Mi primera vez con un profesor (Primera parte)

Cuando tienes que decidir entre tu cuerpo y aprobar una materia, suceden historias como esta.

Mi primera vez con un profesor

Primer atento aviso: Este relato es la primera parte de al menos dos partes en las que tengo pensado dividir este relato.

Segundo atento aviso: Mis relatos son largos, pero intento que sean fieles a la realidad y es por eso que estos relatos no son sólo sexo, sino que cuentan el hecho de la historia.

Tercer atento aviso: En comentarios de mis lectores en otros de mis relatos, me han hecho notar que no todos los hombres son 'malos', tal cual los presento en mis textos. Prometo escribir un relato más soft y de amor filial en otra ocasión donde plasmaré al hombre como un ser bueno. Pero no será el caso en esta historia.

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Hola, soy yo de nuevo, Ana. Sí, ya me conoces de la saga de 'Una linda cara y un lindo culo'. Pero si acaso no me conoces, pásate por aquellas historias donde conocerás mi personalidad y físico. (Están en mi perfil)

Esa primera saga me sucedió entre los 17 y 19 años. Desde entonces ha pasado tiempo, ya algunos años. En esa edad viví mi etapa más activa sexualmente hablando y viví experiencias que una chica normal jamás piensa que vivirá.

Se que cuando leas estas palabras aún no habré terminado ninguna de mis otras historias. Discúlpame por eso n_n... mi mente es hiperactiva por las noches e imagino muchas historias distintas en poco tiempo.

Entre los 17 y 19 viví mucho sexo lésbico, viví dobles penetraciones con juguetes sexuales y cinturones. Viví orgías en varias ocasiones. Incluso viví mi primer experiencia zoofílica, que seguí reviviendo a lo largo de los años.

Mucho de lo que viví entonces lo he dejado en el pasado en un intento de regresar a ser una chica bisexual de closet, es decir, que aparento ser heterosexual y las experiencias zoofílicas las he reducido hasta el mínimo.

A diferencia de la chica de los 17, ahora estoy por terminar la universidad. Tengo un novio con el que vivo mucha intimidad, una amiga con la que intimo de vez en cuando y un par de materias que me alejan del fin de mis estudios.

Es aquí donde empieza la trama de esta historia. Ana, la chica de piernas y culo llamativo, pechos medianos a pequeños y cara de nena inocente, se ha tenido que enfrentar a su primera vez con un profesor.

Si acaso se preguntan por la veracidad de esta historia, debo admitir que es en esencia cierta. Sí, tuve sexo con un profesor para pasar una materia. Todo el contenido sexual que leerán es cierto y salvo leves momentos en los que me gusta agregar un poco de drama, lo que leerán es lo que viví hace no más de 2 semanas desde el momento en que subiré este relato.

Pero bueno... los dejaré de aburrir con tanto bla bla bla...

René es el nombre de ese asqueroso tipo. Debe estar cerca de los 40 y quizá mide unos 1.75m. Es de piel cobriza y grasosa. Tiene esa característica en el rostro que denota alcoholismo. Tiene una nariz ancha y llena de marcas por el acné. Es gordo, con una panza que le sobresale a donde quiera que va.

Él aún es mi profesor, pero yo ya he hecho lo necesario para asegurar acreditar la materia. Si te preguntas por la materia, sólo diré que se trata de matemáticas y no a todas las personas se nos dan.

'Estudia', nos dicen algunos, como si eso fuera tan sencillo. Juro que intenté tarde tras tarde estudiar para acreditar la materia 'por las buenas', pero tarde tras tarde terminé con dolor de cabeza y un sentimiento de culpa terrible.

René es el clásico maestro pervertido que espera la mínima oportunidad para desnudarte con la mirada. Ya ha sido reportado infinidad de veces en dirección y por alguna razón él sigue impartiendo. Quizá es lo malo de estudiar en una escuela de paga.

En las escuelas de paga se encuentran dos tipos de estudiantes. Los que tienen para pagar y los que estudiamos en ellas gracias a una beca que nos facilita los gastos. Yo soy el segundo tipo de estudiante. Si yo perdiera mi beca, tendría que dejar de estudiar.

