Mi primera vez con Pablo
El vaivén de sus caderas era exquisito, y yo sólo podía gemir con fuerza para poder expresarlo, lo que lo excitaba aún más. Hasta que sentí que la presión que ejercía era demasiado, y su cuerpo convulsionó junto al mío, tiritando de placer, gritando mi nombre y cosas sin sentido.
Mi nombre es Fernanda y tengo 18 años.
La verdad es que soy una persona normal, y con nada que me destaque del resto, por eso es que nunca he tenido novio.
Pero un día conocí a Pablo, y en cuanto lo vi sentí que me venía abajo, algo en él me invadió y no pude evitar sentir como algo se movía en mi estómago.
Era un chico alto, con una espalda ancha, el cabello castaño claro y unos ojos azules demasiado profundos.
Nuestra primera conversación fue en la biblioteca del colegio al que ambos asistíamos, y me sentí demasiado torpe al cruzar breves palabras.
Ambos estábamos para ayudar al profesor de Biología con un proyecto, y gracias a eso me enteré de que él estaba ya en el último curso (a mí aún me quedaban dos años para egresar).
No sé como logré articular palabras con esos intensos ojos azules invadiendo mi alma, buscando en lo más profundo.
Y lo más sorprendente fue que logré que me diera su correo electrónico, y empezamos a hablar con frecuencia, hasta que llegó el día en que salió del colegio.
Ese día me sentí bastante mal, porque ya no podría verlo todos los días, y la verdad es que me había acostumbrado a su compañía. Pero nuestras conversaciones por chat se hicieron mucho más habituales con el pasar del tiempo, hasta que un día me invitó a su casa.
Hablamos por bastante rato, salimos a dar unas vueltas por el parque y luego me devolví a mi casa con una sonrisa bastante torpe en el rostro, y fue así todas las veces en que luego del colegio iba a su casa.
Cada vez sentía que me gustaba más, y me daba la impresión que él lo notaba, notaba en cada momento en que me quedaba demasiado concentrada en él, en la forma de moverse, en sus labios
Un día estábamos los dos en el parque cerca de su casa, yo estaba sentada en una muralla y no pude evitar quedarme pegada observando a mi amigo una vez más, pero esta vez ocurrió algo diferente, algo que ni en mis mejores sueños llegué a imaginarlo.
Pablo tomó mis piernas y las separó cuidadosamente, sin apartar su mirada de mí y se ubicó entre ellas. Acercó su rostro y sus labios buscaron los míos con rapidez, para juntarlos en un beso pausado en un principio, que fue adquiriendo intensidad.
Mi respiración se volvió entrecortada y sólo tenía en mente sus labios que se movían frenéticamente junto a los míos, y con su lengua recorría cada espacio de mi boca, sin darme tiempo siquiera de respirar con normalidad.
Su aliento dentro de mi boca me volvía loca, y casi no me di cuenta cuando sus manos trepaban por mis piernas, las acariciaban y él pegaba su cuerpo al mío para no dejar ningún espacio.
Me encantas.- me dijo cuando se separó de mí, con los labios muy cerca y descendió por mi cuello, mordiéndolo levemente, haciéndome suspirar de placer.
De pronto sentí que una de sus manos tomaba la mía y la llevaba hasta sus caderas. Me sentí un tanto cohibida, pero él la tomó con firmeza y la llevó a su sexo, a ese semblante de masculinidad.
En un comienzo, al sentir sus vellos sobre el vientre me asusté, pero él no dejó mi mano libre hasta que apresé su miembro entre mis manos, e indicándome cómo moverlo pude sentir sus gemidos golpear en mi cuello, humedeciéndolo.
No sabía muy bien lo que hacía, pero al escuchar esos gemidos lentos salir de su boca un calor extraño golpeó mi entrepierna y sentí como se iba humedeciendo de a poco.
Él volvió a buscar mis labios luego de un rato y yo saqué mi mano luego de haber masajeado y apretado su sexo contra la palma de mi mano durante algunos minutos, quedando un tanto mojada y pegajosa.
Lo miré un tanto cohibida, y él me dedicó una mirada repleta de perversidad.
¿Qué?- le pregunté con una risita nerviosa.
Te toca.- me dijo, nuevamente y sentí como sus manos se adentraban por vientre por debajo de la polera.
