Mi primera vez con el profe... (2/2).

El título de este relato debería haber sido algo más completo, para expresar todo lo que sentí en aquel momento, algo así como: “Aquella primera vez con mi maduro profe..., me volví loca...

(Segunda parte y última del relato, pero incluye la primera para poder leerlo completamente. Espero les guste).

ASI COMIENZA:

No puedo dejar de confesarles lo ocurrido aquella tarde en el despacho de mi profesor.

Aquella mesa de madera fue el trono en donde aquel maduro profesor me llevó al cielo por primera vez.

Aquella mesa de madera fue la base en que disfruté como una perra y donde me corrí en tan solo una hora decenas de veces y como nunca me había corrido.

Aquella mesa de madera o más precisamente uno de sus bordes, su lateral y parte del suelo se llenaron de mí y de él.

Luego vendrían muchas veces más, a cada cual más intensa y satisfactoria.

Les relataré los antecedentes y  aquella primera tarde a lo largo del presente relato...

Aquel encantador maduro tenia de nombre José Miguel.

Necesito confesar todo a alguien y me ha parecido lo más inteligente, hacerlo de manera anónima en esta página y a todos ustedes. Lo llevaba dentro y al confesarlo consigo compartir esas íntimas sensaciones con los lectores, procediendo a mi liberación y de paso volviendo a disfrutar al recordarlo con todos aquellos que lo deseen.

Ya estoy mojada.

Me llamo Andrea.

Como supondrán los nombres no son los reales.

Tenía 19 años cuando mi cuerpo vibró de aquella manera, aquella primera vez.

Sé que soy especial... Soy muy caliente. Creo que más caliente de lo normal.

Soy heterosexual con alguna predisposición bicuriosa. Me encantan especialmente los hombres maduros. Había tenido alguna relación con alguno chico de mi edad en ocasiones especiales, pero realmente mi disfrute del sexo venia en la intimidad, cuando me tocaba en la oscuridad de mi dormitorio. Así era hasta aquella tarde gloriosa...

Podía estar sacándome orgasmos casi infinitamente.

En las pocas conversaciones con mis amigas, había descubierto que mi coño era incansable, era capaz de que saliesen orgasmos prácticamente de manera infinita cuando me ponía especialmente a pensar en sexo con maduros.

Me tocaba constantemente, prácticamente todas las noches, especialmente hasta que lo conocí a él, leyendo relatos de sexo con maduros en todorelatos.

Desde que le conocí, me empecé a tocar cerrando los ojos y pensando exclusivamente en él.

Mi cuerpo era normal cuando empezó el curso. Nada extraordinario, sin ser nada especial, según creía entonces.

Hasta aquel maravilloso instante de mi primera vez con mi profe, sentía que ningún hombre maduro me miraba de ninguna forma especial.

Todo cambió cuando lo conocí.

Siempre me han gustado maduros. Creo que desde siempre, incluso sin saberlo.

Me sentía normal, me vestía normal, una chica del montón. Ni fea ni guapa. Eso creía.

Cuando le vi por primera vez, mi sexo se humedeció de manera extraordinaria. Creo que no pude dejar de parpadear.

Al ser tímida no me atreví a preguntarle nada. Así pasaron semanas.

Recuerdo que el primer día de clase, repasando la lista de alumnos, al decir mi nombre, sentí mi cara enrojecer.

Desde aquella noche mis orgasmos salieron en su honor. Lo imaginaba de todas maneras y posiciones follándome, siempre con aquella enorme polla.

No se la había visto y solo la intuía a través de sus pantalones ajustados.

En mi imaginación le atribuí una enorme polla, grande, gruesa y con un glande enorme, rosado y brillante. Las dos o tres venas que circundaban el cuerpo de aquel maravilloso pene le infligían un atractivo sexual que desataba en mí,  unas humedades hasta aquella noche desconocidas.

Me imaginaba como me follaba de decenas de maneras y posiciones.

Me imaginaba como me penetraba por todos mis orificios.

Me imaginaba aquella enorme polla en mi boca hasta sentir su preciado néctar caliente dentro de mí.

Sin haber probado el semen ninguna vez, me imaginaba el sabor del suyo como algo sabroso, caliente  e incluso nutritivo para mi piel y mi interior digestivo.

Me imaginaba tragando y tragando una y otra vez aquel maravilloso néctar.

Aquella celebre primera madrugada, mientras me dormía, pensando en él, me prometí que todo cambiaria.

En mi mente organicé un plan de ataque. Cambiaria todo en mí. Si no lograba conquistar a aquel deseado profe, conquistaría a cualquier maduro que me gustase, que fuese parecido a él, si acaso no podía conseguirlo.

Lo primero era que me deseasen. Que él pudiera desearme.

Quería que me empezasen a mirar con deseo todos los hombres maduros que me encontrase, especialmente él.

Empecé a hacer ejercicio para fortalecer mis músculos para que mi culo se hiciese más respingón y deseable. Todas las mañanas hacia una tabla de ejercicios que incluía decenas de sentadillas.

Pedí dinero a mi padre y compré varios conjuntos de ropa más deportivos, ajustados, de colores pasteles que realzasen mis formas.

