno masaje hizo que me sintiera mucho mejor.

Cuando recordé en que atuendo estaba traté de cubrirme con la sábana.

  • que no te de pena, no es la primera ves que te veo vestida así

  • ¿no?

  • mi hija tiene un álbum lleno de fotos con ustedes en todo tipo de atuendos, además de las veces que te vi en casa – dijo mientras seguía con aquel suave y tierno masaje en mi tobillo

La verdad sabía que no sabía que el Sr. Goldstein me había visto, al menos no tantas veces, mucho menos que tuviera conocimiento del álbum donde Jessica y yo nos compartimos tanta ropa.

  • me da mucha pena

  • no te preocupes Peter

  • así que si sabe mi nombre? – pregunté

  • siempre lo he sabido, solamente necesitaba que los demás creyeran que no te doy importancia

  • pues lo aparenta muy bien, de igual manera le pido una disculpa por usar su casa para vestirme – dije mientras comenzaba a disfrutar mucho el roce de sus manos en mi pié

  • no te preocupes, aunque trato de aparentar que no estoy de acuerd; de hecho le he pedido a Jessica que no lo hagan, confiando siempre en su desobediencia – seguía frotando mi tobillo

  • me da mucha… pena… – dije casi entrecortadamente, mis ojos comenzaban sentirse pesados debido a la adormecedora y deliciosa manipulación del Sr. goldstein

  • si te he de decir la verdad, no me molesta nada – hizo una pausa mientras suspiraba e iba subiendo su mano por la pantorrilla

  • ¿n, no, no le molesta? – dije otra vez con voz suave, sintiendo una mano llegar hasta la rodilla y la otra por debajo de mi pierna hasta la corva, esperaba que sus manos bajaran a su posición original en mi tobillo, pero mi cuerpo deseaba que no se detuvieran nunca, sin querer mi cuerpo cayó recostado boca arriba

  • no me molesta nada, al contrario cuando supe que vendrías me alegré de tener en casa una chica tan sexy como tu

Reaccioné y traté de incorporarme, pero me tope con el cuerpo del Sr. Goldstein casi sobre el mío. Sus manos ya estaban subiendo por mi muslo, traté de detenerlo pero rápidamente la metió entre mis piernas intentando llegar hasta mis nalgas.

  • me gustas mucho cuando estas de niña, y se que tu también te sientes atraída por mi, te he visto mirarme a escondidas – él tenía razón, luego pasó su mano libre por mi espalda y me jaló hacia el quedando su pecho contra el mío, y su cara justo frente a la mía

  • no Sr. Goldstein espere – trataba de detenerlo solo porque sabía que tenía que hacerlo, contrario a mi cuerpo que se moría de ganas de estar junto al suyo, y mi feminidad deseosa de ser halagada con las caricias de aquel hombre

  • ya no te resistas Peter, ¿O cómo debo llamarte? – me decía mientras acercaba su cara a la mía

  • deténgase Sr. Goldstein por favor – suplicaba mientras el me aprisionaba con un brazo, y con el otro trataba de pasar la barrera de mis muslos, mi lógica resistencia cada ves cedía mas a mi instintivo deseo sexual femenino

  • ¿Cómo debo llamarte? – y acercó su cara a la mía en busca de un beso, yo volteé la cara esquivándolo, pero en lugar de tomar a pecho el desaire dirigió sus labios a mi mejilla y suave y gentilmente los deslizó hasta mi oído, la suavidad y humedad jugando tan cerca de mis partes sensibles terminaron por vencer la endeble resistencia que heroicamente soportaba mi guardia en un intento inútil por imponer la lógica que se empeñaba en echar a perder aquel mar de deliciosas sensaciones «es el padre de mi mejor amiga, es mucho mayor que yo» prejuicios como esos y muchos mas que se interponen entre el goce de tantos amantes y que frustra tantas ceremonias amorosas que podrían ser legendarias y se quedan en aburridos y frustrantes regaderazos de agua fría o labios auto-mordidos hasta sangrar - ¿Cómo debo llamarte? – insistió

  • Llámeme Caty – apenas alcance a decir porque mis labios apurados buscaron los suyos en un arrebatado impulso, como cuando saltas a una alberca de agua helada, de golpe se siente menos; mis brazos se doblaron ante la atracción de los suyos, mis muslos se apartaron uno del otro y dejaron a su mano paso libre a las partes mas íntimas de mi cuerpo.

