Mi primera vez con mi vecino madurito

Hola amigos de todo relatos, me identificaré con el nombre de Salvador. Soy de Sonora, Estado de la frontera de México con los Estados Unidos. Tengo 38 años, homosexual de closet y me encantan los hombres maduros y velludos, si son guapos mejor pero no necesariamente.

Mi primera vez con mi vecino madurito.

Hola amigos de todo relatos, me identificaré con el nombre de Salvador. Soy de Sonora, Estado de la frontera de México con los Estados Unidos. Tengo 38 años, homosexual de closet y me encantan los hombres maduros y velludos, si son guapos mejor pero no necesariamente.

Siendo un adolescente podría decir que empezó mi fijación por los hombres, me atraían demasiado principalmente los llamados "osos", los hombres velludos. Siempre que veía a un macho con pelo en pecho me exitaba y en la soledad de mi cuarto eran la causa de las primeras masturbaciones.

Con ese sentimiento, de sentirme atraído por los hombres maduros, con mi mayoría de edad decidí tener mi primera relación, la persona elegida, un hombre muy cercano a mí, mi vecino, estaba decidido pero no sabía cual sería la reacción de él.

Santana, que así se llama el hombre electo para perder mi virginidad vivía solo y tenía en aquel 1985, 48 años, después me lo dijo. No era un adonis pero si lo suficientemente atractivo para mi. De baja estatura, escaso de pelo, barba entrecana y con un pecho extremadamente peludo, sus piernas y brazos estaban también cubiertas de ese abundante vello negro, mi perdición por los hombres.

Trabajaba de noche con descansos los fines de semana, Debido a su horario de trabajo dormía por las mañanas en su departamento pero por las tardes, por el calor característico en esta región de México, salía de su cuarto a descasar bajo la sombra de un árbol en una cama portátil.

En muchas de las ocasiones lo hacía sin camisa y short muy holgado (pantalones cortos), se recostaba en la cama justo en dirección a una de las ventanas de mi casa lo que permitía tener una vista esplendida. Podía ver su pecho y sus piernas peludas y de vez en cuando algo más, el viento era mi aliado y podía ese bulto entre sus piernas, su calzón o trusa escondía esa verga de mis sueños.

En ocasiones, de manera involuntaria su mano la colocaba en ese bulto y se rascaba, una comezón como nos da a todos, pensaba yo, pero que provocaba en mí una calentura.

Un día, cuando ya sabía que descansaba en su cama portátil bajo la sombra del árbol, me asomé a la ventana, minutos después y en un descuido mío él se levantó y me miró, se dio cuenta de que lo estaba viendo, traté de ocultarme pero fue demasiado tarde.

Fue fácil deducir que el se dio cuenta de que lo estaba espiando pues su reacción, lejos de ser de molestia, volvió a acostarse, dobló su almohada que le permitía tener la cabeza un poco alzada y miraba hacia la ventana de mi casa en donde sabía que yo lo observaba por entre la persiana.

De pronto, el macho peludo y madurito empezó a pasarse una de sus manos por su pecho peludo, se acariciaba lentamente, subía y bajaba lentamente, se acariciaba sus tetillas hasta que bajó su mano a la entrepierna.

Empezó a tocarse la verga. Aún cuando el short era holgado se le alcanzaba a notar el bulto más prominente, señal de que se le había parado. Esa visión de provocación de su parte me puso caliente, saqué mi verga y empecé a masturbarme, me imaginaba su palo duro, aceleré el movimiento de mi mano y acabé, en eso el madurito se levantó, se le notaba la verga parada, pasó mirando frente a la ventana y se metió.

El primer acercamiento que había buscado estaba dado y para mi buena suerte el hombre madurito había reaccionado de manera positiva.

Cabe señalar que por los años que llevaba viviendo en el departamento la familia lo conocía y sin imaginarme, días después entablaría una relación más fuerte con mis padres, sería el padrino de un hermano menor que hacía su primera comunión.