Sentí sus manos cálidas recorrer ávidamente mi piel, hasta que mi sujetador le impidió el paso.
Se separó un poco de mí, y mientras me dedicaba una mirada sensual y el éxtasis brotaba de sus ojos me desabrochó el sujetador. Y lentamente empezó a recorrer mi espalda con la yema de los dedos, rozando a penas todo el contorno de mis senos.
Aunque quise evitarlo, solté un suspiro ensordecedor, demostrándolo que me estaba gustando lo que hacía y volví a sentir ese flujo recorrer mi entrepierna.
Él río con autosatisfacción y empezó a intensificar las caricias hasta llegar a mis pezones que se encontraban bastante duros por la excitación que me propinaba.
Los suspiros que provenían de mi boca se intensificaron. Estaba sintiendo demasiadas cosas y no podía controlarme.
El contacto de mis caderas con su miembro claramente excitado me encendía aún más. Él se apegaba más a mí, y yo necesitaba que él sintiera lo mismo que yo.
Guiada por esos gemidos leves que sentía le mordía el cuello, sabiendo que le gustaba, ya que tomaba mi cabello entre sus dedos y me incitaba a seguir, a presionar más fuerte en algunos sectores hasta que sentí que se apartaba y que con una mano recorría mi abdomen.
No quise detenerlo, no podía.
No fue necesario que me desabrochara el pantalón. La verdad es que me quedaban un tanto sueltos y sus manos atrevidas podían hacerse paso sin ningún problema.
Jugueteó sobre mis bragas y sintió la humedad presente.
Me sentí fatal cuando ya no sentí sus manos, luego de haberlas deseado en mi cuerpo.
Vamos.- me dijo y me tomó de la mano.
Ni siquiera pregunté a donde, sólo lo seguí hasta que llegamos a su casa de nuevo.
Sus padres no estaban y sus hermanos tampoco.
Subimos rápidamente a su habitación, y guiada por el deseo me deshice de su polera lo más rápido que pude, dejando ver sus abdominales perfectos y bronceados.
Lo besé con premura y descendí por su abdomen, jugando con sus pezones y encendiéndome cada vez más al oír como disfrutaba.
Él se apegó a mí y me hizo subir con mi boca hasta que la encontró y desesperadamente me besó, recorriendo toda la cavidad y con sus manos sacándome la polera.
Nadie me había visto así; pero al ver su mirada llena de lujuria me dio seguridad.
En un movimiento rápido me sentó en la cama y se quitó los pantalones con rapidez, luego los calzoncillos, quedando completamente desnudo ante mis ojos.
Su miembro erecto se presentó ante mí, y yo con sorpresa no podía dejar de observarlo hasta que se acercó su cuerpo, apuntándome con ese prominente aparato erecto, tieso, duro, y tomando mi cabeza por la nuca me acercó y me hizo besarlo íntimamente, ejerciendo fuerza con su mano, mostrándome cómo lo quería hasta que pude hacerlo sola.
Lo mordía levemente en algunas ocasiones, otras enterraba mis dientes con frenesí y otras sólo lo besaba, masajeando con mis manos para poder darle más placer, de arriba abajo, en círculos midiendo gracias a sus gemidos y el movimiento de sus caderas qué le gustaba más.
Estaba demasiado excitado, pero aún así no terminó en mi boca. Se apartó de mí y fue su turno.
Me tendió en la cama y sus manos buscaron mis pechos, firmes y exuberantes mientras me besaba el abdomen y me quitaba los pantalones que ya estorbaban.
En poco rato logró llegar a mis bragas, las que quitó a penas rozándome hasta encontrarse con mi sexo desnudo, listo para recibirlo.
Hundió su cabeza entre mis muslos y sentí como tanteaba mi cavidad con la punta de la lengua, haciéndome delirar.
Por favor.- le rogué, emitiendo un gemido gutural.
Él se asomó entre mis piernas hacia arriba y me miró con sus ojos azules. Me sonrió y me besó tan deliciosamente que sentí como ese flujo me recorría nuevamente.
" No te detengas, no, no" pensaba al sentir como se movía con mayor rapidez, y me encontré a mí misma gritando su nombre, suplicándole más
Ese fue mi primer orgasmo, el primero de toda mi vida.
Pablo se rió lascivamente y volvió a subir, quedando a mi altura nuevamente y apoyó todo su peso en mí, haciendo que nuestros cuerpos se tocaran sin nada que les estorbara, sintiéndose, conociéndose antes de volverse uno solo.
