Mi primera vez fue en la residencia universitaria
El año pasado fue mi último año en la residencia universitaria, pero lo que voy a contar, ocurrió mi primer año allí. Yo acababa de cumplir los dieciocho años y nunca había tenido sexo con otra mujer. Lo que sentí allí fue un despertar de mi cuerpo y fue también mi doma y mi liberación.
El año pasado fue mi último año en la residencia universitaria, pero lo que voy a contar, ocurrió mi primer año allí. Yo acababa de cumplir los dieciocho años y nunca había tenido sexo con otra mujer. Lo que sentí allí fue un despertar de mi cuerpo y fue también mi doma y mi liberación.
Desde muy jovencita siempre he sido coqueta, aunque a veces, en aquella época me sentía incómoda con las miradas de deseo hacia mí, por una timidez fruto de prejuicios y complejos ajenos, instaurados en mí, pero que ya en aquella época estaban desapareciendo. No he cambiado casi nada desde ese mi primer año en la residencia universitaria, solo tengo un poco más grandes los pechos y el culo más perfecto que entonces. También En aquella época llevaba a diario mi trenza pelirroja, larga hasta la cintura. Mis cabellos son de color pelirrojo natural, un poco rizados y de un tono pelirrojo clarito; el vello de mi pubis, no muy abundante, es del mismo tono y lo mismo de rizado, aunque en los labios externos de mi sexo solo tengo pelusa. Desde que llegué a la residencia fui muy deseada, y eso que yo vestía de un modo muy normal. Casi siempre iba con vaqueros y blusas, no me ponía falda nunca, porque sabía que mis muslos casi perfectos (perdón), atraerían más miradas aún. Yo era (y soy todavía) muy atractiva: Tengo y tenía cintura delgada, un culazo perfecto y unos senos grandes y tiernos, que no están caídos. Mis muslos son firmes y suaves.
Ser coqueta me encantaba, aunque en aquel entonces no exhibía casi nada de mis encantos. La ropa interior era muy importante para mí, ya que con ella desahogaba mi deseo de sensualidad de un modo íntimo y privado; siempre prendas íntimas con encajes gruesos y calados, me gustaba sentir como su dibujo se ajustaban a mi piel. Entonces no iba a la moda, mis vaqueros y mis blusas y camisetas de algodón eran mi moda; ahora en cambio, me pongo más ropa de moda.
La residencia universitaria era bastante grande, era mixta, todas las zonas eran comunes excepto los dormitorios, que eran dos edificios anexos, uno para chicos y otro para chicas. Los universitarios no podían entrar en el edificio de las universitarias, solo nos juntábamos en las zonas comunes; tales como comedores, biblioteca, jardines; gimnasio etc. El edificio de las habitaciones de las chicas tenía cuatro plantas, (igual que el de los chicos). Cada planta tenía un pasillo central y dormitorios a los lados; cada dormitorio tenía seis camas, con sus respectivos armarios, escritorios y mesitas de noche. También había un cuarto de baño en cada habitación, no muy grande, pero con todos los sanitarios y la ducha. Los dormitorios los ocupaban chicas del mismo curso normalmente, excepto excepciones. Yo era de primero de carrera, y cuando llegué, me dieron a elegir entre varios dormitorios de chicas de primero. Todas las compañeras habían llegado antes que yo. (Al salir de Mallorca, el vuelo a la península se suspendió y no encontré otra plaza libre hasta cuatro días después, pues con esas, llegué la última a la residencia universitaria). Como dije antes me dieron a elegir entre varios dormitorios, todas las habitaciones eran prácticamente iguales, ¡pero en todas!, la única cama libre era la que estaba junto a la entrada, ser “el pasillo” de las otras no me gustaba. Cogí una de ellas al azar. Estuve en esa habitación una semana, el último día de esa semana, en el comedor, me senté en una mesa junto a tres chicas bastante majas, hacían tercero de carrera. El aspecto de las tres era espléndido, a cual más guapa, se veían seguras de sí mismas. Una era rubia platino de pelo lacio y largo, suelto. Otra tenía la piel muy clara y el cabello de color negro azabache, melena por el hombro. La tercera era más alta que las otras dos, de pelo castaño y ojos verdes como los míos, pero de un verde más oscuro. Hablaban entre ellas, me miraban con miradas seguras e intensas; pero muy amables conmigo. Me ofrecían llenar mi vaso, pan o cualquier cosa. Eran unos tres años mayores que yo, tendrían unos veintiún años. Nos presentamos las cuatro; me sentía muy a gusto con ellas, empezamos a hablar y me preguntó Olga, la rubia platino:
_Chica, ¿cómo te va en la residencia?
Les respondí:
_ Me gusta la residencia, buena comida, buena limpieza y la biblioteca es estupenda para estudiar. Pero llegué tarde y solo quedaban “camas de pasillo” en varias habitaciones además. Las chicas con las que estoy, son todas de la misma ciudad y, cuando hablan entre ellas, ¡parece que me he colado en el dormitorio!
