Mi primera vez con una mujer

Tenia quince años y estaba deseoso de estrenarme con una mujer, lo se llama HACER EL AMOR yo entonces a mi corta edad oía a los mayores que decían CASARSE y yo estaba mas que impaciente por casarme y la ocasión se me presento un verano en un cortijo de la campiña con una mujer mayor.

MI PRIMERA VEZ

La primera vez que hacemos el amor la mayoría solemos salir de esa primera vez un poco decepcionados, por no haber salido todo lo bien que esperábamos, por lo que habíamos leído o nos habían contado. Nerviosismo, miedo a lo desconocido, no saber qué hacer, como hacerlo, son las excusas que solemos poner por no haber sentido todo eso que esperábamos íbamos a sentir a mi no me paso nada de todo eso.

Aunque la redacción de este relato no sea un prodigio gramatical, primero porque no soy escritor y es la primera vez que me atrevo a escribir y publicar un relato, puede herir sensibilidades con frases mal sonantes, pero he intentado ser lo más ajustado posible a lo que sucedió y como esa tan esperada primera vez con una mujer.

Espero me perdoneis si es un poco largo, pero es así como deseo contarlo. En un proximo relato intentare eliminar frases que puedan herir la sensivilidades.

Era el primer año que viajaba con el grupo de temporeros que por llamarlo de alguna manera comandaba mi padre, en esos años nosotros lo llamábamos el manijero comiéndonos la jota acentuando la ee, maniero. A mí se me encargó la misión de abastecer de agua al grupo que recogía el algodón en el campo. Se empezaba la jornada cuando el sol comenzaba a calentar y se paraba de recoger a la puesta, después a la pesa del algodón recogido y se llegaba al cortijo  cuando ya había oscurecido.

Haciendo un poco de historia sobre mi vidad, era un chico que se me despertó muy pronto el deseo por el sexo, tenía once años y ya me la pelaba (masturbaba)  como se suele decir, más que un mono. Entre los once y los catorce años no había animal en los corrales de mi casa que no hubiera intentado metérsela, naturalmente no con todos tuve excito, si con una cochina (cerda) de cría grande  que teníamos y cuando mi madre se ausentaba de casa aprovechaba y me la cepillaba (follaba), creo que a la guarra (cerda) hasta le gustaba. También conseguí tirarme a la cabra. La cabra tenía el coño, por llamarlo de alguna manera muy estrecho no se estaba quieta y me costaba metérsela, (penetrarla). Cuando lo conseguía y me corría dentro hasta me temblaban las piernas mientras le vaciaba los huevos (testículos) dentro de su estrecho coño.

También me había follado la burrita de mi amigo paturro, a la burra nos la pasábamos por la piedra todos los de la pandilla uno detrás de otro a cambio de alguna compensación, nunca económica porque no manejábamos un chavo (un real) ninguno.

Espero nos os hagais una imagen falsa, no eramos unos enfermos, ni unos monstruos, solo eramos unos crios en un pueblo perdido en medio de la nada que daban rienda a sus apetencias sexuales de la unica manera que podiamos, algo que era no voy a decir normal, pero si mas comun de lo que las gentes que no sean de pueblos pequeños puedan creer. eso en esos años era algo casi “normal”..

Hecha esta aclaración no hace falta decir que no se podían tener más ganas de conseguir metérsela (follarme) una mujer. La ocasión se me presentó ese primer año que acompañaba a mi padre con un grupo de temporeros del pueblo y algunos otros de pueblos de alrededor a la recogida del algodón en la campiña de Córdoba.

Como decía estaba frito (deseoso) de por fin saber que se siente cuando le metes la picha (pene) en el coño (vagina) a una mujer, según alguno de mis amigos mayores que lo habían hecho con prostitutas se sentía un gusto (placer) tan grande (fuerte) que te dejaba sin respiración y yo no dejaba de pensar y desear que llegara ese momento y poder sentirlo.

Se presentó esa primera ocasión ese año con la mujer del encargado del cortijo (la casera). Al año siguiente lo hice con una temporera de otro grupo que venia de otra provivncia y que  también estaba en el cortijo, era mucho más joven que la casera, pero esa historia la colgare otro día ahora volveremos a la casera.