Mis manos, que antes trataban de repeler el embate, ahora pasaban por detrás de sus hombros, aferrándome al salteador. Mis muslos que impedían el paso de su mano, ahora se retorcían de placer al sentir el antebrazo que revelaba un dulce escudriñamiento de mi virgen intimidad. Mis labios antes reacios a recibir las caricias de los suyos, ahora saboreaban de manera inexperta aquel delicioso beso, mi primer beso, que no era nada parecido al tierno e inocente roce de labios sobre labios que yo fantaseaba con tantos muchachos reales e imaginarios. Su mano agarraba ya mis nalgas de manera ansiosa, luego traspasó la inocua barrera que representaba mi tanga y la metió entre mis nalgas rozando mi ano con los dedos; tal ves di un pequeños salto y deje escapar una exclamación, un ligero grito, casi un gemido, me había metido la mano en terreno100% virgen.

  • no te asustes Caty, no me dirás que soy el primero que te hace esto

  • si lo es

  • nunca nadie te había tocado

  • no así – mentí, ni así ni de ninguna manera nadie me había tocado antes

Después de dudarlo por un momento. Volvió a posar sus labios sobre los míos y tiernamente me fue empujando hasta quedar recostado sobre mí, su brazo seguía entre mis piernas, y uno de sus dedos masajeaba mi ano, mi cuerpo comenzó a temblar, no pude aguantar mas sus labios sobre los míos y los aparte ahora en desahogador gemido – ahhhh sr. Goldstein – comenzó a besar mis oídos y el cuello. El dedo que masajeaba mi ano comenzó a presionar contra el, hasta que sentí como la punta de su dedo entraba en mi - -ahhh, ahhh, Sr. Goldstein ¿Qué hace? Aghhhhh ahhhh – los juegos eróticos de inocentes besos y caricias que habían tomado parte en mis fantasías hasta ahora, no incluían las sensaciones que provocaba aquella falange insertada en mi ano, sentía raro, pero me gustaba, me excitaba.

De pronto se retiró de encima de mí, lo que me tomó por sorpresa, pero solo era para quitarse la camisa, yo estaba excitadísima así que me lancé a su torso y comencé a besarle el cuello, el pecho, el abdomen, el me retiró y se puso de pié, se desabrochó el pantalón y los bajó, unos ridículos boxers escondían algo bajo ellos, algo que se me antojó animal y grotesco, tiró hacia abajo de sus boxers y un enorme pene salió como disparado por un resorte, me pareció descomunal, gigantesco, tal ves porque lo era comparado con el mío, que era la única referencia que tenía en el mundo real. Estaba sentada en la cama cuando se colocó justo frente a mi exponiéndome descarado y orgullosamente su enorme falo, yo lo tome con las dos manos, apenas podía abarcarlo a lo largo, lo observe curiosa y excitada, como una niña planeando su siguiente travesura, lo manipulaba y acariciaba, inexperta pero deseosa de aprender a hacerlo.

