Mi primera vez en París (2)

(Leer después de "Mi primera vez en París"). Jorge acude a la cita de Thomas en su cama, mientras su amigo Álvaro duerme en la cama de la lado.

Después de pasar todo el día de turismo por París, Álvaro y yo llegamos al albergue agotados. Pero yo no había dejado de pensar en la nota de Thomas. “Nos vemos esta noche en mi cama cuando tu amigo duerma”. Me pasé el día deseando volver a ver su cuerpo, poder tocarlo en profundidad. Me pasé el día excitado.

Llegamos a la habitación de noche, y Thomas ya estaba metido en su cama. Álvaro y yo volvimos a quedarnos en calzoncillos y subimos a la parte de arriba de nuestras literas. Le dije que estaba agotado, y que me iba a dormir enseguida, y él me dijo que también. Se me hicieron eternos los quince minutos que tardó Álvaro en quedarse dormido. Le llamé un par de veces en voz baja, y como no contestaba, interpreté que se había dormido. Había llegado el momento.

Bajé en silencio de mi litera. Por la ventana entraba la luz de una farola, así que se veía bastante bien la cama de Thomas. Él parecía estar profundamente dormido, dándome la espalda. No sabía qué hacer. Tal vez se había arrepentido de lo que me había dicho. Tal vez ya no quería hacer nada conmigo. ¿Qué podía hacer?

Decidí que no tenía nada que perder. Que era una oportunidad única de estar con un chico así. De modo que me agaché al lado de su cama, y quité un poco la sábana que le cubría hasta la cintura. Llevaba unos slips grises de Calvin Klein. Yo estaba empalmadísimo. Acerqué mi mano a su cuerpo. Acaricié su brazo lleno de músculos, acaricié su culo respingón, y acaricié su pierna, también musculosa, y llena de pelo. Entonces él se giró. Me miró. Y sonrió.

-Ven aquí –me dijo. Y me hico un hueco en su cama.

Me tumbé a su lado. Y seguí acariciando su cuerpo. Sus pectorales depilados. Jugueteé con sus pezones. Y entonces empecé a acariciar su paquete. Estaba empalmado también, y se le salía la punta de la polla por la goma del calzoncillo. La tenía enorme.

-Quítate los calzoncillos –me dijo mientras él también se quitaba los suyos.

Yo le hice caso y entonces él se puso encima de mí. Empezó a besarme. Yo estaba cachondísimo. Me chupó el cuello y vi las estrellas. Bajó con su lengua a mi pecho. Me mordió los pezones. Y yo ya estaba deseando que llegara a mi polla. Bajó poco a poco por mi abdomen y, al fin, llegó. Empezó a chuparme los huevos. Yo no me había recortado el pelo como él, pero no era demasiado peludo. Cuando terminó de chuparme los huevos, se metió mi polla en la boca. Primero solo la punta, saboreando mi líquido preseminal. Y después se la metió entera. Sentí cómo mi glande rozaba su garganta. Y fue la sensación más maravillosa de mi vida. Pensé que iba a correrme enseguida, pero me centré en disfrutar lo que estaba viviendo.

Thomas se sacó mi polla de la boca y se puso a horcajadas sobre mí. Empezó a masturbarse mientras mi pene totalmente erecto rozaba su ano. Él me agarró la polla mientras se seguía masturbando y me la colocó en su ano. Poco a poco, mi pene fue entrando en su culo, y él empezó a mover el culo hacia arriba y hacia abajo. Yo empecé a gemir, y él me tapó la boca para que no despertáramos a Álvaro.

Yo pensaba que se me iba a salir el corazón. Mientras le follaba el culo a Thomas. Empecé a marearme. Y, cuando pensaba que iba a darme algo, me corrí. Me corrí dentro de su culo, y me proporcionó tanto placer que pensé que iba a desmayarme.