La mujer del encargado del cortijo se llamaba Tomasa y era una mujer que a simple vista viéndola con aquellos ropajes oscuros y anticuados, un pañuelo tapando su larga cabellera negra, nadie que no conociera su edad diría que tenía menos de 55 o 60 años, pero lo cierto era que según me confeso estaba más cerca de los cuarenta que de los cincuenta y doy fe de ello que cuando la vi por primera vez desnuda no tube dudas de que no me habia mentido, decir que me sorprendó seria decir poco.

En el grupo de temporeras había dos mujeres, una casada y otra soltera que me traían por la calle de la amargura, con sus bromas y chistes picantes, (excitado todo el día) la polla (pene) dura todo el día y por las noches cuando la mayoría de gente ya estaba en la cama yo solía salir del cortijo a la parte de atrás donde había lo que llenaban la almeja, un montón de balas de paja y en un recodo entre las balas de paja descargaba la adrenalina, me la meneaba liberando el peso del deseo acumulado en las alforjas (huevos, testículos) durante todo el día.

En esos años me fijaba en las mujeres con grandes tetas y un buen culo, soñaba con el día que pudiera colocarme encima de una y hundirle la polla (pene) hasta el fondo, no es por presumir  no voy a decir que mi polla (pene) en esos años fuera descomunal como estoy cansado de leer en muchos relatos, 25 cm y hasta más, pero en honor de la verdad aunque yo en esos años no era consiente tenía muy por encima de la media, de hecho mis amigos en nuestras correrías pajeras o cuando nos tirábamos (fallábamos) a la burra de nuestro amigo paturro, se cachondeaban y  burlaban del tamaño de mi pene, decían que parecía la picha (pene) de un burro más que la de una persona.

Yo estaba deseoso de poder comprobar si lo que contaban algunos de mis amigos mayores  que lo habían hecho, (follado) con prostitutas, y decían que el gusto (placer) que se sentía era tan grande que  te dejaba sin respiración, yo estaba más que deseoso de poder sentir eso tan fuerte que ellos decían haber sentido. Había intentado varias veces poder ir con ellos para hacerlo con alguna prostituta, pero siempre me habían rechazado porque decían que era menor de edad y si las pillaba la guardia civil las metían en la cárcel  y por eso no se arriesgaban.

Volviendo al relato que nos ocupa, cada noche cuando la mayoría de la gente se había ido a la cama yo salía del cortijo con la excusa de echar una última meada, (hacer pis) antes de irme a dormir y lo que hacía era hacerme una paja,

(masturbarme

).

Una de las noches cuando ya salía del escondite después de haber descargado la adrenalina acumulada en los testículos, mientras me guardaba el cacharro de mear (pene) dentro de los pantalones me pareció escuchar un ruido y al girarme me pareció ver la silueta de una persona que corría como alma que persigue el diablo hacia la esquina del cortijo desapareciendo sin que pudiera ver bien quien era.

Si en ese momento hubiera tenido que decir si una mujer o un hombre me hubieran inclinado por lo primero, pero sin estar seguro.

Los habitáculos, (habitaciones) en las que dormíamos por familias en el cortijo solo estaba separadas por unas gruesas lonas que de lo único que privaban era de la visión pero no del ruido y se podía escuchar todo lo que pasaba al otro lado, los innumerables ronquidos de algunas de las personas que ya domina. Mientras me visitaba el sueño pensaba que aunque no era lo normal ya que las mujeres tenían un  espacio para hacer sus cosas, se lavaban, se cambiaban o hacían sus necesidades en lo que llamábamos un pozo ciego, aunque algunas de las mujeres en alguna ocasión las había visto salir y volver a entrar pasados unos minutos, supongo salían a airearse el conejo (coño) y que a lo mejor al percatarse de que no estaba sola había salido disparada (corriendo) para que no la reconocieran.