Me tomó de la nuca y me jaló hacia el, hasta situar mi cara justo frente a su verga – abre la boca – ordenó, no termine de hacerlo cuando de un empujón me la metió en la boca, casi hasta la garganta – cuidado de encajarme los dientes, chúpamela – ordenó. No sabía como hacerlo, así que me limite a repetir lo que había visto en las películas, los gemidos, gruñidos, el movimiento que yo suponía era el correcto «solo es como si quisieras sacarle sabor» recordé las palabras de mi amiga un día que me presumía sus primeras experiencias. Así que comencé a chuparla, a frotarla contra mi paladar y a jugar con mi lengua bajo de ella; sentía el enorme glande encajándose casi hasta mi garganta, la dureza, el calor, el sabor del falo, la suavidad de la piel frotarse por mis labios – ahhh preciosa Caty, que delicia, huuy así sigue – mi hombre gemía por lo que deduje que mi desempeño como feladora no reflejaba mi total inexperiencia. Luego me asió mas fuerte de la nuca, tirándome de los cabellos y comenzó el a moverse dentro de mi boca, metiéndome la verga hasta la garganta, muy brusco, me jalaba de la nuca, casi me hizo caer de la cama un par de veces – ahhh aghhh aahhhh agghhh toma, toma – me penetraba la cara, su glande en mi garganta me provocaba arcadas de asco – ahhhh ahhh aaahhhhhh – y se detuvo. Luego me levantó hasta su cara y me dio un beso que se prolongó mientras me abrazaba y me volvía a recostar en la cama y el sobre mi, de nuevo su mano se escabulló entre mis piernas y las separó, luego su cuerpo se interpuso entre ellas y quedó completamente recostado sobre mi, y yo con las piernas abiertas rodeando sus caderas, su pene se encajó justo entre mis nalgas. Nuestro apasionado e intenso beso era acompañado por deliciosas caricias, el en mis piernas, mis nalgas, metía la mano bajo mi blusa y manipulaba mi escaso, pero sensible pecho, yo trataba de responder acariciando su cabello su espalda, sus duras pompas; metía y sacaba su verga de entre mis nalgas, yo sentía extraño, pero me gustaba sentirlo completamente excitado con la respiración agitada, besándome el cuello y el pecho.

  • serás mía

  • soy suya Sr. Goldstein – gemí

Se levantó y me jaló hacia la orilla de la cama, luego me volteó boca abajo, traté de volverme, pero me empujó y me mantuvo así, me quitó la blusa y el sujetador, luego del cajón sacó algo parecido a un tubo de pasta de dientes. Me jaló hasta dejarme de panza en la cama, pero con los pies apoyados en la alfombra, me levantó la falda y me bajó la tanga hasta la mitad de los muslos, me separó las piernas, luego me abrió las nalgas, con un dedo me embadurnó el ano con lo que supongo era el ungüento que saco del cajón, luego sin avisarme me metió el dedo un par de veces, lo que me hizo estremecer, retiró su dedo de mi ano y manteniendo mis nalgas separadas, sentí la suavidad y firmeza de su gordo glande posarse justo en mi ano.

  • ¿que me va a hacer?

  • te dije que serías mía

  • ¿pero espere un momento? ¿así? – me había tomado totalmente desprevenida, cuando me dijo que sería suya, no pensé que fuera de esa manera – ¿Qué me va a hacer?

  • te voy penetrar, te voy a hacer mía

  • pero, pero… espere… – no me sentía lista – apenas tengo 14 años

  • preciosa, ya estamos mas cerca que lejos, relájate y verás como disfrutas del paseo

El enorme y gordo glande presionó contra mi cuerpo, empujándolo hasta casi subirme a la cama, mi ano se resistía a ser invadido

  • relájate preciosa

  • Sr. Goldstein… ahhh espere

Luego mi ano cedió, dejando entrar el grueso glande, el enorme y duro pene entró en mi, resbalando por mi recto, abriéndome, separándome – ¡aaaaaahhhhhh! ¡Sr. Goldstein! – grité de dolor, sentía entre las nalgas el duro y caliente tronco, ingresando en mi, taladrándome, mi esfínter estaba estirado al límite y por momentos sentí que no iba a poder resistirlo, sentí que me iba a romper – ahhhhh aaaaghhh Sr. Goldstein yaaa por favor – relájate mi preciosa – ¡no, no! Sáquemela, me duele mucho – así duele al principio, pero ya verás como luego se quita – no no, sáquemela por favor – suplicaba casi llorando – por favor sáquemela poquito – traté de zafarme pero el se recostó sobre mi espalda sosteniéndome los brazos imposibilitando que me moviera, comenzó a besarme la nuca, los oídos y el cuello – aguanta mi preciosa, el dolor pasará, y verás – ahhh ahhha aghhh Sr. Goldstein, me duele mucho – ¿Qué no quieres ser mi novia?, las novias hacen cosas por sus novios ¿no? – aaaghhh si pero… - traté de argumentar gimoteando – entonces tu tendrás que aguantar, por mi, y todavía no te la meto toda, así que… será mejor que aguantes – comenzó a mover sus caderas despacio de atrás a adelante, su pene entraba y salía de mí, y cada ves que empujaba, sentía más profunda la penetración – ahhh ahhh hay Sr. Goldstein hay, me duele ahhh hay – mis súplicas eran inútiles el embate de sus metidas no cesaba, traté de moverme de alguna manera para amainar el dolor, pero el peso del cuerpo de mi amante me mantenía aprisionada contra la cama y mis piernas apoyadas en el suelo dejaban mis caderas dobladas de manera que mi trasero quedaba completamente expuesto a su voluntad.