Se rieron las tres a más no poder, Olga, la que más me fascinaba de las tres, me dijo:
_Margarita, en nuestro dormitorio hay dos camas libres, además de la del pasillo, jajaj. Una de las camas está junto a una ventana, con el escritorio dando a la luz del día, ¿te quieres mudar con nosotras?, sería un placer tener a una pelirroja tan preciosa con nosotras.
_ ¿Puedo?
_ Pues claro chica, se lo decimos a la supervisora y te mudas en cuanto acabemos de comer.
Me acompañaron a ver su habitación, ¡era preciosa!, mi cama estaba al fondo, bien iluminada con la ventana junto a mi escritorio. Hablamos con la supervisora y fuimos las cuatro a recoger mis cosas a la habitación "del clan del pueblo", (como llamaba yo a las compis para mis adentros). Entre las cuatro cogimos todo de una sola vez. Cuando salíamos de la habitación, una de mis compis " del clan", me llamó aparte y me dijo al oído:
_ ¿Con esas te vas a ir?
_ Si, ya os lo he dicho, tendré un sitio más iluminado.
_ Como quieras, pero que sepas que esas tres son bolleras, ¡que lo sabe todo el mundo!, ¿no lo sabías?, ¿no te lo han dicho ellas?
Acerqué mis labios pintados de rosa a su oído y le dije bajito para que solo lo escuchara ella:
_ Pili, chica, la verdad es que me da lo mismo, parece que me quieres para ti. He visto como me mirabas cuando salía de la ducha sin haberme vestido del todo, tus pupilas te delataban, ¡ojo!, que no me molestaba, pero se te salían los ojos chica... Chao.
_ ¿Yo? _ Gritó Pili
_ Pili, como te digo, ¡chao!
Llegué a mi nueva habitación, las chicas me ayudaron a colocar mis cosas, Olga, la Rubia, me ayudó a hacer la cama, ella es de lo más preciosa que he visto. Lorena, la morena de piel clarita, colocó mis cactus en la ventana y, Gema la más alta, ordenó mis libros y cuadernos en el escritorio.
Les dije:
_ Chicas, habéis hecho todo el trabajo, gracias por todo, sois un primor.
Olga me lanzó un beso y me guiñó, y me dijo:
_Margarita, tú sí que eres un primor, y lo sabes, lo bien que mueves ese culazo dentro de los vaqueros; estás muy guapa.
La verdad es que mis vaqueros eran muy ajustados y, claro, mi cintura delgada y mi culazo, hacían una figura muy bonita, jajaja. Le dije a Olga:
_ Olga, sabes, aunque algo tímida, yo soy una chica muy coqueta.
Me respondió ella sonriéndome:
_Se ve que eres coqueta, pero no como otras coquetas, tus miras con sencillez, no con orgullo. Por cierto, he escuchado algo de lo que te decía tu antigua compi de habitación y, quiero que sepas, que no te hemos dicho de venir para “meterte mano”, te hemos invitado por tu forma de ser, se te ve muy sencilla y sincera; pero sobre todo, porque nos has caído muy bien. Es verdad que no te dijimos que somos lesbianas, pero no creemos que tengamos que ir diciéndolo, como por ejemplo un chico hetero tampoco va pregonando que lo es.
_Te entiendo, no me importa lo que seáis, me habéis caído bien, gracias por acogerme en esta habitación, pero, una pregunta, ¿porque dicen que sois lesbianas si yo no me he dado cuenta al sentarme con vosotras?
En esta ocasión me contestó la más alta, Gema:
_Margarita, la gente habla y lo que hablan un año, lo siguen hablando al siguiente... El año pasado tuvimos dos de nosotras romances con dos chicas de primero, no nos escondíamos, no hacíamos nada malo. Pero desde entonces ya nos "ficharon". Y este año, se lo cuentan unas a otras, la verdad es que nos da igual que se lo cuenten.
_ Pues vaya, como en los pueblos, los chismes. Pues si me fichan a mí por compartir habitación con vosotras, me suda el chichi. No me gustan las criticonas ni las cotillas.
Los días pasaban estudiando en la facultad y al llegar a la residencia, otro rato de estudio en la biblioteca. Pero quedaban huecos libres y, al caer la tarde, muchas veces estábamos las cuatro en nuestro dormitorio, pintándonos las uñas hablando u otras cosas. Durante todo el día mi mente no hacía más que decirme lo que yo ya sabía desde hacía mucho tiempo. Con dieciocho años no era muy madura, pero estaba segura que lo que había evitado muchas veces, que era estar con otra mujer, era algo que tenía que suceder antes o después. Con ellas me sentía muy a gusto, me trataban con mucho respeto y cariño. Entre ellas eran solo amigas, no estaban liadas entre sí, aunque hacía años Lorena (la morena) y Gema (la más alta) tuvieron un lío entre ellas. Pero no estaban enamoradas, les gustaban otras y su amistad era más fuerte.
Ya llevaba un mes en la residencia universitaria, y tengo que decir que nadie de otras habitaciones se metió conmigo o dijo algo desagradable en mi presencia sobre mi cambio de habitación, otra cosa es lo que hablaran a mis espaldas.