No le di más importancia y seguí con mi rutina noche tras noche. Habían pasado como tres o cuatro días de esto cuando uno de los días sobre las doce y media me encontraba en el pozo rellenando los cantaros (recipientes) de agua fresca para volver al tajo y que la gente tuviera el agua fresca a la hora del almuerzo (comida) cuando se me acerco la casera del cortijo, (mujer del encargado) y me pidió si le podía sacar dos cubos de agua argumentando que le dolía mucho la espalda cuando tiraba de la carrucha.

Antes en la mayoría de pozos aun no había bombas para sacar el agua y se sacaba a manualmente, con un cubo y una carrucha.

Le conteste que claro que sí que lo que necesitara. Entonces me contesto algo que en ese momento yo no entendí. ¡¡¡ Pues muchas gracias lo tendré en cuenta, a veces se necesita algo y no sabes decírselo a la persona  porque no se sabes si puede o quiere dártela!!!

No debieron ser esas sus palabras, era una mujer de campo, pero es como yo hoy al escribir el relato quiso decir a su manera. Le llene los dos cubos y mientras lo hacía la señora muy amable me preguntó cómo me llamaba, cuantos años tenía,  de donde éramos, si también estaban mis padres o algún hermano, una conversación de lo más normal. Lo que no fue tan normal fue los que me dijo mientras caminaba de espaldas hacia la puerta del cortijo.

-- ella: Te vas poner enfermo si haces mucho eso que haces todas las noches detrás del cortijo en la almeja.

La almeja para los que no lo sepan es como se le llamaba al montón de balas de paja que se recolectaban y guardaban para la comida de los animales en el invierno.

Me quede un poco desconcertado al oír a la mujer sin saber muy bien que me quería decir, aunque había muchas palabras que no entendía. En Andalucía cada región tenía su manera de llamar a las mismas cosas y mientras iba de vuelta al tajo con el agua fresca no dejaba de pensar intentando descifrar que me había querido decir con lo de que a veces necesitas algo y no sabes cómo pedírselo a una persona y luego con si hacía mucho lo que hacía cada noche detrás del cortijo me a poner enfermo. Esto último sí que estaba claro que la mujer sabía que cada noche salía a pelármela (masturbarme) llegando a la conclusión que la señora que se llamaba Antonia me espiaba y sabía lo que hacía cada noche detrás del cortijo.

Al día siguiente no es que volviera al pozo con miedo, pero si un poco intranquilo y nervioso porque no reconocerlo, no dejaba de pensar en las palabras de la mujer, que responderle si la señora al verme volvía a venir a hablar conmigo.

Al día siguiente cuando vine a por agua no la vi,  tampoco esa noche fui al almeja a pelármela (masturbarme), cambie de sitio porque pelármela tenía que hacerlo si quería dormir, las mujeres dela tajo con sus charlas, chistes y bromas sobre el sexo me tenían empalmado, (excitado) todo el día.

Debieron de pasar varios días hasta volver a coincidir con la casera y fue entonces cuando ella me preguntó porque había cambiado de sitio, que llevaba noches sin verme,   privándola del único momento del día en el que se olvidaba de todo. No debieron ser exactamente esas sus palabras porque ella no se expresaba así, que le había privado de ese ratito de alegría que tenía cada noche viendo como me la machacaba, ella decía machacar y no pelármela ni masturbarme. Que se calentaba como una perra  viéndome cada noche como algo tan grande, gordo y hermoso devolvía (vomitaba) chorros de leche (semen) y se desperdiciaban cuando su chichi (vagina) estaba tan necesitada de la regaran.

-- ella: No te creas que soy una guarra de esas que se casan (follan) con el primero que pasa, te veo tan necesitado como lo estoy yo y podemos darnos gusto (placer) el uno al otro si tú me juras que mantienes la boca cerrada, porque si se enterara mi mario (esposo) nos mata a los dos, yo esta noche te esperaré en el almijá si tu quieres, pero tienes que tener cuidado que no te vea nadie salir.

Fue entonces cuando me confesó que su marido hacía años que no se le ponía dura la picha (tiesa) y al ver que yo estaba tan necesitado  había pensado que ella podía ayudarme a mí y yo a ella, que no había podido estarse callada como me machacaba el nabo cada noche. Era otra de las maneras que ella llamaba al pene, que tenía un cipote muy hermoso para desperdiciarlo y era una lástima que habiendo mujeres tan necesitadas como ella me la tuviera que machacar (masturbar) en vez de poder meterla en un chichi (vagina) caliente y necesitado como era el suyo.

