Mi primera vez con brutus
Hola me llamo Eva, tengo 23 años y vivo al norte de España. Lo que voy a contaros a continuación es la primera experiencia que tuve con Brutus, el doberman de mi amiga Lucía, que me hizo sentir lo que hasta entonces nunca antes había sentido.
Hola me llamo Eva, tengo 23 años y vivo al norte de España. Lo que voy a contaros a continuación es la primera experiencia que tuve con Brutus, el doberman de mi amiga Lucía, que me hizo sentir lo que hasta entonces nunca antes había sentido.
Primero os contaré un poco como soy fisicamente: mido 1.65m, soy morena y tengo un buen culo, tengo las tetas bastante grandes para la altura que tengo, algo que siempre me ha creado algo de complejo, pese a que ello pueda resultar contradictorio y en general mis amigos me dicen que tengo buen tipo, intento cuidarme todo lo que puedo.
En fin, pues todo empezó cuando Lucía, mi amiga de toda la vida, trajo un perro de la perrera, al parecer sus anteriores dueños lo habían golpeado brutalmente y lo habían dejado tirado en frente de la perrera, sin ningún tipo de identificación salvo un collar con el nombre BRUTUS escrito en letras plateadas. Según me contó, los veterinarios debieron de estar muchas horas operándolo de las múltiples fracturas que tenía, afortunadamente para él (y para mi) Brutus sobrevivió. A Lucía le conmovió la historia, y como estaba pensando en cogerse un perrito que la hiciera compañía, lo adoptó.
Brutus ya tenía aproximadamente 2 años cuando lo adoptaron asi que a Lucía no le resultó nada fácil hacer que volviera a confiar en las personas, aunque al final lo consigió, aunque solo fuera con ella.
Pasados ya varios meses desde que Lucía adoptase a Brutus, Lucía tuvo que marcharse fuera de la ciudad durante unos días por cuestiones de trabajo. Trató de buscar a alguien con quien dejar a Brutus durante esos días pero no encontró a nadie (a mi no me lo preguntó porque sabía que no me gustaban demasiado los perros), pero al no encontrar a nadie recurrió a mi. A mi no me hacía mucha ilusión aquella idea, pero al ver a Lucía tan apurada y estando yo de vacaciones decidí a quedarme con Brutus por esos días (y menos mal que acepté).
Antes de marcharse Lucía me explicó que tenía que sacarlo a la calle por lo menos 3 veces al día, ponerle de comer al mediodía y a la noche etc. etc. etc. Y que si tenía algún problema que la llamara.
Al llevar a Brutus a casa me di cuenta de todo lo que había conseguido Lucía. Cuando lo conocí, Brutus era un perro que rehusaba del contacto humano, y ahora era todo lo contrario, era (y sigue siendo) muy juguetón. Le puse de comer y cuando terminó salimos a la calle a dar un paseo. En el parque había muchos perros pero Brutus no les hacía ningún caso, estaba husmeando aquí y allá. De repente salió corriendo a toda leche, yo le llamaba y le llamaba pero no me hacía ningún caso. Cuando lo alcanzé lo encontré intentando montar a una perrita en celo a la que por lo menos cuadruplicaba en tamaño. El dueño, un señor amargado de 50 tantos, chillaba como una vieja gritando que quitara a Brutus de encima de su perra, que la iba a matar... Al final y tras forcejear mucho con el perro conseguí llevarme a Brutus. El resto del paseo lo llevé atado por miedo a que hiciese lo mismo otra vez.
Al llegar a casa Brutus se tumbó en su camita y yo tras acomodarme un poco empezé a planchar, uno de los incovenientes de vivir sola era que todas las tareas de la casa las tenía que hacer yo misma, que remedio... -que bien se vivía con los padres...- Como estábamos en verano hacía mucho calor, asi que en casa iba en bragas y sujetador (toma rima jajaja). Cuando me fijé en Brutus vi que éste me miraba fijamente desde su cama, al principio me sentí un poco observada, porque fuera donde fuera él me seguía con la mirada, inconscientemente fui a la habitación a taparme un poco, pero me dije, “¿me voy a esconder de la mirada un perro? No no”, asi que seguí en bragas y decidí no fijarme más en él. Cuando terminé de planchar y de fregar el suelo, me puse a ver la televisión. La tele tenía muchísimos canales, puse uno al azar, era una película, pero no una de las convencionales, el título era “El negro de tres patas” (dejen libre su imaginación jijiji). La verdad, el negro me puso bastante cachonda, asi que empecé a acariciarme por encima de las bragas, deslizé poco a poco la tela hacia un lado y me acaricié el clítoris, para después chuparme el dedo y metérmelo entre los labios, cuanto más adentro lo metía más húmedo lo sacaba. Primero fue un dedo, luego fueron dos, y al final terminé dedeándome tan intensamente que sentí un intenso chorro de placer recorrer mi espalda. De repente sentí algo frío y áspero que me hicieron abrir los ojos y ver horrorizada que Brutus me había lamido el coño, lo eché de allí y fui a ducharme. En la ducha seguí con lo que había empezado en el sofá. Me tocaba pensando en el negro de tres patas, como me hacía suya y como me tragaba todo su pollón, ummm que rico, hasta que no pude más y todo acabó en un increíble orgasmo, terminé de ducharme y cuando salí de la ducha vi que no había cogido la ropa, asi que fui a la habitación a vestirme cuando de repente en el pasillo pisé la pelota de Brutus y cai pegándome un fuerte golpe en la cabeza con la puerta de un armario que estaba desencajada y que hacía mucho tiempo que le había pedido a mi casero que la arreglara.