La materia del 'profesor René' jamás se acredita tan sólo con el hecho de asistir a clases. Sus exámenes son capciosos, enredados, con el único fin de reprobarte. En grupos de 60 alumnos, suelen acreditar unos 5. Todos los demás, prueban suerte en el examen general de la materia, cuya dificultad es incluso mayor, pero al menos no está hecho por este profesor y por tanto no está hecho de una manera tan rebuscada. Así, los que superan el examen general también aprueban. Quizá al final acreditan la materia unos 25 alumnos de los 60 iniciales.

Este hecho hace que el profesor René se haya convertido en un estilo de leyenda estudiantil a la que todos tememos. Sin embargo, junto a su leyenda viene otra.

Cada curso, algunas chicas acreditan la materia incluso sin tener que sobrevivir al examen general. Curiosamente son chicas que se pasan toda la clase jugando con sus celulares, que no toman notas y obviamente no tienen 'ni puta idea' de la materia. Te preguntarás... ¿Cómo es que pueden pasar?... bueno, la leyenda entre los estudiantes dice, que si eres una chica de cuerpo atractivo y dispuesta a dejarte cojer por René, entonces también pasarás la materia.

Yo supe esta leyenda unos semestres atrás de tener que enfrentarme a la dichosa materia y pensé que quizá todo se trataba de exageraciones. Posiblemente era una materia difícil, pero si me sentaba a estudiar, debía sobrevivir a ella. Bueno, qué equivocada estaba.

Desde la primer clase pareciera que es en chino. Me frustré y atemoricé en la segunda clase y desde la tercera me entretuve mirando al profesor con curiosidad. Era cierto, él miraba los pechos de mis amigas y compañeras cuando estas se distraían, también lo hacía con los culos y piernas. En algo acertaba la leyenda, él era un morboso que miraba a sus alumnas.

Para la sexta o séptima clase, empecé a temer por mi beca, era obvio que reprobaría. Algunos se esperanzaban con sobrevivir al examen general, pero yo... yo sabía que aún así reprobaría. Entonces me dediqué a estudiar a diario unas horas al regresar a casa... y no logré más que asustarme más.

La leyenda decía, que si tenías buen cuerpo y estabas dispuesta a dejarte cojer, pasarías... Yo tengo buen cuerpo... la duda radicaba en si caería tan bajo para dejarme coger por 'El puerco René', como le apodaban en los pasillos.

Pasaron las clases... la 10, la 12... la 15... y llegó el rumor. Ya había caído la primera. Una de mis compañeras ya había cambiado sexo por la materia. Le había contado a una amiga y entonces todo el mundo lo supo. La chica en cuestión empezó a faltar a las clases del profesor René.

Llegó el primer examen. De los 47 alumnos, sólo lo pasaron 6. De esos 6, 3 lo hicieron con la mínima, 2 más con 7 de calificación y la chica que se había dejado cojer, obtuvo un 9. Eso reforzaba las sospechas.

Yo había obtenido un 0.5 ... la calificación más baja en mi vida.

Todas mis opciones se reducían a reprobar u olvidar una noche mi orgullo y dejarme hacer por el puerco rené lo que él desease. Al pasar de otras clases, decidí investigar un poco más. Le hablaría directamente a la chica que había obtenido el 9.

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Tardé unos días en encontrarla a solas y en la primer oportunidad, le abordé cuando la vi leyendo recostada a la sombra en zona de áreas verdes.

-Hola... ¿Eres Andrea verdad?...-

Ella me miró extrañada, ya que a pesar de cursar la misma materia, jamás habíamos hablado.

-Sí... hola...-

-Soy Ana... estudio contigo la materia del profesor René...-

Ella me miró como si ahora fuese obvia la razón por la que yo le estaba hablando.

-Ah... sí...- y volvió su mirada a su libro.

-Perdón que te moleste... quisiera hablarte de algo ¿Puedo sentarme?- alcé la voz para retener su interés.

-Siéntate...- respondió sin despegar la mirada del libro.

Se hizo un silencio incómodo.

-Si vienes por los rumores de ese profesor y yo, ya le dije a todo el mundo que no son verdad. Yo obtuve esa calificación porque estuve estudiando...- habló aún sin mirarme.

Yo seguí en silencio.

-Creo que yo sí voy a hacerlo Andrea. Tengo beca y no puedo darme el lujo de reprobar... a menos que... si tu haz obtenido un 9, quiere decir que comprendes la materia... quizá podrías darme asesorías, yo podría pagarte...- le respondí. Andrea empezó a mirarme.

