Mi primera vez fue con un hombre mucho mayor.
Ese hombre me volvía loca con tan sólo mirarme, definitivamente quería que él fuera el primero en mi vida
Como cada sábado por la mañana, me encontraba en el mismo restaurante desayunando con mi familia… tenía entonces 18 años.
Mientras comía mi platillo, sentí una mirada clavada en mi rostro, empecé a buscar el origen de esa mirada y me encontré con los penetrantes ojos azules de un hombre de unos cuarenta años. Sus ojos se clavaron en los míos y su boca se curvó en una media sonrisa que no dejaba entrever ni coquetería, ni deseo, ni lujuria; entonces me perdí, no sé cuánto tiempo estuve mirándolo, intentando saber el motivo de su sonrisa, cuando mi madre me habló e hizo que desviara mi mirada y que contestara completamente turbada a las palabras de mi madre.
La situación se repitió durante unos 3 meses más, poco a poco, empecé a añorar a que llegara el sábado por la mañana, a buscar la mesa donde él se sentaba en el restaurante, a ir al baño sola con miradas sugerentes hacia él, sin embargo él nunca me siguió; simplemente me dedicaba su media sonrisa que me hacía enloquecer.
Empecé a masturbarme imaginando que era él quien me tocaba, le anhelaba en las noches, en los días; todo el tiempo; entonces, decidí que no debía de hacerme más daño pensando en las ansias locas que ese hombre me transmitía, al menos no hasta que fuera mayor de edad, independiente, para poder entregarme a él sin ninguna implicación legal, totalmente libre y responsable de mis actos.
Convencí a mis padres de no ir más a ese restaurante, me concentré en mis estudios y a los 21 años logré independizarme de mis padres yéndome a vivir en un departamento junto con otras dos amigas. Cabe mencionar que en esos casi 4 años no deje de pensar en la profunda mirada de ese hombre, por lo que además hice ejercicio y mi cuerpo adquirió formas envidiables; soy de estatura un poco baja, siempre he recibido cumplidos por mi cara, mis ojos son café oscuro y mi cabello es negro y ondulado, lo llevo casi hasta la cintura; tengo una bonita cintura y mis pechos son algo de lo que me siento orgullosa, firmes, suaves, de un tamaño mediano; otra cosa que me admiran muchos hombres en las calles es mi trasero, el cual es grande y me he esforzado para que esté torneado y suave.
A mis 21 años sabía que era capaz de conquistar a un hombre con mi físico, pero aún era virgen y nunca me han gustado los chicos de mi edad, me parecen demasiado inmaduros, yo quería hacer el amor por primera vez con un hombre que tuviera experiencia, que supiera dónde tocarme, que fuera cuidadoso, que me hiciera sentir mujer de verdad.
Entonces, decidí que durante las vacaciones de invierno iría a buscar al hombre de los ojos azules y conseguiría que me desvirgara. El primer lunes que estuve de vacaciones, me arreglé de manera un poco provocativa, más bien sutil (quería que el hombre me quitara el máximo de ropa posible) y fui al mismo restaurante que no visitaba desde hace 4 años con la esperanza de encontrarle.
Me flaqueaban las piernas mientras entraba en el restaurante buscando una mesa y buscándolo a él; entonces encontré una mesa… y también lo encontré a él; estaba leyendo un periódico, con sus lentes puestos, llevaba una camisa azul junto con pantalones negros al igual que su cinturón. Tenía unas cuantas arrugas y su cabello castaño claro algo despeinado, si bien no tenía pinta se súper modelo, sus ojos aún sin mirarme, me volvían loca.
Pedí un café y mientras bebía, clavé mi mirada en él; al poco tiempo volteó hacia mí y me clavó sus penetrantes ojos azules mientras en su boca aparecía la media sonrisa que me ponía de rodillas, yo a mi vez correspondí con otra media sonrisa y fingí concentrarme en el menú. Al menos el anzuelo ya estaba echado.
De repente, sentí que alguien se sentaba en frente de mí y cuando bajé la carta me encontré con un par de ojos azules y una media sonrisa. Platicamos animadamente durante horas; pude saber que tenía cuarenta y cinco años, que era divorciado, con dos hijos en edades universitarias y que era abogado. Yo le conté lo más interesante en lo poco que llevaba de vida y él me escuchó con mucha atención; se comportó como todo un caballero.
Poco a poco, empezó a rozar mi mano, hasta que la sostuvo por completo con la suya, jugueteó un rato con mis dedos mientras seguíamos platicando. Eran casi las cuatro de la tarde y de repente me propuso que diéramos un paseo a lo que accedí encantada.
Pagó la cuenta, me abrió la puerta, me compró una rosa, me tomó del brazo y siguió platicándome, escuchándome; hasta que nos sentamos en la fuente de un parque y ahí mismo, se hizo entre nosotros un silencio, de esos que lo dicen todo. Leí en sus ojos el deseo y el leyó lo mismo en los míos; se fue acercando a mí poco a poco, hasta que sus labios besaron los míos; primero en un beso tímido, con miedo a ser rechazado, después un beso más atrevido, metiendo su lengua en mi boca, fundiéndose con la mía como si fuera una sola; nos abrazamos y nos besamos durante largo rato.
