Mi primera vez en una orgía
Mi época de universidad dio para mucho: mi primer polvo con un tío, el primer trío, el segundo... El siguiente paso en mi descubrimiento era montármelo en grupo.
Aunque este relato se puede leer de forma independiente, es una parte de mi saga Etiquetas que podéis leer en mi perfil y que cuenta mi época universitaria.
Para mi último curso en la universidad decidí irme a vivir solo y no compartir piso con otros estudiantes como en años anteriores. El principal motivo fue que Gus, que me había acompañado durante dos cursos, decidió irse con su novio. Aprovechando los ahorros por haber trabajado el verano y con la idea de poder seguir currando los fines de semana, me animé a buscar algo sólo para mí. No tardé mucho porque me atrajo desde el principio un edificio de nueva construcción situado a las afueras. La comercial de la promotora lo ofrecía como “un edificio moderno para gente joven”. Al menos ese fue el reclamo que usó conmigo, ya que más tarde descubriría que no era como lo describía. El caso es que el planteamiento era un bloque de estudios y pequeños lofts de corte moderno con instalaciones comunes como un gimnasio o sauna en el sótano.
Apenas los usé al principio, porque al ser un edificio nuevo y aparentemente con pocos inquilinos todavía, las zonas comunes no estaban todo lo cuidadas que uno espera. Por este hecho tampoco me crucé con muchos vecinos, porque además yo casi siempre salía o entraba desde el garaje. Sin embargo, mi percepción del edificio cambió cuando mi amigo Javi y yo ligamos con un tío en un bar de ambiente y al marcharnos a mi casa comentó que el lugar “estaba plagado de viejos verdes a los que se la había mamado”. Yo sentí curiosidad, pero Javi, que es bastante más lanzado y está mucho más salido, todavía más. Y es que se propuso descubrir cuán cierto era aquello con la práctica idea de que de esa manera no teníamos que preocuparnos en ir a zonas de cruising ni gastarnos la poca pasta que teníamos en bares. Una de sus ingeniosas ideas fue aparcar su coche en una plaza cualquiera del garaje con una nota en el parabrisas en la que dejaba su número de teléfono por si “molestaba”. No funcionó, pero me sirvió para fijarme en que los pocos coches que había eran o bien utilitarios que cuadraban con propietarios estudiantes, o bien coches grandes de tipo familiar que no encajaban, pues ningún piso tenía más de un dormitorio, lo que les hacía no ser aptos para familias. Esto me llevó a creer que se alojaban hombres maduros que iban a la ciudad para trabajar durante la semana, porque aprecié que sábados y domingos el parking estaba casi desierto.
Tras ese intento, Javi casi me obligaba a bajar al gimnasio por las tardes cuando volvíamos de trabajar -ambos currábamos en el comedor de un colegio un par de horas-. Allí pasábamos el rato sin que ocurriera nada hasta que por fin alguien apareció. Era un hombre de unos cuarenta años bastante atractivo, si bien yo sentía preferencia por los de mi edad, mi amigo no le hacía ascos a casi nada. Nos saludó por pura cortesía ya que estuvimos un tiempo sin que nos mirara ni dijera nada. Javi trató de disimular e ir acercándose a él hasta que comenzaron a conversar. Tanteó el terreno, pero finalmente el otro le dijo que le iban más los maduros. Su comentario no impidió que siguieran hablando: Javi para curiosear y el hombre por educación. Le sonsacó que esa noche había quedado con alguien allí, pero cuando mi amigo le preguntó por el número de piso el otro se negó a dárselo sin su consentimiento por discreción. “Si quieres esta noche le comento tus intenciones, y si está interesado que te contacte por email”, dijo. A Javi le pareció muy buena idea y vino alterado pidiéndome un trozo de papel para escribir su correo. Obviamente yo no tenía, por lo que se puso hasta nervioso. Sin embargo, el hombre le tranquilizó convenciéndole de que lo recordaría. Javi tuvo sus dudas y pasó el resto de la tarde pegado a la pantalla de mi ordenador cuando subimos a casa.
No fue en vano, porque a eso de las nueve recibió el esperado email: “Venid los dos. 2º H”. Me negué porque no me apetecía una orgía con un tío del que sólo sabía que era mayor que el otro, y como decía, en aquella época prefería hacerlo con gente de mi edad. Pero como casi siempre, Javi se salió con la suya y me convenció. Nos abrió la puerta Iván, el cuarentón del gimnasio, pero lo diáfano de la estancia nos permitió ver al otro inmediatamente: más mayor que él, de aspecto masculino, pero más gordo y con menos pelo. En definitiva, un tío que no me ponía nada.
-¿No decías que no te iban los jóvenes? -le preguntó Javi.
-Y no me van, pero mi amigo quería conoceros -señaló al más mayor, que seguía sentado en el sofá.
