Mi primera vez, el chico de la papelería

Yo era un chico, mi madre tenía una boutique en el centro de la ciudad, así que tenía fácil acceso a la ropa de última moda de jovencita, cuando salía de la escuela me iba al negocio de mi madre a ayudarle a atender, a veces en la tarde me dejaba sola ahí mientras ella tenía que salir,

Relato: Mi primera vez, el chico de la papelería

Yo era un chico, mi madre tenía una boutique en el

centro de la ciudad, así que tenía fácil acceso a la ropa de última moda de

jovencita, cuando salía de la escuela me iba al negocio de mi madre a ayudarle a

atender, a veces en la tarde me dejaba sola ahí mientras ella tenía que salir,

yo aprovechaba para cerrar con llave y medirme algunos vestidos y minifaldas, y

aunque varias veces estuvo a punto de sorprenderme y descubrir mi secreto, yo no

dejaba de hacerlo.

Un día llegué a la tienda y mi madre me dijo que debíamos

cerrar ese día, puesto que teníamos que salir de la ciudad, yo le dije que mejor

ella fuera sola y yo me quedaría etiquetando la mercancía que acababa de llegar,

a ella le pareció buena idea y se retiro de buena gana, satisfecha de tener un

hij@ tan trabajador y considerado.

Cuando se fue yo estaba de verdad disfrutando la tarde, me

medí unos vestidos primero, después unas minifaldas, todo estaba estupendo.

Usaba sandalias y zapatos de tacón alto, etc. De pronto de una de las cajas

salieron unos shorts de mezclilla, muy cortitos y muy ajustados, estaban

divinos, me puse una pantiblousa de tirantitos, y me dispuse a provarme todos

los modelos de shorts, venían en varios colores, lisos y estampados, estaban

fabulosos, me probé varios, hasta que me puse unos blancos, completamente lisos,

y sin bolsas, estaban hermosos, y me hacían ver muy sexy, la verdad me quedaban

muy bien, sin duda las pastillas de estrógeno que había "tomado prestadas" de

casa de tía estaban haciendo efecto, ya que las pompis se me veían redonditas y

las caderas se me habían ensanchado un poco.

Me encantaba como me veía con esos shorts, me veía

detenidamente en el espejo, admirada de la figura que me formaba la prenda,

adrede, me los subí lo más que pude, casi dejando al descubierto media pompi, me

veía divina. Supe que tenía que hacer algo, así que fui por la cámara. Estaba

extasiada tomándome fotos cuando escuche un ruido afuera de la tienda, alguien

tocaba la puerta, estaban todas la luces apagadas y las puertas cerradas, por lo

que solo estiré la cabeza por encima de un biombo que cubría la entrada a la

bodega pero no pude ver a nadie, así que decidí salir de detrás del biombo, y

ver mas de cerca, escondiéndome detrás de unos mostradores de ropa, me dirigí

hacia la entrada del lado del centro comercial de donde pensé que venía el

ruido, me estiré por encima de unos ganchos de ropa, pero no vi a nadie en la

puerta, así que di la vuelta para regresar a la bodega; pero al dar la vuelta, a

unos pasos de la puerta, dentro de la tienda, estaba el mandadero de la

papelería, viéndome.

El muchacho de la papelería había venido a dejar unos

panfletos publicitarios impresos, y entro por la puerta de atrás, seguramente,

yo por la emoción de ver a mi madre irse, olvidé cerrar la puerta que da al

estacionamiento y conectar la alarma.

Yo me quedé helada, nunca nadie antes me había visto vestida,

y menos quería que alguien me viera vestida con aquel mini short ajustado, que

vergüenza sentía, el me había visto en todo momento, me había parado de

puntitas, había caminado vestida así y con aquellas sandalias tan femeninas todo

frente a el, lo peor de todo, me había agachado delante de el dándole la

espalda, lo que debió haberle dado una excelente perspectiva de mi redondo

traserito, casi al descubierto por aquellos extremadamente cortos shorts que

inclusive yo me había esforzado por subir hasta dejar al descubierto media

pompi.

Yo estaba petrificada, abrí la boca pero no salió de ella

ningún sonido coherente, solo unos balbuceos y otros sonidos raros, el muchacho

también estaba atónito, cuando me vio me reconoció, ya lo había visto yo varias

veces, puesto que la papelería estaba doblando la esquina del centro comercial,

aparte que seguido iba a la tienda a dejar papelería.

traigo los panfletos que encargó tu mamá – por fin se

atrevió a decir el –

Si gracias – contesté yo, con una sonrisa fingida;

mientras tomaba los panfletos y los guardaba –

Me tiene que poner aquí su firma, y el nombre de la

persona que recibe – me explicó alargándome una tabla con un recibo –

Tome la tabla y la pluma, no sabía que hacer, si firmar con

mi nombre o inventar un nombre falso, estaba muy confundida y asustada, así que

usé el nombre de la muchacha que contrató mi madre para que atienda los fines de

semana. "María Laura Peña", firmé. El chico me miró, sonrió divertido, dio media

vuelta y se fue de la tienda.

