Mi primera vez como sumisa
AmoX está sentado en una mesa en el fondo del bar, quizás no sea un hombre atractivo, no lo es, pero eso no me importa, quiero un buen amo, me da igual como sea. Se levanta al verme y me tiende la mano que estrecho, siento una oleada de calor al hacer eso. ¿Debería quitarme el abrigo? El bar está lleno de gente, no me atrevo, así que simplemente tomo asiento. AmoX no me ordena que me quite el abrigo, menos mal. O no.
Mi nombre es Carmen y creo que soy sumisa. Digo “creo” porque nunca lo he sido. Muchos astronautas tampoco han salido de la tierra y se llaman “astronautas” a sí mismos, esperando su oportunidad. Yo también espero mi oportunidad, el momento en que ese amo que se cuela en mis sueños se cuele en mi vida. Puedo esperar, soy una mujer paciente. El problema es que llevo más de 20 años esperando, desde que tengo uso de razón, y eso me hace plantearme si mi amo ideal existe o es tan solo una fantasía que he construido para conformarme. Las cosas han de cambiar, ahora lo sé. Y quizás deba tropezar en una piedra para encontrar el camino correcto. Soy una mujer paciente, pero quiero descubrir si mi paciencia es, en realidad, miedo. Estoy dispuesta a encontrar esa piedra que me haga tropezar. Y si no hay piedra o no tropiezo, mejor aún.
He estado cerca de una semana charlando virtualmente con amos que he encontrado en internet. No tengo suficiente experiencia para saber quién dice la verdad o no. Quien tiene experiencia o no. Así que me dejaré llevar por la intuición, como quien entra en un casino por vez primera. El amo que he escogido se llama AmoX, un nombre algo ridículo, aunque eso no me ha hecho descartarle porque tiene ciertas cualidades que me atraen: parece divertido, parece sincero y parece saber de lo que habla. Además, desde el primer minuto me ha tratado con respeto. Si he de equivocarme será con AmoX, esa es mi decisión.
Me encuentro con AmoX en un bar cercano a su casa, me ha ordenado que vaya vestida lo más extremada que se me ocurre. Me he puesto una falda corta, con una blusa blanca de seda y sin ropa interior. Aunque después me he escondido bajo un grueso abrigo. Me veo reflejada en el espejo y me gusta lo que veo, tengo más de cuarenta años y he tenido tres hijos, mi cuerpo no es el de antes, tampoco es el de una mujer que se cuida, pero he tenido suerte, sigo estando delgada, soy alta y mi cuerpo parece atractivo, al menos me lo parece a mí. Soy morena, de pelo largo, facciones afiladas, mis pechos son grandes y aún se resisten a la cruel formula de edad+gravedad. Mi cintura no es la de antes pero apenas tengo barriga, mis piernas son delgadas y mi culo aún despierta miradas furtivas cuando me encajo en unos tejanos ajustados. Antes de salir de casa abro el abrigo y me miro en el espejo, mis pezones casi se transparentan bajo la camisa, siento vergüenza de salir así a la calle pero es algo que debo superar.
AmoX está sentado en una mesa en el fondo del bar, quizás no sea un hombre atractivo, no lo es, pero eso no me importa, quiero un buen amo, me da igual como sea. Se levanta al verme y me tiende la mano que estrecho, siento una oleada de calor al hacer eso. ¿Debería quitarme el abrigo? El bar está lleno de gente, no me atrevo, así que simplemente tomo asiento. AmoX no me ordena que me quite el abrigo, menos mal. O no.
Hablamos durante casi una hora, de lo divino y lo humano, de lo que podemos hacer o no, pactamos límites y nos preguntamos por nuestras vidas. Estoy cómoda, me quito el abrigo. AmoX sonríe al ver como voy vestida. Siento un calor intenso en mi entrepierna. Los pezones están tan erectos que se perciben perfectamente bajo la tela. AmoX baja su mirada a mi pecho y vuelve a sonreír.