Hubo más silencio.

-¿De verdad estás dispuesta a tener sexo con él?- me miró.

-Si no hay otra opción tendré que hacerlo. Si repruebo perderé mi beca y tan sólo me hacen falta unas pocas materias para graduarme...- le respondí con un nudo en la garganta.

-¿Ana... verdad?- respondió.

-Sí...- le sonreí.

-Ana... te lo voy a confiar... no sé porqué razón, quizá me parecen honestas tus palabras...-

Yo le miré con toda atención.

-Él me llevó a su departamento. Ahí tuvimos sexo en varias ocasiones...- Abrí los ojos sorprendida ante su respuesta.

-¿Cómo se lo propusiste?-

-Un día que caminaba por los pasillos, abrí mi blusa para dejarle ver un poco mis pechos y le hice la pregunta.-

-¿Cuál pregunta?-

-'Profesor... ¿no hay alguna forma en que me pueda ayudar? de verdad no quiero reprobar la materia'...- dijo con voz infantil.

-¿Debo usar esa voz?...-

-Sí... al pervertido le gustan más entre más tiernas e inocentes parezcan. Tú ya tienes ventaja en eso...- me respondió.

Guardé silencio.

-¿Debo saber algo más?- pregunté.

-No usa preservativo, así que asegúrate de comprar la pastilla de emergencia y espero que tengas mente abierta...- me respondió sin mirarme.

Se hizo el silencio una vez más.

-Sólo será una vez... ¿verdad?- pregunté.

-Si te hace lo mismo que a mí, te llevará a la bodega de deportes y ahí hablarán sobre el día y la hora. Te va a manosear un poco... y la verdadera será en su departamento...- parecía que ocultaba su mirada en el libro.

  • ¿Crees que vale la pena, Andrea?- pregunté con resignación.

-Pues... mientras todos están estresados o deprimidos, yo estoy aquí leyendo un libro sin preocupaciones... todo depende si estás dispuesta a dar tu cuerpo a cambio una noche...- me respondió mirándome a veces.

-Está bien... gracias Andrea- me levanté.

-Oye Ana, si sucede me gustaría que me cuentes cómo te fue... ¿Sí?- me respondió.

-Está bien, lo haré...- me despedí.

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Al irme, vagué por los pasillos pensativa. ¿De verdad iba a atreverme?...

Para buena o mala suerte, miré a lo lejos al profesor puerco René caminar en mi mismo sentido. El corazón empezó a latirme con fuerza y me sentí muy débil, me puse tan nerviosa que sentí mi rostro enrojecerse en segundos. Él seguía alejándose.

Era ahora o nunca. Si lo pensaba más terminaría arrepintiéndome y reprobando la materia. De todas formas, si ya había tenido sexo con mi perro, podía intentarlo con el profesor.

Abrí mi blusa para dejarla escotada, aunque por supuesto, mis pechos eran más pequeños y menos llamativos que los de Andrea. Caminé a prisa para alcanzarlo y mientras tanto practiqué una voz infantil.

-¡Profesor!- grité para que se detuviese. Curiosamente giraron la vista 2 profesores más que caminaban también por el pasillo.

-¡Profesor René!- repetí. Él se detuvo.

Cuando lo alcancé, sentí su mirada directa a mis pechos.

-Hola Ana... Buenas tardes...- saludó. Yo mantuve la mirada en el pasillo para dejarle ver mis pechos.

-Hola profesor...- respondí, cohibida.

-¿En qué puedo ayudarte?- no levanté la vista. Sentí que iba a arrepentirme, así que vomité mis intenciones.

-Hablé con Andrea, tampoco quiero reprobar... por favor...- le respondí bajito.

No pude ver si su rostro era inexpresivo como su voz o acaso le había sorprendido.

-¿Estás dispuesta a lo mismo que hizo ella?- respondió también con voz baja.

Mi corazón latía muy fuerte.

-Sí...- respondí.

-Me alegro de escucharlo Ana...- Miré cómo subió una mano y entonces decidí subir la vista. Él miraba su reloj.

-Ve a la bodega de deportes a las 2:25pm. Dile al director de deportes que deseas un balón y te dejará entrar. Yo te alcanzaré ahí... - respondió.

