Mi primera vez
Ellos también empezaron a correrse simultáneamente encharcándome con su leche por todos mis orificios, en un orgasmo conjunto y extraordinario, el cual finiquité con movimientos lentos y voluptuosos, sensuales, exprimiendo hasta la última gota de leche que subsistiera en nuestros cuerpos, pensando en el futuro que me había estado perdiendo, mientras caíamos a la cama adormilados, exhaustos y mucho más que satisfechos.
La noche era cálida, inserta en medio de un sofocante verano. Jóvenes, pero maduros, Tito, Memo y Ern, habíamos compartido desde la infancia la mayor parte de nuestras experiencias y como tal, manteníamos una sana e incondicional amistad.
Aquella noche arribamos a un abarrotado pub, frenético y muy exclusivo. Ya en la barra, mi atención fue captada totalmente por una esplendorosa mujer, que bailaba voluptuosamente con un chico bastante joven; aquella hembra de rostro angelical, ojos azules claros, nariz respingada y boca perfectamente delineada, ostentaba una brillante cabellera rubia, que en sedosas ondulaciones bajaba casi hasta su cinturita de avispa, que a su vez, observaba abruptamente unas redondas caderas, rematadas por un hermoso trasero, firme y muy elevado.
Su belleza era realzada por un conjunto de pulseras de oro en una de sus muñecas y en la otra un diminuto y fino reloj, en su cuello una delicada cadenilla de oro trenzado adornaba la blancura de su pecho y unos zarcillos en las orejas enmarcaban su bello rostro.
En el contoneo del baile, su estrecha minifalda, había subido dejando entrever unos ligueros blancos, que sostenían las medias de seda color piel, envolviendo unas armoniosas piernas color canela, dignas de una diosa. Desde otra perspectiva, una ajustada blusa exhibía un ombligo de sirena y su busto pugnaba por liberarse, incluso con su generoso escote, constituyéndose en el punto central que capturaba mis ojos, atónitos y extasiados ante aquel espectacular cuadro erótico
Toda la noche había bailado y aunque acostumbrada a robar las miradas de los hombres, no podía ignorar aquellos ojos negros de mirada firme y penetrante, que no cesaban de observarme insistentemente. Acompañada de mi novio, el cual no hacia más que tocarme por todas partes, traté de disimular el interés que despertaba en mi aquel imponente ejemplar masculino, que había ingresado acompañado de otros dos, no menos apuestos, pero si escasos centímetros más bajos.
La mano de mi novio bajando por mi nalga, paralela a la otra que se apropiaba de mi seno, me retornó a la realidad. Él era bastante joven e inmaduro y quería todo demasiado rápido; tal vez a nuestra edad no había madurado tanto como yo, lo que aunado a mi físico aumentaba mi edad, dos o tres años más.
Controlé a mi novio nuevamente, como lo había estado haciendo desde que llegamos, de pronto él estalló furioso:
¡¡Ya estoy harto!! Tú feliz con las miradas de mil fulanos y negándote a mí. ¡Quédate sola, o mejor quédate aquí con todos los que te devoran con los ojos!
Y sin decir más abandonó la pista, saliendo inmediatamente del pub
El desplante fue evidente. No más viendo la gesticulación de aquel joven fogoso, de 17 ó 18 años, y la forma como desatendió a la chica, se podía intuir que no regresaría. Ella compuso la falda y retornó a la barra rechazando las invitaciones de otros hombres que también la habían observado alelados anteriormente.
Pidió un whisky que degustó con pequeños sorbos, a mi lado. Cuando nuestras miradas se encontraron, una mínima sonrisa suya me permitió entablar una pronta conversación y hacer las presentaciones de rigor con mis amigos. Ellos decidieron invitar al baile a las hermosas féminas que allí sobraban y otro tanto hice yo con Iris.
En la pista de baile sus contoneos y movimientos voluptuosos, ahora tan cerca, empezaron a secarme la garganta y me produjeron una erección que creí seria eterna. Mis ojos se embelesaron con aquel cuerpo arrebatador, aquella cara angelical y aquel cabello de sirena, enmarcados en la sensualidad del baile
Aquellos ojos me habían absorbido por completo y aquel cuerpo, grande y fuerte, me cubría totalmente; La boca me hormigueaba y el cuerpo se me erizaba, estaba perdiendo la noción y el juicio. Ern, se acercaba cada vez más y ya no podría esquivarlo por mucho tiempo. Sus manos grandes se habían aferrado a mi cinturita y sus labios surcaron suavemente los míos, lo cual prendió las alarmas y me devolvió a la realidad. Paré el baile y le sugerí que debíamos por lo menos conocernos un poquito y que ya era hora de marcharme. Él se ofreció gentilmente a llevarme en compañía de sus amigos, los que también estuvieron de acuerdo, cosa que agradecí pues mi "novio" me había dejado tirada y sin transporte
Memo tomó el volante del coche y en el puesto posterior nos sentamos Iris y yo, mientras Tito ingresaba por el lado contrario, quedando ella en medio de los dos, indicándonos enseguida su dirección en una urbanización en las afueras de la ciudad. Partimos bien entrada la medianoche y al interior de mis pantalones la erección era patente y mi miembro lloraba constantes gotitas que empapaban la parte delantera de mis pantaloncillos.