Entonces yo le conté el motivo de que estuviera ahí, con él, le conté lo mucho que lo había deseado durante los últimos cuatro años, le confesé que me había conservado sólo para él, un completo desconocido que me había puesto a sus pies con sólo una mirada.
Él me escuchó sorprendido y con ternura en los ojos, me preguntó si estaba segura de que quería que fuera él el primero en mi vida y yo le confirmé que sí; entonces me tomó de la mano y nos fuimos a un hotel que estaba a unas cuantas cuadras del parque, ya que estábamos en el centro de la ciudad.
El hotel era hermoso, el pagó la habitación hasta el día siguiente y, mientras subíamos en el elevador, me estuvo besando como nunca nadie me había besado; yo estaba feliz, pues me estaba besando un hombre de verdad; iba a hacer el amor con un hombre de verdad.
Al fin llegamos a la habitación y en cuanto cerró la puerta, él me tomó de la cintura y volvió a besarme más apasionadamente que en el ascensor, me recargó contra una pared y aplastó su cuerpo contra el mío, dejándome sentir su pecho firme y su bulto que aún no había crecido demasiado.
Me besó un largo rato y de pronto sus besos bajaron hacia mi cuello mientras acariciaba mi espalda en busca de la cremallera de mi vestido, la encontró y, mientras me miraba a los ojos, la fue bajando poco a poco, dejando al descubierto mi sostén, mis bragas y mis medias. Me admiró por un buen rato y fui testigo de cómo el bulto entre sus piernas aumentaba de tamaño, no aguanté más y volví a acercarme a él; fui desabrochando los botones de su camisa poco a poco, mientras mi boca recorría su cuello, su pecho, bajé un poco más y me encontré a la altura de su cinturón, acaricié su pene, al cual ya hacía una casa de campaña en su pantalón, después me abracé a sus nalgas… cuando ya no pude contener el deseo, desabroché su cinturón y la bragueta del pantalón, dejándolo solamente con unas trusas negras.
Él no me dejó seguir; me levantó y volvió a besarme mientras desabrochaba mi sujetador, después besó mis pechos, y yo aferraba sus cabellos mientras gemía suavemente del placer que me causaba; mi vagina estaba chorreando de deseos de que ese hombre me poseyera.
Cuando terminó con mis pechos, bajó lentamente por mi vientre y acarició mis nalgas y sus manos se deslizaron por mi vagina por encima de las bragas; jugueteó conmigo un buen rato y después me quitó las bragas lentamente, así como las medias y los zapatos; me encontraba totalmente desnuda ante éste hombre. Me hinqué ante él y bajé su trusa, dejándolo completamente desnudo también; ambos nos quedamos viendo y de repente me abrazó fuertemente, me excitó más aún la sensación de su pecho presionándose sobre los míos, su pene completamente erecto buscándome.
Él me llevó hasta la cama y ahí me acostó y abrió mis piernas, admirando mi vagina completamente mojada y depilada; entonces empezó a comérmela, succionaba, jugueteaba con mi clítoris y me metía su lengua, mientras que yo gemía de placer y empujaba su cabeza para que entrara más en mí. De pronto, él dejó de lamer mi vagina y se paró ante mí, y yo empecé a masajear su verga, que era grande, bastante gruesa y venosa… me la metí en la boca y empecé a hacer lo que había visto en varias películas porno, se la chupé; estaba deliciosa, intenté metérmela toda pero no me cabía, sin embargo a él le gustaba lo que yo hacía, pues gemía y susurraba que siguiera; entonces agarré sus pelotas y las empecé a mover, mientras seguía mamándolo; él tenía los ojos cerrados y así estuvimos hasta que él me separó y me besó largamente.
De pronto, me acostó en la cama y se puso sobre mí, me besó todo el cuerpo una vez más y, mientras me veía a los ojos, empujó su enorme pene en mi vagina, la cual estaba ya bastante chorreada. Me dolió muchísimo, hasta que él consiguió penetrarme completamente, después sacó su pene todo ensangrentado y me dijo que ya era una mujer; yo asentí feliz y le dije que me cogiera de una vez, que lo deseaba.
Él volvió a metérmela hasta el fondo y empezó a moverse; eso dolía como mil demonios, pero al mismo tiempo era delicioso, poco a poco el dolor desapareció y fue sustituido por un inmenso placer, entonces me corrí una, dos, tres veces; entonces él se salió de dentro de mí y se tumbó a mi lado, esperando a que yo me repusiera de tantos orgasmos seguidos.
Una vez hube descansado un poco, me puse de a cuarto y me la metió por detrás… ¡Oh sus bolas me pegaban, era delicioso, sentía su verga más profunda, más rico! Volví a correrme, no sé cuántas veces más, y él de nuevo dejó que descansara.
Acarició todo mi cuerpo y después me dijo “te quiero encima de mí” y yo acepté gustosa, entonces se tendió boca arriba y yo me monté sobre él, metiendo su deliciosa verga en mi vagina, cabalgándolo poco a poco más rápido, hasta que tuve varios orgasmos más y él terminó dentro de mí. Su enorme cantidad de leche saliendo a borbotones dentro de mí hizo que tuviera un orgasmo más. Agotados, nos tendimos abrazados en la cama, mientras él me besaba y acariciaba… al poco rato nos quedamos dormidos.
Cuando despertamos, nos vestimos y al despedirnos concertamos otra cita en el mismo hotel… luego les platico cómo fue nuestro segundo encuentro.