Mi novio me recogía todos los fines de semana en la puerta de la residencia, y juntos paseábamos por la calles de la ciudad. Sus padres también tienen bastante dinero y se podía permitir coger aviones todas las semanas desde Mallorca a donde yo estudiaba. Teníamos dieciocho años los dos en aquel entonces, y un día al recogerme, me dijo muy serio:
_Margarita, he venido para decírtelo en persona, no podía hacerlo mal. Marga, he conocido a una chica en Mallorca, y me he enamorado de ella como un tonto, perdóname, quería romper contigo pero no por teléfono.
_ Roberto, no te preocupes por mí, la verdad es que nos hicimos novios demasiado pronto, sin haber vivido. Te deseo lo mejor.
_ Muchas gracias Marga, cuídate mucho.
Bueno, ¡aquello fue una liberación para mí! Entonces yo ya sabía que me atraían hombres y mujeres, ¡pero nunca había hecho el amor!, y deseaba tanto sentirme abrazada por alguien que yo deseara y que a su vez esa persona me deseara intensamente.
Soltar aquel pelmazo de Roberto, que llevaba ya, ¡dos años aguantándolo!, por pena y porque nuestros padres eran amigos, fue estupendo. No estaba enamorada de él, lo único que habíamos hecho desde que nos conocimos es besarnos y poco más. No me quiso pedir hacer el amor, cosa que yo estaba deseando. Pero aquella ruptura liberó mi mente y, me dije a mi misma que se acabaron los prejuicios y la opinión de los demás, que dos años perdidos, ya habían sido suficientes; que iba a vivir libre, como yo me siento y me sentía entonces.
Al llegar al dormitorio yo ya era otra, las miré mientras estudiaban y miré intensamente y con deseo a Olga, su pelo rubio platino y su mirada intensa me habían cautivado; pero Olga, al ver la mirada de deseo que le lancé, miró para otro lado, no quiso seguirme el juego. Como si mi mente se abriera supe que no conseguiría “estrenarme” con ninguna de las tres siguiendo en mi papel de chica buena. Yo me conocía, sabía de mi belleza, yo me miraba en el espejo viendo mis curvas y mi cintura delgada y mis senos generosos y sabía que tenía madera para convencer.
El siguiente fin de semana me fui de compras, necesitaba cambiar mi lux, quería hacer más visibles mis encantos. Me compré dos minifaldas a cual más corta, sin pasarme. Una era blanca plisada, la otra de color azul marino, preciosas las dos. Escogí también unas blusas muy bonitas, las busqué ajustadas y de tejido muy suave y fino. Luego fui a una zapatería y me compré lo que llevaba tiempo con ganas de lucir; ¡Unos zapatos de charol de tacón alto! En mi casa, cuando estaba sola más pequeña, me ponía los zapatos de mi madre, aprendí entonces a caminar con tacón alto, y me encantaba sentir mis cachetes apretados al andar, y el juego de mis caderas y las sacudidas de mi culazo; ahora, los luciría para los demás también. Al llegar a la residencia, el dormitorio estaba vacío, habían salido todas. Me metí en el baño y me di una buena ducha. Antes de salir me puse unas braguitas de encaje de color burdeos tipo tanga, mi grueso bollo se salía por los lados. Ya en el dormitorio me puse la minifalda blanca y una blusa gris ceñida. Me miré en el espejo y vi que mis pechos se apretaban contra la blusa. La falda y la blusa se ajustaban tanto a mi cintura que parecía más delgada de lo que ya estaba. También me puse los zapatos de charol con tacón alto y me fui a dar un paseo por los jardines.
Empecé a caminar oliendo las flores del jardín, mis caderas se movían como dos palancas, alzando los cachetes de mi culo alternativamente. Los tacones hacían que mi sexo se estirara, me gustaba, me sentía muy sensual. Durante el paseo las miradas de deseo y de admiración se multiplicaban, sobre todo de hombres, pero también vi a más de una compañera de la residencia universitaria, chupándose y mordiéndose el labio inferior al verme pasar. Nunca me había sentido tan coqueta y sensual, tanto que sentí como los labios menores de mi sexo se humedecían y se extendían hacia el exterior. Era muy feliz. No me importaba ya lo convencional, sino mis propios deseos en todo.
Al volver a subir al dormitorio compartido ya estaban allí las tres. Al verme entrar con mi nuevo lux, me miraron extasiadas, a los cinco segundos de observarme, sus bocas estaban abiertas, y sus rostros eran una mezcla de sorpresa y deseo. Olga me miró y carraspeando antes de hablar, me dijo:
_Margarita, has cambiado de lux, te queda, no sé, estás preciosa, ¡que figura, y que muslos Margarita!
_ Gracias Olga, hacía tiempo que quería cambiar, y me he decidido, ¿te gusta la minifalda blanca?
_Es muy bonita, puesta en ti, ¡algo sublime!
Me levanté la falda por delante enseñándole mis nuevas braguitas burdeos, muy caladas, con encajes de flores; entre los cuales se veían mis pleitos pelirrojos y, al ser pequeña la prenda, los labios mayores de mi abultado bollo salidos en cascada a los lados; le dije a Olga que me observaba sentada en la cama delante de mí:
_ ¿Te gustan mis braguitas Olga?