Yo sentía que el cielo se me caía encima, mi madre nunca me

perdonaría eso, no sabía ni que hacer, me fui a la bodega, me quité la peluca y

me desmaquillé, estaba apenadísima, lloraba de vergüenza y de coraje por ser tan

estúpida de no cerciorarme de haber cerrado la puerta de la tienda; me puse mi

ropa normal de niño, y traté de desempacar las cosas, pero estaba demasiado

nerviosa. Pensaba que el mandadero iría con mi madre y le contaría que había

visto a su hijo vestido de mujercita. También pensaba que en ese momento toda la

papelería sabría que el hijo de la señora de la boutique era jotito, y se

estarían riendo a carcajadas de mí; quería que me tragara la tierra, todo mi

mundo se me venía encima; me fui a mi casa y me tumbe en mi cama, me sentía

perdida.

Ya tarde en la noche, llego mi madre a casa, yo no quise

bajar a recibirla, como siempre lo hacía; me quede tumbada en la cama. Mi madre

entro en la casa y subió a mi cuarto y al verme como estaba pensó que estaba

enfermo, le explique que solo me sentía algo cansado, y le extrañó que no bajara

ni siquiera a cenar.

Los siguientes días fueron algo extraños, yo no quería ir a

la boutique, pero sabía que mi madre necesitaría de mi ayuda con lo de la nueva

colección, así que no pude excusarme. Cuando estaba en la boutique solo escogía

actividades que tuviera que hacer encerrado en la bodega, como etiquetar la

mercancía y seleccionarla y acomodarla. En cualquier momento esperaba ver al

mandadero entrar en la tienda y contarle todo a mi madre, pero pasaron los días

y no fue así; las pocas veces que tuve que salir de la tienda, lo hacía casi de

incógnito, usaba lentes oscuros y gorra de beisbolista, sentía que todos me

miraban; un día mi madre se le terminaron las notas de remisión y me ordenó que

fuera a la papelería por más, me rehusé rotundamente, cosa que le extrañó puesto

que siempre usaba cualquier pretexto para salir de la tienda y perderme un rato

paseando en el centro, así que mi madre telefoneó a la papelería y ordenó que le

llevaran las notas, al poco rato llegó el mandadero. Desde dentro de la bodega,

me estiraba por encima del biombo tratando de ver y escuchar lo que hablaran,

entró a la tienda y se dirigió a mi madre, le entregó las notas, y comenzó a

hacerle comentarios, le preguntó que si estaba sola, y mi madre le contestó que

no, que adentro en la bodega estaba yo trabajando, el le dijo que me hacía

tiempo que no me veía que pensaba que estaba fuera de la ciudad, siguieron

platicando un poco, el mandadero se despidió de mi madre y se fue sin decirle

nada de lo que había visto. Yo seguía esperando lo peor, pero pasaron los días y

nada ocurrió.

Tiempo después una tarde que salí de la escuela me dirigí a

la tienda, me baje del bus y rodeé todo el centro comercial, evitando pasar por

enfrente de la papelería, pero al dar la vuelta una esquina, me topé de frente

con el mandadero, el no me había visto, y traté en vano de esconderme, pero el

al levantar la vista me vio, yo me hice la desentendida viendo un aparador, pero

el se me acercó.

Hola me llamo Pedro, ¿tu cómo te llamas? – preguntó.

Yo me moría de vergüenza, me di la vuelta y me alejé, pero el

me siguió.

¿Por qué no me quieres hablar? – preguntó – hola ¿Qué te

pasa?, Regresa.

Seguía detrás de mi, me dieron ganas de correr, pero no

quería hacer una escena, de pronto hizo algo que nunca esperé.

¡Maria Laura ven! – gritó –

Varias personas que pasaban por ahí voltearon al escuchar el

grito de Pedro, yo me detuve en seco, y lo deje que me alcanzara.