Que tenía un nabo muy hermoso, mucho más largo y gordo que la de su marido cuando le funcionaba porque hacía ya años que a su marido no se le ponía tiesa por culpa del vino, (alcoholismo) y era una lástima que algo tan hermoso estuviera tan desaprovechado. Me dijo que su marido se iba pronto a la cama, que ella estaría al tanto y cuando me viera salir vendría a la almija y podíamos (echar un polvo) que seguro me iba a gustar más que machacármela.

Aunque a algunos os parezca irreal la manera como lo estoy relatando y que me lo estoy inventando y aunque lo jurara y perjurara no me ibais a creer pero fue así como sucedió, aunque quizás el vocabulario no fuera tal cual porque han pasados muchos años y en esos años el vocabulario andaluz era algo diferente dependiendo de qué provincia habláramos, quizás ella empleara algunas palabras diferentes, quizás no, seguro ya que era una mujer muy de campo y hablaba omitiendo la mitad de las palabras.

Fue tal y como intento escribirlo, en Andalucía en cada provincia cambiaban las palabras para decir lo mismo, pero fue tal cual lo cuento, la señora me propuso tener sexo con ella si sabía tener la boca cerrada, vamos no contárselo a nadie.

Ni que decir tiene que ese día no me pasaba por el gasnate (garganta) ni el agua, hasta mi padre se dio cuenta y me preguntó si me pasaba algo, si estaba malo (enfermo).

Estaba tan nervioso que tuve dudas en volver a la almijá, nunca había estado con una mujer, aunque a ella le había dicho que sí. Hacía tiempo que lo deseaba y ahora tenía la oportunidad de por primera vez saber lo que sentía cuando se la metías (penetrabas) a una mujer, pero estaba cagado (nervioso, tembloroso) dudando en si atreverme a dar el paso.

Iban pasando los minutos que se me hicieron eternos y cada vez estaba más nervioso y la picha se me había encogido hasta casi ni notarla. No paraba de comerme la cabeza pensando en que así no podía presentarme ante una mujer, que se iba a reír de mí y al final decidí no acudir a la cita.

Casi no pegue ojo (dormí) esa noche pensando en que le iba a decir cuando me preguntara porque no había ido, solo de pensarlo entraba canguelo, (nervios), que excusa ponerle  cuando viniera al pozo, porque estaba seguro que vendría como así fue.

La hora de la comida, almuerzo como lo llamábamos era a la una, 13 horas. Unos minutos antes de las once y media puse rumbo al cortijo por el agua fresca para la comida. Aun no había sacado el primer cubo de agua cuando la vi salir del cortijo y dirigirse hacia el pozo. Nada más llegar me preguntó:

-- ella: ¿Qué te paso anoche que no viniste? Te estuve esperando mucho rato.

-- yo: Lo siento, es que mi padre me encargo escribirle a mi madre.

Ella se dio cuenta de mi nerviosismo, yo le había mentido, cuando me preguntó si ya me habia acostado (follado) con mujeres, ella decía casarse, era su manera de decir, tener sexo. Le dje que si por hacerme el hombre

-- ella: ¿No lo has hecho nunca verdad? me dijiste una mentira y aun nunca has hechado un polvo. – ella: No te avergurnces no pasa nada, estate tranquilo que yo te voy a enseñar.

Si le seguía mintiendo era peor porque si llegaba ese momento que tanto deseaba ella se daría  cuenta que no tenía ni puñetera idea de que hacer, solo sabía que había que meter la picha (pene) en el coño, ella decía chocho.

-- ella: ¿Nunca se las has metido a una mujer en el chocho, a que no?

Al final le confesé la verdad, que no había estado nunca con una mujer y vi en su cara no vi un gesto de decepción sino más bien lo contrario, estar más contenta que enfadada por el plantón de la noche anterior.