-Está bien...- Había sido terrible que levantara mi mirada, porque ahora miré cómo seguía viendo mi cuerpo.

-La bodega está en esta misma dirección. ¿Por qué no caminas unos 5 metros adelante de mi?- volvió a hablar.

-Está bien...- respondí, colocando mi corral a la cadera, tapándome un poco el trasero.

-No... llévalo en la mano...- me ordenó con suavidad.

Acepté y lo cargué en la mano. Empecé a caminar y sentí la sensación de que miraba mi culo al caminar, esa debía ser su intención de ordenarme caminar a unos metros de él.

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Decidí no girar mi vista y así lo hice hasta llegar a la oficina de deportes. Él no estaba detrás de mí. Me acerqué a la oficina del director y toqué a su puerta. Me recibió con amabilidad.

-Hola señorita, ¿en qué puedo ayudarla?- dijo.

-Deseo un balón de... Basketball...- respondí.

Él me miró con detenimiento a los ojos.

-¿Vienes de parte de René?- respondió. Quedé helada.

-Sí...- respondí aún sin comprender porqué él lo sabía.

-Ah..., entonces vamos..., abriré la bodega...- respondió y abrió el cajón de su escritorio. Sacó un juego de llaves y se levantó.

Le seguí caminando detrás de él. La bodega se encontraba en el mismo edificio, pero se accedía a ella sólo desde la oficina del director de deportes.

El señor tendría unos 50 años y poseía unos ojos azules muy vivos. En realidad era apuesto para su edad y siempre muy amable. Prefería 1000 veces más tener sexo con él que con el puerco René.

Abrió la bodega.

-Aquí espéralo... y no hagan mucho ruido...- habló con la misma amabilidad.

-Gracias...- respondí bajito.

Sentí su mano apretar mi culo. Guardé silencio.

-De nada...- y se retiró cerrando la puerta.

Intenté abrir la puerta y noté que sólo era posible abrirla desde afuera. Empecé a ponerme nerviosa.

Miré una silla vieja que guardaban ahí y me senté con cuidado. Saqué el celular de mi bolsa. 2:27pm.

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Unos 5 minutos después escuché unos pasos acercarse por el pasillo. Guardé mi celular y miré hacia la puerta. Pronto escuché la llave abrir y miré al director de deportes y al profesor René en la entrada.

-Gracias...- agradeció el puerco, cerrando la puerta detrás de él.

-Hola Ana...- habló con normalidad.

-Hola profesor...- respondí.

-¿Entonces estás dispuesta a lo que sea para pasar mi materia?- me preguntó con un tono morboso.

-Sí...- respondí secamente y con voz baja.

Había otra silla en la bodega. Él se retiró el saco y dejó el portafolios en el piso. Jaló la silla y la colocó frente a mí para después sentarse.

-Mira Ana... no sé si ya hayas pasado por esto, pero no soy el único profesor que hace esto aquí...- guardó silencio.

-No... nunca...- respondí.

-La mayoría de los profesores se conforman con una cogidita rápida... pero yo no. Chicas como tú creen que dejándose coger un momento van a librarse de mi materia, pero están muy equivocadas...- respondió. Yo guardé silencio.

-Yo quiero a una alumna que no me lloriqueé. Si estás aquí es porque me vas a dejar hacerte lo que yo quiera. Aquí no estás con tu noviecito que se detendrá si te duele, ¿Estamos?- preguntó.

-Sí...- respondí.

-En pocas palabras, te quiero bien sumisa Ana, serás mi putita sumisa. Si haces todo lo que yo te pida, pasarás mi materia sin problemas...-

-Sí...- repetí.

-Levántate Ana...- me pidió.

Aquí debía ser el momento en que me tocaría un poco, tal cual dijo Andrea.

Él se levantó también. Me rodeó y llevó sus manos a mi blusa. Empezó a abrirla lentamente mientras sentía su respiración en mi cuello. Yo me mantuve rígida respirando agitadamente.

Me quitó los lentes y los colocó en la silla, abrió toda mi blusa y empezó a quitármela. Primero me hizo sacar un brazo y después el otro con suavidad. Cuando terminó, sentí sus manos en mi espalda, a la altura del seguro de mi sostén hasta que logró abrirlo.

Mi sostén soltó mis pechos y también me hizo quitármelo con paciencia. Pasaron unos segundos mientras miró mis pechos aún sin tocarlos.