¡Cállate por favor!, lo que viste el otro día no era mas

que un juego, te agradezco que no le hallas dicho a mi madre nada de lo que

viste, pero por favor no lo vuelvas a mencionar – le dije –

¿pero que te pasa?, a mi no me molestó verte así, al

contrario, te veías muy bien – me dijo –

Yo me sentí halagada, y hasta cierto punto me gustó que me

dijera eso, lo vi a la cara y me di cuenta que estaba sonriendo.

gracias, pero no lo volveré a hacer, era un juego

estúpido – le dije avergonzada –

no me digas eso, esperaba que algún día me invitaras a

verte a la tienda porque me gustaste mucho María Laura – contestó mientras

reía –

como broma es muy pesada, te juro que todo es un mal

entendido – le contesté –

Mira yo no le dije anda a tu mama, ni a nadie, y creo que

me debes una – me dijo –

Pues si te debo una, gracias – dije dudosa –

Bueno, como ves si en pago a mi discreción, mañana en la

mediodía que no este tu mama, me invitas a la tienda y te vistes para mi –

me propuso –

¿estás loco?, ¡claro que no! – dije enfáticamente –

bueno, entonces tendré que decirle a tu mamá todo lo que

vi – dijo mientras daba media vuelta y se dirigía directamente a la tienda

donde se encontraba mi madre –

Me dio terror, corrí detrás de el, lo jalé de la camiseta y

lo arrastre hasta la esquina mientras el reía divertido, y gritaba lo que

planeaba decirle a mi madre.

Señora, vi a su hijo vestido con la ropa de niña que

vende usted, maquillada como una teibolera y con peluca, jajaja – reía y

vociferaba –

Yo me lance encima de el y le tapé la boca, mientras el reía.

Ya cállate por favor, esta bien, haré lo que me pides

pero no se si pueda exactamente mañana, a veces mi mama no me deja sola – le

dije –

Esta bien, pero estaré al pendiente a que tu mamá se

valla, y cuando lo haga iré a la tienda a verte vestida – contestó resuelto

Me tomó de la cintura me dio vuelta quedando yo de espalda a

el y me palmeó una pompa, yo me horroricé, volteé a ver a todos lados para

cerciorarme que nadie nos hubiera visto, cuando quise dirigirme a el para

reclamarle, ya se estaba yendo, riendo.

Yo no sabía que hacer, la idea de que me viera vestida me

daba mucha vergüenza, pero el que hablara con mi madre de lo que había visto, me

horrorizaba. Y además el muchacho pues ya viéndolo bien, no estaba tan feo, 20

años, delgado, y aunque su manera de vestir no me agradaba, era guapo.

Al otro día mi madre iba a salir a comer, pero yo me apresté

a ir por la comida sin que ella tuviera que dejar la tienda, al salir, sentado

tras el mostrador de la papelería estaba Pedro, cuando pasé me sonrió y me guiño

el ojo. Yo seguí caminando.

Varios días pude evitar que mi mamá saliera de la tienda,

pero hubiera sido imposible mantenerla ahí diario. Un día me dijo que se iba a

comer, después haría otros menesteres, me dijo que me quedara en la tienda, -

diablos – pensé, pero no podía hacer nada por que no se fuera. Al salir ella de

la tienda la vi alejarse en su camioneta, y como era de esperarse, al poco rato

llegó Pedro.

Hola, ¿se fue tu mamá verdad? – me dijo sonriendo –

Este… si, pero no va a tardar Pedro, de hecho esta por

regresar – contesté –

Mentirosa, ándale, cierra la puerta y comienza a vestirte

– me dijo –

Trate de convencerlo de que mi mamá llegaría, pero me dijo

que si no me vestía, esperaría a que llegara mi mamá y le contaría todo. No tuve

más remedio que probarme algo de ropa. Primero me puse unos vestidos algo largos

y recatados, pero el se quejó, y me dio a que me pusiera unas minifaldas y tops,

al principio estaba yo muy nerviosa.

¿ya te cambiaste?, ándale sal para que te vea – gritaba

el –

salí vestida con una minifalda blanca y un top rosa,

sandalias, etc.

wow, que guapa te ves Maria Laura, ahora ve y ponte

peluca y maquíllate – ordenó –

no tengo el maquillaje ni la peluca aquí, esas no son

mías son de mi madre – conteste avergonzada –

pues que lástima porque el día que te descubrí te veías

realmente bonita – dijo –

Yo estaba muy apenada, pero sus halagos eran bien recibidos

por mi vanidad femenina.

ven y siéntate aquí conmigo – me dijo – te ves hermosa

María Laura.

Gracias – dije mientras me sentaba a su lado en una banca

y cruzaba la pierna –

Comenzó a preguntarme si tenía novio, si había besado antes a

algún chico, si sabía lo que era el sexo, etc. Yo le contesté que no, que lo que

había visto era una broma, un juego, y que yo no era gay ni nada de eso. Siguió

haciéndome preguntas acerca de chicos y de mi sexualidad, y poco a poco se me

iba quitando la vergüenza de que me viera vestida así.

entonces ¿Por qué lo haces María Laura? – preguntó –

¿acaso nunca te ha llamado la atención un chico?

Pues no se – dije ya mas en confianza – la verdad a veces

cuando estoy vestida de chica, fantaseo con algún muchacho, que soy su novia

y que me lleva al cine, o que me lleva a pasear en cu coche, pero sexo, la

verdad nunca he pensado bien si es lo correcto.

