Mi primera vez
Estaba en la gloria, las tres gritaban de una manera que hacía que me excitara más aún
Hola, mi nombre es Marcos y vivo en la calle Gabriel Jáez de Alicante. Tengo veintiún años, soy rubio, de ojos azules, estatura media, fuerte, casi ni tengo grasa en el cuerpo, ah sí! se me olvidaba, y una buena tranca entre mis piernas, no me las echo de duro, sino que es verdad, empalmada me mide veintidós centímetros, eso se sale de lo normal. Estoy aquí para contaros la historia de mi primera vez, la primera vez que me acosté con una chica. Yo tenía entonces 18 años y era todo un semental, me pasaba el día dándole a la sin hueso, la verdad es que era un salido del copón. Por aquella época ligaba poco, no sé si era por mi mal aspecto de entonces o si por los amigos con los que paraba. En fin era un viernes de junio, nunca lo olvidaré, estábamos en la cancha del barrio jugando baloncesto, los colegas y yo, para pensar en algo que no fuera en tetas o culos. En la grada de hormigón había un grupo de chicas que por los últimos días se estaban afincando en la cancha sin ningún por qué. La cosa es que entre ellas estaba Lidia, una chica por la que se me hacía la polla agua, os lo juro, tenía 19 años, el pelo rubio, unos ojos grandes y de color cielo, unos labios gorditos y rosaditos, una cara fina, como hecha de porcelana, su cuerpo era como el de una guitarra española, tenía unas caderas y una cintura que quitaban el aliento y unas piernas bellísimas. Y bueno, también estaba, su buena delantera. Era la chica de mis sueños, ni me imaginaba lo que podía ser estar una noche, una sola, con ella en la cama, o en cualquier sitio. La cosa, es que ese día se me acercó, ¿os imagináis, Lidia estaba hablando conmigo?, me dijo que esa noche iba a dar una fiesta en casa de sus padres, pues estos no iban a estar porque tenían que ir a visitar a sus abuelos (los de ella) que vivían en Bilbao, con lo que no iban a estar durante todo el fin de semana, iba a estar sola con su hermana Sara, y habían montado una fiesta y me había invitado, solo a mí claro, pues decía que mis amigos eran un poco raros. Yo acepté encantado y quedé con ella en su casa a eso de las nueve, pues sus padres no se iban hasta las siete y media.
Nada de lo que me iba a suceder aquella noche se me había pasado por la cabeza, al llegar a su casa toqué en el timbre, me abrió su hermana Sara y estaba totalmente mojada, acababa de salir de la ducha y llevaba una toalla amarrada a la altura del pecho, mientras que con otra se secaba el pelo rizado y rubio que tenía. Ven, pasa. Mi hermana está terminando de ducharse, te estábamos esperando- me dijo ella, luego me hizo pasar y me dijo que me podía sentar en el sillón de la sala de star, y eso fue lo que hice. Habían un par de birras encima de la mesa y como el que no quiere la cosa me empecé a beber una. ¡Dios como me sentó aquella cerveza! Empecé a sentir un calor horrible, no había nadie, cosa rara, pues en una fiesta suele haber gente. -¡Oye! ¡Sara! ¿Dónde está la gente?- alcé la voz para que me escuchara. Estará al llegar- dijo ella. Entonces me callé y me quité la chaqueta que llevaba.
Pasado un buen tiempo tocaron en la puerta, -Marcos, ¿puedes abrir por favor?- dijeron desde el piso de arriba. Yo me acerqué a la puerta y abrí, allí estaba Claudia, una amiga íntima de Lidia, era morena y de ojos azules, estaba para comérsela. Llevaba una falda tan corta que dejaba sin respiración al viento, era una de esas faldas en las que un adolescente como yo pensaba nada más al verla <<¿Tendrá bragas debajo?>> llevaba una camisa en forma de pañuelo amarrada justo en el pecho, en forma de top, y sus grandes melones asomaban por un canalillo que levantaba la moral hasta al mismísimo Franco. Le dije que entrara y esperara como yo, pues ellas se estaban terminando de duchar. Se sentó justo en frente de mí, con las piernas cruzadas, miraba para el techo mientras se hacía rizos con los dedos en el pelo y a la vez sacaba su lengua, muy sensualmente pensé yo, y se humedecía si fino labio superior, creo que lo hacía sin darse cuenta, la cosa era que yo estaba en una difícil situación, me encontraba en casa de unas chicas, yo solo como único chico y tres chicas, las cuales estaban como trenes, incluso Sara que era la más pequeña aunque mayor que yo, estaba buenísima. El calor se me subía a la cabeza a causa de la cerveza, encima vino esa chiquilla de aquella manera, la otra me había abierto la puerta casi desnuda y la que más me gustaba aún no la había visto, era imposible de retener a mi cipote sin dejar que diera botes dentro de mi pantalón.