-Son hermosos Ana...- me susurró al oído. Me quedé en silencio.

-Sabes Ana... realmente deseaba tenerte aquí. Desde los primeros días de clases atrajiste mucho mi atención. Tu carita de nena inocente me encantó desde el inicio...- me siguió susurrando cuando sentí sus manos gordas empezar a tocar mis pechos. Seguí en silencio.

-Esos lentes en tu rostro... tu cabello bien peinado a los lados... tu ropa bonita. Esa actitud de chica pulcra, limpia... inquebrantable... jamás creí que accederías a estar aquí...- siguió hablando.

Empezó a mover sus dedos en mis pezones. Aquello era un punto débil, aquello me calentaba, me hacía gemir.

-Ahh...- escapé un gemido, hundida en la morbosidad del momento. Incluso para calentarlo a él.

-Qué hermoso gimes nena...- susurró y sentí su mano bajar por mi abdomen.

Decidí no dejar escapar más gemidos, de pronto vino a mí la idea en que me cogería ahí mismo.

-Ese porte de niña estudiosa... esa chica engreída que encubre su actitud en ser una chica que finge ser humilde...- siguió susurrando.

Su mano bajó hasta mi pantalón de mezclilla y empezó a desabotonarlo.

-Y ni qué decir de ese culo que te cargas... es tan delicioso a la vista. Redondo, salido, ese culo levemente gordo que termina en esos muslos un poco gruesos... eres una delicia Ana... y tu todo eso ya lo sabes...-

Mientras seguía susurrándome, había logrado abrir el cierre. Metió la mano por arriba de mi ropa interior.

Era increíble, pero todo me estaba calentando.

-Ahhh...- volví a gemir cuando sentí sus manos gordas presionar mi clítoris.

-Sabes Ana... me da curiosidad... tu actitud y presencia te hacen ver como una de esas chicas bonitas pero recatadas que jamás se dejarían tocar por un hombre... pero, dicen que ese tipo de chicas son exactamente las más perversas...-

Sus manos dejaron mis pechos y sentí una jugar con mi intimidad por el frente y la otra sobar mi trasero lentamente.

-Te voy a hacer algunas preguntas y quiero que me digas la verdad... porque yo te voy a coger y si descubro que me has mentido, te voy a castigar con sexo muy brusco...-

-Sí...- respondí con voz que parecía un gemido.

La mano de adelante subió y entró en mi ropa interior, abriéndose paso hasta mi vagina. Con la otra mano bajó mis jeans ajustados hasta dejármelos en las pantorrillas. Ese día usaba cacheteros (Boxer de chica) ajustados.

Jaló mi ropa interior para meter los cacheteros en mi culo como si se tratasen de una tanga. Sentí su otra mano tocar la entrada de mi vagina.

Todo esto ya era más que el 'te tocará un poco' que había dicho Andrea.

-¿No eres virgen, verdad?- susurró, cuando sentí cómo un dedo en mi vagina me penetró casi por completo.

-No...- respondí...

Sacó su mano de mi vagina y sentí que tomó mi ropa interior. Empezó a bajarla hasta que quedó junto a mi pantalón a la altura de mis rodillas.

Estaba prácticamente desnuda.

Miré cómo llevó el dedo con el que me había penetrado a su boca para lamerlo.

-¿Le has entregado este hermoso culo a algún hombre?- me preguntó, cuando sentí sus manos tocar mi culo. Abrió mis nalgas y sentí cómo intentó meterme un dedo. Yo apreté y no respondí.

Él siguió intentando meterlo, me lastimaba. Yo estaba seca ahí.

-Me lastima...- susurré.

-Te dije que nada de lloriqueos Ana... te pondré saliva si dejas de apretar... y no has respondido- dijo.

Sentí cómo colocó saliva con otro dedo y volvió a intentarlo. Empezó a penetrarme.

-No...- respondí. Sentí como lo iba metiendo, me iba ardiendo.

-¿No?... ¿No se lo has entregado a nadie?...- preguntó y me quedé en silencio.

Sentí como empezó a sacar el dedo y justo antes de sacarlo por completo, me penetró con fuerza hasta meterlo todo. Me tapó la boca con la otra mano en ese instante previniendo que gritara. Yo di un leve grito de sorpresa.

