Mi primera vez con el mecánico

En la prepa era muy cachonda y encontré quien me diera lo que necesitaba. Relato 100% REAL

La siguiente historia es real. Me pasó cuando cursaba mi último año de preparatoria.

Yo vivo en la Ciudad de México. No soy alta, mido 1.56 mtrs; mi piel es morena clara y mi pelo oscuro casi negro.  No tengo el cuerpo de modelo de bikinis, mis pechos no son tan grandes, soy delgada sin tener el vientre marcado; pero de lo que sí me siento orgullosa son de mis caderas que son amplias y mi culo se ve algo grande.

Yo iba a una preparatoria privada; las mujeres llevábamos como uniforme falda tableada y saco de color azul marino, y la blusa era blanca.

Hasta el momento era virgen aunque desde chiquita me interesó el sexo. En la primaria fantaseaba con besuquear  y tocarle el pene a uno de los niños de mi salón detrás de los edificios donde nadie iba. En la secundaria empecé a masturbarme y al finalizar el último año le hice mi primer oral al maestro de música; además cuando iba hacia mi casa un tipo se asomaba por su ventana y me chiflaba o decía de cosas, y también fantaseaba con ponerme un vestido pegado y chiquito y bailarle encima de la mesa. Los dos primeros años de prepa fajaba con algunos de la escuela en el edificio junto a la alberca que para las 7 de la noche (yo iba en turno vespertino) se vaciaba y ni los prefectos pasaban.

Un día estaba fajando con uno de mis amigos pero como ya íbamos a entrar a clases nos fuimos y me quedé cachondísima porque él había metido sus dedos por debajo de la falda y aparte sentía a través de la ropa la erección que se le había formado. Antes de irnos me dijo que le diera mi tanga; a veces hacíamos eso y al salir de la escuela me la regresaba, pero ese día sus amigos lo invitaron a un bar y se fue en cuanto dio por finalizada la clase.

Yo seguía caliente por lo que había pasado y porque debajo de la falda no traía nada; además de que apenas dos días atrás me había depilado dejando un pequeño triangulito de vello y eso siempre me hacía sentir como hembra en celo.

Cuando salí de la escuela fui hacia la calle de atrás donde esperaba el transporte escolar. Iba a media calle cuando el mecánico que trabaja por ahí me dijo cosas como “bonita” “cómo te llamas?” “te puedo acompañar?”. Y yo normalmente no le hacía caso pero mi calentura pudo más y lo saludé.

-¿Cómo te llamas bonita?

-Vanessa

-Mucho gusto Vane, yo soy Roberto. ¿Puedo acompañarte? ¿Vas hacia tu casa o tomas los camiones de la escuela?

-Me voy en el transporte.

Pasamos bajo una casa que tenía luz de calle y pude verlo bien. Tenía unos cuarenta y cinco años; era más alto que yo y su cuerpo no llegaba a ser gordo pero si era ancho. De cara era común y corriente, tenía el cabello corto y las entradas iban agrandando su frente. Como estaba trabajando vestía un pantalón de mezclilla roto de las rodillas y sucio de aceite; y su camiseta era blanca de esas que no tienen mangas .

Cuando avanzamos otras dos casas se atrevió a rozar su mano con la mía y como no le dije nada me tocó de la espalda baja mientras íbamos caminando. Casi al llegar a la esquina me detuvo de la cintura y se pegó a mi por detrás oliendo mi cuello.

-Hueles bien rico, mamacita.

Como yo no dije nada él tomó la libertad de besarme el cuello; el vello de su barba que apenas crecía me hacía cosquillas.

-Aquí en la calle de enfrente hay un pequeño callejón, ¿Quieres que vayamos para que podamos tener más privacidad?

Solo pude asentir con la cabeza y caminamos hacia la acera de enfrente, le dimos la vuelta a esa esquina y caminamos media calle más. Como él dijo, había un pequeño callejón que estaba en completa oscuridad. En cuanto nos metimos me acorraló contra la pared y me metió la lengua a la boca. Era un buen besador y en pocos segundos yo ya estaba pegándome contra su pelvis. Sus manos primero empezaron a magrearme las nalgas por encima de la falda pero pronto fueron hacia el borde y comenzaron a subir por mis muslos. Sus dedos eran callosos y los imaginé sucios por el trabajo que realizaba. Cuando llegó hasta mi rajita se sorprendió al no sentir la tela de mi calzón.

-Mira lo putita que eres. Vienes a la escuela sin bragas para calentarle la polla a todos esos escuincles.

-No. Solo quiero calentar a los maduros como tú –Dije entre gemidos.

Volvió a atacar mi boca con su lengua. Sus dedos jugaron con mi rajita mientras besaba mi cuello. Yo me sentía en la gloria y más aún cuando metió dos de un solo jalón dentro de mi hoyito.

No recuerdo cuando él abrió su bragueta ni cuando sacó su verga durísima; solo recuerdo que mi falda estaba toda doblada hacia arriba y puso su palo punteando mi triangulito mientras seguía mordiendo mi cuello y pellizcando mis tetas por encima de la blusa que ya tenía dos botones abiertos.