El día llegó. La ceremonia se realizó de lo más tranquilo, sin embargo, lo que había ocurrido en días anteriores entre nosotros provocó que en complicidad nuestras miradas se cruzaran , me sonreía y yo le correspondía de manera discreta sin que nadie se diera cuenta.

Al parecer, él a igual que yo, estaba interesado en llevar las cosas adelante. Durante la reunión familiar, de manera discreta él se tocaba la entrepierna, sabía que lo miraba. Por el calor, se había desabrochado también dos botones de la camisa que permitía verle sus pelos negros del pecho.

En un momento dado, después de platicar con casi todos los asistentes a la reunión, se acercó a mí.

-Hola, me dijo, como estás.

-Bien, le contesté.

-Te vi que me espiabas el otro día, me soltó el comentario.

-Yo estaba nervioso por su acercamiento y solo me limité a bajar la mirada, sin embargo, me sentía caliente al sentirlo cerca y por los comentarios que me hacía.

-Te gustó lo que viste, continuó.

-si, le contesté, mientras el se acariciaba su pecho peludo.

-Desde cuando me ves por la ventana mientras descanso fuera del departamento, siguió preguntando.

-Desde hace varios días, fue mi respuesta.

-Te gusto, quieres tocarme, te gustaría hacerlo, dijo, mientras observaba que se le estaba parando la verga, su bulto se hacía más prominente en su entrepierna.

-Yo le contesté que sí.

-Te espero en mi departamento en la noche, te daré lo que tanto deseas, mi verga y mi leche que tengo guardada desde hace 15 días y será solo para ti, así es que no faltes, te estaré esperando. Diciendo lo anterior se marchó con los demás invitados hasta que se despidió de todos y se fue rumbo a su departamento.

Cayó la noche y salí de mi casa. Aunque nervioso iba dispuesto a todo. No había marcha atrás, lo que estaba buscando estaba a mi alcance y no iba a perder la oportunidad de sentir por primera vez el cuerpo desnudo del hombre deseado, poder mamar su verga y perder la virginidad de mi culito caliente.

Camine unos pasos y estaba tocando la puerta de su departamento. El me abrió sonriente.

-Pasa, me dijo. Lo hice y de inmediato cerró la puerta tras de mi y le puso el seguro.

Cuando entre al departamento el todavía vestía la misma ropa. Había estado tomando unas cervezas.

-Siéntate en el sillón, me dijo.

-Seguido prendió la TV y le subió el volumen. Después se sentó a mi lado en el sillón.

Me platicó que era separado y tenía dos hijos, una mayor de edad y un adolescente quienes de vez en cuando lo visitaban. Yo lo sabía pues en varias ocasiones los había visto y suponía eran sus hijos.

Entre la plática, él poco a poco se desabotonó la camisa, terminó de hacerlo y se la quitó aventándola al sillón individual quedando desnudo del pecho frente a mí. Era la primera vez que lo tenía cerca de mí en esas condiciones y eso me tenía lo suficientemente caliente.

-Tócame, me dijo.

Yo entendí mi mano y empecé a tocarle ese pecho peludo, recordé como lo había hecho él cuando me vio en la ventana. Con mis dos manos recorría de arriba abajo su pecho peludo mientras él se recostaba en el sillón.

Con sus manos tomó las mías y las conducía por su cuerpo, poco a poco fue deslizándolas hasta si entrepierna. De inmediato sentí la rigidez de su verga sobre el pantalón, se le sentía grande.

Mientras le acariciaba el bulto y el se encontraba recostado me atreví a pasarle mi boca por su peluda panza, subí y encontré sus tetillas y comencé a chuparselas.

-Así, que rico lo haces, comentó con sus ojos cerrados. Lo estaba disfrutando. Su expresión en la cara y sus gemidos lo decían todo.

Al ver la expresión de ese macho continué con el recorrido de mi lengua y boca. Subí a su cuello y comencé a besar en esa parte sensible. El respondió levantando su cara y me dejaba explorar con más facilidad.

