Mi primera vez con un hombre
El día que iba a perder la virginidad acabó de una forma inesperada
Aquel verano cumplía los 18 y estaba dispuesto a dejar de ser virgen.
Mis amigas no parecían muy predispuestas a ayudarme. Mucho tonteo, risitas, besos, paro a la hora de la verdad nada de nada.
Así que, tan desesperado estaba que decidí acudir a la vieja tradición de las chicas de pago.
Reuní las pagas semanales, alguna extra por fin de curso y las de cumpleaños y salí dispuesto a estrenarme.
Me acerqué por la zona baja de la ciudad, por donde solían estar las prostitutas, la mayoría de ellas extranjeras. Alguna vez había pasado por allí para mirar de reojo pero sin atreverme a dirigirme a alguna, pero ese día estaba decidido.
Debía ser mala hora, porque al llegar a la zona no había ninguna en ese momento. Empecé a dar vueltas despistadamente por las callejuelas, a la espera de si aparecía alguna. Me di cuenta que había un coche circulando lentamente, seguramente sería otro cliente buscando.
Pasaron unos minutos y me empecé a poner nervioso porque me estaba haciendo muy visible por aquel lugar que no tenía muy buena fama.
Casi me había resignado a marcharme y dejarlo para otro día cuando el coche que estaba circulando por allí se paró a mi altura. Dentro, un hombre de unos 50 años, se dirigió a mi:
- ¡Hey chico! ¿Cuánto?
Me quedé mudo. Estaba claro que aquel tipo me había confundido con un chapero, al verme pasear por allí tanto tiempo. Mire a un lado y a otro, muerto de vergüenza, pero por suerte no había nadie por las aceras.
El hombre me seguía mirando, esperando respuesta. A mi, completamente confundido, y un poco de broma, se me ocurrió decirle 30 euros.
Para mi sorpresa, abrió la puerta del acompañante y me dijo que subiera. Volví a mirar de un lado a otro de la calle y antes de que alguien me viera, subí al coche.
El hombre arrancó el coche y salimos de allí. Como dije tendría unos 50 años, muy buena planta, pelo corto y con canas y una complexión fuerte. No hablamos en casi todo el trayecto, mientras yo iba pensando en donde me había metido.
Condujo hasta las afueras de la ciudad. Ya había anochecido y paró en una zona de campo donde se solían hacer excursiones . En ese momento estaba solitario. Noté que el iba a tiro hecho. Se notaba que conocía bien el sitio.
Cuando paramos, se volvió hacia mi y me dijo:
- Bueno, ya estamos, a ver como te portas.
Se desabrochó la camisa y me agarró con las manos del cuello para acercarme la cara a su pecho desnudo pidiéndome que se lo besara y lamiera, mientras el me acariciaba le cuello y me lo besaba. Después me levantó la cara y la llevó con violencia hacia la suya par besarme en los labios. Me estuvo comiendo la boca un buen rato mientras me cogía las manos y las ponía en su paquete.
Yo no decía nada, me dejaba llevar y notaba como debajo de su pantalón el paquete estaba creciendo.
De pronto se desabrochó el pantalón, se lo bajó y dejó su polla al aire. Ya había crecido bastante, pero aun no estaba en erección.
Me dijo que se la cogiera y lo pajeara, mientras me seguía besando. Nunca pude imaginar aquello. Yo me había masturbado muchas veces, pero ahora tenía otra polla en mis manos creciendo con mis caricias.
Ya tenía el glande fuera cuando me cogió del cuello y me bajó la cabeza. Era la señal para que se la chupara. Puse la lengua en su capullo para lamérsela y noté como se estremecía. Me puso las manos en la cabeza y me dijo que se la mamara entera.
Era muy grande y gordita. Empecé a tragármela poco a poco. El empujaba lentamente mi cabeza para seguir el ritmo. De vez en cuando me la sacaba para volver a metérmela otra vez. La polla estaba cada vez más mojada, le empezaba a salir liquiditos que yo recogía con mi lengua.
El estaba cada vez más excitado, me decía que era una puta que la mamaba muy bien.
Seguí chupándosela un rato más, siendo consciente de que cada vez me gustaba más lo que estaba haciendo y lo que me decía.
- ¡Uf, puta! Me voy a correr, te voy a llenar la cara de leche.
Dicho y hecho. Sacó la polla de mi boca y me agarró del cuello para que no me retirara mientras se corría en mi cara. Fue una corrida larga y espesa. Me llenó de semen caliente toda la cara. Después me lo extendió con los dedos, llevando los churretes hasta los labios y frotándomelos con los dedos llenos de leche. Finalmente me puso en sus rodillas y nos besamos los labios durante un buen rato.
Volvimos cada uno a nuestro asiento. Me dio unos pañuelitos para limpiarme la cara y antes de arrancar el coche sacó los treinta euros y los dejo en la guantera.
En el camino de vuelta yo permanecí callado, pensando en lo que había pasado. Yo iba a desvirgarme y había acabado haciendo de puta. En el fondo sabía que me había gustado y que se me había abierto una insospechada manera de ganar algún dinero.
Llegamos a la ciudad y salí del coche. El hombre me pidió el teléfono para quedar otro día.
Ya contaré lo que ocurrió en la siguiente cita.