-No digas eso, me has dicho que eran guapetes y tenías razón -le escuchamos por fin-. ¿Queréis tomar algo?
Javi aceptó una cerveza, pero yo rechacé la invitación con la cabeza. El viejo habló de nuevo:
-Hemos pensado que nos gustaría veros follar.
Mentiría si dijera ahora que no esperaba un comentario tan directo, aunque sí me sorprendió su plan “voyeur”.
-¿Y vosotros? -preguntó mi amigo.
-Sólo os miramos mientras nos las cascamos.
-Paso -dije mirando a Javi.
Él me insistió, pero esta vez no estaba dispuesto a ceder.
-Relájate -me dijo Iván.
Le ignoré y le pedí a Javi que nos marcháramos. Le escuché disculparse y luego sus pasos tras de mí hasta el ascensor. Se cabreó al principio, pero al final me comprendió y coincidió conmigo en que aquello tampoco era lo ideal. Le gustaba probar cosas nuevas, y ya habíamos hecho varios tríos, pero eso de sentirnos únicamente observados no le atrajo más allá de la excitación del momento. Ésta se le pasó porque al final acabamos follando los dos, pero en la intimidad de mi casa. Continuamos yendo al gimnasio, pero no vimos a nadie. Un día me volví a cruzar con Iván en el ascensor de camino al garaje. Aunque sólo le saludé con un “hola”, él se mostró más comunicativo:
-Lamento si te sentiste incómodo la otra noche.
-No pasa nada -me limité a decir.
-Tu amigo sí que se hubiera quedado.
-Supongo.
-Aquí hay planes mejores, no te vayas a pensar -su comentario me causó cierto interés.
-¿Ah sí?
-Sí -bajó la voz, pues ya caminábamos por el garaje-, pero ese día es lo que había.
-O sea que es verdad que el edificio está plagado de maricones -dije casi sin pensar.
-Vaya con el machote -Iván no parecía ofenderse-. Pero no te confundas, que aquí casi todos estamos casados y nos va la discreción.
-Ya veo.
-Por eso me preocupa tu amigo.
-¿Por?
-Puede que os invitara a alguna de nuestras fiestas, pero quizá se vaya de la lengua.
-¿Javi? ¡Qué va!
-Puedes venir sin él de todas formas.
-¿Pero qué tipo de fiestas?
-Pues imagínate.
-¿Dónde se hacen?
-En el piso del promotor, que es el más grande.
-¿Y cuál es?
-No puedo decírtelo aún.
-Joder cuánto misterio.
-Te invito esta noche a una cerveza en mi casa y hablamos.
-¿A qué hora vamos?
-¿”Vamos”? ¿No puedes venir solo?
-Claro, pero estas cosas las hacemos juntos.
-Bueno, pero tengo la sensación de que tú te dejas llevar por tu colega. Vente, te cuento a ti, y ya decides tú sólo, porque estoy seguro de que tu amigo sí querrá.
-Ok.
Pasé el día pensando en lo que mi vecino me iba a contar, así como en si decírselo a Javi o no. Pero la suerte corrió de mi lado, ya que me comentó que esa noche no vendría a casa por tener una cena familiar. Casi que lo preferí, porque Iván tenía razón y Javi se lanzaría de cualquier forma, y si a mí no me atraía la proposición, tendría que lidiar con él, aguantar sus presiones e insistencias o ceder como otras veces.
Iván me recibió con el mismo traje de por la mañana, pero sin la corbata. Me ofreció una cerveza y nos sentamos a hablar. Quise romper el hielo preguntándole a qué se dedicaba, pero no dio muchos detalles. Él también me interrogó, pero tampoco le di muchas explicaciones.
-Parece que estás a la defensiva -apreció.
-No, pero si yo te pregunto y apenas me contestas, no esperes que te cuente mi vida.
-Tienes razón, me parece justo. Es que como te dije aquí nos gusta ser discretos.
-Pues hay tíos que van hablando de vosotros por ahí -su cara mostró algo de preocupación.
-No lo dices en serio.
-Sí. Hace unas semanas Javi y yo ligamos en un bar de ambiente con un chaval que conocía este edificio y nos contó que se lo había montado con varios inquilinos.
-Mierda. Les dije que teníamos que tener cuidado.
-¿A quiénes?
-Al resto.
-¿Pero quiénes son el resto? Joder, parece una secta o algo de eso.
-A ver…Esto… ¿cómo te llamabas?
-Fran.
-Pues Fran, como te decía somos un grupo de hombres de varias edades, pero la mayoría estamos casados o siguen en el armario. Somos de fuera, pero trabajamos en la ciudad, aprovechando esta excusa para quedarnos aquí. Algunos viven de lunes a viernes, otros venimos sólo de vez en cuando, y a veces nos reunimos para… bueno, ya sabes.
-¿Orgías?
-Se podría llamar así.
-Pero os va lo de mirar -comenté por lo de la otra noche.