Mi brazo se tendió sigiloso por encima de los hombros de Iris y mi mano se apoderó de uno de sus suaves y firmes senos, mientras la otra ingresaba debajo de su minifalda acariciando sus tersas piernas. Enseguida mi boca se prendió, golosa, de aquellos labios rojos y carnosos, ingresando mi lengua libidinosa en los recovecos de aquella boca y entrelazándose con la suya. Tito no perdía tiempo y acariciaba el vientre de aquella hermosura, a la vez que su otra mano ingresaba por la espalda debajo de la blusa
¿Qué estaba pasando? Mi cuerpo se había erizado, respondiendo gustosamente con el ingreso de aquella lengua a mi boca, a la vez que, lujuriosamente, aquellas manos acariciaban mi cuerpo ¡Me resistí! De un empujón aparté a Ern y Tito, mientras la entrada a la urbanización donde resido pasaba de largo ante mis ojos.
Solicite a gritos mi retorno, agrediendo a Memo que iba al volante, cuando aquellas grandes manos que me habían acariciado, ahora me retornaban bruscamente a mi lugar y un arma desenfundada contra mi sien hizo que comprendiera la cruda realidad
...Verás, preciosa... Ahora te daremos el triple de lo que negaste a tu noviecito y te sugiero que lo disfrutes, pues como ves no somos unos chiquillos. Dijo Tito, mientras sostenía el arma
ante la amenaza y el escalofrío que recorrió mi cuerpo, la adrenalina segregada por mi organismo empezó a surtir efecto. Mis labios, mi vulva, mis pezones y mi vientre, empezaron a hormiguear ¡Los increpé exigiéndoles el retorno a mi vivienda! Ern mostró una deslumbrante y blanca sonrisa, se acercó y empezó a besar mi cuello, a la vez masajeaba mis senos por debajo de mi blusa, habiendo subido mis brassieres, mientras su otra mano recorría mi vientre, pasaba por mi ombligo metiéndose dentro de mi falda y yendo directamente a mi coño. Del otro lado Tito sostenía el arma y metía nuevamente su mano a mi espalda.
¡No, por favor, no lo hagan! Supliqué
Eres demasiado hermosa. Dijo Ern. Y tu boca me encanta. Por lo cual quiero que vengas a mamar esto, como a un dulce bombón. ¿Recuerdas los bombones que te gusta chupar? Enseguida sacó un descomunal pene, perlado de gotitas de semen
El arma que se afirmó en mis costillas me disuadió de cualquier negativa. Bajé lentamente mi boca hacia aquel tremendo palo y tuve que tragármelo todo
La sugerencia del bombón halló eco y Iris empezó a mamar golosamente. Subía y bajaba sus labios a lo largo y ancho de mi verga, la introducía a lo profundo de su garganta, lamía y relamía mis testículos. Largo rato me retorcí con la boca de Iris pegada a mi garrote, con succiones y paladeos, de las que la prostituta más experta hubiera envidiado la técnica.
Por otra parte, Tito, la había acomodado sobre sus piernas, quedando ella de lado y casi acostada, subió la falda a su cinturita, para que aparecieran las respingadas nalgas, grandes, suaves, tersas y redondas, en medio de las cuales un diminuto hilo dental servia como atuendo; Enseguida Tito lo arrancó de un tirón y lo lanzó por la ventanilla del auto, dedicándose a masajear, besar y saborear aquellas nalgas perfectas. Momentos después, Iris me llevaba al límite y yo estallaba en chorros corriéndome en su boca y embadurnando con mi semen su bello rostro.
¡Mi turno, perra! - Dijo Tito, desenfundando su pene que Iris pasó a saborear, cambiando de posición. Yo la acomodé encogida sobré mis piernas, de lado, quedando a mi disposición su hermoso trasero. Seguidamente empecé a introducir mi dedo del medio en el minúsculo culito, lubricándolo con saliva y teniéndolo muy pronto hasta el fondo. Posteriormente lubriqué de nuevo e introduje dos dedos y pronto estaba endosándole tres dedos en el pequeño esfínter.