_ Son preciosas Margarita, y tu chochito, que se quiere escapar; más aún.
_ Jajajaja.
Olga alargó la mano derecha y tocó el tejido, acariciando suavemente con sus dedos la fina piel exterior de mi bollo, junto a mis muslos. Sentí un estremecimiento y deseé que me diera un apretón en el coño y me azotara el culo, me sentía mala y me gustaba, pero deseaba que me castigara. No solo me atraían las tres y quería iniciarme con ellas, también sentía un deseo muy grande de que hicieran lo que quisieran conmigo; eso que yo suelo ser mandona, pero deseaba entregarme a ellas como un corderito.
Me agaché a quitarme los zapatos dándole la espalda a Olga, (a posta) no doblé apenas las rodillas y, el giro de mi cintura para agacharme, alzó mi falda por detrás. Mis braguitas burdeos tipo tanga, asomaron por detrás. La tensión del tejido sobre mi bollo me hizo saber que los labios mayores de mi sexo se habían salido de la prenda completamente y que estaban a la vista de Olga y, mi suave y rizado vello púbico pelirrojo también. En aquella época aún no me arreglaba el vello; pero eso estaba a punto de cambiar. Al girarme, el rostro de Olga era puro deseo y desconcierto. La dejé con la boca abierta y me di otra ducha, hacía mucho calor. Salí del baño completamente desnuda, con mi trenza deshecha y mi melena pelirroja húmeda colgando sobre mis pechos y mis hombros. Desde la puerta del baño las miré a las tres, desafiante, estaban mudas y atónitas. Fue la primera vez que me sentí poderosa al haber sido tan decidida. Mientras me devoraban con la mirada, alcé las manos con la toalla y empecé a secarme la cabeza, moviendo mi cuerpo, para que me vieran bien los pechos, mis grandes pechos. Me di la vuelta y me sequé el culo, mi culazo; luego el vello púbico.
El tiempo que llevábamos juntas en nuestro dormitorio habíamos sido muy recatadas las cuatro, no sé si por respeto o por pudor. Cuando salíamos del baño lo hacíamos ya con nuestra ropa interior puesta, ellas pusieron la norma no escrita y yo la seguí. Pero a mí me gusta estar desnuda y aquel era mi dormitorio; me encantaba posar desnuda para ellas intentando seducirlas. Después de secarme me tendí desnuda sobre la cama y me arropé con solo la sábana. Eran las seis de la tarde, las había dejado boquiabiertas, pero no dije nada, no les dije que pretendiera algo con ellas o si era solo un cambio de actitud. El día que rompí con mi novio se lo conté a ellas, ya sabían sin decírselo, parte de lo que me movió a cambiar.
Durante la siguiente semana seguí vistiéndome igual y taconeando al entrar o salir del dormitorio. También seguí saliendo desnuda del baño, haciendo alguna postura erótica al pasar desnuda entre ellas. Ellas, a los dos días, también empezaron a salir desnudas del baño y estar así por la habitación; pero si yo me ponía a "lucirme", veía que su excitación las hacía vestirse. Me miraban con deseo, pero a la vez, eran más amables que antes conmigo. Algunas veces discutían entre ellas por tonterías, yo sentía que mi cuerpo casi perfecto (perdón otra vez), cuerpo de dieciocho años, estaba haciendo mella en ellas. Me compré más ropa, más faldas sobre todo. Al llegar a la habitación me desnudaba del todo y les enseñaba mis compras poniéndome y quitándome las minifaldas sin ropa interior. De lo que me compré, lo que más les gustó a las tres, fueron las medias con liga incorporada. Un día al llegar les dije que quería que me dieran su opinión de cómo me quedaban esas medias. Me las puse y luego me puse mis zapatos de charol con tacón alto, sin bragas ni falda; ni nada más. Caminé por la habitación moviendo mis tacones y luciendo mi coño abultado y pelirrojo ante sus cada vez más abiertos ojos. El corte de las medias negras daba paso a la piel clarita de mis muslos, y después a mi revuelto vello púbico, pelirrojo como el fuego.
Ninguna me dijo que si no recordaba que eran lesbianas, ni que si las estaba molestando o haciéndolas sentirse incómodas. No me hicieron ningún reproche. Creo que el deseo de verme erótica o desnuda era mayor que la necesidad de llamarme la atención. Al siguiente día, por la tarde, al volver de la facultad, las medias fueron la única prenda que me puse, estando en la habitación, sin tacones. Les dije una mentirijilla, que quería comprobar que la liga incorporada no se bajaba fácilmente. De esa guisa, me agaché a cambiar las sábanas de mi cama. Mi culazo de diez se alzó por encima de mis medias, que hacían de marco de mi grueso coño, que se me salía por detrás; con "la lengua" asomando por la excitación.