-No sólo eso. Es cierto que a Pedro, el señor del otro día, le gusta ver más que otra cosa, pero como te dije esta mañana ese día sólo estábamos los dos. Cuando tu amigo me entró decidí comentárselo por si os agregábamos a nuestro grupo.
-Pero dijiste que te iban los maduros.
-Ya, bueno, fue más bien una excusa porque no os conocía.
-¿Y entonces?
-Pues eso, hay de todas las edades.
-Pero yo soy el más joven, ¿a qué sí?
-Sí. Pocos estudiantes pueden permitirse un piso ellos solos, aunque hay chicos de menos de treinta. Uno vive con la novia, así que por eso nos andamos con mucho cuidado.
-Sectario total.
-Bueno, si quieres pensar eso… ¿Tú estás fuera del armario?
-Yo soy bisexual.
-Eso dicen todos.
-Es verdad.
-Vale, te creo. ¿Entonces te apuntas?
-Con Javi.
-¿Nos podemos fiar de él?
-¡Claro!
-Ok. El jueves nos reuniremos.
-¿Dónde?
-En el piso del promotor.
-Ah ya, porque es el más grande.
-Así es.
-O sea que a él le va esto, ¿no?
-Sí, fue un poco idea suya. Algunos nos conocemos de hace años e imagino que a él se le ocurrió la idea de este edificio pensando en hacer estas cosas.
-Joder, qué bueno es tener dinero para poder construirte tu propio picadero.
-Pues sí. ¿Bueno, y a ti qué te va?
-Mamadas básicamente.
-¿Hacerlas tú o que te…?
-¡No! -interrumpí tajante-. Que me las hagan.
-Ok, ok.
-¿Y a ti?
-Soy más versátil. Me gusta chupar, que me la chupen…
-¿Penetración?
-Bueno, a veces me follo a alguno de estos. La verdad es que muchos son muy pasivos.
-¿Y cómo os lo montáis?
-Pues eso, otros nos adaptamos y nos dejamos que nos la chupen y si hay que follarse un culo, pues se folla.
-Así que a ti no te dan.
-No me atrae mucho. A ti te dejaría que me follaras.
-¿Ahora?
-Ja, ja. Pensaba en el jueves, pero si quieres…
-No sé -dudé.
-Bueno, no te preocupes, lo dejamos para el jueves.
-Hombre, si me la quieres chupar…
La historia de Iván me había calentado, y tenerle enfrente ofreciéndose a ser follado me provocó un escalofrío. Fue por ello que me atreví a insinuarle que le permitiría hacerme una mamada, si bien yo mismo pensé que mi comentario fue algo así como un premio de consolación: no me apetece follarte, pero sí que me la chupes… A él no le importó, comenzando a quitarse la ropa hasta quedarse completamente desnudo. Aprecié un cuerpo delgado con algo de vello y su polla medio flácida de un respetable tamaño, más grande que la mía, lo que de alguna manera me avergonzó.
-¿No te desnudas? -pidió.
Sin levantarme me quité las zapatillas y me bajé el pantalón. Fui a deshacerme de los calcetines, pero Iván me pidió que me los dejara puestos.
-¿Me quedó aquí? -pregunté.
-Sí, ahí está bien.
Me recoloqué sobre el sofá e Iván se arrodilló delante de mí. Se hizo hueco entre mis piernas y por fin sentí su aliento cerca de mi palpitante pene. Lo agarró con una mano y comenzó a deslizar su lengua por él. No se detuvo mucho y se la engulló poco después provocando que gimiera al compás de un calambre que me recorrió el cuerpo. Noté cómo mi verga se endurecía dentro de su boca, que se movía lentamente mientras su lengua rozaba y acariciaba mi hinchado capullo. Trataba de perder la mirada analizando su piso, pero sentía que él no me quitaba ojo. Y así era, cada vez que bajaba la vista sus ojos apuntaban hacia mí con signo de aprobación de que lo estaba haciendo bien. Y en verdad sí, ya fuera cuando se lo tomaba con calma casi torturándome con su lengua deslizándose por mi cipote, cuando me acariciaba los huevos con su perilla, me pajeaba suavemente o se la tragaba entera hasta dejarla unos segundos dentro de su boca. Mi placer se intensificaba por saber que no me iba a pedir más, y que aquel macho estaría chupándome la verga hasta que me corriese. No sé cuánto tiempo estuvo, pero la recuerdo como una de las mejores mamadas de mi vida.
Al día siguiente en la facultad le conté todo a Javi. Que Iván me la chupara casi que le dio igual, pues se entusiasmó con la idea de la orgía del jueves.
-¿En serio? ¿Y quieres ir?
-Pues no sé; igual hay mucho viejo.
-Bueno, pero al menos estará el Iván éste.
-Ya. Si vemos que no nos gusta nos marchamos.
