Mi primera vez en la Isla
Mi novia se ha quedado en Barcelona, una semana sola en su piso. Quiero que se folle de una vez a su ex novio, con el que lleva meses viéndose a escondidas pensando que yo no me entero de nada. Descubrí lo que estaba pasando porque ni siquiera borra los mensajes que se envían.
Estoy de vacaciones con dos amigos. La discoteca está llena de turistas borrachas. No entiendo como los autóctonos no vienen aquí para intentar fallárselas, al contrario, evitan este tipo de sitios. Dicen que son lo peor. Seguramente hayan estado viniendo aquí desde que tuvieran edad suficiente para poder entrar y follaran con cientos de ellas. Hasta el día que les pegaran una enfermedad por hacerlo siempre sin condón. Seguro que ahora todos tienen algún amigo o hermano con el SIDA y por eso les dan asco las guiris. Es la única explicación que encuentro.
La música acompaña, nada de mierda electrónica, techno, tribal o house. Todo el mundo parece estar pasando la mejor noche de su vida, se creen felices o van drogados. Alucino bastante, hay magia en el local y se te contagia nada mas entrar. Nunca había sentido este ambiente en ningún otro lugar.
Nos metemos en mitad de la pista de baile donde todo el mundo se mueve desbocado como en un video clip de Usher.
Mi novia se ha quedado en Barcelona, una semana sola en su piso. Quiero que se folle de una vez a su ex novio, con el que lleva meses viéndose a escondidas pensando que yo no me entero de nada. Descubrí lo que estaba pasando porque ni siquiera borra los mensajes que se envían.
No entiendo como no pudo imaginarse que algún día fuera a cogerle el móvil a escondidas como hace todo el mundo. Debe creer inconscientemente que soy imbécil, pero no es culpa suya, es lo que trasmito cuando estoy con alguien, no es la primera vez que me ocurre. Estoy lleno de ese tipo de energía y no se por qué.
Ese día solo sentí rabia y dolor en mi orgullo, nada más. Fui estúpido, no me di cuenta de lo que eso significaba hasta mucho después: no la quería. Era evidente, si hubiera hablado con cualquier persona con dos dedos de frente me hubiera abierto los ojos, pero no, mi mente retorcida obsesiva lo distorsiono todo. De repente me sentía libre para hacer lo que quisiera, ahora la relación me parecía perfecta. Ella sola en su piso y yo solo en la discoteca, perfecto.
Bebemos, bailamos, bebemos. Empiezo a notar los efectos del alcohol mientras dos guiris bailan como locas a nuestro lado, una morena y una rubia. Varios tíos prueban suerte con ellas pero van demasiado borrachos, los descartan inmediatamente y siguen sin separarse de nosotros. Es el momento de pasar a la acción. Me la juego y me pongo a bailar con una de ellas sin mediar palabra. Es rubia, alta y delgada. Aunque no tiene unas curvas muy pronunciadas es bastante guapa.
No me rechaza y sonríe. Vuelvo a alucinar por segunda vez en lo que llevo de noche, en cuestión de minutos todo ocurre con extrema facilidad, como si estuviera programado y fuera a producirse hiciera lo que hiciera: conversación > miradas > roces > besos > magreos. Repetimos el ciclo una y otra vez. Sin embargo, al rato me doy cuenta de que me estoy cansando de eso, la excitación, el calor agobiante de la discoteca y el alcohol que ya se bombea a toda velocidad por mis venas hace que me asfixie. Me falta aire. Estoy sudando como un cerdo. Necesito salir. Intento aguantar porque no quiero arriesgarme a que al volver a entrar me la encuentre con la lengua de otro tío en su boca. Sigo bailando, me mareo, salgo disparado al exterior de la discoteca sin dar explicaciones, ni a ella ni a mis amigos. No quiero caerme y parecer un borracho que los porteros tengan que sacar a rastras del local.
Me siento fuera y para mi sorpresa veo que la guiri me ha seguido. Sigue sonriendo. Ni siquiera me pregunta qué me ocurre. Hablamos con más tranquilidad y le pregunto por su vida. Es inglesa y tiene 19 años. Yo 26. Estudia para ser maestra y me cuenta que es la primera vez que viene a la Isla, el primer día de sus vacaciones y la primera noche que sale a divertirse en muchos meses porque también trabaja para pagarse la universidad y no tiene tiempo: quiere sexo.