Siguió moviéndose, penetrándome despacio y cadenciosamente, hasta que de pronto sentí todo su cuerpo pegado al mío, su vello púbico aplastado entre sus caderas y mis nalgas, sus piernas detrás de las mías, en mi cadera su abdomen, en mi espalda desnuda su firme y peludo pecho y su tibio aliento entrecortado y jadeante en mi nuca. Los vellos de sus testículos cosquilleaban bajo mi ano, estaba totalmente penetrada, su enorme verga estaba completamente alojada en mi cuerpo – ahhh ahhh haaaay Mr. Goldstein ya por favor ahhhh haaaay no puedo… ya por favor – imploraba con la voz apagada por el bloqueo del sabanas bajo ellas, las lágrimas comenzaban a correr por mi cara – ya ves como ahora si eres mía – me susurraba al oído, yo me sentía completamente controlada, sometida por el dolor, el mas ligero movimiento me provocaba punzadas.

Se quedó quieto por unos momentos, me seguía besando detrás de los oídos, el cuello luego bajaba por mis hombros, con una mano me acariciaba la espalda y, la cintura, hasta la nalga y luego el muslo. El dolor poco a poco se tornaba tolerable, comencé a disfrutar sus caricias, sus húmedos labios y su tibio aliento recorriéndome el cuello y su mano acariciándome la espalda., su cuerpo caliente y recio sobre el mío. Luego se comenzó a mover, de nuevo hacia atrás y adelante, metiéndomela y sacándomela, yo me aferraba a la cama tratando de empujarme hacia arriba, tratando de alejar mi cuerpo de aquel despiadado invasor, el dolor seguía presente, pero en menor intensidad – ahhh ahhh mr. Goldstein ahhh ahhahh hay haahh – gemía de dolor y placer – ¿viste? Te dije que el dolor se iba a ir – sus movimientos comenzaron a tomar un poco mas de rapidez, el frote de su dura verga en mi recto se sintió mas intenso, mas rapido, luego un poco más – ah, ah, ah ahhh ahhh ahhh hay hay – gemía de placer, mientras la respiración de mi amante se sentía en mi nuca, jadeante, entrecortada – Hay Caty mi preciosa, estas deliciosa – me dijo mientras se incorporaba tras de mí, su verga salió casi por completo de mi culo, luego volvió a correr dentro de mi recto en todo su largo, luego otra ves fuera casi hasta la punta, y de nuevo me la embutió toda hasta el tope, hasta metérmela toda, repitió la operación algunas veces mas, me provocaba algo de dolor, pero los gemidos de placer de mi amante me fortalecieron para aguantar. De pronto sus manos se asieron a mis caderas, y me empezó a meter la verga cada vez mas rápido, toda hasta el fondo, mas rápido – oh oh oh uf uf ufhhh – gemía mi empalador, la cama crujía – ah ah ah ahh ahh – mis gemidos tomaron el fragoroso ritmo de las cogidas de mi amante, mis nalgas golpeaban contra su pubis provocando un palmeteo también al son que mi amante marcaba, aferrado a mis caderas, penetrándome muy rápido y muy fuerte, mis pies casi se levantaban del suelo y tenía que aferrarme a las orillas de la cama para no rodar atrás y adelante sobre la cama - ¡plaf! ¡plaf! ¡plaf! ¡plaf! ¡plaf! – retumbaban mis nalgas – oh oh oh ufhh uffh – gruñía mi amante – ahh ahh ahh hay hay Sr. Goldstein hay ¡hay Sr. Goldstein! – gemía yo de placer y gritaba de dolor mezclado en un extraña sensación. De pronto sus manos se clavaron en mis caderas, sus movimientos se hicieron mas fuertes, y en unas cuantas metidas muy rápidas y enérgicas, mi recto se llenó de calor - aaaaagggghhhh – en un ahogado gemido mi amante se desplomó sobre mi – Caty preciosa, tienes el culito mas delicioso de la tierra – me susurró al oído con voz entrecortada.