-De eso nada. Ya lo hicimos una vez y no vamos a quedar mal de nuevo, que no nos tomarán en serio y pensarán que somos un par de niñatos inmaduros.
-Pero es lo que somos, Javi. Ellos son mayores y con experiencia, y nosotros estamos empezando. No queramos correr antes de saber andar.
-No te hagas el remilgado, que al final siempre te acaba gustando. Y si no acuérdate del trío.
-Ya, bueno. Lo vamos viendo.
-Ostia, qué guay. ¡Una orgía!
-Baja la voz.
-¿Te imaginas lo que podemos hacer?
-Me hago una idea.
-Joder, si es que nos la pueden chupar a los dos a la vez. ¿Y dices que son pasivos?
-La mayoría.
-¡Pues a follar culos! Madre mía cómo la chuparán. Me estoy poniendo cachondo sólo de pensarlo. ¿Nos vamos a tu casa?
-¡No vamos a faltar a más clases!
-Venga va.
Javi estuvo súper pesado hasta que llegó el momento. Yo, en cambio, sentía algo de ansiedad provocada por la inseguridad de la situación. Al menos conocía a Iván, pero ¿y si el resto no me gustaba? Aunque fuera para que me hicieran una mamada, tampoco me atraía que fuera un viejo feo y gordo con cara de vicioso… Aparecimos a la hora pactada vestidos con un chándal, muy cómodo tanto para quitárnoslo como por si nos teníamos que vestir deprisa para salir corriendo. Nos abrió un hombre moreno de unos cincuenta años, corpulento sin llegar a estar gordo y más alto que nosotros. Se presentó como Luis y nos hizo pasar rápido. En el salón, bastante más grande que el de mi piso, apenas había dos sofás grandes cubiertos con sábanas. Detrás de uno de ellos había un biombo casi plegado que medio ocultaba el dormitorio. Justo a nuestro lado una mesa con bebidas y algo para picar.
-Servíos algo -nos ofreció el anfitrión.
-¿Y los demás? -preguntó Javi.
-¿Iván? -traté de averiguar yo con cierta ansia.
-No tardarán. Es que habéis llegado pronto.
-Pero si él me dijo a esta hora.
-Ya, ya. Pero siempre les surge algo. Y además preferimos que vayan llegando de forma escalonada. ¿Vuestra primera vez?
-Sí.
-No -dijo Javi casi a la vez.
Pedro nos miró sonriendo por la contradicción de nuestras respuestas.
-No os preocupéis. No tenéis que hacer nada que no queráis. Pero eso sí, discreción al máximo.
Unos nudillos golpearon la puerta, deseando que Iván llegara por fin. Pero no, apareció un chaval más joven, de unos treinta años, de cuerpo aparentemente normal que se presentó como Cristian.
-Poneos cómodos -insistió el dueño de la casa mientras se dirigía otra vez a la puerta.
Esta vez era el mirón de la otra noche.
-Vaya, cuanta juventud hay hoy -comentó-. Me alegro de veros de nuevo -se dirigió a mí-. Y a ti, querido Cristian -pasó a su lado y le rozó el culo-. ¿No tenéis calor con tanta ropa?
Cristian se quitó la camiseta y se sentó en uno de los sofás. Yo estaba bastante cortado, y Javi, pese a parecer un poco ansioso, tampoco se sentía del todo cómodo. La dimos un gran sorbo a la cerveza y miramos expectantes a la puerta, que había sido golpeada otra vez.
-¡Hola! -saludó un hombre de unos cuarenta años y complexión fuerte, muy sonriente y al parecer feliz de vernos allí, pues se acercó directamente a estrecharnos la mano-. Soy Manuel, ¿qué tal?
Saludó al resto y se puso una copa, que dejó tras darle un sorbo para quitarse la ropa sin decir nada. Miré con disimulo su cuerpo, pero Javi me interrumpió para susurrarme algo al oído.
-Creo que ese es profesor de INEF, me suena su cara de cuando estudié allí.
-¿Estás seguro? ¿Crees que te ha reconocido?
-No sé, ¿debería decirle algo? -pero Manuel se adelantó.
-A ti te conozco -miró a Javi-. ¿Has sido alumno mío?
-Creo que sí.
Efectivamente, su cuerpo denotaba que ese señor era deportista, pese a no contar con grandes músculos ni abdominales marcados, tanto su pecho como su vientre eran firmes y carentes de vello. Tampoco en el pubis, que ya enseñaba sin complejos, y eso que en principio su verga no parecía gran cosa.
-¿No os desnudáis? -nos preguntó.
-Claro, poneos cómodos -insistió el anfitrión-. Yo creo que sólo falta Arturo.
-¿E Iván? -pregunté otra vez.
-Ha escrito un email diciendo que no vendría.