Sin embargo algo no va bien. No me resulta divertido estar con ella, me cuesta concentrarme en la conversación. Me limito a decir y hacer lo que ella espera. Debería haber tenido una empalmada instantánea al saber que quiere follar pero mi cuerpo tampoco reacciona, solo suda y sigue sudando. Me estoy comportando como un autómata, sigo adelante porque siento que tengo que cumplir con mi mismo y con mi ego. Ella nota que me ocurre algo pero va lo suficientemente borracha como para que no le importe. Saco mi móvil del bolsillo sin darme cuenta de que tengo una foto de mi novia como fondo de pantalla. Ella la ve. Maldito el día que dejé de usar reloj de pulsera. Me pregunta si es mi novia. Suelto lo primero que mi cabeza es capaz de inventar en ese momento y le digo que es mi hermana. Tan pronto como termino de decirlo me doy cuenta de que he quedado como un gilipollas, nadie lleva la foto de su hermana como fondo de pantalla. Sabe que es mi novia. Sigue sonriendo. Me pregunta qué quiero hacer, dándome pie a que la invite a ir mi apartamento. No puedo creer que sea todo tan fácil. No es la tía más buena de la discoteca pero si se hubiera quedado unas horas más bailando podría haber seleccionado entre muchos más tíos antes de decidir con quién irse a follar. Apenas son las 24:00.
Llegamos al apartamento vacío. Me bebo una botella de agua de golpe. Sigo sudando como en la discoteca y además tengo las pulsaciones a mil por hora, no se qué me pasa. No había tenido esta sensación nunca antes. Mi ego me presiona, quiere que me la folle, que la haga correrse de placer varias veces y la enamore. Toda la zona racional de mi cerebro me empuja a ello, pero algo está fallando y no se lo qué es. No tengo ganas de follar. Sin darme cuenta ya estamos desnudos en la cama, tiene las tetas pequeñas pero bonitas y el coño perfectamente depilado. Vuelvo a tener puesto el automático, no estoy disfrutando del momento. Le acarició entre las piernas de manera lenta y superficial y siento que lo tiene empapado, está super cachonda. No tengo ganas de hacer preeliminares así que me pongo sobre ella y juego con mi polla sobre su clítoris. Quiero que sepa que se la voy a meter sin condón y le doy unos segundos para que me diga que no. Observo su reacción, sonríe. La penetro, le gusta, gime, se retuerce, disfruta. Pero mi cabeza no me deja llegar a ese estado también y mi cuerpo me empieza a fallar de nuevo, vuelven los sudores y la misma sensación de asfixia que en la discoteca. Hace demasiado calor en la habitación. Quiero terminar con este polvo cuanto antes así que acelero el ritmo. Ella se da cuenta y me dice en inglés que no me corra todavía. Finjo no haberla entendido bien y le contesto que tranquila, que no me voy a correr dentro de su coño. Me vuelve a repetir lo mismo con las mismas palabras y yo le devuelvo la misma contestación. Se lo que está pensando y me incomoda que me mire de ese modo. Le pido que se ponga a cuatro patas para poder concentrarme en la corrida. La follo desde atrás todo lo rápido que la falta de aire me permite. Me vuelve a pedir que no me corra todavía, esta vez por favor. No contesto, empujo más fuerte para que deje de hablar hasta que llega lo inevitable. Me corro sobre su espalda.
Esto no ha sido sexo para mi, ha sido una prueba de esfuerzo. Aunque no creo que haya durado más de 4 o 5 minutos. Un polvo que ella olvidará facilmente pero yo no. Me aseguro de eso. A estas alturas poco importa lo que piense de mi, no puedo quedar peor. Cogo la cámara del suelo y aprovecho esos segundos de confusión e incomodidad para hacerle una foto.
E Inmediatamente salgo de la habitación, no quiero que me pida que la borre. Voy a la cocina, necesito más agua. Relleno la botella, abro las ventanas y me siento. Al menos ha desaparecido la taquicardia, estoy relajado pero no siento ni rastro de las endorfinas que produce el sexo. Ni bienestar ni felicidad. Ella sale del baño tras limpiarse mi corrida y se coloca frente a mi, de cuclillas. Sigue desnuda. Por primera vez me pregunta si estoy bien. Ya no sonríe. Su expresión es triste. Quiere consolarme, debe pensar que siento unos remordimientos horribles por haber engañado a mi novia. Se equivoca, pero no soy capaz de explicarle lo que me ocurre porque ni yo mismo lo se. Estoy bien, contesto. Me pregunta si quiero hacerlo de nuevo. NO.