¡Ay, ay, aaahhh! La dilatación del ano arrancó gritos a Iris, pero Tito la regresó rudamente a la mamada suspendida
La polla de Tito se había hundido hasta el fondo de la garganta, los labios alrededor de ella, tocaban ahora sus testículos y la nariz se hundía en la maraña de sus pelos, mientras él sostenía con fuerza la cabeza asiéndome del cabello. El aire empezaba a fallarme justo cuando él soltó y mis labios subieron, como en un émbolo, a lo largo de su verga mojada completamente con mi saliva, con un chirriador chasquido salival.
Tito se retorcía, tal como lo había hecho Ern anteriormente, atendiendo sus indicaciones chupaba y chupaba la tranca que tenia en la boca, como si de un dulce bombón se tratara. Mis labios, mi lengua y mi paladar, degustaban diligentemente aquel órgano. Atrás Ern, introducía los tres dedos en mi ano, dolía y gustaba a la vez, en forma indescriptible. De no ser por la blusa, ellos habrían notado lo grandes y duros que estaban mis senos y lo erizados de los pezones.
Justo en el momento en que se detenía el coche, Tito me agarró del cabello y presionó fuerte mi cabeza, hundiendo otra vez su verga hasta el fondo de mi garganta. Sentí como su semen caliente inundaba mi esófago. Me tomó de las orejas y movió mi cabeza arriba y abajo, rápido, firme, haciendo que mis labios, lengua, paladar y garganta se restregaran contra su pene, retorciéndose como poseído, mientras soltaba innumerables chorros de semen que se escurrían por mi boca.
Una sensación extraña me llenó toda. La húmeda verga de Tito corriéndose en mi boca, el recuerdo de la mamada que le di a Ern y los dedos clavados en mi culo, me causaron un estremecimiento que empezando en mi vientre, se extendió por todo mi cuerpo.
Los tres bajaron del auto parqueado frente a un hermoso chalet. Ante su descuido momentáneo, corrí tan veloz como me permitían mis piernas y mi falda enrollada en la cintura. Aquel inaudito suceso iba a llegar mucho más lejos y no podía permitir que siguiera adelante, mi educación moral no podía condescender con ello.
Un violento tirón en mi cabello, atrapado por la mano de Memo, detuvo mis pensamientos y mi carrera, arrastrándome nuevamente hacia el automóvil, en medio de gritos, imprecaciones y protestas mías, que se perdían en la penumbra y el silencio de la noche
Aquello se ponía mucho mejor, lo estábamos disfrutando al máximo y aquella chiquilla se comportaba exactamente como me gustaba, aquella carrera con la falda a la cintura, las piernas contorneadas con sus medias y ligueros, esas nalgas tersas y respingadas, renovaron mi erección; además que suave y hermoso cabello rubio, suelto al viento.
Memo la tiro de bruces sobre el capó del vehículo y junto con Tito, la sujetaron fuertemente, a lado y lado, cada uno un brazo y una pierna, bien abiertas. La posición exhibía indiscretamente su culito dilatado por la acción de mis dedos y los labios de su vulva, abiertos y mojados, invitaban al desliz
Levanté la cabeza y los vi quitándose la ropa, atléticos, con sus genitales al aire sin ningún pudor, los glandes erectos y relucientes, escurriendo gotas de semen. Tito colocó el arma nuevamente en mi sien y Memo subió al capó, enfrente mío, con su garrote delante de mi boca. Sin que mediara más indicación empecé a mamársela, me la tragué toda y aún trate de ingresar también sus peludos cojones, subí y bajé, lamí y chupé, sorbí y saboreé, haciéndolo retorcerse en pocos minutos. Atrás Ern sobaba y sobaba mi chocha, trasladando jugos a la raja de mis nalgas y metiéndolos con sus dedos dentro de mi ano; pronto sentí en el orificio la caliente cabeza de la verga de Ern y en la boca la tranca de Memo cada vez más grande y más dura
Pese al trabajo adelantado con los dedos, el culito aún era demasiado pequeño, acudí a la saliva a fin de lubricar más mi pene, lo puse contra el esfínter y empuje con firmeza. La cabeza entró con dificultad arrancándole ¡Ay, ay, ay, aahhh! a Iris, pero Memo hizo retornar la boca a su verga, mientras yo le enterraba hasta el último centímetro de la mía, pegando mis testículos al fondo de su raja
El dolor fue casi insoportable, sentí el esfínter agrietado al paso de aquel órgano y una inoportuna necesidad de defecar, pero el taco de Ern dentro de mi culo bloqueaba cualquier salida. Adelante Memo se retorcía, mientras yo compulsivamente chupaba y chupaba, al unísono de las clavadas y clavadas de Ern en mi ano, que yo aflojaba y levantando el trasero, como gata, facilitaba la acción, tratando también de aliviar el dolor que me embargaba y que paulatinamente se convertía en deleite
Con esmero follé el delicioso culo; el esfínter subía y bajaba, constreñido contra mi verga, al compás de los movimientos de mi cadera, que chocaba y chocaba, una y otra vez, contra las tersas, firmes y voluminosas nalgas de la perturbada Iris. La clavé en todas las direcciones, la placentera sensación era exorbitante, mis uñas clavadas en las posaderas de la hembra dejaban su huella notoriamente marcada y mi pene, pronto a eyacular, se hundía hasta lo mas profundo del recto de ella
...Memo detuvo un instante mi cabeza, apuntando su polla contra mi nariz, enseguida disparó un chorro que dio justamente en una de mis fosas nasales, otros más corrieron abundante por mi frente y mis mejillas, antes de que la verga se introdujera definitivamente en mi boca. Ern, bombeaba también el contenido de sus testículos dentro de mi culo, restregando estrechamente sus caderas contra mis nalgas. Mientras tanto, mi cuerpo se había estremecido deliciosamente, y mis senos duros y los pezones duplicados en tamaño, aplastados contra el capó del automóvil, se ponían especialmente sensibles
¡Tito, a encular! Ordenó Ern. Mientras asestaba una violenta palmada, para marcar con sus cinco dedos la tersa nalga, causándome una agradable sensación de ardor y hormigueo.