Al cabo de unos minutos aparecieron las dos hermanas. ¡Joder, cómo estaban! ¡Daban ganas de lanzarse sobre ellas y follárselas allí mismo! Lidia llevaba una falda negra, a la altura casi de la ingles, con una camisa de color blanco y una chaqueta roja, en sus piernas llevaba unas medias de red y unos tacones de aguja altísimos, se había pintado los ojos con rayas negras y los labios de color carmín. Sara se había puesto un pantalón de color negro muy ceñido al cuerpo, tanto que se le notaba que llevaba tanga, unos tacones de aguja que le hacían aparentar más alta, una camisa de color dorado que dejaba suelta su espalda blanca y lisa.
-¿Cómo estás Claudia?- preguntó Lidia.
-Muy bien gracias, pues tengo buena compañía- contestó ella.
-¿Quieres una cerveza?- me preguntó ella.
Yo le dije que sí, se acercó hasta la mesa que estaba justo delante de mí y se agachó para recoger la cerveza sin doblar las rodillas y... ¡Dios mío! ¡Pero si no lleva bragas! Delante de mi cara mismo había un conejito rasurado, bien limpio de labios grandes, me quedé sin aliento, y casi sin darme cuenta Sara, la hermana de Lidia, se me echó encima y empezó a morrearme en medio de la sala, fue espectacular, con aquel beso la polla se me ponía cada vez más y más dura, sentí que una mano me apretaba fuerte el miembro mientras Sara me besaba y me pasaba la lengua por el cuello, abrí los ojos y vi que Claudia me estaba sobando entre las piernas, mientras Lidia se hacía hacia atrás para ponerme su hermoso conejo en mi boca. Empecé a lamerle aquel jugoso conejo que enseguida empezó a soltar ese jugo vaginal que tanto me gusta, le di y le di al clítoris de aquella chica que se estaba comportando como una auténtica folladora. Estaba tan entretenido en lamerle el coño a Lidia que no me di cuenta de que Sara y Claudia estaban en pelotas, Claudia se me acercó y tomó una de mis manos y se la llevó al pecho, hizo que le tocara aquel maravilloso melón, hacía que le pellizcara los pezones, cosa que la ponía a cién, y poco a paco me hizo bajar la mano hasta su coñito, donde empecé a frotarle con mis dedos. Sara por su parte empezó a besarme los muslos con mucha delicadeza y cada vez subía y subía más y más hasta mi polla, mientras yo le lamía el coño a su hermana, llegó el momento entonces, y Sara me desabrochó el pantalón con los dientes, con una mano me bajó el calzoncillo y con la otra agarró con firmeza mi verga, que estaba a punto de estallar de lo dura que la tenía, sentí su lengua húmeda y caliente en mi glande, empezó con suaves lametazos mientras le echaba saliva, yo seguía entretenido, con una mano el chocho de Claudia, con la boca en el conejo de Lidia que se había quitado la camisa dejando fuera aquellas pedazos de tetas, y con mi otra mano no pude resistirlo y empujé a Sara a que empezará a mamármela por la cabeza.