En ese momento deseé que me lo comieran desde atrás las tres, ese pensamiento hizo que mis labios menores, rosados, grandes y parejos; salieran del todo al exterior, como almeja de mar. Esa estampa es la que tenían frente a sus ojos (yo lo sabía porque me había mirado a mí misma en el espejo en pompa muchas veces, girando mi cabeza hacia el espejo). Permanecían en silencio, me incorporé, me di la vuelta y miré sus rostros... Había algo en ellos que había cambiado, reflejaban un deseo de poseerme muy intenso; tan intenso que me sentí incómoda, ¡yo!, Me vestí, y salí sola a dar una vuelta. Estaba confusa, no sabía qué hacer a partir de aquel punto. Era muy temprano, sábado por la mañana, quedé con mi amigo Jaime, diciéndole que teníamos que hablar.
Él estudiaba sicología y estaba en el edificio de los chicos. Él es gay, nos hicimos amigos y me quiere un montón; me dijo:
_Margarita, vamos al centro y te despejas y hablamos.
_ Estupendo Jaime.
En el centro tomamos café con churros y se lo conté todo, ¡de la p a la pa! Jaime se reía de veras, me dijo muy sincero:
_Margarita, eres un bicho malo, jajaj, ¿porque no se lo has pedido a Olga por ejemplo?, sin tapujos, diciéndole que querías probar con otra chica.
_ Jaime, no hubiera querido ella, bueno, ninguna de las tres. Me habían cogido el mismo cariño que a una hermana pequeña y me habrían dicho que no. Tenía que cambiar la imagen que tenían de mí.
_Y tanto que la has cambiado chica, ¿tú te has mirado?, con esa minifalda azul, esas medias que dejan ver la liga al sentarte y esos zapatos de tacón, y tu precioso pelo pelirrojo, podrías conquistar a cualquier hombre o mujer.
_ Jajaja. Que me aconsejas Jaime, ¿cómo hago para tener mi primera vez?
_ Pues lo primero te llevaré a un sitio, y déjame hacer sin oponerte, lo segundo te lo digo luego chica.
_ Vale Jaime.
Quise entrar en una joyería, allí me compré un piercing de oro con brillantes diminutos. Su forma eran dos círculos de pocos milímetros de oro, enlazados, uno de ellos estaba circundado por diamantes diminutos.
Me llevó a un salón de estética muy elegante. Hasta entonces me había resistido a hacerme "retoques", ya que mis cabellos me gustaban y mi vello púbico, aunque alborotando, es muy suave y no muy poblado. Pero en esta ocasión haría lo que dijera Jaime. El habló con la encargada del salón de estética, diciéndole lo que me tenían que hacer. Me pasaron a una sala de peluquería, allí me tiré un buen rato, me deshicieron la trenza y me alisaron el pelo con plancha. Después me dieron una loción para hidratar el cabello. Por último me entresacaron un poco y me cortaron la melena a la altura de mis hombros. Eran dos peluqueras súper simpáticas, vestidas con uniforme negro y muy bien maquilladas. Después me indicaron que pasara a la salita de depilación.
En la sala me recibió otra chica con el uniforme negro y también muy bien maquillada, tenía el pelo castaño y dos hoyuelos en las mejillas, sonreía con una gracia. Pensar en quitarme las bragas frente a ella me dio vergüenza, no sabía porque. Me hizo la cera en las piernas, después me pidió:
_ Por favor, quítate las braguitas y túmbate en esa camilla, mejor quítate también la minifalda, que es azul marino y se puede manchar de cera.
_ Si, digo ahora mismo.
Aquella chica seria de mi edad, me daba apuro, pero obediente me desabroché la falda y me baje las bragas sacándomelas por los tobillos. Le pregunté por su nombre, se llamaba María José, quise saber:
_ María José, ¿me dolerá mucho?
_ Nada, te echo este spray que adormece la piel y no sentirás nada.
Me tapó la raja con una gasita y pulverizó el spray; luego con agilidad empezó a darme cera y sacarla con tiras de papel, llevaba guantes, pero estaba ardiendo al sentir como sus manos agarraban mi coño. Me dejó solo una línea de pelos de un centímetro y medio de ancha, desde el nacimiento de mi raja hasta donde llegaba mi vello camino del ombligo. Dejamos que entrara Jaime para ver cómo había quedado mi conejo; al ver mi bollo tipo bollo suizo pequeño, se puso las manos en las mejillas y me habló:
_Margarita, te ha quedado divino, divino, ¿puedo tocar?
_Claro tonto.
Me pasó la mano por el chochito y me lo acarició, me besó en la frente y salió de la sala.
Los labios mayores los dejó suaves como una pluma, en los laterales de mi monte de venus lucían algunas pecas, no tengo demasiadas. Me gustó tanto como me dejó el chocho que, desde entonces, siempre me lo arreglo del mismo modo, fue idea de Jaime.
María José, a petición mía, me reabrió el agujero superficial en mi vientre, bajo el ombligo, que había abandonado hacía un año y me puso el piercing que me había comprado. Me gustaba verlo en el centro de mi vientre plano.
Salimos del salón de estética y le pregunté a Jaime:
_ ¿Qué era lo segundo para conquistarlas?
_ Que seas sincera con ellas, con la calentura que les has metido en el cuerpo, no creo que te digan que no. Debes de dejar de jugar y disfrutar con ellas, no lo dejes para más allá de mañana, se pueden ofender si sigues mucho más; ¡eso sí!, antes de nada enséñales tu nuevo lux. Llegamos a la residencia universitaria y me despedí de Jaime dándole las gracias.