Tito se ubicó detrás mío y sin más insertó su aparato dentro de mi ano, ahora perfectamente lubricado. Nuevamente se inició el característico bamboleo, arrancándome gustosas sensaciones. De pronto sentí como el frío de una navaja cortaba mi blusa y también la falda arremangada en mi cintura y vi mi ropa caer al pasto quedando completamente desnuda, con excepción de los accesorios que me adornaban.
Ahora Ern y Memo empezaron a morderme, haciéndome gritar otra vez, empezaron en mis hombros y fueron descendiendo lentamente por mi espalda, sin soltar hasta que yo gemía, gritaba o pujaba. Atrás la verga de Tito entraba y salía, provocándome escalofríos en cada embestida. Ern y Memo seguían marcando sus dientes en mi espalda, llegando pronto a mis nalgas donde se prendieron largo rato; luego bajaron por mis piernas, abiertas al máximo, y las mordieron sin compasión; con sus dientes convirtieron en hilachas mis medias, quitaron mis zapatos y mordieron mis pies con saña. La verga de Tito seguía penetrándome una y otra vez, con firmeza sus manos sujetaban mis culatas, impidiendo que me moviera o lo esquivara, sus caderas se estrellaban fuerte contra mis nalgas, machacándolas amenamente.
La sensación de placer se apoderaba de mi cuerpo, omnibulada, gritaba, gemía y pujaba con la acción de aquellos vándalos, en una inminente violación. Tito aceleró sus embestidas hundiéndose entre mis nalgas, ya estaba yo con ganas de participar activamente cuando, en el último instante, sacó su pene y disparó un chorro de semen que alcanzó mi nuca, los demás chorros cayeron sobre mi espalda y mis nalgas, para que inmediatamente Ern y Memo los sobaran proporcionándome un espectacular masaje
La mano de Ern se estrelló violentamente contra mi otra nalga, marcándola también con sus cinco dedos y renovando la sensación de ardor y hormigueo.
¡ Tu turno, Memo! Ordenó.
Memo me calzó nuevamente los zapatos de tacón cuya altura me sumaba quince centímetros más; me sujetó de una oreja y me llevó hasta unos árboles del jardín. Sacaron las sogas que nunca faltan al interior de todo vehículo y con ellas amarraron mis manos tensándome los brazos hacia lado y lado, atando los extremos a los árboles. De la misma manera ataron mis pies, obligándome a separar las piernas al máximo, como en X.
Al instante la verga de Memo se incrustaba en mi dolorido culo, ahora lubricado al doble, sus manos sujetando con firmeza mis caderas. Ern se dedicó a magrear mi chocha y a chupar mis senos, incrementando su tamaño e irguiendo aún más mis pezones. Tito empezó a besarme en la boca, introduciendo su lasciva lengua y entrelazándola con la mía y con sus manos me rodeaba y agarraba mis nalgas, separándolas para que Memo llegara mas al fondo de mi culito con su tiesa y caliente garrocha.
Veladamente levante la cola sumando altura a lo empinado de los tacones, facilitándole el trabajo a Memo, mientras una sensación de placer devastadora subía desde mi bajo vientre y se esparcía compulsivamente por todo mi cuerpo. Ern había dejado mi pecho lleno de moretones, chupones y mordidas, y había bajado a mi vientre efectuando la misma operación que me arrancaba quejidos, gemidos y ayes; Tito había procedido de la misma manera, dejando la marca de los dientes en mis labios y deslizándose también por mis tetas y mi vientre , sin soltar mis nalgas manteniéndolas abiertas y la merced de Memo, el cual rodeaba ahora con sus brazos mi cintura y mi cuello, su pecho contra mi espalda abrazándome toda y golpeando con sus caderas mis machacadas nalgas.