Quiero que se vaya aunque se haya portado super bien. Me ha dejado follarla a pesar de tener novia, la he dejado completamente insatisfecha y aun así ha intentado animarme después del polvo como si fuera una buena amiga. Le digo que no puedo, que necesito dormir, y una vez más me lo pone fácil, se viste y se marcha de vuelta a la discoteca sin poner mala cara, pegarme o escupirme como merezco.
Me quedo sólo e intento analizar qué me ha ocurrido para tirar a la basura lo que podía haber sido una gran noche de sexo, incluso varios días, con una guapa turista inglesa. Cuanto más me esprimo la cabeza peor me encuentro, vuelven las palpitaciones y me doy cuenta de que sigo ardiendo por dentro. Bebo más agua. Me sobresalto con un pensamiento que pasa fugazmente por mi cabeza. Enciendo rápidamente el ordenador portátil y busco en Google “drogas deshidratación y taquicardia”. Cliqueo en el primer resultado:
http://www.d-lamente.org/sustancias/extasis.htm
“Algunos de los efectos físicos y psicológicos adicionales e inmediatos del consumo de éxtasis son: transpiración, ansiedad, aumento de la frecuencia y del pulso cardíaco, boca y labios secos, dificultades para concentrarse, insomnio, y sensación de flotar, entre otros.
Altas dosis pueden causar agitación, convulsiones, deshidratación, vómitos y alucinaciones. El éxtasis afecta la producción interna del neurotransmisor serotonina, uno de los mecanismos a través de los cuales se regula la temperatura corporal, por lo cual, cuando los efectos del éxtasis son combinados con una actividad física como el baile, el usuario puede experimentar un descontrol de la temperatura corporal y sufrir lo que se conoce con el nombre de "golpe de calor" y deshidratarse”
Mierda. Nunca en mi vida había probado drogas duras y en este momento parecía que fuera colocado de éxtasis, pero solos con sus efectos adversos. Pensaba que en las discotecas sólo metían droga en los copas de chicas guapas para intentar violarlas. Sigo leyendo:
"...el éxtasis también tiene la capacidad de distorsionar la habilidad del cerebro para saber cuando una persona ha tomado suficiente liquido. Es por esto que el consumo excesivo de agua puede causar también una distorsión en la estructura celular con posterior muerte de células en algunos casos."
Me he bebido más de tres litros de agua en menos de media hora. Me asusto. Llamo a mis amigos. No hay cobertura, deben seguir dentro de la discoteca. Tengo que volver por si me da un jamacuco, no debo estar solo. No tenía que haber echado del apartamento a la inglesa. Me visto y salgo apresuradamente. Corro sin parar hasta la puerta. Entro revolucionado. Busco con la mirada a mis amigos en el local. No los veo. Avanzo entre la gente, llego hasta el centro de la pista de baile. No están. Mi ritmo cardiaco no deja de acelerar, noto mi corazón golpeando muy fuerte contra mi pecho. Quiere escapar.
Salgo de la pista y sigo avanzando hasta el fondo, donde hay menos gente. Por fin los encuentro, no se sorprenden al verme pero tienen cara de pasmados. Les intento contar lo que ha pasado pero parece que no me escuchan, tan sólo me indican con la mirada otro punto de la discoteca. Me giro y en esos instantes lo entiendo todo. Es la amiga morena de la inglesa, me mira. Me mira por encima del hombro de la persona que le está metiendo la lengua hasta el fondo de la garganta mientras aprieta fuerte su cuerpo contra el suyo. Su cara tiene una expresión triunfante. Se está besando con su amiga rubia: mi inglesa. Ha desaparecido la magia.
Ahora lo se. Ha sido ella la que me ha echado esa mierda en la última copa. No quería que me fuera con su amiga. No quería que me la follara esa noche ni el resto de sus vacaciones. La quería para ella sóla. Voy directo hacia ella, le agarro del brazo y la separo. Le grito que está loca. Me mira pero no contesta. Le sigo gritando sin soltarla. Veo con el rabillo del ojo que dos porteros del local se dirigen hacia mi a todo tren, abriéndose paso a empujones entre la gente. Todo el mundo está parado mirándome. Ella me contesta en su idioma:
- No he sido yo, ha sido tu conciencia.