De pronto las palabras fueron fluyendo, como si desde hace tiempo tuviéramos esa relación. Estábamos simplemente entregados al momento a pesar de ser la primera vez para los dos estar experimentando el sexo con un hombre.

-Así mi chiquito, me pones caliente.

-Papacito, que rico, desde que te conocí desee estar así contigo.

De repente el tomó mi cara con sus dos manos y me miró a los ojos, lentamente me atrajo hacia él y me besó en la boca. Yo reaccioné y empecé a succionar sus labios y después nuestras lenguas exploraban nuestras bocas. Solo las cuatro paredes de su departamento eran testigo de la pasión que nos envolvía. Afuera la vida seguía igual pero la nuestra ya no era la misma, el hecho de estar juntos, cambiaría las cosas para cada uno de nosotros para bien o para mal.

Sus manos seguían haciendo su trabajo, él era el de la experiencia, yo solo me dejaba hacer. Recorrían mi cuerpo, tocaba mis nalgas sobre el pantalón. Me quitó la camisa y pude sentir su piel peluda en mi pecho, su cuerpo lo sentía caliente.

El estar encima de él, aún los dos con los pantalones puestos, podía sentir su verga parada, me restregaba en él mientras mi boca seguía unida a la de él. Mi macho peludo se estaba entregando a la pasión que le provocaba, me respondía con caricias.

Ahora fue él quien con su boca recorría mi cuello y bajaba a mis tetillas y las succionaba, lo hacía suavemente sin lastimarme. Eso provocaba en mi sensaciones excitantes.

-Ahhh¡ mi macho, así hazme gozar.

-Si chiquito, te haré gozar, te daré lo que deseas.

Dicho lo anterior se levantó lentamente. Me dejó sentado y se paró. Justo su abultado pantalón quedó a la altura de mis ojos.

Yo con mi mirada recorría su figura de arriba abajo. Mis ojos se detenían en ese bulto que él se acariciaba lentamente.

-Quieres tocar.

-Si.

Tomó mi mano derecha y la llevó a su entrepiernas y comencé a deslizarla donde se extendía esa barra de carne dura a través del pantalón.

-Así tócame, despacio mi pequeño. Que rico lo haces, sácalo para que lo toques con tus manos.

-Yo obedecí y desabroché su cinturón, le bajé el zziper, metí mi mano y le acaricie la verga sobre el calzoncillo por varios segundos, posteriormente le desabotoné el pantalón que rápido cayó hasta sus tobillos.

Así quedó en ropa interior con su verga dura completamente excitado pues segregaba jugos que mojaban su calzoncillo.

Con mis dos manos deslicé su boxer y ante mi quedó esa barra de carne dura, gruesa que rápidamente empecé a acariciar libremente con mis dos manos. A sus casi cincuenta años lograba mantener una erección firme que alcanzaba casi los 18 centímetros, 7 pulgadas de carne marcada por sus venas a reventar haciendo ver su verga con un grosor importante

-Así, acariciala así con tus manos de arriba abajo, me decía mientras sus jugos salían de su pequeño orificio.

Tomó su verga con su mano y la recorrió a lo largo de su trozo de carne, colocó sus dedos en la base del tronco, donde colgaban sus huevos grandes y peludos, y me la ofreció.

-Mamala, metétela en la boca.

Aun cuando nunca lo había hecho, la tome con mi mano derecha, abrí la boca y me la metí, empecé a mamarla lentamente, la sacaba y lamía a lo largo del trozo de carne caliente y dura.

-Así chiquito, así. Despacio, así pásame la lengua por todo mi vergón que ahora es tuyo.

-Me lo voy a comer todo papito, que rico lo tienes. Mi boca succionaba haciéndolo gozar.

-Chúpalo todo mi niño, así que rico lo haces, decía en voz apagada mientras iniciaba un vaivén en mi boca haciendo que me la tragara casi toda provocándole suspiros ahogados.

-Los huevos, chúpame los huevos, comemelos mi putito.

