Mi primera vez
Relato real sobre mi primera experiencia con un esclavo, a la edad de 19 años.
Recuerdo aquel muchachito, que tendría unos veinticuatro años, lo recuerdo... y lo recuerdo en un rincón del que era mi dormitorio, en casa de mis padres, en esos deliciosos fines de semana en los que ellos se marchaban a descansar a la playa. Llegaba el sábado, y puntual estaba en la cancela, algo tembloroso, pero impaciente.
Al cerrarse detrás suyo la puerta, su actitud se volvía más sumisa aún, si eso era posible. Caía de rodillas y sus labios besaban con suavidad mis zapatos, mientras susurraba:"Buenos días, mi Señora"
Yo, con mis escasos diecinueve años, era más que un Ama, una niña caprichosa. Siempre me había atraído la dominación, y ese fue mi primer sumiso, supongo que pagó, a veces, mi inexperiencia.
Como un buen perrito, me seguía a cuatro patas, deseoso de que me fijara en él.
Me preparaba el desayuno y me lo servía en la cama, colocaba la bandeja y mientras yo tomaba las tostadas y mi café, él se arrodillaba al otro extremo de mi cama, y lamía y besaba mis pies y los acariciaba con su boca, los recorría enteros, a veces se atrevía a ascender por mis tobillos, pero lentamente, como suplicando que le permitiese subir, y dispuesto a recibir una bofetada, merecida, si no era lo que yo quería.
"Recuerdo el día en que le ordené buscar una ramita, larga y flexible, de algún árbol. Quería que la trajera limpia, libre de hojas. Aquella fue mi primera e improvisada "fusta", até sus muñecas a la espalda y le indiqué que se tumbara en la cama, bocabajo, con la almohada bajo su pelvis, las nalgas en alto.
Mi esclavo temblaba, mezcla de miedo y excitación, supongo. Nunca le había azotado...
Quizás algún cachete con la mano, pero esto sería distinto. Ambos lo sabíamos. Jugué con la rama, la agité en el aire, escuché el sonido cimbreante y hummm... me sentía vibrar.
-"¿Cuántos?" le pregunté, divertida.
-"Los que desee mi Señora"-.
Primer fustazo ...
-"Te he preguntado porque es la primera vez, y si decido que sean cien, serán cien. Así que más te vale decir el número, ya que te doy esta oportunidad"
-"Ama, si quiere cien, debería amordazarme..."-
Segundo fustazo...
"Debes ser idiota, si no sabes responder una pregunta tan fácil. Por última vez! ¿cuántos?"
"¿Quince?
Quince, está bien. Cuéntalos... ¿sabes contar, no?. Cuéntalos y agradécemelos uno a uno.
Levanté la rama y zas! Primer golpe, más contundente que los dos anteriores.
-"Uno!, muchas gracias Ama"
Jugué con la rama en su espalda, y volví a dejarla caer con fuerza en su culo ofrecido.
-"Dos, gracias mi Señora"
Las marcas de los primeros golpes iban cogiendo color...
Tres, cuatro, cinco...
- "Gracias, gracias Señora".
Al décimo paré unos segundos, mi sumiso estaba aún poco habituado al dolor, y le escuchaba sollozar.
-"¿Lloras? ¿es que quieres que pare? Vaya un esclavo!"-dije.
- "Le suplico que continúe, por favor, edúqueme a su gusto. Le pido perdón por mis lágrimas" -
Sonreí y le di el decimoprimer golpe, seco y con mucha fuerza. Iban a ser quince, lo estaba disfrutando.
-"Se lo agradezco, mi Dueña, muchas gracias. Y van once, Señora"-
Este chico había sido sumiso con todas las chicas con las que había estado, pero nunca
había tenido una relación tan intensa de dominación / sumisión...
Doce, trece catorce....
"Quince, Ama. No se como darle las gracias"-.
Me acerqué a su cabeza y la levanté por el pelo. Puse frente a su boca mi mano derecha, la que había sujetado la vara, y él, instintivamente, comenzó a besarla y lamerla, agradeciendo, ahora sin palabras, que le mostrase lo que es ser azotado."
A mediodía me servia la comida, esta vez en el salón. Cuando estaba todo listo, le ataba con una cuerda alrededor de su cuello, a la pata de la mesa. El comía a cuatro patas, justo debajo de mi... a veces me entretenía en pisar su comida, que comía después, del suelo. No le permitía beber, si no era metiendo yo el pie en su tazón de agua, para que luego me lo lamiera...
Por supuesto, el limpiaba, hacia cualquier recado que yo le encargase, durante esos dos días se dedicaba por entero a mi servicio. Pasaba mucho tiempo siendo usado de banqueta, para descansar mis piernas, o de mesilla... incluso de alfombra.
De todos modos no duró mucho esta relación, ambos éramos demasiado jóvenes, no se si fue culpa de la falta de madurez... Pero fue delicioso.