A mí ya me costaba respirar, pero Pablo no me dejó descansar en ningún momento. Tomó mi mano y la puso en su miembro erecto, lo toqué nuevamente, sintiendo en la palma de mi mano su calor, y como su pene se tornaba más duro, furioso.
Nos tocamos ávidamente, él introdujo sus dedos en mí para saber si estaba lista.
Le sonreí, y lo tomé por los hombros.
Puse mis piernas alrededor de su cintura noté que quería decirme algo, pero las palabras no salieron nunca
Él me separó un poco y sacó un condón de su velador. Lo observé mientras con las manos temblorosas se lo ponía y me sentí más segura
Una vez que se lo puso me acomodé encima de él, rozando con mi trasero sus piernas, excitándome al saber lo que venía
Esperé unos segundos, hasta que al fin fui introduciendo su sexo en el mío.
Me asusté un poco porque me dolió la primera vez, pero lentamente me senté por completo, me moví un poco con él dentro y luego salí.
No se sentía bien, pero sabía que era así en un comienzo, por lo que volví a ejercer el mismo movimiento hasta que el placer me inundó por completo.
Pablo, al ya no distinguir algo de dolor en mi rostro pareció liberarse y comenzó a mover sus caderas con rapidez, embistiendo con vehemencia, haciendo que el choque de mis glúteos en su abdomen sonara estruendosamente, dejándome demasiado excitada
Tomó mis caderas para moverlas a su antojo y yo comencé a convulsionar sobre él, al sentir que su cuerpo chocaba con el mío, los golpes fuertes y sus huesos que crujían al ritmo de nuestras embestidas, de nuestros sexos rozándose.
Mi cuerpo se movía con rapidez, sentir como me penetraba con fuerza era algo sensacional y sentí que el placer me inundaba por completo alcanzando un orgasmo incluso mejor que el primero luego de pocos minutos.
Pero Pablo aún no llegaba. Sus embestidas eran con más fuerza, me hacían temblar sobre él hasta que sentí que salía de mí con violencia y cambiábamos de posición.
Ahora yo estaba apoyada en la cama y podía ver como el sudor caía su cabello, que yacía pegado en su frente.
Me penetró con fuerza, sentí su cuerpo chocar con furia, haciéndome tiritar la cama sonaba al chocar contra la pared y antes de salir de mi cuerpo, movía sus caderas de forma hábil, haciendo que todo en mi interior sucumbiera con su sexo dentro, mío, haciéndonos uno.
El vaivén de sus caderas era exquisito, y yo sólo podía gemir con fuerza para poder expresarlo, lo que lo excitaba aún más.
Hasta que sentí que la presión que ejercía era demasiado, y su cuerpo convulsionó junto al mío, tiritando de placer, gritando mi nombre y cosas sin sentido.
Había llegado, lo pude sentir, mi sexo estaba estrecho y cualquier cambio en su miembro podía sentirlo.
Sus gemidos en mi oído, penetrantes, agónicos me encendieron más por lo que alcancé mi tercer orgasmo junto a él, uniéndonos de manera maravillosa sobre esa cama que era capaz de resistir las convulsiones de nuestros cuerpos, completamente sudados y embriagados de lujuria.
Pablo se dejó caer en mi hombro, sin salir aún de mí. Yo cerré mis ojos con fuerza, sintiéndolo dentro aún, esa exquisita sensación que me daba al estar cerca, con su sexo impetuoso formando parte de mi ser.
Salió lentamente de mí y se tumbó a mi lado de la cama.
Me acerqué a él, sintiendo como mis pechos se apegaban a su torso desnudo, sudorosos y le tomé la mano. La deposité entre mis piernas y la aprisioné con fuerza mientras lo besaba.
Miré hacia la ventana. Aún era de día así que no tenía prisa, por lo que me acomodé más en la cama y me tapé con una sábana que aún quedaba encima de la cama.
Pablo me imitó y se acostó a mi lado.
Yo tomé su mano nuevamente y la puse sobre uno de mis pechos, para que me sintiera, para que me supiera suya y nos quedamos dormidos, emitiendo leves suspiros al sentir nuestros cuerpos desnudos de vez en cuando, reviviendo en sueños lo que habíamos vivido.