Saqué la verga de la boca y me deslicé por todo su tronco hasta la base donde encontré sus huevos grandes que colgaban preciosos.

Mientras me metía uno por uno a la boca el con su mano tomó su verga y me pegaba en la cara con él, estaba dura, deslizaba su mano a lo largo del tronco masturbándose y pensé que vaciaría su leche en mi boca.

Pero no fue así, a pesar de que estuve varios minutos en la practica de la mamada, logró controlar la venida.

-Ya, espera, lo haces muy rico pero no quiero vaciarme todavía, tienes algo que quiero gozar, tu culito virgen donde quiero echar mi leche.

Abandonamos el sillón y fuimos a su recamara mientras en la televisión, a todo volumen para acallar lo que adentro ocurría, pasaban las imágenes de una telenovela de moda que en mi casa entretenía a mis padres olvidándose de mí por varias horas.

Me recostó boca arriba a la orilla de la cama y el parado, tomó mis piernas, las separó y se la colocó en los hombros.

Mi culito virgen estaba a su disposición, acercó su mano a ese hoyo deseoso de verga y lo acarició. Con dedo empezó a trabajarlo para que me relajara y lograra una dilatación adecuada para lo que pretendía, meterme su gran verga parada.

Tomó del buró de la recamara un frasco de crema y se untó en la mano, poco a poco la derramo alrededor de mi culito y empezó a temer un dedo. La crema facilitó la entrada, al principio me dolió pero logró introducirlo poco a poco.

-Que caliente tienes tu culito, chiquito, está bien apretadito, lo quiero para mí, quiero romperte con mi verga, mira como me tienes.

Y para hacer sentir lo que decía, restregaba la cabeza en mi culito caliente, lo deslizaba únicamente sin intentar meterlo todavía.

-Quiero meterlo en tu culito, me tienes bien caliente. Estás seguro que lo quieres hacer, preguntó antes de metermelo.

-Si, conteste pero tengo miedo todavía, tienes la verga muy grande y gorda, me va a doler mucho.

-Como es tu primera vez y estás con el culito virgen si te va a doler, no te preocupes lo voy hacer con cuidado, la crema que te puso en el culito y la que me eché en mi verga va a facilitar la entrada, solo relájate. Ya no aguanto, te la voy a meter poco a poco hasta el fondo y te haré gozar con mis 18 centímetros de carne, prepárate.

En la posición que me tenía, con los pies en sus hombros, el macho maduro acercó su macana bien parada en mi culito y comenzó la penetración, limpio, sin condón.

Su verga estaba al máximo, la sentí al dar el primer empujón para meterme la cabeza de su gruesa macana.

-Ahhh¡ grité, despacito, me duele..

-Que rico culito tiene mi niño, están bien apretadito, relájate, vas a ver que poco a poco te entra.

-Si papi, metemela, la quiero tener toda adentro.

-Si pequeño, vas a darme ese culito, te voy a romper y cuando la tenga dentro me vas a pedir que no te la saque.

La cabeza había entrado ya, me dolió pero por la excitación y lo lubricado que estaba con la crema parte de su verga estaba alojada ya en mi culo que lo sentía caliente, la virginidad se había ido, los hilos de sangre que corrían por mis nalgas y piernas así lo indicaban, había cumplido, fue doloroso pero lo hizo con cuidado.

Ahora él empezó a empujar lentamente, se verga empezó a deslizarse en mi culito, lo hacía delicadamente para no lastimarme, en pocos minutos toda su verga había desaparecido, me tenía metido hasta el tronco, podía sentir sus huevos que pegaban en mis nalgas.

Con la verga metida hasta el fondo de mi culo, el se mantuvo quieto por unos momentos, después comenzó con un vaivén lento que fue acelerando haciéndome gozar, sentirlo dentro de mi me producía una sensación de placer, en verdad que estaba disfrutando de mi primera verga de un hombre maduro y peludo como lo había soñado.

