Mi primera vez

Esta es mi primera vez...

MI PRIMERA VEZ

Me encanta cuando deslizas tu dedo dentro de mi culo mientras follamos o incluso mientras me comes el coño, pero siempre me he negado a que me la metieras en él. Siempre has sido tan paciente conmigo en ese aspecto, dejándome que me lo pensase bien. Así es como tendría que ser siempre entre dos amantes. Si me hubieses obligado, sabes que te hubiera dejado en menos que canta un gallo.

  • No sé -te digo siempre- Seguro que duele.

Tú no dejas de decirme que es posible que al principio duela, pero que estás seguro de que acabará por gustarme.

Era una noche ya bastante tarde y estabas ayudándome a cerrar el bar. Todo el mundo se había ido menos nosotros, así que nos sentamos en la barra. Nos pusimos a ver en la tele una película porno de esas que ponen de madrugada en uno de los canales vía satélite, bebimos un par de tés y comimos palomitas.

Casualmente, habíamos puesto uno de los canales más fuertes. Las escenas eran calientes y salvajes. Los protagonistas eran un tío bien plantado y una rubia preciosa. Él le estaba metiendo la polla por detrás. Nunca antes había visto una película porno como esa. Mientras él metía y sacaba lentamente la polla de su culo, ella gemía escandalosamente. Estudiando con cuidado sus expresiones y emociones, podría decirse que ella estaba disfrutando de veras. Mientras seguía mirando atentamente la película empecé a ponerme cachonda. Te miré de reojo y vi cómo apretabas el mostrador con fuerza.

  • ¿Más té, cariño? -te pregunté.

Agitaste negativamente la cabeza, y al echarte un vistazo pude ver cómo tu polla presionaba ya tus vaqueros. Quizás podría "intentarlo" esta noche. Me puse a meditarlo.

Unos gemidos de placer me devolvieron a la gran pantalla. La tele de mi bar es casi como una pantalla de cine y podía verme a mi misma en el lugar de la chica, siendo empalada por el tío de la película. Me estremecí solo de pensarlo. De momento, el tío ya tenía dentro del culo de la chica unos 18 cms., mi respiración se aceleraba. Sentí tu presencia detrás mío y besaste mi cuello, mientras rodeabas mi cuerpo con tus brazos hasta tocar mis pechos. Una de las manos se desvió en dirección a mi culo, acariciándome a través de las bragas.

Tus manos estaban a la altura de mi cintura, tirando de mis pantalones y bajándomelos para dejar mi culo a la vista. De una patada me quité los zapatos y acabé de sacarme los pantalones, luego me giré para besarte. Tus manos se abrieron camino bajo mi camiseta y yo paré un momento para quitármela, animándote a que hicieras lo mismo. Mis manos fueron a tu bragueta y te la despasé, metiéndolas dentro para liberar tu polla.

  • Me encanta que me saludes así -dije, mirando cómo tu polla salía disparada de tus pantalones.
  • Cállate y bésame -me contestaste, respirando fuertemente mientras yo te abrazaba con fuerza metiéndote la lengua hasta el fondo de la boca.

Tiré de tus vaqueros hasta que estuviste tan desnudo como yo. Me agaché para comértela, mientras con un dedo jugueteaba en tu ojete. Con un gruñido me cogiste en brazos, rodeaste la barra y te dirigiste hacia las escaleras. Cuando llegaste arriba del todo, te detuviste.

  • La habitación de la izquierda -dije.

Me miraste un instante, sabiendo que esa no era mi habitación, sino una de las habitaciones en que trabajaban las chicas.

  • No hay nadie... Todos se han ido a casa. Les he dado dos días de vacaciones, ¿recuerdas? -dije, advirtiendo tu confusión.

Abriste la puerta y me llevaste al interior dejándome sobre la enorme cama que allí había. La habitación no tenía nada de especial. Al fondo del pasillo había un par de suites Fantasía, como yo las llamaba, pero esta no era una de ellas. Estaba allí por lo que había en el cajón de la mesita.