-- ella: No te preocupes, no tengas miedo yo te dire lo que tienes que hacer y como, ven, vamos a la casa.

-- yo: ¿Ahora?

Fue lo único que me salió.

-- ella: Pues claro, con las ganas que veo que tienes y las que yo tengo los dos nos vamos vaciar, (correr) en un Santi amen, (enseguida).

Me cogió del mano y me llevo al botijo entramos y fuimos directos al cuarto, (habitación) donde dormia había una cama grande.comenzÓ a quitarse la ropa invitándome a que yo hiciera lo mismo.

-- ella: Venga espavila y sacate los calzones, (pantalones).

Llevaban vestido oscuro largo que caso le llegaba a los tobillos abotonado desde el escote a la pintura. Cuando se lo desabrocho aparecieron ante mis ojos unas tetas grandes, blancas como la nieve con dos pezones grandes negros en medio (centro) de dos grandes círculos marrones. Dejo caer el vestido al suelo quedando en bragas, unas bragas blancas que le llegaban por encima de la cintura. Me miro para meterme prisa.

-- ella: Espabila que no tenemos todo el día, si tardas mucho te van a preguntar porque has tardado y supongo que no le vas a decir que por estar casándote con la casera del cortijo ¿verdad?

Me dio la espalda mientras se bajaba las bragas y luego se echó en la cama boca arriba y se quedó orándome. Yo llevaba aun los calzoncillos puestos y mi picha (pene) casi ni me lo notaba, lo tenía arrugado (flácido).

-- ella: Ven échate aquí conmigo, y no te preocupes, no estés tan nervioso que veras como se te levanta, te la pongo dura en un Santi amen (momento).

Por primera vez le vi el coño a una mujer, la señora tenía una enorme y negra mata de pelo (pelambrera) negra entre las piernas que  le llegaba casi al ombligo. Me tumbe a su lado más nervioso que un flan, ella me saco los calzoncillos y comenzó a manosearme el pene y los testículos  mientras me miraba con cara de vicio y enseguida mi pene comenzó a tomar vida poniéndose tiesa y dura en un abrir y cerrar de ojos, (rápido).

-- ella: Me cago en la ostia nene menudo picharrón te gastas (tienes) y que gorda, ya me empieza a babea el chocho solo pensar en tenerla dentro, ¿Que creías que no te ibas a empalmar, (poner tiesa)

Me cogió una mano y se la llevo entre las piernas y sin soltarla se las restregó en el coño.

-- ella: Así mi niño, tócame el chocho.

Note que lo tenía muy caliente y mojado. No pasaron más de dos minutos antes de que me dijera que me pusiera encima de ella,

¿Entre sus piernas? Ella que aún no había soltado mi pene lo coloco entre lo que note algo muy caliente y me dijo que apretara.

Si tuviera que explicar con palabras la sensación, lo que mi cuerpo experimento en ese momento, cuando la punta del capullo, también llamado glande sintió el abrazo de los grandes, calientes y húmedos labios vaginales, me sería imposible. Mi cuerpo comenzó a temblar, se me aceleró la respiración y el corazón me latía como un caballo desbocado. Del nervioso debí apretar como si en ello me fuera la vida y ella me tuvo que frenar.

-- ella: Para hombre, para, poco a poco, que el chocho se me ha cerrado y con este pedazo de cipoton (pene) tan grande que tienes le cuesta entrar, despacio poco a poco ve achuchando y veras como entra toda.

En el primer apretón entro más o menos la mitad que fue cuando ella se quejó, luego de varios más con menos ímpetu se la clave (metí) toda hasta notar en mi barriga la suavidad de la mata pelo (vello púbico), notaba como algo apretaba el pene, debía ser el agujerito donde un día debió estar su virginidad (himen) y que al no haber parido (dado a luz) y su marido como ella decía tenía una pichilla muy pequeña (delgada) pues no se le había ensanchado el coño (vagina.

Me dijo que la culeara (moviera) hacia atrás y luego otra vez apretara hasta metérsela toda. Poco a poco fui cogiendo el ritmo del meter y saca, nunca lo había hecho con una mujer pero el mete y saca con la burra del amigo paturro lo había practicado, aunque no era igual, a la burra la fallábamos de pie y ahora estaba tumbado encima de ella y hasta descubrir que si me apoyaba en las rodillas podía culearla bien debieron pasar unos minutos.