  • ¿que le pasa?

  • pues que me he corrido en tu soberbio culito

  • ¡¿te orinaste en mi?! – pregunté asqueada

Al Sr. Goldstein le causó mucha gracia mi pregunta – que te he hecho una mujercita, y tu me has dado una deliciosa ofrenda hahaha solo he eyaculado – lentamente me fue sacando la verga, ya no la sentía tan dura, cuando la punta salió sentí escurrir algo de mi ano. Se incorporó retirándose de encima de mí y se fue al baño, yo traté de levantarme, pero mi cadera cedió en un calambre y caí sentada en la alfombra, de nuevo traté de levantarme pero no pude más que lograr ponerme a 4 patas. Desde la puerta del baño Mr. Goldstein me observaba divertido – no me dirás que no te he hecho mujer – me senté en la alfombra tratando de recuperarme. Aunque estaba un poco asustada y mis caderas y mi ano me lastimaban, me sentía muy feliz, todo había pasado tan rápido que esta ves no tuve tiempo de arrepentirme y aterrorizarme como en el pasado, justo para luego arrepentirme más de no haberme atrevido. Por fin un hombre me había aceptado y me había hecho sentir mujer y poseyéndome como toda una chica, aunque el dolor había sido un factor con el que no había contado en mis fantasías, todo lo demás fue perfecto, mi vestimenta, mi maquillaje, mi peinado, el modo en el que siempre me trató como su chica. El Sr. Goldstein regresó a mi, me quietó la falda y los zapatos, que era lo único de ropa que me quedaba, y de nuevo me cargó en sus brazos – tu también necesitas un baño – me dijo mientras me llevaba cargada, yo me sujeté de su cuello y así me metió en la tibia y reconfortante tina de baño.

  • ¿ya soy tu novia?

  • hahaha si claro, pues que pensabas – contestó divertido – cuando salgas te pones esto – y me acerco una corta bata negra de seda

Me comencé a lavar, mi ano estaba muy sensible y empezaba a arderme con el agua tibia. Pensaba en todo lo que había pasado, ese día mil sensaciones y sentimientos encontrados, algunos, miedos, prejuicios, todo eso se había vuelto un remolino y me habían golpeado todos el mismo día… me habían pasado mas cosas emocionantes hoy que en todo lo que va del año: me había atrevido a salir, a entrar a un establecimiento, ir de compras (bueno… casi), aunque aterrorizada, había hablado con extraños. Y lo mas importante y que recordaría para siempre, fue el haberme entregado a un hombre, ¿y que hombre? El protagonista de fantasías románticas en tantas de mis noches solitarias, la imagen del hombre, un símbolo admirado y deseado por mi desde que tenía uso de razón, y aunque la entrega había sido espontánea y sorpresiva, tanto que de haber tenido tiempo lo hubiera pensado dos veces; pero feliz de que las cosas se dieran de esa manera en la que no pude negarme y echarme para atrás, cosa que ahora estaría lamentando y echándome en cara lo cobarde que hube sido, deseando con todas mis fuerzas regresar en el tiempo y entregarme plenamente, arrepentimientos que ya había tenido que pasar anteriormente. Ahora agradecía aquellas flaquezas de valor, gracias a ellas no terminé siendo cogida por ninguno de los inexpertos chicos de mi edad que probablemente no me hubieran hecho sentir de esta manera. En cambio pude darle mi virginidad el hombre que yo tanto admiraba, y secretamente deseaba, aunque lo vía tal lejos, y agradecía también a mi hombre que supo guiarme y exigirme pasar por un paso que me tanta dificultad me había costado pasar.

  • ya sal de la tina y ven a la cama – me gritó desde la recamara

«…ven a la cama» que intimidad reflejaba esa frase, intimidad solo conquistada entre los amantes

  • si ya voy

Salí de la tina enfundada en aquella suave bata de seda, mi hombre estaba bajo las sábanas, aquella imagen me provocaba escalofríos solo de percibir la intimidad y la familiaridad que tenía con aquel ser. Otra ves el remolino de sensaciones y sentimientos… y mis vacaciones apenas empezaban.