Cambie de peinado. Miré decenas de videos de maquillaje.

Poco a poco empecé a cambiar, aunque sin hacer un cambio brusco. Fue todo poco a poco, durante semanas.

Soy demasiado tímida y aún no me atrevía a mirarlo de esa forma que todos ustedes saben y que en mi interior deseaba.

Miraba de reojo a los maduros que me cruzaban, poco a poco, ya se empezaban a fijar en mí con cara de deseo. Él aún no.

Empecé a ponerme un perfume que la dependienta de la perfumería me había recomendado. No era nada especial, era de Dior, pero era muy sensual, concretamente Poison.

Aquella fragancia oriental me ayudaría a conquistarle.

No les había dicho que estudiaba en la Popular de Veracruz, cursando Ciencias de la Salud y José Miguel nos impartía una asignatura optativa de nombre: Coaching Nutricional.

Empecé a cambiar mis hábitos de alimentación gracias a los descubrimientos que él nos aportaba. Poca o ninguna azúcar, control de carbohidratos, las justas grasas saludables, mucha verdura, nada de refrescos.

La finalidad de la asignatura era procurar a nuestros futuros pacientes, dietas equilibradas para controlar el peso y además enseñarles a interiorizar hábitos saludables.

Gracias a mis propósitos y a sus enseñanzas en apenas cuatro o cinco semanas, me sentía, más sana, más esbelta y mucho más cachonda..., muchísimo más cachonda.

Especialmente mucho más cachonda. Pueden creérselo amigos, comer sano y hacer más ejercicio te pone más caliente... Es mano de santo.

Cuando apenas había pasado un mes y medio, nos mandó un trabajo que tuvimos que leer públicamente en clase. Era una propuesta de dieta y ejercicios para una hipotética clienta con sobrepeso. La clave del trabajo además de las sugerencias nutricionales y de ejercicios, era ayudar con trucos para favorecer el trabajo de generar los hábitos y hacerlos permanentes.

Solo le reseñe tres trucos, que obvio aquí por no venir a cuento, pero al terminar me dijo que era un trabajo excepcional. Al final de la clase me llamó para decirme que me había puesto la máxima nota.

Noté como el perfume parecía embriagarle, o al menos eso deseaba, pues creí que durante unas décimas de segundo cerró los ojos para olerlo.

Me miró a los ojos cuando me daba la enhorabuena. Puedo decirles a todos ustedes que tuve un soberbio y profundo orgasmo. No soy de gritar ni gemir con mis orgasmos, pero no pude evitar cerrar los ojos en ese instante mágico y fruncir el ceño. Él se dio cuenta de aquel gesto involuntario, mientras tragaba saliva.

-       ¿Andrea, te ocurre algo?

-       No, profesor, no me pasa nada. Un pequeño malestar del estómago.

-       Cuídate Andrea, eres la mejor alumna de clase y debes seguir así. Por cierto, ya os dije, que me llamaseis por mi nombre. Ok. Por cierto, el perfume que llevas es especial.

No fue lo que dijo sobre el perfume, sino como lo dijo. No había en sus palabras nada especial, pero mi intuición femenina me decía que el pez había picado en mayor o menor medida.

Al salir de clase, ya notaba que me estaba mirando mi culo. Desde aquel instante algo cambió en nuestra relación. Según las notas de aquel primer ejercicio, me colocó en primera linea de mesas, justo enfrente de él. Sus miradas a veces se dirigían a mis pechos, que ya destacaban mucho más que antes, gracias a mis ejercicios y a mi nueva ropa. No me miraba con morbo, era muy serio en eso, pero mi intuición me decía que algún pensamiento lujurioso le empezaba a rondar por su cabeza.

No me equivocaba.

Días después me nombró tutora de uno de los grupos de estudiantes dadas mis buenas notas. A los cinco tutores de grupo nos citó aquella semana para darnos las instrucciones y criterios generales  para el desarrollo del trabajo final de curso que empezábamos en ese segundo trimestre.

Nos liberó de algunas clases para poder trabajar. Todos los viernes por la tarde le daríamos las novedades.

Mi cita era la última, aquel viernes.

Cuando entré en su despacho me sonrió, me hizo sentarme, hablamos del trabajo y diez minutos después me estaba follando brutalmente...

Les cuento todos los detalles:

Al terminar de hablar del trabajo, ambos nos quedamos callados.

Nos miramos.

No teníamos que decirnos nada.

Nos levantamos al mismo tiempo.

Extendió su mano, le ofrecí la mía.

Se aproximaba. Mi pecho latía sulfurosa y velozmente.

Me sentía más húmeda que nunca.

Nos juntamos en el borde intermedio de su mesa.

Me dio la vuelta.

Con su mano bajó mi torso. Me deje hacer y llevar. Allí estaba pegada con mi tronco y cabeza pegado a la madera. Todo me olía a él.

Subió mi minifalda. Mis glúteos quedaban a su antojo.

Metió sus dedos en la tira de mi tanga y sentí mi ano al aire.

Noté su aliento.

Su lengua jugueteaba con mi rincón oscuro y rugoso.