Una vez logrado el sintonizar los mete y saca en no más de cinco minutos sentí como los huevos (testículos) se me encogían y la sensación que el pene comenzaba a vomitar semen, ella decía chorros de leche. Ella al notarlo comenzó a resoplar y estrujando con fuertes apretones mientras de su garganta salían palabras entre gruñidos difícil de entender, solo los ayyyyyyyyyyy, ayyyyyyyy eran entendibles. Ella estaba segura que en el cortijo no había nadie porque si no creo que dejara escapar aquellos resoplidos, más que gemidos gruñidos de placer que escapaban de su garganta.

-- ella: Siguee, siguee no pares, no pares, achucha (aprieta) más fuerte, aprieta más fuerte, ayyyy, ayyy niñooo, niñooo, que gusto más bueno, que lecje as calentita siento que me estas echando, no pares, sigue dándome achuchones, culea mas fuerte, (rapido) que ya me viene, que me voy a vaciar, (correr), ayyyy, ayyyy, que gusto mas bueno, queganas tenia de sentir un buen cipote (pene) dentro del chocho, yaaaaa, ayyyyyy, ayyyy, yaaaa me viene, me viene, me vacio, (corro), ohhhhrrrr, me vacioooo, ayyyyy, ayyyy, échamela, échame la lecheee, todaaa vaciate, vacia hasta que no te qued euna gota, AHHHHHHHHHH.

Dejo de moverse, comenzó a dejar escapar sonidos como ronquidos, resoplidos sin parar mientras notaba como sus grandes tetas (pechos) subían y bajaban, se podían oír los latidos tanto su corazón como del mío. Arqueaba el cuerpo levantando el culo hacia arriba y se dejaba caer en la cama que chirreaba amenazando desmontarse, (romperse).

No sé si debieron pasar 30 segundos, dos minutos o media hora, sentí como ella me movía diciéndome.

-- ella: Venga levántate y márchate que si no van a venir a buscarte.

Abrí los ojos y observe como con las bragas se limpiaba entre las piernas el semen que le debía bajar por los muslos mientras me decía con una sonrisa de vicio y la cara totalmente enrojecida.

-- ella: Menuda lechada me has echado, menos mal que yo ya no estoy en edad de parir que sino contenta leche (semen) me dejas preñada (embarazada) de mellizos.

-- ella: Venga vístete y márchate corriendo que no te vayan a preguntar porque has tardado tanto .

Yo creo que no articule palabra después del polvo que habíamos echado. Esa mañana salí de allí como si flotara, no notaba los pies en el suelo. Cuando ya salía por la puerta ella me dijo con una sonrisa de vicio.

-- ella: Luego por la noche si quieres lo repetimos en el almijá y sino mañana cuando vengas a llenar los cantaros lo volvemos a hacer.

Aun le bajaba el semen por los muslos y estaba pensando en volver a hacerlo, la verdad es que a mí me pasaba igual. De vuelta al tajo iba exultante, no podía creerme lo que había pasado, con palabras no se puede describir que sentía y como me sentía.

Después de esa primera vez vinieron muchos más, cada días cuando volvía a llenar los cantaros ella ya me esperaba y lo hacíamos y algunas noches lo repetimos en el almijá sobre la paja. Aquella mujer quería recuperar conmigo todos los polvos que no había echado en los últimos años, era insaciable, hacía que me corriera dos veces antes de parar, cuando ella se había corrido varias veces no podía saber las veces porque no paraba en todo el rato de gruñir, resoplar, de decir palabrotas entrecortadas acompañadas de ayayay, que gustoso más bueno y pedirme que le diera más fuerte y se la metiera más adentro.

Cuando llego el día de marcharnos me sentía triste al ser consiente que hasta el año siguiente si es que volvía iba a tener que volver a las pajas y la burra del amigo paturro.

Espero que os haya gustado, aunque este mal redactado y con muchas faltas gramaticales es culpa del traductor de Word.