De pronto Memo me abrazó toda, pegándose íntimamente a mi espalda. Sentí como resoplaba mordiendo y chupando mi cuello, con jadeos y gemidos entrecortados, mientras su pene latía dentro de mi ano desembolsando su contenido en él, rebosante de semen, resbalándose por la parte interna de mis piernas. En ese instante mis senos se endurecieron y mis pezones doblaron su tamaño, mientras yo sentía unas terribles ganas de menear mis caderas con aquel pedazo de carne dentro de mi recto; De no ser por las cuerdas que me ataban y las manos de ellos que me sujetaban, habría volteado la cara y correspondido a Memo con besos en su boca entrelazando su lengua con la mía . . .
La desamarramos y la tendimos, boca arriba en el capó del automóvil, los senos duros y pezones estirados delataban su complacencia, estaba ya totalmente entregada. Entonces abrimos sus piernas a más no poder, extendiendo a nuestras miradas lujuriosas la chorreante chochita. Ya habíamos sido dueños de su boca y su delicioso culito, era el momento de probar el excelente manjar y plato fuerte de la cena. Bajé y metí la nariz en la vulva de Iris, empecé con largas lamidas en los labios menores y proseguí con alucinantes succiones a su clítoris, provocando la quintuplicación de su tamaño. Los otros dos prosiguieron mordiendo, chupando y lamiendo aquel cuerpo, sin que escapara ningún rincón a nuestro accionar y deleitándome con la delicia que teníamos en nuestro poder.
Cada uno se turnó para chupar la palpitante vulva, haciendo especial énfasis en el crecido clítoris, que mamamos engolosinados, cual niños con una exquisitez. Ella se retorcía sobre el capó, abatida por las fuertes convulsiones de placer que le estaban proporcionando nuestras lenguas. Su espalda se arqueaba separándose del capó, su cabellera rubia cubría la pieza metálica, cual fino tapiz, apoyándose sólo en la cabeza y las nalgas, con las manos en las rodillas y manteniendo bien abiertas las piernas suspendidas en el aire, con los ojos en blanco y con su boca se mordía su labio inferior, totalmente enajenada
Los néctares de mi vagina se escurrieron sobre el automóvil, en un arrebatador y prolongado orgasmo cuando la última lengua hizo de las suyas en mi vulva. Cuando abrí los ojos, los vi enfrente mío, extasiándose en la contemplación de mi cuerpo. Enseguida Memo me tomó de los cabellos obligándome a poner de pie en mis empinados tacones, me sujetó fuertemente y me llevó en volandas al interior del chalet, seguido por sus compinches. Subimos por las escaleras hasta una lujosa habitación, donde una cama doble con cobertores y sabanas rojas eran el objeto central, adornada por una cabecera tallada en madera, con un hermoso motivo de cisnes entrelazados y también un peinador en madera, con un amplio espejo en forma de corazón, su consola y su banca.
Ern jaló la mesilla del peinador, separándola de la pared. Memo, que me arrastraba de los cabellos, me obligó a acostarme en ella, boca arriba, nalgas y cabeza suspendidas en el aire, ante el insuficiente espacio. Mi corazón latía apresuradamente y el temor se apoderaba de mí cuando los vi alrededor y miré a Ern separando mis muslos y sintiendo la descomunal cabeza de su verga, super-caliente y super-dura, posarse entre mis labios menores, a la entrada de mi vagina. No sé de dónde saqué fuerzas para empujarlos y escaparme corriendo despavorida, buscando la salida de la casa
Aquello tomó por sorpresa a todos. Parecía ya totalmente entregada y gozosa, cuando de repente saltó luciendo su esbelto cuerpo completamente desnudo, con excepción de los accesorios de oro que la adornaban, los zapatos de altísimo tacón y los ligueros sosteniendo las últimas hilachas de sus medias. Corrimos tras ella antes que franqueara la puerta de salida; Tito y Memo agarraron sus brazos y yo tomé sus piernas, la levantamos en vilo y retornamos a la habitación con la preciosa carga, que se retorcía queriéndose liberar, en medio de insultos y amenazas que aumentaba más nuestra excitación.
¡A las niñas groseras hay que castigarlas! Afirmé. Tirándola boca abajo en la cama y mientras dos la sostenían, el otro le aplicaba fuertes y sonoras nalgadas, turnándose todos en la sugestiva labor. Ella, tal vez por el dolor, paraba la cola como gata en celo y recibía los azotes gritando cada vez.
