Mi primera vez con Mikel

Me revolví entre mis blancas sabanas, que tan solo unas horas antes habían sido mudas testigos de mis maravillosos orgasmos, de mis chillidos de placer, de cómo un hombre me había llevado al éxtasis a la “pequeña muerte” como dicen los franceses con su cuerpo, con sus manos, con su sexo.

El día empezaba a despuntar y en la cama el olor de Mikel permanecía como el perfume de una rosa, lábil pero aun recordable.

Me revolví entre mis blancas sabanas, que tan solo unas horas antes habían sido mudas testigos de mis maravillosos orgasmos, de mis chillidos de placer, de cómo un hombre me había llevado al éxtasis a la “pequeña muerte” como dicen los franceses con su cuerpo, con sus manos, con su sexo.

Mikel, era inglés, rubio de ojos azules, alto y era diplomático, tenía un cuerpo cincelado a base de gimnasio y de gin tonics.

A  mí que jamás me habían gustado los rubios me llamo la atención sus formas elegantes sin ser untuosas, su educación y su clase hizo que me cayera muy bien aquel hijo de la pérfida Albión, que cada día veía llegar con su chofer desde el despacho donde yo, diseñadora de interiores, trabajaba, de lunes a viernes.

Conocerlo fue casualidad, entré a tomar un tentempié con una compañera a un lugar cerca de allá donde hacían unos sándwiches maravillosos vegetales, y allí estaba él, que saludó a Maggie mi compañera con un movimiento con la mano, enseguida me di cuenta de que me miraba de manera muy acariciadora, la verdad es que yo en Londres era como una muñeca exótica, soy morena de pelo corto muy negro, mido un metro sesenta y cinco peso sesenta kilos, una chica guapita, tipo andaluza con grandes ojos color de miel y que me encanta vestir bien, soy una apasionada de la lencería y de los zapatos stilettos que son los que suelo llevar en el trabajo, aunque cuando llegue a casa me vista con unos jeans y una sencilla blusa de seda o cualquier cosita.

En fin que Mikel se acercó a nosotras i Maggie me lo presentó. La verdad es que era y es muy agradable y simpático, nada de qué ver con la flema británica, nos invitó a desayunar y al cabo de media hora cuando nos fuimos ya habíamos intercambiado número de teléfono y e-mail.

Volvimos al trabajo no sin antes que él me comentara que quería hacer cambios en su cottage y que le fascinaría (esa fue su palabra) que le aconsejara como decorar el lugar. Le respondí que cuando a él le fuera bien cuadraríamos agendas para ir a Yorkshire que es donde tenía la casita.

Había yo olvidado el detalle cunado un martes por la tarde me llegó una llamada a mi móvil. Conteste pensando que podía ser alguien de España y cual no fue mi sorpresa al presentarse diciéndome:

-        Buenas tardes Inés, soy Mikel, ¿me recuerdas?

-        Pero…por supuesto que si Mikel, ¿Qué tal estas?- que tal estás e Inglaterra no es como en España, que le contamos la vida y milagros a quien nos pregunta.

Él me contestó que estaba muy bien que había estado de viaje en Marruecos y que había comprado cositas dijo para el cotagge, que si las quería ver estaba muy cerca de mi despacho y si podía acercarse.

Le dije que por supuesto que viniese cuando quisiera que hasta las cinco de la tarde estaría allá, y que con mucho gusto vería todo lo que había traído.

No habían pasado diez minutos cuando entraba por la puerta de mi despacho, vestía muy sport estaba elegante y olía a…gloria bendita, a mí es que los olores me ponen mucho u depende de la olor puedo enamorarme de esa persona.

Yo no sé lo que me entró por mi cuerpo, pero sentí un calorcito aquí dentro muy rico, sobre todo cuando él me dio la mano, que yo un poquillo juguetona le dije que como en España, con dos besos y le besé, eso sí, procurando acercarme a la comisura de sus labios. Noté como Mikel daba un respingo y me dije a mi misma: “Inés ahí te has pasado”, pero se ve que tenía yo el cuerpo juguetón esa tarde, así que cuando el empezó a enseñarme lo que había traído de Marruecos me agache tanto encima de la mesa para “mirar” bien aquella tela que “sin querer” se me vio perfectamente el  sujetador color champagne que llevaba y mi culito respingón se alzó buscando quien sabe si el calor de una mano sobre mí.

De reojo le miré y vi que sus ojos no perdían detalle de mi canalillo y del empiece de mis senos que no nos grandes pero si redondos, y muy erguidos, vi como su nuez de Adán subía y bajaba un par o tres de veces como si le faltara aire. La verdad es que no os voy a engañar a esas horas yo ya tenía todo mi “totito”  mojado, mojado, y mi tanguita también. Vamos que estaba caliente, caliente. Me prometí a mí misma que iba a hacer que Mikel me besara y allí mismo me di la vuelta y “casualidad” quedamos frente a frente separados por dos dedos, tanto que vi como aquellas pupilas azules se dilataban y despacio acerqué mis labios a él y le di un “piquito” y de repente tenía las manos de Mikel rodeándome la cintura y besándome como si no hubiese un mañana.