Mi decepción fue perceptible, pues Iván me hubiese dado seguridad. Oteé el salón y salvo el viejo de la otra noche, del que ya sabía que sólo le gustaba mirar, la cosa no era tan mala como me habría imaginado, a falta de saber quién era Arturo y, sobre todo, cómo sería. No tardé en descubrirlo, pues apenas nos dio tiempo a darle un sorbo a la segunda cerveza cuando apareció en el salón. En aquel momento pensé que Arturo era uno de esos maromos a los que llaman osos, ya no sólo por su volumen, sino por la barba. Más tarde descubriría que el vello se extendía por todo su cuerpo. Y es que se sentó junto a Cristian también sin camiseta. Javi y yo hicimos lo propio, pero tras hablarnos al oído, decidimos dar un paso más y quedarnos en calzoncillos. Alguno hizo un comentario, pero tanto el anfitrión como Arturo nos salvaron de la situación, entendiendo nuestros nervios y poniendo todo fácil. Javi se atrevió a hablar.
-Bueno, ¿y esto cómo va? -parecía impaciente.
-No hay reglas. Hacemos lo que nos apetece.
-Ya, ¿pero cómo saber lo que le va a cada uno?
-Lo irás descubriendo. A Cristian le encanta que le rompan el culito, ¿a qué sí? -el chaval sonrió.
-Tendréis condones, ¿no?
-Claro. Sexo seguro siempre. Allí hay lubricantes también. No os preocupéis por manchar nada. Sentíos como en casa.
-Puedo fumar entonces, ¿no? -pregunté.
-No hay problema.
Me encendí un cigarro que sirvió como escusa para ir viendo qué ocurría. Cristian y Arturo ya se besaban. El resto se fue quitando toda la ropa. Miré disimuladamente las pollas que me faltaban por ver: la de Luis normalita, la de Arturo no muy larga, pero gorda, y la de Cristian tirando a grande. Por tanto, Javi y yo estábamos casi por encima de la media. Ahora entendí por qué el empeño en mamársela a Iván, ya que resultaba la más atrayente de todas. El joven y el oso pasaron ya a los magreos, mientras que Manuel y Luis comenzaban ahora a toquetearse. El mirón se colocó en una de las esquinas para no perderse nada. Dirigió su vista hacia nosotros, pero Javi y yo aún fumábamos. Apagamos los cigarros y nos besamos mientras nos quitábamos los calzoncillos. Sabedor de que en aquella época a mí no me molaba mucho eso de besarse, Javi se apartó de mi boca y deslizó su lengua por mi barbilla y el cuello hasta alcanzar mis pezones. Cristian hizo lo mismo con Arturo, pero Manuel y Luis comenzaron a estrujárselas el uno al otro. Imaginé que aquello sería sólo el calentamiento, desechando la idea de que una orgía fuera en realidad tres parejas haciéndolo en el mismo sitio.
Ya tenía a Javi haciéndome una mamada cuando empezó el movimiento. El profesor se dirigió hacia los otros dos y el anfitrión vino hasta nosotros. Se arrodilló junto a Javi y vi cómo le cogía la polla y se la acariciaba mientras miraba con lascivia cómo se estaba comiendo mi rabo. Javi se percató y agarrando mi cipote se la ofreció. Luis no declinó y se la tragó sin dejar de pajear a mi amigo. Se fueron ofreciendo mi verga el uno al otro como si un mini de cerveza en un hasta que Javi se atrevió a juntar sus labios con los del otro y sentí las dos bocas tratando de succionar mi ardiente polla. Me estremecí de placer y cerré los ojos un instante. Al abrirlos, Arturo se había levantado y tenía a los otros dos arrodillados también frente a su gordo cipote. Él les acariciaba el pelo con la misma calma que ellos lamían y chupaban. Javi se incorporó quedando su pelvis a la altura de la boca de Luis con la intención de que se la comiera. La postura no le resultaba a ninguno cómoda, por lo que el anfitrión nos pidió que nos levantáramos. Así, Javi y yo nos quedamos de pie y Luis tenía un mejor acceso a ambas vergas, que se fue tragando de forma intermitente. Manuel nos imitó, y en su grupito fue el más joven el quedó de rodillas tragando. El cabrón trataba de meterse las dos a la vez, algo que Luis hizo poco después.
Agarró las dos con las manos juntando los capullos uno en frente del otro, notando yo así el caliente glande de Javi así como los restos de saliva sobre él. Luis deslizaba su lengua pasando de una polla a otra, deteniéndose a veces entre ellas para lengüetear justo los dos capullos provocándonos cierto cosquilleo. Se notaba que no era la primera vez que se enfrentaba a esa tesitura. Una de las veces que paró, Javi se apartó, y ante mi asombro se unió al otro grupo. Luis también controló sus pasos, pero volvió a tragarse mi polla. Mi amigo se arrodilló junto a Cristian ayudándole en sus mamadas comenzando por la de su ex profesor. Rápido quiso probar también el grueso capullo de Arturo al tiempo que Cristian le miraba. Después, los dos juntaron las pollas de los otros y entre ambos las fueron lamiendo mientras ellos se besaban.