Cuando la tuvimos exhausta, con las preciosas nalgas enrojecidas, la llevamos a la mesa, boca arriba nuevamente y para asegurarnos, atamos sus manos con una sábana, por debajo de la consola. Separé sus piernas hasta donde era posible y su vagina se abrió cual exótica flor, exponiéndoseme totalmente. Entonces restregué mi chorreante capullo contra el escaso bello púbico y lo coloqué a la entrada de aquel dulce hueco. Tito pasó al lado opuesto y sosteniendo la cabeza de Iris, suspendida en el aire, le endosó el garrote en la boca una vez más. Memo, por su parte se ocupaba de los pezones succionándolos frenéticamente
Aquello ya no tenía otro desenlace. Finalmente Ern estaba a punto de penetrarme, Memo chupando mis tetas hacía hormiguear todo mi cuerpo y Tito hundía una vez más su verga en mi garganta, donde yo le correspondía con succiones en el glande y lamidas en sus peludos testículos, que eran lo único que podía ver al estar mi cabeza metida entre sus piernas. No obstante el susto y la carrera, lo que más había deseado era que me atraparan y me obligaran, mis sentidos estaban sensibilizados al máximo. Recordaba las veces en que, estando a punto, faltaba más determinación de mi novio para darme la estocada final, la misma que recibiría ahora . . . al triple.
La tranca de Ern se restregaba contra mi vulva, una y otra vez, mi clítoris al sentirlo despachaba corrientazos por todo mi vientre y mi vagina manaba copiosos sus jugos, que se escurrían entre mis nalgas, dada la posición en la que Ern me tenía
No sabía que pasaba, aquella hembra parecía tener todo estrecho, mi verga parada como un poste no lograba encontrar el anhelado orificio. Me detuve un instante, sobé y lubriqué bien el glande con los aquellos jugos copiosos, lo coloqué cuidadosamente entre los labios menores, rosados y palpitantes, donde se acomodó a la perfección, afiancé a Iris con ambas manos reciamente por sus caderas y entonces empuje con fuerza las mías. Algo se rasgó y mi pene ingresó dificultosamente, los gritos y las lágrimas no se hicieron esperar mientras mi garrocha entraba lentamente en la tierna vagina. Sentí como en el fondo el glande pasaba por su cervix y tocaba la última pared de su útero y los cojones se aplastaban contra sus genitales queriendo ingresar también a dentro de aquella chochita
Aquel clavo caliente me estaba desgarrando por dentro, la sensación fue inenarrable, creí que me desmayaba. Quise quitarme, pero las manos de Ern, cual garfios, me apresaban e inmovilizaban mi cadera, mientras aquel órgano me hacia suya. Se quedó un largo rato así, él dentro de mí, palpitando, caliente y húmedo, pegado íntimamente a las paredes de mi vagina, atravesando mi cervix y con los testículos pegados a la parte inferior de mi vulva.
¡Suéltenme, por favor! Supliqué. A lo cual Ern asintió y Memo procedió a desatarme
Lo fui sacando lentamente y observé como los hilillos de sangre, centímetro a centímetro, se escurrían por mi pene. Por fin comprendí la actitud dubitativa, los gritos y las lágrimas de Iris.
¡Me saqué el premio mayor! Exclamé. Haciendo señas a mis amigos para que se acercaran
Se arremolinaron alrededor de mi chochita mirando boquiabiertos y con ojos de asombro. Pude observar como sus vergas recobraban potencia y se ponían más tiesas y chorreantes.
¡De modo que no era tan puta, como parecía! Agregó Memo. Y regresaron, esta vez Tito a mis tetas y Memo a endosarme su pene en la boca, situándome entre sus piernas y limitando mi vista a sus lampiñas nalgas, con mi rubio cabello llegando casi a sus tobillos por la posición.
Ern enterró el garrote nuevamente, ahora con menor dificultad pero aún con mucha estrechez. Empezó a moverse rítmicamente, atrás y adelante, izquierda y derecha, movimientos circulares y lineales, como queriendo colonizar todos los recovecos de la inexplorada gruta. Pronto lograba meterlo y sacarlo con suma facilidad, pero ceñidamente, y para mi asombro el dolor empezó a tornarse placentero, incrementando el gusto con cada acometida. Podía escucharse el chapoteo de la tiesa verga dentro de la jugosa vagina.