Al entrar en el dormitorio las tres estaban estudiando, me vieron el corte de pelo y me preguntó Lorena, la de pelo negro y piel clara:
_Margarita, ¿has estado en la peluquería?, chica, te han dejado preciosa, con tu melenita pareces cleopatra en pelirrojo, perfecta.
Las otras dos también me felicitaron, hablaron algo más relajadas, tuve ganas de llorar, ¡creía que no me hablarían más siendo simpáticas! Quise comunicarles mi lux al completo:
_Me he hecho algo más en el salón de estética. Mi pubis ahora es una línea delgada de pelos pelirrojos y mi bollito ausente de ellos.
No se atrevían a decir nada, no sabían si pedírmelo. Me desabroché la minifalda azul marino y me quité las braguitas; ya puesta, también me quité la camiseta y el sujetador. Sus miradas ante mi bollo suizo, abultado a los lados y plano por abajo, totalmente depilado, de un tono rosado, con la cinta de pelos encima como flecha clavada en mi clítoris, eran unas miradas turbadas, deseosas y algo tristes, creyendo no poderme alcanzar. El piercing brillaba como un estandarte bajo mi ombligo. Olga me habló con emoción:
_Margarita, primor, yo personalmente, al ver ese chochito tan gordito y proporcionado, acabo de tener un pequeño orgasmo. Perdona que te lo diga ahora que acabas de mostrarnos ese bombón rosado: Hemos hablado las tres, desde que rompiste con tu novio, te has vuelto una chica tan sensual que dan ganas de chuparte hasta el ojito del culo.
_ ¡Pero Olga!, tampoco será para tanto. _ dije queriendo ser humilde. Prosiguió Olga:
_Margarita, para eso y más. Las últimas noches, cuando tú dormías tan plácidamente, nuestras camas se movían, no por un terremoto, se movían porque nos masturbamos dos o tres veces cada noche pensando en ti. Lo hemos hablado las tres, cualquiera de nosotras desearía poseerte, incluso las tres a la vez, nos tienes loquitas, soñamos con acariciarte y hacerte el amor. Pero no nos has dicho que te gusten las mujeres, así, que sintiéndolo mucho, tendrás que buscar otro dormitorio, porque así no podemos estudiar, tienes que entenderlo, nos gustan las mujeres y tu desnudez nos ha trastornado. Búscalo lo antes posible, primor.
Me puse roja como un tomate, ¡me querían largar!, me sentía al borde de la desilusión, con lágrimas cayendo por mis mejillas les dije a las tres:
_ ¿Puedo hablar?
_Claro que si Margarita, no llores chica. _ Dijo Olga.
_Desde antes de tener novio, ya deseaba a otras mujeres, también a hombres. Al llegar aquí no tenía intención de experimentar por tener novio entonces, ¡pero al romper con él!, ya era libre y quería sentir lo que es que me abrace otra mujer desnuda. Os miraba, pero vosotras me veíais como una adolescente imberbe. Tenía que sacar mí yo oculto para que decidierais hacerlo conmigo y, creí poder conseguirlo siendo como soy, algo exhibicionista, muy coqueta, me gusta sentirme sensual y erótica, pero después de enseñaros como soy, ahora, en vez de amarme, ¡me queréis echar!
Lorena se puso a llorar, Olga soltó un suspiro, Gema me dio un abrazo y me besó en la mejilla. Olga me dijo emocionada:
_Es que nos has enamorado a las tres, cuando elijas de entre nosotras, las otras dos nos sentiremos fatal, somos muy amigas.
_ ¿Porque tengo que elegir?, es que no puedo disfrutar de mi primera vez con las tres, ¿tan horroroso sería?, que me enseñéis lo que sabéis cada una del amor, y todas juntas, ¿no puede ser?, disfrutaríamos.
_Margarita, eso es lo que habíamos hablado entre nosotras como lo mejor de lo mejor, muchas gracias, te haremos sentir en la luna. _ Dijo Olga y yo solté un gran suspiro y dejé de llorar.
Me di una ducha, ahora que lo había conseguido estaba nerviosa, mis mejillas ardían. Al salir de la ducha, Gema, la más alta, me pidió que me tendiera en mi cama, me dijo:
_Margarita, primor, abre mucho las piernas que te vamos a querer las tres a la vez.
_ ¿Sí?, gracias.
Me tumbé en la cama y abrí mucho mis piernas, mi coño se exponía ante ellas en todo su esplendor. Incluso tumbada, mis pechos se mantenían alzados casi del todo, y mis gruesos y grandes pezones bailaban hacia todos lados duros como garbanzos. El pudor, la falta de experiencia y mi intenso deseo, hicieron que mis mejillas ardieran rojas.