Ya me había despabilado, estaba hablando con confianza, como

si ese joven fuera mi mejor amigo de toda la vida. Inclusive, estaba disfrutando

mucho su compañía y el hecho que me tratara como una chica, siempre se dirigía

hacia mi como María Laura, y a mi me encantaba que lo hiciera. De pronto, puso

su mano en mi rodilla, nunca pensé que fuera a hacer eso; me sorprendió, pero a

la ves provocó en mi cuerpo unas reacciones que nunca pensé sentir, un

escalofrío hizo que se me enchinara la piel, y me estremecí de pies a cabeza;

Pedro rió.

¿que te pasa?, ¿te tomé desprevenida? – me preguntó

sonriendo –

eh, este… si, me sorprendiste – le dije, mientras quitaba

su mano de mi pierna –

¿Qué te pasa? – preguntó extrañado –

nunca antes me habían tocado la pierna Pedro – expliqué –

Bueno, mira, te voy a poner la mano en la pierna, si no

te gusta me dices – me dijo, mientras ponía la mano de nuevo en mi rodilla –

Yo sentí otra ves que mi piel se enchinaba, pero esta ves no

quite la mano de Pedro de mi pierna, el comenzó a mover la mano, acariciándome

la rodilla primero, después bajando la mano por mi muslo desnudo. Me gustaba la

sensación, la mano de Pedro estaba tibia, y sobaba mi pierna diestramente,

apretando y soltando mi muslo, provocándome escalofríos, esas sensaciones eran

nuevas para mí, sin querer cerré los ojos y me recargué en el respaldo de la

banca, respiraba entrecortadamente, sentía las caricias de Pedro recorrer mi

muslo, de pronto, sentí como su mano se escurría por debajo de mi falda, esto

era nuevo para mi y me hizo estremecerme abruptamente. Abrí los ojos y tenía a

Pedro casi encima de mi, con su cara muy cerca de la mía. Me asuste – ¿Qué

haces? – pregunté mientras me apartaba de el; pero el paso su mano por atrás de

mi cintura, y la otra en mi nuca y me jaló hacia el.

Sus labios se apretaron contra los míos, intenté apartarlo de

mi, pero era más fuerte, el era un joven ya mayor, y yo un adolescente delgado.

Me apretó contra su pecho, al principio me

asusté, pero después, al sentir la tibia humedad de sus labios en los míos me

hizo cooperar un poco, pasé mis brazos alrededor de sus hombros y dejé que mis

labios saborearan aquel primer beso; duro unos cuantos segundos, pero juro que

me elevó al cielo, cuando despegó su boca de la mía me sentía mareada, abrí los

ojos y lo mire sonriendo, sentí miedo y asombro a la ves, me puse de pie sin

poder decir nada, en eso por encima del biombo pude ver pasando a mi mamá por

enfrente de la tienda en su camioneta buscando lugar para estacionarse.

¡mi mamá!, sal por la puerta que da hacia el pasillo del

mall – le grité –

Pedro se puso de pie y salió corriendo, desde el biombo me

miró.

¿te voy a volver a ver verdad? – preguntó –

No – contesté –

Claro que si mi amor – dijo el y salió corriendo –

Me cambié rápidamente y salí de la bodega justo cuando

entraba mi madre por la puerta de la tienda que da hacia el estacionamiento.

Esa noche estaba muy confundida, nunca pensé atreverme a

besar un chico, y aunque verdaderamente el era el que me había besado, yo

cooperé, lo dejé besarme y lo había disfrutado. Me tocaba los labios, casi

pudiendo sentir de nuevo aquel beso, me excitaba mucho pensar en aquel momento,

mi piel recordaba sus caricias, sentirme deseada, sentirme mujer.

Al otro día pasó por la tienda, yo estaba ayudando en los

quehaceres de la boutique, el me miro desde el pasillo y me hizo una seña que lo

siguiera, Salí de la tienda y fui tras de el hasta llegar al cubo de la escalera

de emergencia, entramos al solitario lugar y ahí me dijo que le había gustado

mucho lo que había pasado el día anterior, y que quería que pasara otra ves, yo

le dije que también me había gustado, pero que mi madre ese día no iba a salir

de la tienda, así que me sería imposible verlo. Quedamos que en cualquier

oportunidad de quedarme sola, lo llamara a la papelería. Al momento de

despedirnos, el volteó para todos lados, se cercioró que no hubiera nadie, y me

volvió a besar; se despidió de mi y se fue. Regresé a la tienda, y mi madre me

miró extrañada.