  • Quiero comértelo -dijiste, mientras deslizabas un dedo en mi húmedo coño, metiéndomelo luego en el culo.

Apreté el culo alrededor de tu dedo y pegué mi coño a tu cara. Metiste otro dedo en mi culo y mi boca puso la directa hacia tu polla. Por la forma en que me lamías el coño me di cuenta de que no podrías concentrarte en ello mientras yo estuviese comiéndotela. No es por presumir, pero nunca he tenido quejas de mis mamadas.

  • Cariño, en ese cajón hay algo que quiero que cojas -dije, señalando la mesita de noche lacada de negro.

Rodaste sobre la cama y abriste el cajón. Tus ojos se salieron de las órbitas cuando cogiste el tubo de vaselina.

-¿De verdad que quieres intentarlo, Claudia? -me preguntaste sorprendido. - Sí, y sé que serás dulce conmigo -te respondí.

Me levanté y bajé un poco la intensidad de las luces, accionando un interruptor que puso una suave música y otro que sembró la habitación de un ligero perfume de incienso.

  • ¿Te gusta? -te pregunté.

Sonaba una suave melodía jazz, que era tu música favorita. Sonreíste. Pusiste tus manos detrás de mi cabeza y me atrajiste hacia ti. Mientras nos besábamos, pegué mi coño contra tu cuerpo. Estaba tan húmeda con la sola idea de ser follada por el culo que sentí la primera punzada de un orgasmo. Acariciaste mi pelo y me besaste en los labios, en la nariz, en los ojos.

  • Te lo prometo -dijiste- Si te duele, simplemente dímelo y pararé.

Eso es lo que siempre me ha gustado de ti. No piensas solo en ti mismo sino también en las necesidades de tu pareja. Rodeé tu polla con mis manos, acariciándola toda. Tocaste mi clítoris y gemí cuando tus dedos recorrieron mi raja de principio a fin, entrando finalmente en el interior de mi coño. Como yo me apretaba contra ti cada vez más, me apartaste suavemente y comenzaste a chupar mis pechos, pasando tu lengua luego hacia abajo, deteniéndote en mi ombligo y llegando por fin a mi afeitado pubis. Gemí de placer.

Me tumbaste de espaldas y, abarcando mi culo con tus manos, comenzaste a lamerme el coño otra vez. Normalmente por cada orgasmo de los tuyos, yo tengo varios, pero tú me querías lo más relajada posible. Deslizaste un dedo dentro de mi coño, adentro y afuera hasta que estuvo lubricado con mis jugos, y entonces me tocaste el ojete.

Me abriste ligeramente las nalgas y me metiste la punta del dedo en el culo. Con tu dedo allí, me lamiste el clítoris, lentamente. El aroma de mi coño se hizo más fuerte y tu boca se iba poniendo cada vez más húmeda. Empecé a apretar tu dedo con mi culo.

  • Yo... -empecé a decir, pero no pude acabar.

Me metiste el dedo completamente en el culo y empezaste a moverlo atrás y adelante al mismo ritmo que tu lengua. Empecé a gemir. Me mecía arriba y abajo sobre tu dedo mientras me lamías el clítoris. Suspiré, me detuve, y me relajé.

  • No quiero tu dedo -te dije- Quiero lo otro.
  • ¿Estás segura, Claudia? -preguntaste dulcemente.

Te respondí rodando por la cama de forma que dejé mi culo en dirección a ti. Pasé mis manos sobre él a modo de invitación y luego alrededor de mi clítoris. Me estremecí. Te pusiste un poco de vaselina en el dedo y tocaste mi agujero.

  • Ay -me quejé- Está frío.
  • No será por mucho tiempo -aseguraste.

Me pasaste el dedo por todo el agujero, para luego metérmelo dentro. Como ya estaba lubricado por la vaselina y por nuestros anteriores juegos, se deslizó hasta el fondo. Lo sacaste y te pusiste un poco de vaselina en la punta de la polla. Al acercar tu polla a mi agujero, me estremecí y empujé hacia atrás. Te costó un poco de trabajo y mucha paciencia, pero por fin tu glande desapareció en mi culo. Te detuviste un momento, y abriendo más mis nalgas, me metiste la polla más profundamente. Tocaste un músculo en mi interior y salté.