Se ducharon las tres y fueron saliendo desnudas, muy perfumadas. Se acercaron a mi cama, yo estaba tendida con los muslos muy separados como me habían dicho. Me fijé en sus cuerpos: Eran muy bellas: Olga tenía una figura muy delgada, su coño era como el trigo, su vello púbico no estaba depilado, pero crecía tan suave, escaso y homogéneo que era como la seda. Alargué una mano hacia ella desde la cama y acaricié su sexo, su raja era preciosa y muy carnosa, mis dedos levantaban su vello púbico como si fuera terciopelo. Miré a Lorena, que estaba detrás de ella y vi unos pechos muy grandes, pezones gordos y alargados, piel como la leche y vello púbico recortado en triángulo de pelo muy negro y espeso. Bajo el vello se veían unos labios mayores muy alargados y una grieta muy abierta, que parecía quererme tragar. La llamé con la mano y también se acercó a la cama. Le metí dos dedos en su raja y tiré de su vello muy fuerte, algún pelillo se quedó en mis manos. Gema se acercó a mí por el otro lado de la cama, su sexo estaba totalmente depilado con láser, sus labios mayores colgaban un poco como los lóbulos de las orejas, solté el choco de Olga y cogí el de Gema, con un pellizco agarre su chocho entero, retorcí ese conejo pellejudo y apreté más. Yo estaba casi igual de excitada que avergonzada, nunca le había tocado al chocho a otra chica y, ¡de pronto!, había agarrado tres. Solté sus vaginas y extendí mis brazos sobre la cama.
Vi como Olga cerraba las cortinas y echaba el cerrojo de la puerta.
Yo cerré los ojos porque me daba vergüenza ver lo que estaban a punto de hacerme mis tres compañeras. Hay estaba yo, con las piernas abiertas como una rana, esperándolas con ansia. Si me pudiera ver mi recatado ex novio, ¿qué pensaría? (recuerdo que pensé).
Noté la respiración de una boca sobre mi vientre, una lengua, de otra boca, hacía círculos sobre mi pezón izquierdo. Jadeé. Otra boca más, bajó hasta mi coño, ¡joder qué forma de hacérmelo!, aquella lengua, con su punta hizo círculos entre mis labios menores, abriéndolos y ensanchándolos hasta crear en el centro un agujero redondo. No quise abrir los ojos, no quería saber que me hacía cada una de las tres. De pronto sus tres lenguas me estaban chupando una teta a la vez, ¡unos chupetones fuertes!... Me mordieron el pezón de ese pecho por turnos, mi "garbancito", quería reventar. Luego me chuparon la otra teta; ¡una de ellas!, mordió mi pezón de esa teta y tiró de él hacia arriba, me dolía pero me gustaba sentir sus dientes. Abrí los ojos y vi el rostro de Olga con mi pezón entre los dientes, sus pupilas estaban tan dilatadas como las de una serpiente.
Cerré de nuevo los ojos, estaba casi mareada. Dos bocas mordieron mi bollo a la vez, cada una de ellas agarró con sus dientes un labio externo de mi coño, ¡como dos lobas! Entre Abrí los ojos y vi que eran la rubia y la morena. Gema por su parte, a la vez que sus compis me comían el coño, se subió en cuclillas sobre mi cabeza pero mirando en dirección contraria a la que yo estaba; clavó sus rodillas junto a mis orejas, y aplastó su gran coño contra mi boca.
Su culo apuntaba hacia abajo, donde sus dos amigas me devoraban el bollo entero sin miramientos. Mis labios menores volaban de una boca a otra, como presa de águilas. Los mordían suave, los estiraban, los chupaban y los compartían: los chupaba una y se los dejaba luego a la otra. Yo estaba como en un sueño, tuve un leve orgasmo. Abrí los ojos y vi como Olga me agarraba las piernas, las juntaba y las alzaba a la vez.
Esperé y, ¡de pronto!, sentí como su lengua daba pasadas en el ojo de mi culo, de arriba abajo y viceversa. uffffff, luego me mordió los dos cachetes, fuerte, ¡coño!, ¡que tuve que dar un grito! (Una semana tuve sus dientes señalados en mis nalgas), aflojó la intensidad pero siguió dándome mordiscos en los cachetes, luego volvió al orificio de mi culo, y lo chupó como si fuera un caramelo, ¡se me dilató el ano!, su larga lengua entró dentro de mí por detrás. Mientras Olga me comía el culo, Lorena y Gema me chupaban los pechos, sus lenguas habían llenado de saliva toda mi piel. Olga metía y sacaba su lengua de mi culo como si me penetrara con ella, sentí deseos de que su lengua fuera más larga y me saliera por la boca, uffff.
Olga consiguió que me corriera comiéndome el culo. Se incorporó y me pidió que me pusiera de rodillas delante de ella y le comiera el coño. Así lo hice: Olga estaba de pie con las piernas muy abiertas, sus pies descalzos eran bonitos. Yo de rodillas debajo de ella acaricié su chocho y su pubis con las dos manos a la vez, ¡qué cosa más suave de vello rubio!, empecé a chupárselo a sorbetones, me temblaban las manos. Separó más todavía sus muslos, su raja se abrió como un mejillón. Mirando hacia arriba le metí la lengua en la raja desde abajo, estaba salada, muy mojada, absorbí sus labios internos; mordisqueé con gran deseo acumulado sus labios mayores cubiertos de pelusilla rubia platino y, ¡De pronto!, sentí un chorro de líquido caer dentro de mi boca, salado y caliente, olfateé su coño y si, ¡se estaba orinando dentro de mi boca!, me sentía humillada, y eso me excito tanto que me corrí sobre el suelo, con un chorro de flujo; fue mi primera corrida tipo, "sifón". Conforme caía su orina en mi boca yo me la iba tragando, cada vez más caliente y salada. No podía más, pero vi algo al fondo de la habitación: ¡Gema salía del baño con un arnés de cuero negro con un pene también de cuero de unos veinte centímetros!, ¿sería para mí?, pues claro.