¿a que se debe esa sonrisa? – me preguntó –

a nada mamá, me acordé de algo que vi en la televisión –

conteste tontamente –

En cuanto mi madre salía, inmediatamente telefoneaba a Pedro

y el llegaba a la boutique y me vestía para el, a veces teníamos tiempo de

besarnos un rato, pero mi madre siempre nos interrumpía, a veces incluso no

terminaba de cambiarme cuando ella regresaba y nos estropeaba el encuentro.

Un día me avisó que tendría que salir de la ciudad, y que no

regresaría hasta tarde en la noche; yo me emocioné, estaría sola con Pedro toda

la tarde, me vestiría para el y nos besaríamos, estaba emocionada.

El día que mi madre salía fuera estaba yo impaciente, al

final cuando se fue, yo estaba feliz, me vestí, me puse un vestido corto con la

espalda descubierta, floreado, de gasa y shifón, y unas sandalias muy sexy, me

maquillé y me puse una peluca rizada rubia; me veía muy bien. Llamé a pedro y

llegó en unos minutos, cuando llegó me abalance hacia el, le pase los brazos por

encima de sus hombros y lo besé.

mi mamá salió de la ciudad, así que tenemos toda la tarde

para estar solos – le dije –

¿de verdad?, que bien, y ya te cambiaste y todo, que bien

te ves, que sexy – me dijo –

si, me puedo poner lo que tu quieras, mi mama regresa

hasta en la noche, así que no hay prisas, dime que quieres que me ponga – le

comenté emocionada –

pues te ves muy bien, mejor vamos a sentarnos a la banca

– me tomó de la mano y me hizo seguirlo –

"Ir a la banca" significaba: vamos a besarnos. Pensé que era

muy temprano para besarnos, y que perdíamos tiempo para probarme más ropa, pero

aún así accedí gustosa. El se sentó en la banca y me jaló para que me sentar en

su regazo, comenzamos a besarnos, me acariciaba la espalda, y con la otra mano

me acariciaba las piernas, deslizaba su mano por debajo de mi falda, me tocaba

las nalgas y me las apretaba.

Estábamos sentados en la banca y de repente empecé a sentir

como me empujaba con su cuerpo hacia atrás, hasta hacer que me recostara en la

banca, se posó sobre mi, habrió mis piernas y se las coloco a los lados de su

cadera, estaba yo con las piernas abiertas debajo del, me besaba y me

acariciaba, su mano se había escurrido dentro de mis panties y estaba jugando

con mi culito, yo me sentía rara, pero a la ves me gustaba.

De pronto me soltó y se sentó en la banca, se desabrochó el

pantalón, se los bajo hasta las rodillas, y me dejó ver su pene, era largo y

algo grueso, mucho mas grande que el mío, yo lo veía anonadada, sentía cosas

raras en todo mi ser, no sabía si me gustaba, pero si sabía que lo quería tocar.

jejeje, ¿como ves?, agárralo, ándale – me dijo –

Lo agarre con una mano, estaba caliente y muy duro, la gruesa

cabeza brillaba, y las venas se resaltaban en todo lo largo de aquel hermoso

falo; lo tome con las dos manos y lo comencé a manipular, el se recargó en el

respaldo y cerró los ojos, mientras yo lo sobaba, lo apretaba ligeramente y lo

acariciaba, su respiración se hacía entrecortada mientras yo jugaba con su

verga. Después me tomó del cuello y dirigió mi cara hasta su pene y me lo puso

en los labios.

abre la boca – me dijo –

quieres que te lo chupe, como en las películas – pregunté

jajaja, si, métetelo en la boca – me ordenó riendo –

esta bien, pero no me vallas a mear – advertí preocupada

jajaja, no te preocupes – me dijo riendo, no se porque lo

que le decía le causaba gracia de esa manera –

Abrí la boca y deje entrar aquella cabeza gruesa y caliente,

sentía en mi lengua y mi paladar aquella suave sensación, con mi lengua empecé a

recorrer aquel hermoso pene, con sus manos dirigía el movimiento de mi cabeza,

haciendo de esta manera un recorrido de arriba abajo, cuando hube tomado el

ritmo, me dejó sola, aquello me gustaba, el gemía y yo estaba encantada, me

sentía como una mujer. Estaba extasiada chupando aquel vergajo exquisito,

lamiendo ávidamente, sin dejar una sola parte sin pasarla por mi boca.

¡uff! Mi amor, que bien lo haces, pareces una experta –

me decía el con voz entrecortada –

De repente me tomó de la cabeza y me empujó, sacándome su

pene de la boca abruptamente.