-¿Te gusta, putita?

-Me encanta.  Y me encanta tu verga . La tienes durísima –dije suspirando y gimiendo al mismo tiempo que mordía el lóbulo de su oreja.

-Quiero metértela hasta el fondo y que gimas de placer. Te pondré en cuatro y te daré tan duro que no podrás caminar una semana.

-Sí papi, ponme en cuatro; seré tu perrita.

-¿Serás mi hembra?

-Mmmmmhmmm…  Sí, solo quiero sentirte dentro de mi.

Para ese momento su verga y mi panochita estaban chorreando de tanta humedad que sacábamos él y yo.  Tomó su palo y empezó a restregarlo a lo largo de toda mi rajita metiéndolo cada vez más entre los labios.

Justo cuando iba a voltearme para inclinarme y que me la metiera de una vez por todas sonó mi telefono. Vi quien llamaba y era una de las chicas del transporte. Tomé mis cosas y salí corriendo para que no me dejara el camión.

Cuando llegué a mi casa inmediatamente me fui a mi cuarto para apagar la calentura. Una vez que me hube desahogado recordé toda la situación y quise darme de golpes contra la pared.  Estuve a punto de perder mi virginidad con un tipejo viejo y feo del cual no sabía nada. Fui al cuarto de baño y cual fue mi sorpresa cuando descubrí que justo en la base de mi cuello de lado derecho había un chupetón de tamaño descomunal.

Los siguientes días tuve que usar maquillaje y mascadas para ocultar la mancha morada; y al terminar las clases me iba por el otro lado de la manzana para no encontrarme con él.

Había pasado aproximadamente un mes de aquella noche cuando un compañero y yo fuimos a fajar al edificio solo. Le hice una paja y terminó demasiado pronto; para colmo dijo que se tenía que ir y me dejó muy caliente.

Antes de que empezara la clase salí a la tienda por un agua y desde la esquina vi al tipejo que trabajaba en un carro. Recordé la forma en que su boca me comía e inmediatamente mi vagina empezó a escurrir. No lo pensé dos veces y caminé directo hacia él como si estuviera hipnotizada. Cuando ya iba a llegar se metió al local; lo seguí tres pasos más y me detuve. ¿Qué estaba haciendo? Él volteó y se sorprendió al verme, después de un segundo sonrió de manera perversa.

-¿A qué vienes putita? ¿Te puedo ofrecer algo?

Di media vuelta y estaba a punto de salir cuando me tomó de la muñeca y me jaló hacia él.

-Tenemos algo pendiente tú y yo, muñeca.

Pudo más la excitación que el miedo. Me quedé quieta esperando su siguiente movimiento pero solo me recorrió la espalda de arriba hacia abajo.

Seguro de que ya me tenía fue a cerrar la cortina metálica y en cuanto quedamos encerrados me jaló de las nalgas hacia él e invadió mi boca con su lengua áspera. Nos besamos con furia; su aliento sabía a cerveza pero en vez de desagradarme sentí excitación; sería la hembrita de un macho.

Metió sus manos por debajo de mi falda y subió hasta mis nalgas; con dos dedos jaló el resorte de mi tanga y luego se hizo camino hacia enfrente donde la diminuta tela ya estaba empapada.

-Me gustan las muchachitas como tú. Primero se quieren hacer las santas pero en el fondo son unas zorras calienta pollas que usan este tipo de tanguitas y se dejan manosear por desconocidos en la calle como las putas baratas que son.

Sus labios jugaban con mis oídos y lamian mi cuello. Sus manos abandonaron mi tanga no sin antes jugar un poco con mi botoncito, y poco a poco desabrocharon mi blusa. Mi bra era de encaje rosa pastel, Roberto lo quitó sin desperdiciar tiempo y comenzó a jugar con mis pezones; los pellizcaba y mordía haciéndome gemir. Me fue empujando hasta una mesa que tenía, cuando llegamos al borde me desabrochó la falda y la quitó junto con la tanga negra. Me hizo recostarme en la mesa y se avalanzó sobre mi panocha que nadaba en jugos. Lamió como loco, jugaba con su lengua y daba de mordisquitos a mi clítoris. Yo me retorcía en el frío metal como poseída, nunca me habían hecho un oral y se sentía riquísimo.

-Sabes deliciosa, mamita.

-Mmmmmmm

-Desde la otra vez quise probarte pero te fuiste corriendo. De lo que me estaba perdiendo.

Siguió lamiendo y cuando sentí que llegaría al orgasmo se frenó en seco y me jaló de una mano.

-¿Qué dijiste, puta? ¿Qué te haría gozar sin antes haberte castigado por lo de la otra vez? Nadie me deja empalmado y se va, zorrita.

Roberto me tomó del cuello e hizo que cayera de rodillas al piso.

-Haz lo que sabes hacer puta. Mámamela.

La verdad nada del trato que me daba me incomodaba en absoluto. Me sentía sucia y como una verdadera puta y eso me calentaba aún más.

Desabroché su pantalón y lo bajé al mismo tiempo que sus calzoncillos. Su verga salto delante de mi cara y pude verla en todo su esplendor. Se veía de tamaño promedio pero era tan gorda que me espantó un poco. Chorreaba líquido transparente y sobresalían un buen de venas.