Conforme gema se acercaba, Olga y Lorena me ayudaron a ponerme en pompa, mis brazos sobre una silla y mis rodillas sobre el suelo. Dijo Gema antes de penetrarme:
_ Nunca había visto un culazo tan perfecto, eres un cañón Margarita.
Acto seguido me metió el pene de cuero en la entrada de la vagina, le costaba entrar, apretó y sentí un leve dolor y un hilo caliente cayó por mi muslo (luego vi que era sangre, me había desvirgado). Apretó y me metió todo el pene de cuero y, como si fuera suyo verdadero, me galopó como una loca. Al mismo tiempo me daba azotes en los cachetes muy fuertes, me corrí intensamente, hidratando el cuero del falso pene que me había desvirgado. Sus uñas afiladas se clavaban en mis caderas mientras ella me penetraba.
Cesamos más de una hora las cuatro, nos quedamos dormidas. Al despertar me pidieron que me pusiera otra vez en pompa, pero la cabeza junto al suelo para que mi culo se elevara más. Luego se pasaron el arnés de una a otra y me penetraron el ano por turnos, durante más de una hora las tres. Era rotatorio, cada una se lo puso unas tres veces.
Después de macerar mi culo a su antojo las tres, me pidió Lorena que me tumbara en el suelo.
Acercaron sus cuerpos poniéndose de pie sobre mí, sus piernas caían a derecha e izquierda de mi cuerpo. ¡Las tres se orinaron sobre mis pechos, mi vientre y mi chocho a la vez!, sus chorros de orina salpicaban mi cara y hacían un sonido hueco sobre mi piel pecosa. Me encantaba que me orinaran, me sentía su perrita faldera y me gustaba. Después de soltarme todo su pis, se alejaron y vinieron con toallas desechables a secar mi cuerpo. Me levanté confusa, olía a meados, pero estaba súper excitada al sentirme entregada a la voluntad de ellas, las imaginé castigándome sentí necesidad de que me azotaran: vi una zapatilla de lona de Olga en el suelo y la cogí, con ella en la mano me dirigí al baño diciéndoles:
_ Acompañadme, por favor, que deseo sentirme castigada por haberos excitado tanto estos días atrás y haberos hecho sufrir.
Al llegar al baño metí mi cabeza en la bañera vacía apoyando mi vientre contra el filo. En esa postura alargué la mano hacia atrás entregándole la zapatilla a Olga. Las otras dos estaban de espectadoras. Olga levantó la mano, pero con ella en el aire me dijo:
_ Lo de orinarte yo nunca lo había hecho, creo que ellas tampoco, pero es que ha sido tanto el deseo que nos has provocado que necesitábamos tomarte como fieras, ¿te ha molestado?
_En absoluto, lo que estoy es algo abochornada por haber disfrutado con ello.
_ Yo si deseo castigarte, me llevas provocando muchos días y, aunque te deseo, algo en mi necesita castigarte, gracias por darme la ocasión Margarita.
Su mano que había permanecido alzada con la zapatilla agarrada, descendió como un misil contra mi trasero y, ¡me atizo tal zapatillazo en el culo que tuve que morderme una mano para no gritar fuerte!, después me dio, otro, ¡más fuerte aun!, luego suavizó mucho el golpe y me dio diez seguidos, variando la zona donde los estampaba; me pregunto:
_ ¿Quieres que pare Margarita?
_Si, por favor Olga.
Voleo la zapatilla lejos y se puso detrás de mí a comerme el coño, atrapaba mis labios mayores con sus dientes, uno u otro alternativamente, estirándolos tanto como si hiciera la masa de la pizza con la boca. Al mismo tiempo tenía el dedo gordo de su mano derecha metido en el orificio de mi culo.
Un mes entero seguí en aquella habitación, y más de diez días estuve sentándome en un cojín acolchado después de mi primera vez. Me hicieron muchas más cosas durante aquel mes, todas consentidas por mí; algunas inconfesables. Pero ninguna de esas cosas me desagradó, porque lo que yo deseaba entonces era solo complacerlas.
Después conocí una chica muy sensible en la residencia universitaria y me mudé a su habitación. Esa también es una aventura que algún día contaré.
Desde entonces no he vuelto a encontrar ninguna mujer que me haga sentir totalmente suya, como me hicieron sentir mis tres compañeras.
Gracias por leer toda mi historia, tenía que contarla entera, ya que fue mi primera vez. Besos de Margarita.
(C) {Margaryt} 2019