¿Qué pasó mi amor, te mordí; no te gustó? – pregunte

preocupada –

Nada de eso, me encantó como me chupaste, pero todavía no

quiero terminar, falta lo mejor de la tarde – me dijo con una sonrisa

enigmática y picaresca –

Me tomó de las caderas, haciéndome bajar de la banca, y me

puse de rodillas en el piso, el me abrazo por la espalda y me besaba el cuello,

y las orejas, sentía su cuerpo caliente pegado a mi, en mis pompis sentía su

pene duro, como se apoyaba en mi, me abrazaba y acariciaba. Me puso una mano en

la nuca y me empujó hasta quedar de panza en la banca y las rodillas en el suelo

me levantó la falda hasta la cintura y bajó mis pantaletas, yo me sorprendí por

esa acción, y traté de enderezarme, pero el me volvió a empujar hasta hacerme

otra ves recostarme boca abajo en la banca – tranquila Mary, no te voy a hacer

nada, si no te gusta me dices y me detengo – me dijo mientras me sostenía

agachada tomándome por la nuca, presionando mi cara contra el asiento, con su

otra mano acariciaba mis nalgas, la metía en medio de ellas hasta llegar a mi

ano, con el cual jugaba con sus dedos. Yo sentía escalofríos en todo mi cuerpo,

aquello me gustaba mucho, nadie antes me había tocado esas partes de mi cuerpo.

De pronto sentí sus labios en mis nalgas, besándolas y

lamiéndolas, las mordisqueaba suavemente, provocando sensaciones nuevas para mi,

su lengua comenzó a jugar en medio de mis nalgas y comenzó a bajar suavemente,

hasta que llegó a mi ano, lo empezó a besar y lamer, su lengua iba de arriba

abajo, recorriéndolo, se sentía suave, su aliento caliente me rozaba las nalgas,

y su boca chupaba mi ano, sentía como su lengua mojada, recorría mi agujerito y

empujaba tratando de acceder a mi, de pronto una mano acudió al mismo lugar, un

dedo comenzó a recorrer mi ano, asistiendo a su lengua en aquel delicioso juego.

Sentí la punta del dedo presionando en mi mojado ano, y después pude sentir como

estaba cediendo ante esa presión, su dedo entró en mi culito casi de un solo

empujón, provocándome un reparo abrupto.

tranquila mi preciosa, ¿te duele? – preguntó –

no pedro no me duele, al contrario, me haces sentirme en

las nubes; pero no crees que llegamos un poco lejos ya – le dije –

si apenas empezamos mi preciosa, falta lo mejor, te

prometo que no te voy a lastimar – me dijo tiernamente, y después me besó –

Aunque yo seguía pensando que eso ya se había salido un poco

de mis expectativas, el placer que estaba sintiendo me convenció de seguir. Me

volví a recostar de panza en la banca, con las rodillas en el piso, dejando a mi

ano a merced de Pedro. Volví a sentir su tibio beso en medio de mis nalgas y su

dedo de nuevo entró en mi, eso me hizo olvidarme de mis reservas y lo dejé

actuar libremente, estaba yo sintiendo algo maravilloso, aquel hombre jugaba

conmigo, causándome un placer exquisito, y nuevo para mi. Después de un rato de

estar así el se detuvo y lo ví ponerse de pié, intenté enderezarme de mi

posición, pero el me volvió a empujar boca abajo contra el banco.

espera preciosa, apenas voy a empezar con lo mejor, te

voy a penetrar, si te lastimo me dices y me detengo, ¿entendido? – me dijo –

Aquellas palabras me asustaron un poco, había visto en

películas aquello, y los actores parecían disfrutarlo mucho, pero no me sentía

yo preparada, pensaba que todavía faltaría mucho para que eso me pasara a mi,

pero a la ves, sentía que tenía que hacerlo, sentía que se lo debía a el; así

que acepté y me dispuse a recibir lo que viniera.

Estaba agachada en la banca, sentía que el jugaba con mi ano

con sus dedos, y lo humedecía, de pronto sentí como escurría saliva de mi ano,

estaba bien mojado, sentí sus manos apoyadas en mi espalda; de pronto sentí su

cabeza caliente y húmeda afuera de mi ano, en la entrada a mi ser, con una mano

abría mis nalgas, y con la otra dirigía su pene, aquel objeto suave por fuera,

pero a la ves enhiesto, empujaba en mi culito, primero suavemente, después al

fallar en su intento por acceder, sentí como empujaba mas fuerte; mi ano comenzó

a ceder, se abrió lentamente, dejando entrar solo una parte de aquel falo duro y

caliente, - aaaggghh – gemí, me dolía y me dio miedo, traté de empujarlo, pero

el me tomó de la mano y me la quito.

perdóname preciosa, te dolerá un poquito, pero solo será

por unos momentos, trata de aguantar, todavía no termino de metértela – me

dijo –

Accedí a dejarlo que siguiera penetrándome. Traté de

relajarme, pero el dolor lejos de aminorar, estaba por empezar. Tomó mis brazos,

presionándolos contra el asiento de la banca, y empujó mas adentro todavía,

sentí como aquella tremenda verga entraba en mi, resbalando en las paredes de mi

ano, grité muy fuerte, y traté de enderezarme, pero Pedro estaba empujándome los

brazos hacia abajo, por lo que me fue imposible moverme, hasta que sentí que sus

caderas toparon con las mías y supe que tenía adentro de mi toda aquella barra

incandescente que me quemaba las entrañas.

