Mi primera vez con un hombre dominante

Un hombre mayor me ata por primera vez

Hace algún tiempo conocí a un chico un par de años mayor que yo, pero esto no me molestaba en lo absoluto. Es más, me excitaba un poco el hecho de pensar en lo rico que besaba y todo lo que me podría enseñar.

Un día estuvimos charlando y me contó que a él le gustaba mucho ser el dominante durante el sexo. Yo nunca había experimentado algo así, pero sonaba muy interesante así que le seguí la charla. Esa noche me acompañó a mi departamento para seguir  charlando allí.

Creo que él se dio cuenta que yo estaba interesada, me contó que tenía una soga en su mochila y me preguntó si me gustaría que él me enseñe cómo se siente el estar atada. Yo acepté porque confiaba en él y me excitaba muchísimo. Me desnudé y él me empezó a pasar la soga por todo el cuerpo, haciendo nudos por todos lados. Yo no entendía mucho de eso, pero la soga en mi piel se sentía deliciosa. Dolía un poco pero era un dolor soportable y muy excitante.

Él se dio cuenta de aquello así que terminó de hacer los nudos, yo estaba con las manos atadas en la espalda. Me tomó del cabello y me besó intensamente. Pasó sus manos por todo mi cuerpo, empezando por mi cabeza, pasando por mis pechos y pellizcando mis duros pezones. Bajó su mano hasta mi vagina, que ya estaba mojadita y lista para ser penetrada. Pero él me hizo sufrir y seguir esperando hasta más no poder. De ese modo, me tocaba todo el cuerpo, me tiraba del cabello y me ponía a mil. Me ordenó que me pusiera de rodillas y yo le obedecí porque deseaba hacer lo que él me ordene. Al estar arrodillada sacó su deliciosa verga y yo se la empecé  chupar. Con mi lengua recorrí su verga desde la punta a los huevos, se la succionaba, lamía, besaba, me la metía muy profundamente. Él estaba a punto de acabar en mi boca, pero en ese momento me llevó hasta la cama donde me puso de cuatro y me metió su delicioso pene, muy fuerte y muy rico. Yo no podía hacer nada más que gemir muy fuerte porque disfrutaba de lo que él me hacía. Sentía tan rico con cada embestida suya, él me daba cada vez más rápido y más fuerte. Con una mano me agarraba la cintura para poder penetrarme más profundamente y con la otra mano me tiraba del cabello. Me daba tan rápido y tan delicioso que los dos acabamos juntos. La sensación de su deliciosa leche en mi interior me volvió loca por lo cual yo acabé más de una vez.

Acabé exhausta y él me quitó la soga con mucho cuidado. Se quedó a dormir conmigo y quedamos en repetirlo alguna vez.