Estaba en la gloria, las tres gritaban de una manera que hacía que me excitara más aún, Lidia se masturbaba mientras yo seguía lamiéndole el coño, Sara me estaba chupando la polla como una verdadera puta y Claudia ya se había corrido dos veces con las puntas de mis dedos. Dejé de apretar la cabeza de Sara contra mi polla, que estaba a cien por hora, e introduje uno de mis dedos en el coño húmedo de Lidia. Tenía el chocho ardiendo y totalmente mojado, según notó el dedo entrar en su vagina, ésta se corrió de gusto y se puso de pie delante de mí y se quitó la poca ropa que le quedaba. En ese momento Sara se levantó y me dijo ¿te esperabas una fiesta así?- pregunta que no pude responder, entonces las dos hermanas empezaron a mamarme la polla mientras Claudia se ponía sentada en el espaldal del sillón para dejarme su conejito a tiro de mi boca. Era tal el placer que sentía con aquellos labios mamándome el pollón que no pude aguantar más y empecé a gritar de placer, fue el momento en que pencé que ya tenía que tomar yo el mando de la situación. Quite a Sara y Lidia de mi cipote, bajé a Claudia al sillón y la abrí de piernas, cogí mi verga que estaba más hinchada que nunca y le metí la polla por aquel conejito multiorgásmico. Las otras chicas no tuvieron que quedarse paradas, Sara se puso encima de Claudia, quien le empezó a lamer el coño con gran excitación. Mientras su hermana se masturbaba en un lado del sillón. Empecé a darle pollazos por aquel conejito a Claudia, me estaba muriendo de gusto. Antes de que cambiáramos de posición y de persona, Claudia se había corrido tres veces más. Me pusieron entonces boca arriba en la alfombra del salón, Sara se me puso encima mirando para mí y se metió mi polla en su chocho, que como el de las demás estaba ardiendo y bien mojado a causa de la saliva de Claudia. Empezó a saltar sobre mi pene, con unos gritos que podrían romper cristales, Claudia por su parte se puso detrás de ella y agachó la cabeza, no sé cómo lo hizo, pero me estaba lamiendo las pelotas, mientras Lidia se puso mirando para la hermana mientras se toqueteaban y me puso otra vez el chocho en mi boca. Sara se corrió enseguida y se levantó, había llegado el momento, el momento que yo tanto esperaba y que había dejado para el final, me tocaba follar con Lidia que se había puesto a cuatro patas, mientras que las otras dos empezaron a hacer un acto lesbianico, tocándose y masturbándose mutuamente mientras la otra le estrujaba los melones. Cogí a Lidia por atrás y le metí la polla bien al fondo mientras me agarraba con fuerza a sus muslos, el sonido que salía cada vez que le metía la polla y mis huevos chocaban contra su trasero, era lo que más me excitó, estaba follándome a la rubia de mis sueños. Con ella hice más cosas que con las otras dos, la puse de pie, le cogí el muslo izquierdo y me lo puse a la altura de la cintura y le metí mi verga encendida en el conejo, fue una postura que casi la deja ko. Sentí como se corría en mi polla no tres, sino cinco veces hasta que me fui yo. Saqué mi polla que ya no resistía más de su chocho rasurado y limpio, y en cuanto las otras dos me vieron la cara corrieron hasta donde estaba Lidia y las tres pusieron sus bocas delante de mí, las tres de rodillas. Me puse a pajearme para darme ya el último aliento, y como una manguera a presión, como si nunca me hubiese pajeado, me corrí en sus tres angelicales rostros, la primera en meterse la polla en la boca fue Lidia, que fue la que mejor me lo hizo, pues fue muy delicada, su hermana se la quitó después y empezó a mamármela como si estuviéramos empezando una follada y por último Claudia me dio unos besitos en el glande antes de metérsela en la boca y tragarse mis últimas gotas de leche mangorra, mientras las otras me besaban los huevos.
Y bien, esa ha sido mi historia, como veis mi primera vez no fue con una chica y ni con la chica de mis sueños, sino que fue, con la chica de mis sueños, con su hermana y con su mejor amiga. La verdad es que nunca llegué a imaginarme que iba a hacerme un hombre con tres mujeres a la vez. Espero que os haya gustado mi historia, así que os dejo, chao.
Y recuerda, si alguna vez quieres montarte una orgía con una polla de veintidós centímetros, llámame.