Su lengua abrió mi boca y jugó al escondite con mi lengua mientras sus manos se escapaban hacia mi espalda acariciándome y dejando huellas de fuego por donde sus dedos tocaban, me pegué más a él intentando que mi sexo rozara el suyo y vaya que lo conseguí. Noté como su miembro se endurecía al instante y noté también que tenía un bulto y un grosor nada despreciable, me aparté de él y le dije al oído: “¿Nos vamos a mi casa?” y él me dijo que si pero que íbamos en su limusina.

Su chofer, Joseph, no se extrañó de nada y cuando entramos levantó con prontitud el panel de separación, mientras conducía con suavidad a mi casa que estaba a una media hora de allá.

Ya dentro de la limusina Mikel, empezó a besarme por el cuello y sus manos parecían ser de hierro…candente acaricio mis pechos por encima de mi sujetador y gemí ya que mis pezones son híper sensibles y solo con que me los chupen o laman bien puedo correrme, y entre sus manos yo me derretía como mantequilla, abrí mis piernas pidiendo el favor de que me tocara de que me masturbara con sus largos dedos, el entendió mi mensaje y enseguida sentí como el apartaba el tanga y empezaba un suave mete y saca en mi coño que me llevó a un primer orgasmo.

Mientras mis manos habían ido al pan, a su sexo, que enorme me miraba con la boquita abierta esperando mis mimitos, derramando lágrimas de felicidad, me agache y me la metí en la boca, le lamí bien lamido, como su capullo y bajé hasta sus huevos pero no me los  pude comer como yo quería, cuando llegamos a mi casa, estábamos los dos rojos y entremos como una exhalación hasta mi habitación donde el despacio me fue desnudando, mientras besaba cada parte que quedaba al descubierto.

Yo tenía prisa por sentirlo dentro de mí, el no, se tomó todo el tiempo del mundo para ir quitándome la ropa y cuando e tuvo desnuda me pidió:

-“Échate en la cama y tócate para mí, masturbarte Inés quiero que me enseñes como te tocas cuando estás sola”

Así lo hice, pero antes abrí mi cajón de la mesilla de noche y saque mi hermoso consolador de y mientras me masturbaba chupaba el consolador y luego me lo metí muy dentro dándole la potencia máxima al conejito para que me masajeara bien el clítoris y encadenar mis orgasmos, el miraba con los ojos fuera de su órbita mientras con su mano se iba haciendo una paja monumental, cuando se corrió, se corrió a lo grande echando una cantidad enorme de semen que yo como gata golosa que soy corrí a lamer como el mejor de los manjares.

Después de que yo lamiera su pene, se relajó un momento pero seguía dura, entonces el me tumbo en la cama y me beso en la boa que sabía a su sexo y a su semen, despacio fue lamiendo mi cara mis ojos, mi cuello y cuando llegó a mis pezones con aquella dulzura y aquella ternura hizo que me corriera dos veces más para cuando llego a mi sexo mi clítoris estaba pidiendo a gritos su lengua, grande, plana, enorme que lamió con función todo mi sexo, desde mi clítoris a mi agujero secreto, su lengua parecía una serpiente y cuando ponía la puntita dura me follaba como si fuera una polla, jamás me habían comido de aquella manera, deje que chupara y no sé cuántas veces me corrí en su boca.

Me desperté cuando sentí como me follaba por detrás, me había quedado dormida y ahora el levantaba mi pierna para poder darme más placer metiéndome todo aquel hermoso falo dentro de mí, mientras con su mano acariciaba mi sensibilizado clítoris, haciendo que de nuevo me corriera, mi mirada busco la suya y le pedí: “Dame leche” el sonrió y levantándose de la cama fue hacia mi lado y empezó a follarme la boca, yo aproveché para lamer aquellos huevos grandes y sin apenas vello, y notaba como sus piernas se tensaban, sus gemidos me ponían tan cachonda que dirigí mis manos a mi sexo y mientras le hacia la mejor felación de su vida me fui masturbando despacito para alcanzar el clímax con Mike.

Cuando eyaculó me llené de su semen, me alimenté de él, lamí y bebí de su esencia de hombre, y no me cansé de darle placer, hasta que no pudimos más y quedamos rendidos en la cama.

Mucho más tarde cuando nos despertamos de aquel sueño de sexo y placer, recordé que fuera en la limusina había quedado Joseph, me sentí fatal por el chico, pero Mikel me dijo que quedara tranquila que Joseph sabía cuál era su lugar y que él siempre estaba donde estaba su amo, y nunca se movía de su lado.

Le pedí que me explicara esa historia de ser el amo de alguien y Mikel, llamó a Joseph que entró, le serví un café y entonces Mikel le dijo: “Joseph, cuéntale a Inés porque tú eres mío, porque soy yo tu amo”

Entonces Josep, me miró con sus hermosos ojos negros y empezó a hablar, lo que me explicó es otro historia.