Mi primera vez con un hombre

Tras haber fantaseado más de una vez con estar con un hombre, esta oportunidad surge en una biblioteca.

Estaban a punto de dar las siete de la tarde y ahí seguía yo, revisando cientos de libros en la biblioteca intentando recabar información para un proyecto. El cansancio se adueñaba de mí y aún seguía sin encontrar lo que andaba buscando.

-        Si buscas algún título en concreto avísame y te lo busco, ya que es posible que lo tengamos guardado.

Me giré para encontrarme con un joven bastante alto, moreno, pelo rizado y unos ojos verdes que calaban hasta los huesos. No soy muy de fijarme en los ojos, pero por una extraña razón, esta vez no pude evitar reparar en los de este joven bibliotecario.

-        Gracias, pero de momento es algo más general, en cuanto tenga un nombre o una referencia te preguntaré.

Mientras respondía no pude dejar de mirarle a los ojos para a continuación fijarme en esa sonrisa angelical mientras se despedía.

Seguí buscando 45 minutos más, cuando me di cuenta de que tan solo quedaban 15 para que cerrase la biblioteca. En ese momento recogí todo y me dirigí a la salida, no sin antes pararme en el mostrador.

-        Lo dejo aquí por hoy. Lo único, he encontrado una referencia de un libro que no sé si me podrías decir donde está para mañana echarle un ojo.

-        Déjame mirar y te digo.

Otra vez quedé mirándole sin saber por qué, pero el caso es que no podía apartar la mirada de su rostro.

-        Creo que sé dónde encontrarlo. Te acompaño ahora y si te tienes que quedar 10 minutos más no tengas problema.

Fui tras él y mientras nos dirigíamos hasta donde se encontraba el libro no pude evitar recordar en todas aquellas ocasiones donde me imaginé liándome con un hombre. A pesar de nunca haberlo llevado a la práctica, lo cierto es que, no de manera meramente puntual había fantaseado con estar junto a un hombre a solas para compartir un momento de pasión.

Todo empezó hace un par de años cuando comencé a fantasear con abalanzarme sobre un compañero de trabajo, sentir sus carnosos labios contra los míos, entrelazar nuestras lenguas y dejarme fluir.

Pensar cómo me aferraba con sus gruesas manos por mi cintura para después yo bajar hasta arrodillarme a sus pies, desabrochar su cinturón y descubrir un aparato con el que jugar.

Sentir esa mirada incesante y de deseo sobre mí, junto con una mano que empujaba mi cabeza contra su erecto pene. La posición de sumisión que adoptaba en esos sueños me excitaba más que cualquier otra cosa. No sé si por ser algo inexplorado, o simplemente porque en mí existía un lado sumiso que me hacía disfrutar y aún no lo conocía.

Sea como fuere, ahora mismo esas imágenes vinieron a mi mente para no querer irse. Para cuando quise reaccionar ya estábamos en la estantería donde se hallaba el libro. Me lo entregó y me dejó allí para que lo examinase. El tiempo pasó y yo seguí casi sin inmutarme, habiendo perdido completamente la noción del tiempo mientras proseguía con mis oscuros pensamientos, cada vez más y más fuertes.

No sabía cuánto tiempo había pasado pero de nuevo se encontraba ante mí el bibliotecario y esta vez con ganas de irse a su casa.

-        Ya estoy a punto de cerrar, si quieres puedes llevarte el libro y traerlo de vuelta mañana.

No me salían las palabras, el cerebro se me bloqueó y no era capaz de articular ni una simple palabra.

-        Em, si… Digo, no te preocupes. Ya volveré mañana.

Quise devolver el libro a su sitio pero no sabía exactamente donde debía colocarlo así que hice el amago de dárselo al joven, pero ante la confusión se acabó cayendo al suelo.

-        Perdona, debe ser que estar aquí todo el día me ha pasado factura.

Eso fue lo que alcancé a decir mientras él me dedicaba una simpática sonrisa de comprensión. Ambos nos agachamos a recoger el libro de manera simultánea y nuestras manos entraron en contacto. Las piernas me temblaban del nerviosismo, estaba fuera de mí y de nuevo caí en la tentación de mirarle a los ojos por enésima vez. En ese momento es cuando mi cuerpo se descontroló, actué por impulso y me lancé buscando sus labios.