Me desmayé y cuando desperté estaba bastante dolorida y confundida, el golpe había sido bastante fuerte aunque por lo menos no había sangre, tampoco me di cuenta de que estaba totalmente desnuda, se me había resbalado la toalla, intenté incorporarme un poco pero aun seguía un poco aturdida, tampoco me di cuenta que Brutus rondaba por el pasillo. Me di cuenta de su presencia cuando en un intento de levantarme Brutus se me echó encima. La embestida hizo que tuviera que ponerme a 4 patas, posición ideal para que Brutus me agarrara con fuerza por las caderas e intentara penetrarme, aunque no con mucho éxito. No podía imaginar lo que estaba sucediendo, tenía encima mío un perro que estaba intentando follarme, intenté con todas mis fuerzas zafarme de él ya que notaba su polla cada vez más cerca de cualquiera de mis dos agujeros, pero era imposible, cuanto más tiraba yo de él más se agarraba él a mi, miré por debajo de mis brazos y alcancé a ver su pene, ese enorme pene rojizo, más grande que cualquier otro que hubiera visto nunca, al ver esa polla me puse más nerviosa todavía. No podía ser, iba a ser violada por un perro a menos que no hiciera algo –joder- en una de las embestidas estuvo muy cerca de metérmela por el culo. Hasta que al final pasó lo que estaba destinado a pasar en aquellas circunstancias. Acertó con la puntita de la polla la entrada de mi coño, suficiente para meterla toda de golpe, casi me parte en dos. No podía hacer nada, me quedé quieta intentando aguantar como podía las embestidas. Sentía que cada vez me follaba más fuerte y rápido, tal era la violencia que en varias ocasiones me hacía perder el equilibrio. Mis tetas se movían al ritmo de las embestidas del animal hacia adelante y hacia atrás, bamboleándose como nunca antes las había visto.
Cuando alcé la mirada y me vi de reojo en el espejo de la habitación con aquella bestia encima mio moviéndose como si la vida le fuese en ello, no pude quitarme esa imagen de la cabeza. Esa imagen mia siendo brutalmente ensartada por aquel animal, era realmente exasperante pero no podía hacer nada, salvo esperar hasta que se corriera dentro de mi. Ese pensamiento me puso los pelos de punta, asi que en un último intento intenté zafarme de Brutus, y justo en ese momento empecé a sentir una fuerte presión en la entrada de mi vagina, miré hacia atrás y vi como Brutus estaba intentando meterme sus huevos (eso pensé en aquel momento) del tamaño de una pelota de béisbol, tal fue el dolor que me produjo que mi mente se quedó en blanco. A partir de aquel momento ya no era Eva intentando zafarse de Brutus, empezé a verlo (y a sentirlo) de otra manera. Hasta entonces en ningún momento había sentido dolor, -solo cuando estaba intentando meterme su bola, y eso era porque la entrada de mi coñito era bastante estrecha-, solo la angustia y la certeza de que lo que me estaba sucediendo era algo antinatural, jamás se me hubiera ocurrido que llegaría a tener sexo con un perro, era asqueroso. Pero ese pensamiento se había esfumado, ahora solo era una mujer recibiendo la mejor follada que había sentido nunca.
Volví a mirarme en el espejo y al ver que estaba logrando meterme su enorme bola empezé a tocarme el clítoris. Estaba gozando como una auténtica perra, sentía palpitaciones, no se si eran mías o las del rabo de Brutus que me tenían la vagina llena. Y entonces me la metió, fue una sensación increíble, no podía más y empecé a correrme y a mover el culo, Brutus pareció entender lo que quería y me respondió con nuevas y violentas embestidas. Nunca antes había sentido tal intensidad de placer, fue el orgasmo más largo y fuerte que jamás había tenido. Además notaba como su polla se expandía más y más dentro de mi, como queriendo ocupar toda mi vagina. Al poco Brutus empezó a correrse, sentía chorros de semen dentro de mi. Era increíble, parecía que no iba a parar nunca, el perro seguía expulsando leche, era tal la cantidad de semen que había echado que ésta empezó a bajar por mis muslos, y eso que estaba totalmente abotonada por culpa de la bola. Brutus siguió encima mio durante unos instantes cuando de repente empezó a hacer movientos extraños. Pasó una pata por encima mia y quedamos pegados culo con culo. Yo no hice nada, solo esperé hasta que el perro tiró de mi y de un plof sacó su polla de mi vagina. Estaba exhausta, acababan de follarme tan brutalmente que solo quería volver a ducharme e irme a la cama. Entonces me fijé en las dimensiones de la verga que Brutus se estaba lamiendo. Era increíble, no podía imaginar que todo aquel trozo de carne hubiese estado dentro de mi. No os miento si os afirmo que aquella polla medía aproximadamente 30 centímetros. También me fijé en la cantidad de semen que había descargado en mis entrañas. Había semen por todos lados, mis piernas estaban bañadas y en el suelo también había una importante cantidad de leche. Me quedé allí un rato, mirando embelesada la polla de Brutus. En la ducha reflexioné sobre lo que acababa de experimentar, puede que fuese antinatural follar con un perro, sentir placer al ser follada por un perro, pero el placer es superior a todo. Asi que me quedé con eso.
Terminé de ducharme, limpié toda esa mezcla de semen, sudor y jugos vaginales del pasillo, acaricié cariñosamente a Brutus y me senté al ordenador a escribir este relato. Lo que ha sucedido va a ser un secreto entre Brutus y yo. Nadie más va a conocer nuestro secreto salvo todos vosotros claro.