Después de varios minutos que me tuvo culiando en esa posición Santana sacó su verga dura de mi culito y se subió a la cama. Se recostó recargando su cabeza en la cabecera de la cama, se tomó la verga parada con una mano y me dijo.

-Sientate en ella.

Yo obedecí. Me coloqué de frente a él, me fue colocando su verga en mi culo y poco a poco me deslicé la verga hasta el fondo, la penetración fue más fácil y con menos dolor, mi culito se había acostumbrado ya a su largo y grueso macanón.

En esa posición, bajé mi cara y busqué su boca, lo besé mientras mis manos recorrían su abundante vello negro que cubría su cuerpo.

-Así chiquito, muévete, quiero que me saques toda la leche con tu culito.

Yo subía y bajaba, aceleraba mis movimientos pero él me tomaba de mis nalgas y detenía los embates de mi culo completamente entregado a esa verga.

El controlar mis movimientos logró aguantar más la venida, a pesar de que teníamos varios minutos cogiendo con su experiencia logró contenerse, quería seguir con su verga metida en mi culo.

Y así lo hizo. Mientras nos besabamos él me recostó a su lado. Me colocó boca abajo y levantó mis nalgas, se colocó detrás de mi y me escupió el culito, me golpeó con su verga dura y luego la colocó en la entrada y empujó lentamente.

La verga fue penetrándome hasta tenerla por completo toda adentro. Comenzó el mete y saca en mi culito. Después de varios embates arremetió fuerte, sentía su verga más dura y más gruesa, estaba por venirse en mi culo.

-Chiquito me voy a venir, ahhh¡

La salida de sus mecos fue fuerte, lo podía sentir en mis entrañas. Fueron varios los disparos de leche los que le salieron de su verga y que poco a poco iban saliendo al perder la dureza de su verga. Al terminar descansó encima de mí con su verga adentro. Finalmente la sacó y se tiro boca arriba, estaba exhausto, había gozado su venida en mi culito.

Al verlo en la cama con los ojos cerrados y su cuerpo peludo cubierto de sudor comencé a masturbarme, la vaciada que tuve fue genial mientras sentía que los mecos de mi macho todavía escurrían de mi culito ya usado por primera vez por este hombre que estaba a mi lado.

Después de esa noche muchas más se repitieron en su departamento. La relación entre este hombre de 48 años duró cerca de cuatro años. Yo entre a la Universidad en Hermosillo, Sonora y él compró una casa a varias cuadras de la mía.

En estos años mientras yo estudiaba y regresaba los fines de semana él iba por mi los viernes los fines de semana a la central camionera en su vehículo y pasaba con él toda la noche y me reportaba a mi casa hasta el sábado por la mañana como a las 11 diciendo a mis padres que había salido muy temprano de Hermosillo.

En ese año, en 1989 me dijo que uno de sus hijos había decidido vivir en su casa y sería muy complicado seguir viéndonos con continuidad por lo que fueron semanas después que de plano las cosas estuvieron difíciles y ahí la dejamos y quedamos como amigos. Actualmente el tiene 68 años y yo, como les dije al principio 38, a veces coincidimos en algún lado de la ciudad y nos saludamos normal ante los demás. Nuestra relación quedó solo entre nosotros.

Al no tener ya relación con el hombre que le entregué mi virginidad continué durante un año sin tener relaciones sexuales con un hombre. En 1990 llegó a mi otra persona, ya con 22 años a punto de terminar mi carrera. Su nombre es Diego, 44 años y peludo como a mí me gustan.

Lo conocí en un cine de Hermosillo donde en ocasiones pasaban películas para adultos. Se acercó a mí como ocurre en todos los cines cuando alguien busca pareja, a un lado de mi butaca….

Pero esa es otra historia que les contaré en otra ocasión y si ustedes así lo desean, dependerá de la respuesta que tenga de parte de ustedes los lectores de todo relatos.

Si les gustó mi primera experiencia con mi vecino madurito háganmelo saber a mi correo, espero su comentario.

Sanpatricio1812@yahoo.com.mx