Memo me ofrecía su polla y yo la introduje de un sorbo en mi boca, dándole reiteradas succiones, empleando a fondo mis labios, lengua, paladar y garganta. Mientras Tito continuaba realizando chupones y moretones en mis senos, yo agarré su verga y empecé a masturbarle. Ern me servía con diligencia y sus movimientos se aceleraban, enviándome oleadas de placer con su capullo dentro de mi estrecha chocha; De pronto se aplastó todo contra mis caderas, refregando sus cojones contra mi maltratada vulva, gimió y gesticuló enardecidamente, mientras yo sentía como su leche caliente inundaba mis entrañas. A la par, me estremecí, mi útero se contrajo y una ola de calor-frío se esparció por todo mi cuerpo, la verga de Ern entraba y salía de mí, temblorosa, chorreando las últimas gotas de semen y perdiendo la erección dulcemente
¿Conoces el punto G, nena? Inquirió Memo, desalojando su garrote de mi boca y dirigiéndose al centro de mis caderas. Introdujo sus dedos índice y corazón en mi vagina y presionó un lugar especifico dentro de ella y empezó a masajear con firmeza, causándome malestar al principio. Pronto las suspendidas contracciones y escalofríos volvieron con mayor intensidad, llevándome de nuevo al borde del clímax; mi vagina soltó abundantes jugos empapando la mano de Memo, que la secaba en los escasos pelos que poblaban mi monte de Venus.
Tito se había trasladado a mi boca y sin apoyarse se había subido encima de mi pecho, colocandome de frente su verga chorreante de leche. No acaté su indicación porque el masaje de Memo me estaba casi desmayando, por lo cual él tomó bruscamente mi cabeza e introdujo su órgano donde quería, cosa fácil puesto que mi boca estaba completamente abierta. Una fuerte bofetada suya me devolvió a la realidad y las demandas de Tito fueron satisfechas inmediatamente con sorbidos, lamidas, besos y succiones en su pene y sus testículos.
Memo suspendió el masaje que me embriagaba e introdujo su aparato, deleitándome nuevamente con su vaivén y atravesando mi aún estrecho sistema reproductivo, pese a la inyección de leche y jugos que conservaba. Creí desfallecería ante los vergazos que me estaban propinando, máxime cuando las convulsiones iniciadas con Ern ahora se multiplicaban por todo mi cuerpo y mi vagina chorreaba sus jugos como una fuente.
Los movimientos se centuplicaron y por largo rato, además de follarme regiamente Memo agarraba mis senos con ambas manos y los masajeaba magníficamente, los ires y venires me poseyeron gustosamente, trajinándome complacida con cada embate, se movía como un pistón dentro de mi cuerpo, con sonoros chapoteos de su garrocha en la inundada charca de leche que era mi vagina, llevándome casi a tomar la iniciativa cuando otra eyaculación caliente encharcaba ahora mi útero y entremezclándose con mis fluidos, se escurrió fuera de mi vagina; Los gemidos de Memo no se hicieron esperar, restregando sus testículos contra mi mojada vulva, hasta que su pene disipó su potencia, saliendo flácido y plenamente muerto de mi vagina.
Mientras Memo fue a tenderse junto a Ern en la cama, Tito sacó su polla de mi garganta con un sonoro chasquido y fue a hacer uso de su turno. Conservaba intactos la erección, la excitación y el interés en mi desflorada chochita, aún cuando las mamadas que le proporcioné hubieran hecho eyacular a un caballo. Me tomó en sus brazos románticamente, como a una recién casada y me llevó a la cama, donde me tiró en medio de Ern y Memo, tendida boca arriba y con las piernas abiertas, se me echó encima introduciendome con tino su verga, teniéndome así largo rato, jadeando en mi cuello, magreando mis tetas y moviendo sus caderas frenéticamente, en tanto el placer iniciaba de nuevo en mi cuerpo.
Se detuvo para colocarme boca abajo e ingresar su templado garrote otra vez en mi vagina, ahora resoplando en mi nuca y metiendo sus manos debajo para agarrar mis tetas en un delirante abrazo e incrementando las sensaciones gustosas que me estaba suministrando.
De repente sacó su órgano y tirando de mi cabello me hizo poner de pie, penetró nuevamente mi vagina desde atrás y abrazándome, con una mano siguió masajeando mis tetas y con la otra empezó a dar deliciosos frotes en mi clítoris. Al rato me indicó la posición del "perrito" y solícita puse las rodillas en el borde de la cama, bien separadas, mi pecho y mi cara pegados a la cama y mi trasero elevado como una montaña, con la abusada vagina abierta en toda su extensión; él quitó mis zapatos y arrancó mis ligueros y las últimas hilachas de las medias de seda, dejándome adornada por mi desnudez y los accesorios.
Miré hacia atrás y lo vi de pie, entre mis piernas, con sus manos en mis ancas aferradas como garfios, deleitándose antes de probar el exquisito platillo, su pene energúmeno, dispuesto a la faena, a lado y lado Ern y Memo, sin ya poderles ocultar mi excitación.
Me estremecí sintiendo el glande de Tito posarse entre mis labios menores, la cola levantada como gata en celo esperando ser servida, exponiendo la vagina y deseando vehementemente que me follara de una vez ¡así, así, así, así! Como una perra en calor. Él, tal vez comprendiendo mis ganas, demoraba el momento y se deleitaba con mi ardor.