Entonces él volvió a moverse. Me dejó a mí tumbado bocarriba en la cama, me levantó las piernas por encima de sus hombros, y metió la punta de su polla en mi culo. Yo grité un poco, por el dolor, y él volvió a taparme la boca. Poco a poco fue metiéndome la polla, hasta que estaba entera dentro, y empezó a mover la cadera con movimientos acompasados, cada vez más rápidos. La cama crujía, yo intentaba no gemir, pero era evidente que estábamos haciendo mucho ruido. Me sorprendía que Álvaro todavía no se hubiera despertado. Thomas siguió follándome el culo, cada vez de una forma más bestia. A mí se me había vuelto a poner dura, y empecé a pajearme otra vez mientras Thomas seguía follándome. Volví a correrme, de una forma menos abundante, en el mismo momento en que sentí toda la leche de Thomas llenando mi culo. El ano se me contrajo un poco mientras me corría, y eso hizo que Thomas también soltara un gemido.

Sacó su pene de mi culo y sentí cómo el semen se escurría por mi culo. Thomas se tumbó sobre mí, y los dos estuvimos un rato así, respirando acompasadamente, hasta que nos recompusimos. Entonces él me dio un beso, y me dijo que esperaba que volviéramos a vernos antes de que nos fuéramos de París.

Volví a mi cama, la litera de encima de la Thomas, después de ponerme los calzoncillos. Y me quedé dormido enseguida, pensando en el cuerpo del chico francés.

Me despertó Álvaro a la mañana siguiente.

-Tío.

-¿Qué pasa? –dije abriendo los ojos.

-Venga, vamos a la ducha, se nos ha hecho muy tarde y tenemos que ver muchas cosas hoy.

Recorrimos el pasillo hacia la ducha. Ambos en calzoncillos y con la toalla al hombro. Nos pusimos cada uno bajo un chorro de agua. Y yo no pude evitar mirar el cuerpo de Álvaro. Por primera vez lo vi de otra forma. De una forma más sexual. No tenía un cuerpo musculoso como el de Thomas, pero no estaba mal.

Álvaro era un poco más alto que yo. Tenía el pelo negro un poco largo, y una barba de tres días. Por el pecho tenía bastante pelo, y la polla la tenía totalmente depilada. Por las piernas y por el culo también tenía mucho pelo. Me imaginé follándome ese culo como me había follado la noche anterior el de Thomas… Pero no. Álvaro era hetero. Había roto con su novia hacía unas semanas, después de haber estado dos años con ella. Y en ese tiempo le había visto liarse con un montón de tías.

-Jorge –me dijo mientras se enjabonaba el pecho.

-¿Qué pasa?

-Pues que… -parecía que no sabía cómo decir lo que me quería decir-. Anoche te vi… follando con el chico francés de nuestra habitación.

Pensé que iba a morirme de la vergüenza. No dije nada. No sabía qué decir. Intenté hablar, pero solo balbuceé alguna cosa.

-Tranquilo, tranquilo –dijo Álvaro-. No pasa nada… solo que… me hubiera gustado que me hubieras contado que eras gay… no sé, somos amigos.

-Lo siento… tienes razón. Te lo tendría que haber contado.

Seguimos duchándonos en silencio.

-Y otra cosa más – siguió hablando Álvaro-. Anoche, cuando os vi follando… creo que te vi de otra forma.

-¿Qué quieres decir?

Álvaro se acercó a mí. Se acercó tanto que se puso en el mismo chorro de agua bajo el que estaba yo. Y me besó.

-Creo que me gustaría hacer algo con un chico –dijo Álvaro-. Solo por probar.

Entonces empezamos a besarnos otra vez, esta vez con lengua, y sentí cómo su polla se empezaba a poner dura cuando me golpeó con ella en la pierna. Le acaricié el pecho peludo, estábamos completamente mojados los dos. El agua seguía cayendo sobre nosotros.

Y entonces, sin que ninguno nos diéramos cuenta, alguien entró en las duchas y nos interrumpió.

Continuará.