-Contesta putita...- repitió girando su dedo por dentro.

-No soy virgen...- respondí.

-¿No lo eres?... Que lástima, quería ser el primero en rompértelo...- respondió.

Guardé silencio.

-Pero si ya te han cogido por el culo, entonces aguantarás sin problemas si te meto dos dedos...- susurró y sentí temor.

Sentí cómo sacó su dedo de mi trasero y lo llevó a mi rostro. Por suerte no estaba sucio.

-Lámelos... para que no te arda...- me ordenó.

-Pero... ese dedo estuvo adentro... es sucio...- respondí lentamente y con suavidad, manteniendo mi papel.

-No te estoy preguntando eso. Lámelo...- ordenó y me quedé en silencio, inmóvil.

-Por favor, no me haga lamer eso...- pedí.

-¿No quieres...? Está bien... vas a lamer otra cosa en un momento...- dijo.

Aquello me asustó. No quería hacerle oral.

Se llevó los dedos a la boca y lamió 2 dedos, incluido el que me había metido. Volvió a mi trasero y empezó a intentar meterlos. Me lastimaba.

-Por favor... me duele...- pedí.

-Cállate Ana... ¿No entiendes lo que puta sumisa significa?-

Siguió metiéndolos hasta que mi ano le permitió el acceso, no sin un claro dolor que me lastimaba.

-Si te han cogido por delante y por detrás, seguro que ya has mamado, ¿no?- me preguntó.

-Sí...- respondí.

-¿Has mamado sin condón?-

-Sí...-

-¿Te has tragado los mocos?- preguntó

Odiaba su forma vulgar de hablar de sexo.

-Sí...- respondí, todo con la verdad.

Sentí cómo sacó sus dedos de mi culo.

Se separó de mí y yo me quedé inmóvil. Escuché el sonido de unas llaves, pero ese sonido venía de adentro de la bodega.

Giré la mirada y noté que estaba bajándose los pantalones. Pensé que iba a cogerme ahí mismo. Quizá era lo mejor, así evitaba el martirio de esperar el día en que lo haría.

-Arrodíllate Ana...- me ordenó. Entonces lo comprendí, quería que le hiciera sexo oral.

Miré sus boxer grandes y poco estéticos siendo levantados por su erección. Me resigné.

-¿Puedo subirme los pantalones?- pregunté.

-No ana, si te estorban bájatelos o quítatelos y arrodillate...- me ordenó.

No quería quitármelos, así que los bajé hasta los tobillos. Me arrodille frente a él.

-Baja los boxer y lámelo como la putita que eres. Ya casi me tengo que ir, así que hazlo bien para llenarle esas mejillas de leche...-

Me quedé en silencio. Odiaba que me llamara puta, odiaba que dijera leche, odiaba que fuera tan vulgar.

Bajé sus boxer y tomé su pene con una mano.

Desnudé la cabeza del pene. Era uno muy cabezón, moreno y feo. Tampoco olía a rosas. Saqué la lengua y lo lamí, para evitar meterlo a mi boca. Sabía mal, salado.

-Date prisa zorra... ya se me hace tarde...- ordenó.

Lamí otra vez con la lengua desde afuera.

Sentí cómo me tomó de la cabeza y me obligó a meterlo a mi boca. Eso no me gustaba, empezaba a ser violento.

-Te dije que lamas como una puta...- me ordenó molesto. Tenía su falo muy adentro en mi boca, empezaba a causarme nauseas.

-Por cierto Ana... ¿Alguna vez te metieron la verga hasta la garganta?- me preguntó.

Negué con la cabeza.

-Que bueno, al menos tienes virgen la garganta... te lo voy a sacar y quiero que tomes aire...- ordenó

Ya sabía qué querría hacerme, lo había visto en videos. No quería, ya tenía nauseas. Tomé aire cuando lo sacó.

-Por favor, ya no...- le pedí.

-Cada que me digas eso, te irá peor...- sonrió y me obligó a meterlo a mi boca.

Tomó mi cabeza y me empezó a aplastar entre él y su pene. Sentí mucha presión en mi garganta. Pensé que si lo dejaba hacer lo que quisiera, se acabaría todo.

Intenté bajar la lengua para abrir mi garganta. De pronto logró penetrarme la garganta y sentí una sensación de nauseas incontrolables. Empecé a golpearlo para que me liberara, sentí que podía ahogarme. Permanecimos así unos 3 segundos más hasta que me liberó.