-que ironía – pensé, el juguete inocuo que me había divertido

tanto hace unos momentos en mi boca, ahora provocaba en mi un tremendo dolor,

sentía que me iba a partir en dos. Gemía y gritaba, le rogaba que me la sacara.

Pedro mi amor, por favor, sácamela, me duele mucho – le

suplicaba, mientras sentía que las lágrimas corrían por mis mejillas –

Espera mi preciosa, aguanta un poco mas, verás como en un

rato deja de dolerte – susurró en mi oído mientras recostaba su pecho en mi

espalda –

Estaba ahí acostada, suplicando por piedad mientras era

empalada, pero a la ves no sabía porque no me movía, no lo empujaba, el dolor

era insoportable, pero algo en mi me hacía intentar soportarlo. Entonces levanté

la mirada y entendí todo.

En un espejo que estaba a un lado de nosotros pude ver

nuestro cuadro, pude verme, empinada, con el vestido levantado hasta encima de

las caderas y las pantaletas enrolladas a la altura de las rodillas, mis caderas

blancas y desnudas estaban dobladas en ángulo recto, poniendo mis nalgas a

merced de mi hombre, mi cabello rubio caía sobre mi rostro que mostraba una

expresión de dolor, mi maquillaje algo corrido por el llanto aún me daba el

aspecto sensual de colegiala que tanto me gustaba, y excitaba a Pedro. Recostado

sobre mi espalda estaba el cuerpo de mi hombre, acariciándome las mejillas que

estaban algo distorsionadas por el rictus de dolor de mi rostro y retirando el

cabello de mi cara, como queriendo compensar con aquellas caricias el tremendo

dolor que me causaba con su falo erecto dentro de mi culo, sus caderas morenas

dobladas también en la misma forma que las mías, daba a entender que nuestros

sexos estaban coincidiendo, sus piernas velludas, fuertes y musculosas

contrastaban con lo blanco y suave de mis muslos.

De pronto se me vino a la mente los recuerdos de las

películas que había visto, donde una mujer era sensualmente cogida por su

hombre, donde las mujeres gemían de placer al sentir a su macho dentro de ellas,

donde eran usadas como juguetes sexuales, donde eran el objeto de placer de los

hombres, y me di cuenta que yo hubiera querido ser ellas siempre, que siempre

que había visto una película, me excitaba porque deseaba ser aquellas mujeres,

quería ser yo a la que abrieran las piernas, quería ser yo aquella actriz que

gritaba de placer al ser penetrada, soñaba ser yo la que era deseada por un

hombre. Y ahora, mi sueño se estaba cumpliendo, era yo la del espejo, era yo la

que había puesto mi culito a merced de mi hombre, me pertenecía el reflejo de la

mujer que era violentamente invadida por el pene de su macho, esa era yo. Cerré

los ojos y me solté, me liberé de toda duda y reserva y me entregue a mi hombre.

Pedro, te amo, soy tuya – dije con vos entrecortada –

Yo también te amo mi niña preciosa, eres solo mía – dijo

Pedro excitado –

Pedro se empezó a mover, sentí como saco un poco su verga de

mí, y después la volvía a meter, el dolor aún era muy agudo, y me hacía gritar,

pero escuchaba los gemidos de mi Pedro y eso me motivaba a seguir aguantando,

volteé a ver de nuevo el espejo, y ahí estaba yo, acostada, mi cara reflejaba mi

sufrimiento, pero mi hombre se notaba que gozaba, Pedro disfrutaba penetrándome,

desde donde estaba yo, alcanzaba a ver reflejado en el espejo sus caderas

despegándose de mis nalgas y entre ellas la parte posterior de su verga, que

conectaba a el macho con su hembra, esa hembra era yo, esa mujer que estaban

cogiendo era yo, esa verga estaba entrando en mi ano.