La penetración fue fácil, al fin Tito endosó su polla de una sola vez, estrellándola contra el fondo de mi útero, proporcionándome un placentero dolor nuevamente. Me degustó con suavidad, entrando y sacando su garrote con movimientos pausados en todas las direcciones. Una suave fruición se apoderaba de mí, sintiendo aquel órgano restregarse ceñidamente, saboreando las paredes de mi vagina, mi cervix y el fondo de mi útero. Súbitamente aceleró sus movimientos y ahora me follaba despiadadamente, rápido muy rápido, su verga entraba linealmente, haciéndome jadear y pujar con su choque, mi vagina chorreaba y chorreaba jugos que lavaban la pelambre del pene de Tito y fluían por la parte interna de mis muslos.
El ritmo era tan inhumano que en un fallido intento, la porra se deslizó y fue a clavarse justo en mi quebrantado culito. El imprevisto me hizo enderezar y quedar de rodillas, mis manos se aferraron a las nalgas de Tito, mientras él soltaba mis caderas y se agarraba a mis senos. Paralizados, coincidimos en un unísono y sonoro ¡aaahhh! que lleno la estancia. Sentí su palpitante miembro dejando escapar los primeros hilos de semen caliente.
Me retornó a la posición "en cuatro", se sujetó firmemente de mis grupas y empezó a clavarme ferozmente otra vez, pero esta vez en forma intermitente, alternando culo y vagina, con ritmo desmesurado y gran precisión, su verga se hundía una y otra vez, provocándome oleadas de placer y estremecimientos inusitados.
¡Ay! ¡Ahh! ¡Ohh! ¡Uuummm! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Así! ¡Así! ¡Así! ¡Más, Más, Más, Más! Ya no me importaba disimular mi gozo, estaba estremeciéndome con los ojos en blanco y magreando yo misma mis tetas, rayando en el paroxismo. Compulsivamente agarré las vergas de Ern y Memo a lado y lado, estaban flácidas y parecían sendas morcillas, las masturbé suavemente y les propiné mamadas firmes y gustosas que empezaron a surtir efecto inmediato, pues recuperaron su potencia a medida que las deleitaba con sorbidos, chupadas, lamidas, caricias y besos, a todo lo largo de ellas y sus testículos.
Tito empezó a bombear su semen caliente en mis dos agujeros y su verga entraba y salía chorreante de ellos, para mi complacida vehemencia. Por último se quedó en mi vagina, entrando y saliendo, golpeando con su cabezota el fondo de mi sistema reproductivo, manando leche caliente. Otro orgasmo me recorrió toda, de sur a norte, y mientras yo alternaba las vergas de Ern y Memo en mi garganta, mi vagina disparó sus néctares sobre el palo de Tito, saturando mi chochita, reempapando los pelos del garrote que tenia dentro y regándose una vez más por mis muslos.
Los penes de Ern y Memo se habían recobrado plenamente, creciendo hasta los ombligos de aquellos sementales y yo aún no estaba saciada. En mis manos pude medir el grosor de esas pollas y la de Ern era la más provocativa, así qué, sin ninguna indicación me encaramé a horcajadas encima de ella y la introduje totalmente en mi chocha, aplastado sus testículos con mi vulva palpitante y febril. Señalé a Memo mis espaldas para que se situara detrás y tomando su porra, la llevé hasta la boca de mi culo, dentro del cual fue incorporada sin mayor dificultad; aplique movimientos aprendidos en un juego de caderas, practicado en mis clases de baile, y empecé a darme gusto, besando a Ern con mi lengua en su boca y afianzando a Memo, extendiendo hacia atrás mis brazos para agarrarlo de las nalgas, pegándolo a mi espalda, mientras incrementaba mi frenético quiebre de cintura.
Ya estaba al borde del delirio cuando Tito me agarró del cabello y de un firme tirón puso me sustrajo de los besos a Ern y puso mi boca en su glande. No bastó más, para empezar a mamar ávida, con glotonería, con voracidad, con ansia, la golosina constituida por la nuevamente parada verga de Tito. Ellos permanecían quietos, dejándome hacer y dejándome extasiarlos con mi vehemente esmero pero yo ya no pude más y empecé a correrme acelerando mis movimientos de cadera y succión con boca, culo y vagina. Ellos también empezaron a correrse simultáneamente encharcándome con su leche por todos mis orificios, en un orgasmo conjunto y extraordinario, el cual finiquité con movimientos lentos y voluptuosos, sensuales, exprimiendo hasta la última gota de leche que subsistiera en nuestros cuerpos, pensando en el futuro que me había estado perdiendo, mientras caíamos a la cama adormilados, exhaustos y mucho más que satisfechos.