Mi primera vez en París (3)
Álvaro y Jorge, los mejores amigos, se han empezado a liar en la ducha de su albergue... Pero alguien les interrumpirá. (Tercera parte de Mi primera vez en París)
(¡Tienes que leer Mi primera vez en París y Mi primera vez en París (2) para seguir con esta parte de la historia, que será la última.)
Estaba en la ducha común de aquel albergue, besando al que era mi mejor amigo, acariciando su pecho peludo y mojado. Y estaba bajando la mano hacia su polla cuando alguien entró en las duchas, e inmediatamente nos separamos.
El que entró era un chaval joven, abrió mucho los ojos cuando nos vio ahí, desnudos, con las pollas totalmente duras. Pero nosotros disimulamos y seguimos haciendo como que nos estábamos duchando, cada uno bajo su chorro de agua.
A Álvaro empezó a ponérsele blanda rápidamente, pero la mía seguía dura al sentirme observado por ese chico tan joven. Todavía tenía cuerpo muy de niño, muy delgadito y con solo unos pocos pelos en las piernas, y cuando se quitó los calzoncillos blancos de Calvin Klein que llevaba pude ver un polla blandita y normal, con solo unos pocos pelos encima. Empezó a ducharse justo a mi lado, y sentía todo el rato sus ojos clavados en mí y en mi polla que no había forma de bajar. En serio, sentir los ojos de un chico joven que probablemente no habría visto otra polla más que la suya propia y cuya única relación con el sexo serían las pajas que se hiciera en su habitación, me hizo sentirme muy excitado.
Álvaro terminó de ducharse, se anudó su toalla a la cintura y se fue a la habitación. Yo seguí un poco más bajo el chorro de agua, poniéndome cada vez más cachondo con los ojos de ese chico virgen mirándome. Y cuando sentía que ya no podía aguantar más, cerré el grifo de la ducha, me anudé la toalla a la cintura poniéndome la polla hacia arriba para disimular lo máximo posible la erección, y fui corriendo hacia la habitación.
Allí Álvaro ya casi se había vestido. Llevaba puesta una camisa hawaiana muy ancha y unos calzoncillos de los que él solía llevar, anchos y a cuadros. Y yo estaba cachondo perdido. Me quité la toalla y me abalancé hacia él con mi polla en su máximo esplendor, para terminar lo que habíamos empezado en las duchas. Pero Álvaro me apartó.
-¿Qué haces, tío? –me dijo.
-¿Cómo que qué hago? Seguir con lo que hemos dejado a medias…
-Déjalo, tío…
Me acerqué con cuidado a él.
-Pero si me acabas de decir que te gustaría probar algo con un chico… ¡si nos hemos morreado y todo!
-Tío, yo soy hetero, y somos colegas…
Estaba demasiado cachondo como para rendirme. Así que le agarré de las muñecas y lo empotré contra la pared. Sabía que cedería. Intentó apartarme, pero yo le clavé un beso en los labios, y parece que se relajó. Introduje mi lengua, y al principio no respondió, pero poco a poco relajó su lengua y empezó a jugar con la mía. Y cuando bajé con mi lengua por su cuello, relajó los brazos también.
Le desabroché la camisa y besé su pecho peludo. Me ponía mucho que tuviera tanto pelo en todo el cuerpo a pesar de tener solo veinte años. Le quité la camisa, la tiré al suelo y le levanté los brazos. Sus axilas tenían tanto pelo que solo se veía una mata negra. Y hundí mi cara en su axila derecha. Álvaro gimió. Y yo sentí que se le había puesto la polla muy dura debajo de aquellos calzoncillos tan anchos. Así que saqué la cara de su axila y volví a su pecho. Besé sus pezones hasta que se pusieron muy duros, me puse de rodillas y bajé por su estómago hasta su ombligo… y entonces le bajé los calzoncillos.
Ahí estaba la polla de mi mejor amigo. Tan cachondo que el líquido preseminal ya había mojado sus calzoncillos. Me la metí entera en la boca. Hasta la garganta. Y entró con tanta facilidad que pensé que esa polla estaba hecha para mi boca. Álvaro me agarró la cabeza mientras yo se la chupaba, y me obligó a moverla cada vez con más ritmo. Hasta que llegó un momento en que me tiró del pelo, gimió, y se corrió dentro de mi boca.
Me puse de pie y le di un beso con lengua. La corrida de Álvaro se me escurrió de mi boca y calló por nuestros pechos, ensuciándonos a los dos. Y cuando Álvaro iba a agacharse para chuparme la polla, alguien entró en la habitación. Era Thomas, nuestro compañero de habitación francés. Al vernos se asustó un instante, pero entonces sonrió y decidió unirse a la fiesta.
Se desnudó en menos de medio minuto. Se quitó su camiseta de tirantes para dejarnos ver su pecho depilado, sus vaqueros cortos debajo de los que estaban esas piernas cubiertas de espeso pelo negro… y sus calzoncillos, esos tan apretados, que nos dejaron ver su magnífica polla.
-Haced lo que yo os diga – nos dijo en francés.
Puso a Álvaro de rodillas, sacó un bote de lubricante de su mochila, y empezó a bañarle el culo con un dedo. Mientras, yo me puse delante de Álvaro y empezó a comerme la polla. Thomas ya le estaba metiendo tres dedos en el culo a Álvaro, cuando empezó a meterle la polla. Álvaro gritó. Era la primera vez que le metían una polla. Estaba asistiendo a su desvirgación. Thomas sacó la polla de su culo, y la volvió a meter. Y él volvió a gritar. Y la volvió a sacar, y la volvió a meter. Y cada una de las veces que lo hizo Álvaro gritó, con mi polla en su boca. Y yo estaba tan cachondo ante tal espectáculo que agarré mi polla para masturbarme con fuerza, y me corrí tanto que manché con mi chorro de semen el pelo de Álvaro, toda su espalda, y llegué hasta el pecho de Thomas, que cogió mi semen con su mano y se lamió los dedos.
Estaba tan cachondo que, después de correrme, seguía cachondo, y mi polla seguía tan dura como lo estaba en las duchas. Entonces Thomas sacó su polla del culo de Álvaro, que volvía a tener la polla dura también. Yo ocupé su sitio, y le metí mi polla dura por el culo a mi amigo, mientras que Thomas se puso detrás de mí y me metió su polla a mí. Estábamos los tres tirados en el suelo, y yo me sentía en el cielo, con aquel chico francés dándome por el culo y con mi mejor amigo delante de mí, gozando con mi polla.
Cuando Thomas se corrió dentro de mí, yo no pude evitar correrme dentro de Álvaro. Y nos quedamos un rato ahí los tres, descansando… Yo fui el primero en ponerme en pie, decidido a volver a ducharme para limpiarme todo el semen que llevaba por encima. Y al acercarme a la puerta de la habitación vi que estaba un poco abierta. La abrí y me encontré al chaval que habíamos visto antes en las duchas. Nos había estado mirando. Y se había estado pajeando, porque tenía la mano por debajo del pantalón y cuando la sacó, asustado al verme, la tenía llena de semen. Yo sonreí, y me sentí orgulloso de haber sido el protagonista de la paja de un adolescente.
No volvimos a ver a Thomas, porque nos fuimos al día siguiente de París y volvimos a España. Pero Álvaro y yo seguimos follando cada vez que quedábamos. Hasta que nos dimos cuenta de que no podíamos vivir separados. Llevamos ya un año juntos, somos muy felices, y nos encanta follar con la confianza que hemos tenido desde que nos hicimos amigos. Y también nos gusta invitar a otros chicos a nuestra cama, sobre todo si son franceses.