Mi primera vez

Conocí a Marcos fuera del colegio y me convence de hacerlo por primera vez con él

Hola, me llamo Mónica Melisa, actualmente tengo 26 años, vivo en la ciudad de México. Soy madre soltera. Soy flaca pero me considero atractiva, mido 1.70 m y aunque tengo pechos pequeños, creo que tengo un buen trasero. Aunque crecí en una familia un tanto conservadora, conforme fui creciendo también fui conociendo poco a poco lo rico, delicioso y excitante que es lo prohibido.

Fue en mi adolescencia, mientras estudiaba el bachillerato, que liberé mí deseo sexual de una forma desenfrenada. Recuerdo que las chicas con las que me juntaba solían hacer comentarios acerca de sus andares sexuales, contando a detalle como lo pasaban bien con sus novios o con algún otro chico dispuesto a disfrutar el momento. Para ese entonces yo no tenía experiencia en lo sexual, pero si mucha imaginación y deseos reprimidos (siendo parte de una familia conservadora apegada a la religión, esos temas eran prohibidos, aunque me causaban mucho morbo) y me sonrojaba al escuchar aquellas historia con lujo de detalle.

Mis amigas poco a poco me fueron llevando hacia los senderos prohibidos del placer carnal. Cuando teníamos oportunidad nos sentábamos en algún sitio aislado dentro del colegio y veíamos videos porno de todo tipo. Al principio sentía como se me subía el color al rostro, pero al mismo tiempo sentía mi cuerpo arder por dentro. El ver como dos negros penetraban duro a una chica que gemía cada vez más hasta correrse, ese video se quedó grabado en mi mente (seguramente de ahí mi deseo de coger con chicos morenos y altos).

Después de un tiempo, más allá de las aburridas actividades del colegio, mi cabeza solo generaba un pensamiento: sexo, sexo, sexo. Fue entonces que decidí dar un paso adelante y busqué la forma de lograr llamar la atención de los chicos (cabe decir que vestir el uniforme del colegio no ayuda mucho, y menos cuando no se tienen atributos que den forma curva a esas prendas). Así, comencé a usar maquillaje, a usar labial llamativo, me dejaba el cabello suelto; buscaba poses que dejaran ver mis piernas, desabotonaba la blusa hasta el escote, etc. El chiste era llamar la atención.

Entonces llegó el momento de los resultados. Conocí a un chico fuera del colegio (de esos tipos chacalones que te inspiran temor de solo verlos)  y resultó que vivía cerca de la unidad donde vivo yo. Comenzamos a convivir como amigos y a las dos semanas ya éramos novios. No tardó mucho en pedirme que le diera la “famosísima” prueba de amor, y yo le fui dando largas al asunto.

Total que un día nos pusimos de acuerdo para dar rienda suelta a nuestro deseo. Mis papás en el trabajo y mis hermanos en la escuela, dejaban la casa sola al menos hasta las 3 PM. Así que mis papás me dejaron como siempre frente a la puerta del colegio, yo esperé a que se retiraran y me quedé afuera unos minutos para después empezar a caminar de vuelta a casa. En la entrada de la unidad ya me esperaba mi novio, deseoso de cogerme y yo con los nervios a tope de saber que ese día perdería mi virginidad. Tenía sentimientos encontrados y la adrenalina se apoderó de mi cuerpo. Recuerdo que con cada escalón que subía hacia el departamento sentía que las piernas se quedaban sin fuerza.

Apenas entramos al departamento, aventé la mochila al suelo y sin esperar comenzamos a besarnos desesperadamente mientras nuestras manos buscaban ansiosas la entrepierna del otro. Sentí como la verga de Marcos se ponía dura y crecía que parecía que reventaría el pantalón. Perdí la noción del tiempo, solo me dejé llevar y disfrutaba cada beso, cada caricia y cada manoseada que recibía en mis nalgas y mis pequeñas tetas. Poco a poco la ropa fue cayendo al piso hasta que llegamos al cuarto de mis papás. Ahí lo hicimos.

Yo ya estaba casi desnuda, solo vestía mi cachetero. Marcos ya se había sacado la camisa y él me apuró a quitarle el pantalón. Aún no me lo creía, estaba ahí a punto de hacer aquello que antes solo pasaba en mi mente.

Marcos: híncate, quiero que me la mames.

Yo: espera… despacio… es la primera vez que voy a hacer esto.

Comencé a mamar despacio con un poco de timidez. Después de agarrarle gusto poco a poco fui haciéndolo con más ritmo. Lamía con la lengua suavemente la cabeza pero a la vez hacia presión con los labios, succionando como si de una paleta de caramelo se tratase.

Marcos: oooooh si, así putita, que rico me la mamas.

Estuve hincada mamándosela como 10 minutos. Entonces me levantó y me aventó a la cama…

Marcos: abre tus piernas putita. Te voy a dar lo que tanto quieres.

Yo: si amor, ya métemela. Pero ve metiéndola despacio por favor.

Le rogaba con la mirada que penetrara mi panocha, que en ese momento ya estaba húmeda y caliente. Entro despacio pero al cabo de unos minutos empezó a bombear con más ritmo y fuerza.

Yo: ooh si, asi mi amor, aaaagh que rico. ¡Cógeme amor, que rico!

Marcos: eso, así, gózalo Moni. Sé que eres una perrita muy caliente. Te voy a coger cada vez que se me antoje tu panocha.

Yo: si amor, cuando quieras. Oooohh… si, aaaaayy que rico… aaaaahhh

Estuvimos en la posición de misionero unos minutos y después me la sacó e hizo que se la mamara un poco. Después él se acostó para que lo montara. Sentía como su verga me llenaba muy rico y comencé a cabalgar, gimiendo del placer que sentía.

Yo. Ooh, aaaaah, si. Así me gusta amor. Aaaaah, aaaaaaah, que rico.

Después de un rato me puso en cuatro a la orilla de la cama y el de pie en el suelo me penetraba hasta el fondo.

Así enculada me dio un par de nalgadas con fuerza. Eso me excitó mucho más y comencé a moverme como loca haciendo chocar mis nalgas con sus huevos. Que rico lo estaba pasando.

Marcos: así puta, muévete rico. Eres toda una perra. Me encantas.

Yo: si amor. Me gusta soy tu perra insaciable.

De repente comencé a sentir como ganas de orinar, le dije a Marcos, pero él siguió bombeando. No tardé mucho en sentir un calor insoportable pero placentero dentro de mi panocha. Mis jugos se derramaban sobre la cama de mis papás. Marcos también estaba a punto de acabar…

Marcos: voltéate perrita, te los voy a echar en tu cara.

Yo: si amor, dame tu leche en mi cara.

De pronto sentí la descarga de semen cubrir parte de mi cara y experimente esa sensación de satisfacción.

Nos quedamos acostados un rato para recuperar fuerzas y después de unos minutos salimos a buscar la ropa, que había quedado sobre el suelo, para vestirnos y salir a caminar envueltos de ese aroma a sexo. Satisfechos y deseosos de volverlo a repetir.

Así fue mi primera vez.

Espero les haya gustado mi relato.

Pronto les contaré otros secretos que guardo muy dentro de mí.

Besitos ricos a tod@s.