-¿Quieres que nos unamos? -habló Luis.
Asentí, aunque con dudas de cómo acoplarnos a lo que ellos estaban haciendo. Me situé de pie al lado de Arturo, quien me recibió con la intención de besarme, pero me aparté sin ser brusco y él pilló la indirecta, por lo que apenas me dio un par de lengüetazos en el cuello que sí le permití. Luis se puso en el lado opuesto, así que Javi y Cristian tenían cuatro pollas a su disposición. La mía fue lamida por el joven desconocido que mostraba una gran destreza tanto con la lengua como con los labios. Observaba a Javi y él parecía hacerlo de forma más mecánica, casi como si quisiera ir probando todas las vergas sin detenerse o deleitarse mucho en una en concreto. Seguía dando la impresión de cierta ansia porque miraba de vez en cuando al otro mamador para ver qué hacía aquél, creo que deseoso de cambiar de postura y dar un paso más. No fui el único que se percató de ello, pues su ex profesor le agarró de los hombros para incorporarle, y tras besarle se arrodilló para chupársela. Javi sí que fue dando besos y lametazos a izquierda y derecha mientras se dejaba hacer. Poco después Arturo volvió a sentarse en el sofá y buscó un cigarro. En ese instante, y gracias a su velludo cuerpo, su barba y su pose, vi en aquel oso la imagen de la masculinidad, con un rol que hubiese compartido con Iván de haber estado allí.
No me equivocaba, porque aunque estaba fumando, le hizo un gesto a Luis para que se acercara a seguir comiéndole la polla con una tranquilidad sorprendente. Cristian aprovechó los movimientos y se levantó para ponerse a cuatro patas sobre el sofá dejando su culo totalmente expuesto mientras acercaba su boca a Arturo y éste compartía el humo del tabaco con él y acercaba uno de sus dedos al ano del más joven. Manuel, que ya había abandonado la polla de Javi, sabía lo que tocaba ahora y se acercó a chupar el culo de Cristian, recibiéndole éste con un sonoro gemido. Javi y yo nos quedamos un poco parados sin saber dónde colocarnos. Nos miramos buscando ideas en el otro, pero aunque yo no le indiqué nada, él optó por colocarse delante del oso y probar si éste se la chuparía. Y así fue, apagó su cigarro y le comió la verga mientras la suya seguía siendo succionada por el anfitrión. A mí sólo me quedaba la opción de que Cristian me la mamara, pero creí que había ya demasiada gente sobre ese sofá. Me encendí un cigarro y me senté en el otro ante la atenta mirada del viejo que permanecía inerte en una de las esquinas pendiente de todo lo que pasaba. Clavó sus ojos en mi polla, aún tiesa apuntando al techo, y en un alarde de depravación, comencé a pajearme insinuante para provocarle mientras yo fumaba.
Javi me vio y se acercó para sentarse a horcajadas sobre mí. Me besó y le dio un par de caladas a mi cigarro.
-¿Te lo estás pasando bien? -me susurró al oído.
-No mucho -reconocí.
-¿No quieres follarte a alguno de estos tíos?
-Yo creo que todos se dejarían.
-Pues venga. Yo me pido a mi profesor.
Sin embargo, Manuel estaba poniéndose un condón dispuesto a follarse a Cristian. Por su parte, Arturo jugaba con el ano de Luis, intercalando su lengua con alguno de sus dedos mientras el otro sollozaba. Pero fue otro gemido el que captó nuestra atención, y es que la polla de Manuel estaba ya dentro de Cristian, que arqueaba su cuerpo para recibirla hasta que las embestidas tomaron un ritmo estable.
-Joder, ¿qué hacemos? -pregunté.
-No sé tío; esperaba otra cosa.
-¿Nos vamos?
-¡Qué dices! No podemos irnos así.
-Pues ya me dirás.
-Espera a ver.
Javi se levantó dejándome de nuevo solo y con la polla flácida otra vez. Se colocó detrás de su ex profesor restregándole su verga mientras éste aún follaba a Cristian. Manuel se giró sonriéndole y Javi me guiñó un ojo. Le odié en ese instante por su iniciativa y descaro, y por haberme dejado ahí tirado como un gilipollas viendo cómo se ponía el condón dispuesto a hacer el trenecito con Manuel y el chaval. Sin embargo, Arturo me salvó.
-Todo tuyo -me insinuó señalando el culo del anfitrión-. Bien abierto y lubricado.