La tomé entre mis manos y acerqué mis labios. La besé con cuidado apenas rozando con mis labios, de arriba hacia abajo, por la parte de abajo y también en sus huevos que caían pesados y oscuros. Tenía un olor a macho que me hizo agua a la boca. Saqué mi lengua y lo lamí como a una paleta hasta que no aguantó más y tomó mi cabeza con fuerza y me obligó a meterlo entero en mi boca.

Su verga entraba y salía de mi boca. Yo trataba de que entrara toda pero a veces me daban arcadas. Mis ojos empezaban a lagrimear mientras lo veía hacia arriba.

-Mira que boquita que tienes, nalgoncita. ¿Quién te viera con ese uniforme de niña buena? De seguro eres bien puta; te ha de encantar la verga y todas las noches te has de meter un pepino para saciar tu calentura. ¿Querías verga? Pues aquí tienes una y si quieres que te haga gemir como gata en celo tendras que complacerla muy bien. Serás mi zorra personal y cada vez que quiera te voy a tener aquí mismo cogiéndote como la putilla que eres.

Yo ya estaba que no podía más. Saqué su palo de mi boca y como pude dije:

-Ya cógeme.

-¿Quieres que te la meta?

-Sí, por favor. No aguanto más. Fóllame ahora.

-Como digas nalgoncita.

Me levantó con un brazo y me hizo recostar de nuevo en la mesa fría de la espalda hacia arriba. Sin miramientos puso la enorme cabeza en la entrada de mi hoyo y empujo lentamente para hacerme sufrir. Mordió mis tetas un poco para hacer tiempo y cuando menos lo esperé me la metió de golpe.

-Aaaaahhh…. Estás bien apretadita.

-Es mi primera vez –solté gimiendo de dolor y placer.

-No lo creería de ti pero se siente como aprietas mi herramienta, mi amor. Mira que afortunado soy, me estoy comiendo una ricura de hembrita a la que acabo de hacer mi mujer. Tengo mucha suerte de haberte partido por primera vez zorrita.

-Mmmmmm... y yo quería hacerlo con un hombre maduro y que me hiciera sentir sucia.

Aunque le dije que era mi primera vez bombeó con ímpetu. Empezó a estacarme lento pero después de bombearme dos veces lo hizo con fuerza y una furia tal de un animal salvaje. Yo me sentía en la gloria cada vez que me la dejaba ir; su sudor caía sobre mi vientre y mis tetas ya están enrojecidas de tanto magreo.

-Creo… mmmmm… que… mmm… no me… mmmm… has hecho… mmmmm… tu… mmmm… perrita

-¿Quieres que te ponga en cuatro zorrita?

No esperó a que le diera una respuesta. Se salió de mi a media estocada y me hizo ponerme en cuatro en un tapete sucio que tenía en el cuarto. No perdió tiempo y me penetró duro y fuerte desde atrás. Comenzó a bombear como antes; enterró sus uñas en mis caderas y los únicos sonidos que se escuchaban eran cuando nuestros sexos se encontraban, mis gemidos de perra en celo y sus bufidos. No podía creer que un hombre como él fuera capaz de hacerme sentir de esa manera.

Una de sus manazas golpeó mi nalga mientras la otra jalaba mi cabello.

-¿Te gusta que te nalguee, mi putita?

-Sí -contesté gimiendo aún más fuerte con cada nalgada.

-¿Qué más te gusta?

-Mmmmmm… me gusta ser tu perrita. Y que me folles como la puta que soy.

-Sí, mami. ¿Eres una puta?

-Sólo soy tu puta.  Mmmmmm…

Siguió bombeando unos minutos más hasta que sentí como el bendito orgasmo iba llegando.

-Me voy a correr papi –grité entre gemidos.

Aumento su velocidad y sentí como algo dentro de mi explotaba. Mi vista se nubló y mi venida se prolongó un poco ya que el siguió metiéndola para alcanzar el climax.

-¿Te puedo dar la leche dentro, putita?

Antes de que le pudiera contestar sentí una última estocada y oí su gemido de toro. Yo estaba demasiado extasiada como para protestar. Cayó encima de mi respirando pesadamente; sentí como su verga gruesa iba perdiendo dureza y luego el líquido caliente que salía de mi panochita.

Roberto se levantó y me ayudó a pararme. Me vestí mientras él observaba y se tallaba la verga. Cuando hube puesto todo en su debido lugar él me abrazó por detrás y besó de nuevo mis oídos y cuello.

-¿Entonces sí serás mi puta personal, Vane?

-Sí, eso creo –dije mientras una de mis manos tocaba por encima de la mezclilla su verga.

Salí por la puerta de la cortina metalica y caminé hacia la tienda a esperar a que las clases terminaran.

Tuve más encuentros con él; no solo cogíamos sino que también me hacia poner lencería atrevida y yo me dejaba fotografiar. Lo nuestro duró dos meses que fue lo que quedaba del año escolar. Si quieren que les cuente que pasó después escríbanlo en los comentarios.

Un beso.