Soy suya, ahora sí.
-No vamos a ir a mi casa, hoy no -dice él.
Estoy decepcionada. ¿Entonces para que hemos hablado de la sesión? No sé cuando volveré a tener una tarde libre, mi vida es un caos de hijos, trabajo y un marido que entiende ayudar en casa como sentarse en el sofá a ver la televisión.
-Pero voy a someterte -continua.
¿Dónde va a hacerlo? No comprendo nada. Me ordena que me levante, paga la consumición y salimos a la calle. Entramos en un garaje cercano, es un parking privado, bajamos dos pisos caminando, está oscuro. Hay media docena de coches, el resto de las plazas están vacías. Huele a humedad. AmoX señala un coche, me dice que es el suyo, es un coche lujoso, perfectamente limpio. ¿Me dominará en el coche?
-No vamos a entrar en mi coche -dice él como adivinándome los pensamientos.
Me empuja contra la pared, en una esquina, estamos en la penumbra. AmoX coge mi abrigo y lo deja cuidadosamente en el asiento del copiloto del coche. Después vuelve a empujarme contra la pared. Una de sus manos se desliza bajo la falda, no llevo ropa interior. Noto sus dedos mojándose en mi descontrolada humedad. Cierro los ojos. Otra de sus manos se cuela por debajo de mi camisa. Comienza a pellizcarme los pezones, cada vez con más fuerza. Es dolor, autentico dolor, es el placer de sus dedos masturbándome. Dolor y placer. No sé si es la piedra donde tropezaré por vez primera, pero de momento es lo que esperaba. AmoX se retira, abre el maletero de su coche y saca unas cuerdas, me ata las manos a la espalda. Luego vuelve a empujarme contra la pared. El olor a humedad es casi insoportable. Noto como me levanta la falda, escucho como se quita la ropa. De repente, noto el pene de su amo empujando tras de mí. Una de las cosas que le he pedido es que quiero ser sodomizada, no quiero que me penetre vaginalmente. Mi marido nunca me ha sodomizado. Quiero que mi amo use lo que mi marido nunca ha usado y quiero que nunca use lo que mi marido siempre usa. Eso me ayudará, creo. Además llevo años deseando probar el sexo anal y nunca me he atrevido a pedírselo al aburrido de mi marido.
El pene de AmoX empuja contra mi ojete que comienza a abrirse lentamente, el dolor es intenso, aprieto los dientes, contra la pared, atada, completamente a merced de un amo desconocido.
Es exactamente lo que he soñado cientos de veces.
AmoX comienza a sodomizarme mientras me masturba. La sensación es tan dolorosa como placentera. Querría que el momento durase eternamente. Poco me importa si, de repente, aparece alguien en el parking, ojalá aparezca y se quede mirando como un desconocido me sodomiza. Ojalá.
No sé cuántas veces alcanzo el orgasmo, son demasiadas incluso para mí. AmoX pasa su brazo por mi cuello, ahogándome, mientras se corre en mi culo. Apenas puedo respirar cuando un último orgasmo hace que pierda el sentido. Cuando despierto estoy sentada en el asiento del copiloto del coche de AmoX. Me ha vestido y me ha quitado las cuerdas.
-Siento haber apretado demasiado el cuello, te he asfixiado y has perdido el conocimiento.
-El orgasmo final…
-Si, la asfixia hace que sea brutal ¿verdad? Te vuelvo a pedir disculpas.
-¿Cuánto rato he estado inconsciente?
-Apenas dos minutos. Demasiado tiempo. ¿Cómo te encuentras?
-Nunca me he encontrado tan bien.
-Buena sumisa…
Esa fue la primera vez que AmoX me sometió. Aunque no fue la única. Pronto descubrí que aquel hombre no era la piedra donde esperaba tropezar. Tuve suerte. Espero que vosotros y vosotras también lo tengáis.
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©John Deybe