Eran cálidos y suaves. Mantuve los ojos cerrados, no quería abrirlos y ver una cara en estado de shock por su parte. Ninguno nos movimos durante unos segundos que a mi parecer fueron eternos y reconfortantes. Poco a poco nos levantamos sin despegar nuestros labios. Sentí una mano agarrándome de la cintura para después sentir como su lengua trataba de abrirse paso a través de mis labios. No opuse resistencia, le dejé entrar y nuestras lenguas se entrecruzaron. Primero de manera suave, para después ir acelerando el ritmo.

Se desplazó hacia atrás para acabar con su espalda contra una de las estanterías y de paso me agarró de la cabeza para tratar de profundizar aún más con su lengua.

Tras unos minutos y varios giros de cabeza decidí abrir los ojos y así encontrarme con su mirada pícara y viciosa. Mi cuerpo se movía por instinto, y ya una vez haber dado el primer paso había que ir hasta el final. Y con decisión me arrodillé buscando desabrochar su pantalón. No se resistió y su cara se transformó en puro placer de solo verme como me arrodillaba.

Nunca había tenido una polla tan cerca de mi cara y en verdad no sabía ni cómo tratar con ella, pero siempre tiene que haber una primera vez, así que con decisión agarré su miembro mientras le dedicaba una cara lo más pervertida que pude.

Meneé su miembro con una mano mientras gesticulaba con mi cara y me relamía los labios. Parecía gustarle ya que no tardó mucho en agarrarme de la cabeza otra vez, pero esta con la intención de darme de comer.

Le complací tragándome todo cuanto pude y más. Quería hacerle disfrutar como nunca y para eso no había arcadas que pudieran ponerme freno. Tragaba y tragaba, sin prisa pero sin pausa. Y mientras se la chupaba le masajeaba con una mano dando un poco de giro a mis movimientos.

Llegó un punto donde casi me ahogué, así que decidí atacar el glande, dándole suaves lamidas con la punta de la lengua para después chuparlo como si fuese el helado más sabroso del mundo.

Ya no me miraba, ahora sus ojos permanecían cerrados disfrutando simplemente por el contacto de mi lengua con su pene. Por su cara diría que no lo estaba haciendo mal, y eso me reconfortó lo suficiente como para volver al ataque e intentar tragarme entera su polla.

Al ver mis intenciones comenzó a presionar más y más mi cabeza contra su pene tratando de que me la comiese entera. No quería defraudar así que cada vez que retrocedía y avanzaba mi cabeza, me la tragaba más y más hasta llegar al fondo. No pude mantener durante mucho más rato el ritmo frenético de mi cabeza. Y él, al darse cuenta de esto, me sujetó la cabeza y comenzó a follármela sin piedad.

Pensaba que me iba a reventar la boca, pero conseguí aguantar todas y cada una de las embestidas, y justo cuando parecía que se iba a correr, decidí tomar las riendas y ser yo quién llevase el ritmo.

El joven decidió dejarse llevar y poniendo los ojos en blanco su cuerpo comenzó a convulsionar. Un primer potente chorro de semen invadió toda mi boca llegando hasta la campanilla. Aguanté como pude para encajar un segundo y un tercer y último chorro.

Cuando pareció terminar de correrse busqué un sitio donde escupir la leche, pero me dijo:

-        ¡Trágatelo!

Y no fui capaz de negarme. Me lo tragué y a continuación le relamí la punta del pene en busca de las últimas gotas. Y una vez dejé su polla como los chorros del oro comencé a lamer sus huevos. Una última convulsión le invadió antes de hablar.

-        Ha sido de las mejores mamadas que me han hecho. Sin duda sabes cómo hacer disfrutar a los hombres.

Esa frase me llenó de orgullo y me sacó una profunda y sincera sonrisa para después continuar diciendo:

-        ¿Quién hubiese pensado de primeras que tenía ante mí a una persona que la comiese tan bien? Si quieres llegar a algo más, déjame tu número y te llamaré.

Ya había cumplido con mis fantasías con el encuentro espontáneo de hoy, ¿pero realmente deseaba ir un paso más allá? Siempre podía darle mi número y después no contestar. Al menos esa fue la excusa que me puse para no negarme a dárselo.

Y así fue cómo ocurrió mi primera experiencia con un hombre. Y sí, no tardé mucho en recibir una llamada de esta persona ofreciéndome quedar, pero esta vez fuera de la biblioteca para vivir una noche de pasión y desenfreno con la que nunca pude ni soñar.