No era una delicia, era una soberbia delicia. Jamás había recibido placer allí y era sublime.

Tuve mi primer gran orgasmo.

Después metió su endurecida lengua a  modo de polla en mi caliente y agradecido ojete.

Bajo aquella gloriosa y excitante lengua a través de mi perineo.

Tuve otro orgasmo. Mi vagina se vaciaba por primera vez.

Noté como rasgaba mi pequeña tanga humedecía y molesta.

Estaba abierta para él, pero quiso abrirme mucho más.

Noté sus manos en mis partes traseras que se abrían a su placer.

Alcé mis caderas un poco, como queriendo buscarle.

Noté el calor de su aliento en todo mi coño abierto, caliente y deseoso.

Su lengua recorrió todos mis rincones vaginales. Tuve otro gran orgasmo de altura y volví a vaciarme.

Notaba ríos de jugos en la mesa y por mis muslos interiores.

Noté sus dedos. Me follaban rápidamente. Tuve otro enorme orgasmo.

Estaba a punto. Lo deseaba ya dentro de mí. Lo intuyo.

Me dejó unos segundos.

Oía su cremallera. Notaba el ruido de la ropa caer bajo sus pies.

Esperaba de un momento a otro como su enorme polla entraría turgente dentro de mí.

Intuía que era mucho más grande de lo que suponía. Noté su enorme glande jugar en la puerta de mi cueva deseosa. Mis labios sentían su roce gozoso. Tuve otro orgasmo.

Metió el glande... Lo sentí en todo su esplendor.

Asió mis caderas con sus manos. Me sujetó y de un soberbio golpe metió su enorme y grueso trozo de carne dentro de mí de una majestuosa lanzada.

Ese instante fue único. Cerré mis ojos. Tenía un nuevo orgasmo, mucho más intenso que todos los anteriores en los últimos minutos,  a la vez que me vaciaba nuevamente

Me follaba rápida y eficazmente. Sentía como con cada empuje mi cuerpo vibraba cada vez con mayor placer.

Mi corazón estallaba de excitación.

Notaba mi respiración irregular.

Deseaba que nunca acabase, pero no pude resistirme...

No habíamos hablado nada y solo pude decirle:

-       Lléname de tu leche... Necesito tu leche dentro de mí.

No se hizo esperar.

Dio un fortísimo empuje. Su gorda y endurecida polla llegaba al máximo de mis profundidades y empezó a correrse. Yo también, una vez más, y cada vez con más intensidad.

Con cada golpe eyaculatorio, yo disfrutaba más y más...

Volví a vaciarme. Eyaculé como nunca.

No pude resistirlo, me orine de gusto también.

Notaba todos  mis fluidos manchar la mesa y correr hacia abajo por el lateral de mi mesa y entre mis muslos y piernas.

Notaba mis calcetines y deportivas húmedos.

Su polla seguía corriéndose más y más. No alcanzaba a contar sus explotaciones de leche. Más de seis o siete.

Su respiración también se apreciaba entrecortada...

La dureza de su polla seguía impoluta.

Creo que quería correrse otra vez dentro de mí. Yo lo deseaba.

El semen dentro mí, sonaba ahogadamente en aquel despacho.

-       Chup, chup, chup.

Seguía follándome.

Estaba en la auténtica gloria.

Volvió a correrse. Yo también.

Extasiados y unidos, allí tumbados en la mesa. El reclinado sobre mí.

Nuestras respiraciones empezaron a  relajarse acompasándose.

Unos minutos después, él me confesaba:

-       Ha sido increíble, Andrea.

Se incorporaba. Su polla remitía saliéndose, aunque aún muy entera.

Hubiese dado media vida por volver a sentirla dentro de mí.

Noté como las bocanadas de semen y fluidos salían de mí y amerizaban en la mesa y mis muslos.

Junté mis muslos. Sentí otra vez placer.

Cuando me incorporaba y pude ver el espectáculo de fluidos, orines y leche no podía creerlo.

José Miguel cogió su polla arropada por la mano. Busco unos pañuelos de papel pero eran insuficientes.

Nos miramos.

Nos besamos.

-       Yo recogeré. (Dijo).

No podía articular ni una sola palabra.

No pude calcular mis orgasmos y sensaciones. Habían sido máximos e irrepetibles en mi modesta memoria del placer.

Me ofreció dos pañuelos. Me limpie básicamente. Coloqué mi minifalda...

Salí del despacho.

De reojo, volví a verlo. Miro  mi culo al salir, mientras se tocaba suavemente su polla aún muy entera, aunque bastante morcillona... Era preciosa.

Mientras salía del recinto ensimismada y totalmente abstraída no me daba cuenta de nada, ni por donde iba. Notaba una ligera brisa bajo mi vestido.

Mi sexo se refrescaba a cada paso, aunque seguía caliente. Algunas últimas gotas de fluidos resbalaban, mientras cerraba mis ojos nuevamente y volvía a disfrutar por aquella sensación sensual.

Había ido una sesión absolutamente excepcional e irrepetible, aunque no sería la última.

FIN.

PEPOTECR.