  • Detente un segundo -susurré, apretando los dientes mientras una ola de dolor parecía recorrer todo mi cuerpo. Quizá había cometido un error... pero el dolor comenzaba a desaparecer.
  • ¿Quieres que lo deje? -dijiste preocupado.
  • No -te dije- Solo dame un poco de tiempo para acostumbrarme.

Te pusiste debajo de mí y acariciaste mis pechos, pellizcándome cada pezón con suavidad.

  • Oh sí, eso es -murmuré.
  • No hay prisa -me dijiste, frotando mi pubis con una mano. Levanté ligeramente la pierna y pasaste un dedo por mi raja- Tenemos toda la noche.
  • Más adentro -te pedí- Hazlo ahora.

Deslizaste tu polla de nuevo en mi culo. Di un respingo, luego atravesaste el músculo que antes tanto daño me había causado y a partir de ahí tu polla se deslizó con toda facilidad. Adentro. ¡Estabas dentro de mi culo! ¡Toda entera! Solo de pensarlo casi te corres.

Me mecí lentamente adelante y detrás. Tu polla entraba y salía de mí. Me dejaste llevar las riendas un rato para acostumbrarme a la extraña sensación de sentir una polla dentro de mi virgen culo.

  • Oh, Claudia... -decías.

Tu voz sonaba como si estuvieses haciendo un gran esfuerzo por evitar correrte. Apreté mi culo y gruñiste sonoramente. Mientras yo seguía meciéndome sobre tu polla, mi aliento se volvió más entrecortado y me metí los dedos en el coño, dándome placer.

  • Lo tienes tan estrecho... -podía oírte murmurar, mientras tomabas el control de la situación.

Cogiéndome de las caderas me atrajiste hacia ti. Podía sentir cada centímetro entrando y saliendo de mí, así como tus huevos golpeándome. Mis dedos continuaron trabajando con mi coño, entrando y saliendo de él. Es posible que no a todas las mujeres les guste que se la metan por el culo, ¡pero a mí de veras que sí me gustaba!

  • Ven a mí -susurré- Entra en mi culo.
  • Como tú quieras -dijiste y detuviste un momento tus caricias para besarme en el cuello.

Gemí con fuerza, metiéndome los dedos con más furia, mientras tus caderas me embestían cada vez con más rapidez. Te apreté la polla con tanta fuerza que gruñiste ruidosamente y te quedaste parado, el esperma estalló en mi interior.

Con un violento estremecimiento, me apreté contra tu polla. Mi culo se cerró con fuerza y mi cuerpo se sacudió violentamente mientras empezaba a aparecer mi orgasmo. Pero tú aún no habías acabado conmigo. Ciego de locura, embestiste mi culo una y ora vez. Con un último empujón, tu corrida llegó hasta el fondo de mi culo. Te corriste con tanta fuerza que notaste como tu semen salía disparado fuera de mi ojete hacia ti, derramándose por toda tu polla.

Cansados los dos por el esfuerzo, caímos rendidos, tú encima de mí. Podía sentir tu peso, pero todo estaba bien. Aún podía sentir las oleadas finales de mi orgasmo. Cuando los efectos de nuestros orgasmos se desvanecieron, te apartaste y noté cómo tu polla se deslizaba fuera de mí. Durante un momento me sentí vacía.

  • Lo siento -dijiste. Te atraje hacia mí y te besé.
  • Ha estado bien -dije con un suspiro- De verdad.
  • ¿En serio te ha gustado, Claudia? ¿De veras? -preguntaste más animado- ¿Te ha dolido mucho?
  • Al principio -dije sonriendo, mientras me sentaba en la cama- Pero solo fue un momento gracias a que un amante muy especial lo convirtió en algo que acabó valiendo la pena.

Salí de la cama, y me dirigí a la ducha.

  • ¿Que tal una ducha? -propuse- Luego haré algo para desayunar... que ya es hora.