Sentía como la verga de pedro seguía entrando en mi, como

salía por mi ano y como volvía a entrar toda, primero se movía despacio, después

siguió con un movimiento continuo de mete y saca mas rápido y mas enérgico, la

banca comenzó a rechinar, y yo comencé a gritar mas fuerte.

hay mi amor, Pedro, papito, soy tuya, hay mi amor, hazme

el amor, hazme tuya – gritaba excitada y adolorida mientras sentía su verga

dentro de mi –

si mi preciosa nena, mi niñita, siente como te cojo,

siente como te la meto – bufaba pedro –

si mi amor, siento como me metes la verga, la siento

caliente y dura, ¡cógeme, cógeme! – le gritaba yo entre llanto y gemidos –

Mis gritos excitaban mas a mi hombre, lo cual lo hacía que

imprimiera mas velocidad en sus metidas, por el espejo, podía ver sus piernas

moviéndose en un sensual vaivén, su cadera chocaba con mis nalgas, provocando un

rítmico palmeteo y mis muslos se cimbraban al sentir sus arremetidas. Esos

movimientos enérgicos me provocaban un dolor muy fuerte, pero lo soportaba

sabiendo que esas cogidas me convertían en su mujer. Yo me tenía que asir

fuertemente a la banca porque las cogidas de mi macho me empujaban hacia

delante; mis manos agarradas en los bordes del asiento, eran claro reflejo de mi

dolor y excitación.

De pronto sentí que mi macho se estremecía, los músculos de

sus piernas se tensaron, las venas de su cuello se resaltaron, comenzó a meterme

la verga más fuerte, mas rápido y mas profundo, lo que me provoco que también yo

gritara mas fuerte de dolor. Sentí que su verga se ensanchaba un poco más,

levantó la cara y lanzo un gemido ahogado, sentí que mi recto se llenaba de un

líquido caliente. Me dio un par de metidas más y se tumbó en mi espalda sin

sacarme la verga, puso su cara junto a la mía y me susurró al oído.

mi preciosa niña, aguantaste como toda una mujer, pensé

que no ibas a poder continuar cuando comenzaste a llorar – me dijo

respirando entrecortadamente –

Te amo Pedro, y por eso aguanto porque quiero hacerte

feliz – le dije a mi hombre –

Me besó y comenzó a sacarme la verga, al hacer esto, sentí

como un líquido salía de mi ano y corría por mis piernas. Al tocarlo me di

cuenta que era blancuzco.

es mi semen, me vine adentro de ti – me dijo –

Se puso de pié y se fue al baño, yo trate de levantarme pero

no pude, me dolían las piernas y las caderas, me senté en el piso sin poder

moverme, lo vi caminar por la bodega desnudo, y me pareció muy sensual. Cuando

salió del baño me vió tirada en el suelo y sonrió – ¿no te vas a lavar? –

preguntó. Le contesté que si, pero que me dolía la cadera y no me podía parar.

Fue hasta donde estaba y me cargo en brazos, me llevó a l baño, me quito los

zapatos y las pantaletas – sostén el vestido – me dijo, abrió la regadera y me

lavó las pompas y el ano, las piernas, etc. Me volvió a cargar en brazos, me

llevo hasta la banca y me recostó ahí, me dijo que tenía que regresar a la

papelería a reportarse y que volvería conmigo en 1 hora.

Yo me quede recostada en la banca, adolorida, pero

satisfecha, mi hombre me había hecho el amor. Cuando regresó me cambié de ropa

le modele varias prendas, hasta que fue hora de retirarnos.

Así estuvimos viéndonos un tiempo

hacíamos el amor a veces, otras solo me vestía para el, inclusive ya no

solo lo hacíamos en la boutique, sino que frecuentábamos su casa y la mía,

parajes solitarios, etc.

Hasta que un día en mi casa, y estábamos en mi recámara

haciendo el amor, yo había puesto la música fuerte por si algún vecino estaba

cerca, no escuchara mis gemidos y gritos, pero esa misma música me impidió

escuchar que mi madre llegaba a casa y habría la puerta de mi cuarto,

encontrando a pedro desnudo encima de mi, y yo acostada boca arriba vistiendo un

baby doll y con las piernas alrededor de el.

Yo fui a dar a un internado militar al sur de los Estados

Unidos, un tiempo dejé el gusto por la ropa femenina, pero después volví a

hacerlo. La relación con mi madre se distanció para siempre, nunca regresé a la

ciudad donde vivía, por el tremendo escándalo que se formó. Ahora que tengo mi

estética y vivo full time como María Laura en EU he intentado hablarle a mi

madre, pero ella solo me responde que ella tuvo un hijo hace mucho, pero que no

sabe que fue de el, me dice que no me conoce; aunque parece que no le gusta que

le llame, nunca me lo ha prohibido, lo que me hace pensar que mis llamadas la

tranquilizan, igual que a mi, que aunque no pueda volver a verla, se que esta

bien.

De pedro solo guardo los hermosos recuerdos, fue el primer

hombre en mi vida, mi primer amor, nunca volví a saber nada de el, inclusive

hable varias veces a la papelería y no saben nada, en la que era su casa, ahora

vive otra familia, le he perdido completamente el rastro, tal ves así tuvo que

ser. Igual y si tu, Pedro mi amor, estas leyendo esto, me gustaría que me

escribieras.

Siempre tuya