Me levanté a coger un preservativo que me costó ponerme porque mi verga había decaído. Arturo me ayudó con una de sus grandes manos tratando de estimularla de nuevo. Luis se recostó sobre uno de los brazos del sofá apoyándose contra el propio Arturo. Levantó las piernas y me ofreció su culo. Se la clavé despacio, pero al ver que entraba con facilidad aumenté el ritmo. Arturo le preguntaba si le gustaba cómo le follaba, pero sus gemidos confirmaban que sí. A nuestro lado Javi se estaba follando a su profesor mientras éste le seguía taladrando el culo a Cristian, que de vez en cuando giraba la cabeza para besar a Arturo, que se había quedado un poco al margen. Sin embargo, en una de las veces que me recoloqué, el oso aprovechó para incorporarse un poco dejando que Luis tuviera acceso a su verga. Y así, mientras me le follaba, él se la chupaba. Vaya aguante tenía, pues apenas le habían dado tregua desde que empezamos. Pese a todo, la postura no resultaba del todo cómoda para casi ninguno.
-¿Pasamos a la cama? -se escuchó.
Y como un rebaño de tíos desnudos y empalmados fuimos acercándonos al dormitorio. Arturo, que se había erigido como el jefe de la manada, fue el primero en situarse. Se sentó en medio de la cama apoyando su ancha espalda sobre el cabecero con su gorda polla apuntando hacia arriba. Daba la impresión de que querría que se la siguieran chupando, pero Cristian le colocó un condón y se sentó sobre ella clavándosela entre sollozos. Manuel ya se había tumbado boca arriba exponiendo su culo a Javi, que miraba con lascivia agradeciendo tener ahora un mejor acceso al culo de su ex profesor. Yo me quedé con Luis, quien me pidió que me sentara junto a Arturo, pero le sugerí que se colocara a cuatro patas. Me obedeció y retomé mis embestidas. Mi mirada se cruzó con la de Javi, que me sonrió satisfecho. En realidad todos los estábamos, incluido el voyeur que también había elegido nueva posición para tener una panorámica del resto de nosotros. Dudé de la resistencia de la cama por tanto peso y su aguante ante tanto vaivén de las embestidas. También que las paredes fueran capaces de amortiguar los sollozos y gemidos que de ahí salían, confundiéndose con el eco por la ausencia casi de muebles.
Manuel fue el primero en moverse, colocándose más en el centro con la intención de que Javi se pudiera poner de rodillas sobre el colchón. Al deslizarse se cruzó con la boca de Luis, fundiéndose ambos en un pasional morreo. Sin embargo, atraídos por la idea de recibir más placer, se colocaron uno encima del otro, así que mientras Javi y yo seguíamos follándoles, ellos eran capaces de chuparse las pollas mutuamente. Como alguna vez he comentado, una de las cosas que más me excitaba en aquella época era ver cómo un tío se pajeaba mientras me lo follaba. Con esta postura aquello no era posible, pero agradecí que Cristian se diera la vuelta y se dejara follar por Arturo de espaldas a él. Como dije, su polla era la más larga, así que su movimiento rebotando al compás de las embestidas era casi hipnótico, casi mejor que verla atrapada en su mano. Porque lo del chaval también era encomiable, pues se había dedicado a mamar y dejarse follar despreocupándose totalmente de su propia verga. Javi debió de pensar lo mismo, pues vi en él ojos golosos por tragársela.
Pero lo tenía complicado para llegar a ella, y me resultaba difícil creer que aquellas posturas se rompieran antes de llegar a corrernos. De hecho, cuando Cristian se apartó creí que era porque Arturo se correría, pero nada más lejos de la realidad. Ven con papi , le escuché decir sin saber muy bien a quién se dirigía. Manuel apartó a Javi despidiéndose de él con un beso para acudir a la llamada del oso. Supongo que ser follado por una polla más gorda tiene más gracia. Javi, lejos de decepcionarse, lo agradeció centrando ahora su atención en el más joven. Y de nuevo era yo el que me quedaba un tanto aislado, pues ya casi me aburría estar follándome a aquel cincuentón sin variar de postura. Cristian fue a colocarse delante de Javi para volver a ser follado, pero mi amigo tenía otros planes. No le dejó sentarse y allí mismo le comenzó a chupar la polla. Cristian gimió por enésima vez contrayendo su cuerpo al sentir la boca de Javi. Causó la envidia de Luis, quien se incorporó sin sacarse mi verga de su ano y tener acceso también al largo rabo del joven. Entre los dos le hacían una mamada que Cristian agradeció, sintiendo por primera vez el placer en su propio cipote. Pensé en que aquel grupo no se compenetraba demasiado bien, pues gracias a su pollón, Cristian hubiese sido el activo ideal, pero se ve que al chaval le iba más que le petaran el culo.
Se ve que Javi no quería compartir esa polla con otro, por lo que se situó detrás de él y comenzó a comerle el ojete. Imaginé que querría follárselo, pero en ese momento tuve una necesidad imperiosa de hacerlo yo. Saqué la polla del culo de Luis y me quité el condón. Me acerqué a Javi por detrás rozándole con mi capullo la entrada de su culo.
-Fóllame -me pidió.
