Mi primera vez afuera

Un relato pequeño de la primera vez que salí a la calle vestida como chica...

Transcurría algún punto entre el año 2013 y 2014. Ahora no lo recuerdo muy bien, pero fue la primera vez que me decidí a salir.

Para cualquier travesti de closet, una de las fantasías más sexies y excitantes es salir a la calle vestida, con toda la adrenalina que se puede sentir. Es una electricidad y deseo incontrolable porque alguien te vea y por mostrarte al mundo como la mujer que llevas dentro. Esa mujer toma control de ti misma y no puedes negarte.

Mi familia había dejado la casa aquel fin de semana, y como innumerable cantidad de veces, estaba decidida en aprovechar para vestirme durante la noche, caminar por ahí vestida en la casa y sentirme bien femenina y bella. En ese tiempo no era independiente económicamente así que, ah, qué verga, usaba la ropa de mis hermanas o de mi madre. Esto es algo que a todo travesti de closet le sucede. De hecho, descubrí este gusto la primera vez siendo a penas una niña, usando una tanga de licra de alguna de mis hermanas para simular que era una de esas bellas modelos que veía en la TV, Hasta me trataba de esconder mi incipiente penecillo de tal forma que pareciera bien planito todo ahí abajo. Caminé bien sexy en el patio trasero de mi casa, yo, toda inocente. ¿Se imaginan? Siempre estuvo conmigo la mujercita que llevo dentro.

Pasó el rato desde que mi familia se fue ese sábado y yo estaba preparada. Siempre daba un tiempo para que no pasara que nadie se devolviera de súbito a la casa por haber olvidado algo y me encontrara toda vestida. Me fui a los armarios de mis hermanas y ahí estaba, aquella faja moldeadora que me ponía para hacer mis curvas más pronunciadas. La tomé, también tomé uno de esos calzones ajustados de licra que me realzaban mi culo, un brasier formador que llenaba con calcetines y una peluca que mi hermana mayor había comprado para disimular un poco su calvicie. Era corta. No era la mejor pero al menos me daba un aspecto más femenino.

Me puse toda aquella ropa interior, con unos calcetines de nilón y desfilé en la casa con todo tipo de conjuntos y zapatos. Así fue como comencé a hacerme toda una experta en el uso de tacones. Jeje. Me sentía tan femenina y bella. Los tacones me hacían caminar más erguida sacando el culo y las tetas. Pero vamos, eran muchos años haciendo esto y no pasaba de ahí. Necesitaba algo más.

De esta forma, esperé que fuera muy tarde en la noche, tipo 2:30 o 3:00 am, cuando no hay casi nadie en la calle, y me decidí a salir. Al final llevaba unos jeans súper ajustados, unos flats con hebilla, una blusa pegada, de color negro y con un estampado de un corazón que decía “love” con escarcha, la peluca y una chaqueta blanca. No era la gran cosa, pero sería la primera vez que Brenda salía.

Mi corazón palpitaba muy rápido, todo estaba silencioso afuera. El barrio estaba dormido. Solo de vez en cuando se escuchaba el sonido de algún carro pasando. Apagué las luces completamente y tomé las llaves. Un toque, dos toques… halar el cerrojo… abrir. Todo lo hice muy despacio y en mis sienes sentía el latido de mi corazón. Finalmente, libertad. Brenda estaba expuesta al mundo, aunque fuera a penas asomada a la puerta. Salí, con cuidado. Caminé a través de corredor de mi casa y abrí el portón de fuera. La sensación de viento fresco abrazando mi figura femenina era increíble, deliciosa, excitante. De pronto, un deseo incontrolable por seguir adelante se encendió en mí, así que salí a la calle.

Caminé unos metros, desfilando en la calle como si fuese una pasarela. Me sentí libre, feliz, excitada y un poco asustada. Si algún vecino me veía sería el acabose, ya que le dirían a mi mamá. Digamos, en ese tiempo no sabía nada sobre maquillarme ni hacerme ver más femenina, además que no tenía los medios para tener lo mío.

Entré nuevamente. Un carro pasó desapercibido. Mi calentura estaba a full. Quería disfrutar ese éxtasis sola en casa, así que entré y me dirigí a buscar un masajeador que había en mi casa, de esos que vibran, y lo pasé por encima de mi ropa. Me quité los jeans y me acaricié mi entrepierna con ese delicioso juguete que yo sodomicé. Mi verga estaba a punto de explotar bajo toda esa ropa, así que me desvestí y me terminé de masturbar sola en el baño, a penas con el bra puesto.

Es increíble como uno luego de esos momentos de tanto disfrute solo quiera deshacerse de todo, guardar todo, y dormir sintiéndose culpable y sucia. Jodida moral que nos grabaron en el chip desde pequeñas.

Mis relatos no son solo cuentos ficticios. Son realidades. Es mi historia y como he vivido mi proceso de aceptación de mí misma. Y este es otro de esos que realmente espero que disfruten, pero que además, se sientan identificadas, aquellas chicas travestis como yo que han crecido así, escondidas, temerosas, con estos gustos particulares que nos hacen tan especiales seres humanos.

Repetí la acción muchas más veces estando en casa de mi mamá, pero creo que da para otros relatos.

Si alguna chica trans, o travesti, llegara a leerlo, me encantaría que me comente si su experiencia ha sido parecida a la mía. Acá estamos para leernos.