En cuanto sacó su pene de mi garganta y aún en mi boca, empecé a vomitar.

Aunque lo intenté, el mantuvo su pene en mi boca a pesar del vómito.

Esto era asqueroso, era humillante, no estaba segura si esto valía pasar la materia.

-Ahora ya no eres virgen de la garganta Ana...- Sonrió.

Yo me senté en el piso, intentando recuperar el aliento. El aroma de mi vómito era desagradable y noté que su pene tenía también rastros de mi vómito.

-Ya hice todo lo que me dijo... ya déjeme por favor...- le pedí.

-Ay Ana, pareciera que no sabes mamar una verga. Vamos a hacerlo así, voy a agarrar tu cabeza y yo te voy penetrar  hasta venirme...- me dijo.

Ya no quería, tenía asco, podía vomitar en cualquier momento.

-Ya no me penetre, me duele la garganta...- pedí.

-Solo la boca anita...- me pidió.

-Ya no, por favor...- pedí.

-Si no me complaces todo habrá sido en vano y vas a reprobar...-

Me arrodillé de nuevo ante su amenaza, ahora su pene apestaba a vómito. Me tomó por la cabeza y abrí la boca para que lo metiera.

Las nauseas regresaron a mí e intenté con todo mi ímpetu impedir que vomitara.

Empezó a moverse en mi boca, lo hizo rápido, empezó a lastimarme el cuello.

Escuché que abrian la puerta y entre el ruido de ser follada por la boca, escuché una voz.

-René, ya apúrate, me voy a comer...- La voz era del director de deportes. Me sentí avergonzada, como una verdadera puta.

-Sí, ya no tardo... quédate a ver el final.... dijo el profesor.

Así, ahí me tenía, arrodillada, con los pantalones y mi ropa interior en los tobillos, con el torso desnudo, tomando mi cabeza con sus manos mientras me follaba por la boca. El director que me había visto hacía unos minutos ahora me miraba en esa escena decadente.

Al final el profesor eyaculó en mi boca. El sabor de su semen era amargo, su consistencia era pesada y era mucho en cantidad.

Empecé a tragarlo cuando oí la voz del profesor.

-No te lo tragues, enséñanos tu boca...-

Pero ya era tarde, lo había tragado todo.

-Debes avisarles antes René...- dijo el director.

-Déjamelo bien limpio Ana... anda, que tengo prisa...- me ordenó.

Tenía unas nauseas incontrolables. Se lo lamí quitando los restos de semen y cuando soltó mi cabeza, por fin sentí el final.

-Vístete Ana, rápido...- me ordenó.

Me levanté mareada por el movimiento que mi cabeza había estado experimentando. Subí mi ropa interior y después mis jeans. Busqué mi sostén y me lo coloqué ante la mirada de los dos. Busqué mi blusa y empecé a ponerla. Noté que mi cabello estaba completamente despeinado.

-¿Quién va a limpiar eso René?- dijo el director señalando el vómito en el piso.

-Que lo limpie ella,  ella fue quien vomitó...- dijo.

-No... ya es tarde, mandaré a alguien de limpieza después de comer...-

-Entonces vámonos Ana...- dijo el profesor.

-¿Cuándo van a hacerlo?, me gustaría estar presente- preguntó el director.

Había olvidado que aún, 'faltaba lo peor'.

-¿Puedes el sábado Ana? Te recogería en la plaza gorriones a las 3pm, en los cines...-

-Sí, está bien...- susurré colocándome el sueter y poniéndome el morral.

-Se ve que eres una buena niña Ana...- dijo el director.

Guardé silencio.

-Nos vemos mañana en clase Ana...- me recordó el profesor.

-Sí...- respondí y me alejé de ellos caminando por el pasillo. Sintiendo sus miradas en mi trasero.

Me miré en un vidrio que sirvió de espejo y miré que mi cabello no estaba tan mal, lo suficiente para caminar hasta el próximo baño para ir a peinarlo.

También aproveché para volver a vomitar y expulsar todo ese asqueroso semen. Cuando logré verme en un estado diferente al de Ana-Zombie, salí del baño. Miré mi celular, 7 llamadas perdidas de mi novio.

Continurá...