-No, quiero follarme a Cristian.
-Eres un cabrón.
Luis se había acercado a los otros dos, situándose entre sus piernas. Le vi comiéndose los peludos huevos de Arturo a la par que pajeaba al profesor que gemía casi como un poseso. Le hice una señal a Javi y me tumbé sobre el colchón. Guió el culo de Cristian hasta mi polla, que entró entera con una facilidad pasmosa; tanta que casi me dolió. Pero el chaval sabía muy bien cómo moverse para aumentar su placer y por ende el mío, cabalgando sobre mí con rapidez hasta que el capullo de mi amigo le interrumpió para poder tragarse su polla. Cristian se tuvo que echar hacia atrás provocándome un momentáneo estremecimiento de placer al sentir que mi cipote se doblaba dentro de su agujero. Mi excitación se acrecentó al ver a Javi haciéndole una mamada mientras él se pajeaba. Pensé en que no tardaría en correrme y elucubré sobre el aguante de los otros. Otra vez Manuel salvó la situación, siendo el primero en avisar con un gemido más intenso que se vendría pronto. Y así lo hizo, ayudado por la lengua de Luis acariciándole los huevos, y aún con su culo lleno con la polla de Arturo. Sus chorros fueron a parar a su propio vientre, deslizándose poco después hacia su polla. Luis se incorporó y comenzó a estrujársela con furia para correrse también. Lo hizo en el mismo sitio que el otro, juntándose ambas lefas sobre el firme vientre del profesor.
Javi agudizó también sus sollozos acelerando el ritmo de los movimientos de su mano pero sin dejar de comerse el rabo de Cristian. Lo abandonó cuando anuncié que yo ya estaba a punto. El chaval se apartó, me quité el condón y trató de ayudarme con una paja. Tuve que impedírselo porque iba a descargar ya sin necesidad de más ayuda. Javi lo acababa de hacer sobre el colchón, desplomándose poco después a mi lado. Arturo se había quedado ya solo, pero convencido de que Cristian volvería con él. Se hicieron una paja mutua mientras se besaban hasta que eyacularon. La leche de aquel macho salió con furia del grueso cipote alcanzando su propio pecho y mezclándose con el espeso vello. Sus gemidos casi asustaban por esa voz grave y masculina que emitía además de algún joder, sí, me corroooo … La eyaculación de Cristian se hizo esperar algo más, y lo hizo de una forma menos salvaje, casi pasando desapercibida si no llega a ser por los espasmos de su delgado cuerpo que movían el colchón.
Durante unos instantes sólo se escucharon los jadeos de satisfacción finales junto con el sonido de los mecheros para encendernos los cigarros. Nadie hablaba hasta que el silencio se rompió por otro gemido. Pedro el mirón se acababa de hacer una paja a nuestra salud, con la estampa de seis tíos desnudos y exhaustos con sus cuerpos cubiertos de blanquecina leche. El anfitrión nos ofreció el baño, siendo Cristian el primero en querer usarlo. Cuando salió Javi y yo hicimos una infantil carrera por ver quién llegaba antes, quizá quedando como un par de niñatos ante el resto. Pero los dos nos detuvimos de golpe al entrar a lo que creíamos iba a ser un cuarto de baño normal. Pero no lo era. Lo más llamativo no era que hubiese una ducha enorme con un desagüe en el centro más propia de un cuarto oscuro que de un apartamento, sino una especie de columpio de cuero colgado del techo, así como una estantería con esposas, consoladores y otros artilugios que en un primer vistazo no supimos identificar.
-¿Os gusta? -nos interrumpió Luis, asustándonos incluso.
-No -dije.
-¡Sí! -gritó Javi.
El anfitrión se rió de nuevo por lo contradictorio de nuestras respuestas.
-Podíamos haber probado -insinuó mi amigo.
-Hoy no era el día.
-¿Por qué?
-Pues porque pensé que igual os asustaría. Y además a Manuel y Pedro estas cosas no les van. A Cristian sin embargo le encantan. Y bueno, a Iván y a otros que no han venido hoy. Cuando organicemos una si queréis animaros…
-¿Y qué se hace?
-Ya lo verás.
-Joder, ¿y esta ducha? ¿Os va el rollo meadas? O… bukkakes… ¿se llama así, no?
Luis no dio más detalles y se limitó a sonreír. Javi salió emocionado y excitado, pero yo sentí cierta vergüenza y algo de rechazo por la idea. Sabía que mi amigo insistiría en los días sucesivos en acudir a una de esas orgías o como diablos él la había llamado. De hecho, cuando llegamos a casa no paró de hablar de ello. Llegué a la conclusión de que Javi asistiría independientemente de que yo fuera. A pesar de que mi piso me gustaba, creo que fue la primera vez que me arrepentí de haberme mudado a ese edificio. Claro que esta idea tardó en esfumarse en cuanto nos entró el calentón de nuevo.