Mi primera vez...

Ansiaba ser penetrado, pero tenía mis temores, hasta que...

Les hablaré de mi iniciación.

A diferencia de muchas historias de iniciación, la mía comenzó siendo bastante mayor.

Ya les conté que soy un maduro casado, que poco a poco sufrí la metamorfosis de la heterosexualidad hacia una cada vez más intensa y asumida homosexualidad, al punto de disfrutar hasta casi el orgasmo de verme trasvestido con las ropas de mi mujer frente aun espejo, mientras un hombre me posee por detrás(ver " Y ahora me llamo Marcela.).

Pero, para llegar a eso, tuve que vivir etapas sucesivas de transformación psicológica que me permitieran asumir en propiedad esta rica vida que satisface mis instintos. Y no sólo psicológica, pues mi culito también ha debido experimentar una creciente dilatación que me permite recibir vergas cada vez más dotadas.

Comencé hace años con encuentros en que sólo mamaba a mis hombres y ellos me masturbaban. Así yo recibía una dosis de leche cada vez, con lo que me hice adicto al semen, pero mi culito seguía virgen, aunque me moría de deseos de ser penetrado. El temor al dolor de la desfloración me frenaba.

Hasta que, hace algunos años, conocí a Claudio. Para variar ligamos en el chat Conversamos varias veces e intercambiamos encendidas frases que nos acercaron mucho. Como vivíamos lejos, el encuentro ocurrió un tiempo después: debí viajar a a la capital a una reunión de trabajo, así que lo invité a visitarme al hotel en que me hospedaba, la tarde misma que llegué y que tenía libre de reuniones.

Al principio, mi decisión de entregarme a él por completo era irrevocable y así me lo repetía a mi mismo. Quería superar el temor a la penetración, para lo que me había preparado en casa, metiéndome cosas en el trasero y ya creía estar preparado y estaba ansioso.

Cuando lo hice entrar en mi habitación, volvieron las inhibiciones. Me quise arrepentir, aunque, en el fondo, estaba ansiando acostarme con él y dejar que me penetrara. Me dio la mano y me sonrió. Yo estaba tenso. Claudio no era un adonis: algo grueso, no era el prototipo del amante que aparecen en las películas porno, pero tenía unos labios carnosos, que me encantaron, y que deseé besar.

Nos tendimos a conversar, uno en cada cama del cuarto, para aflojar la tensión. Charlamos de cosas intrascendentes, puntuales. Yo tenía la boca seca de ansiedad. El pánico me hizo desear que se fuera, que nada pasara, aunque deseaba que me abrazara, más que nada pensando en mi familia y mi "doble militancia" sexual que aún no asumía del todo. Yo hablaba, razonaba lo irrazonable, trataba de disuadirlo con veladas alusiones, mientras él me miraba con sus ojos brillando como ascuas y una leve sonrisa divertida.

En eso, me incorporé de la cama y caminé hacia él como dando por terminada nuestra reunión. Pero, entonces, el me tomo de una mano y me jaló hacia sí, haciendome trastabillar y caer en sus brazos. Su boca se acercó a la mía y me besó.

Fue suficiente. Se acabó toda la tonta resistencia, me dejé abrazar y besar y le respondí con pasión y abandono, abriendo mi boca, y dejando que su lengua vorazmente invadiera mis boca. Fue una excitación intensa, violenta y me relajé, abandonándome con enervante lascivia asu abrazo y a sus caricias.. Toda la tensión acumulada por la barrera estúpida que estaba tratando de levantar entre nosotros, se desbordó y me dejé conducir y me dejé excitar y amar con tanta intensidad como intensa había sido el intento de parar mis instintos.

Sabiamente, con su experiencia, me fue conduciendo poco a poco. Pronto me hizo desnudarme y él hizo otro tanto. Ahora, piel contra piel, mi piel lampiña acariciada por su cuerpo velludo, nuevas barreras se desplomaron. Yo, cuando estoy vestido con mi apariencia masculina soy distinto a cuando estoy desnudo::toda mi sensualidad asoma como una vorágine y no hay un solo cm de mi cuerpo que no se excite o que no ansié ser acariciado por el hombre que me está amando. Asoma mi feminidad oculta y me convierto en un juguete entre los dedos de mi amador. Esa fue la sensación que viví, con la mayor intensidad que había experimentado hasta entonces. Lo desee con toda mi fuerza y ya no tuve dudas de que me desfloraría.

Acaricié su verga con los dedos y después con mi boca. No era un miembro muy grande, lo cual agradecí en esos momentos, pensando en mi desfloración. Pero era lindo y deseable. Le dí una mamada de película, haciéndolo gemir, pero no acabó aún.

Cuando estaba cerca del orgasmo se incorporó y me hizo ponerme de rodillas en el borde de la cama, con el trasero ofrecido hacia él, y comenzó a besar mi ano. Ahora yo estaba loco, y me retorcía de placer, mientras su lengua se metía a mi orificio y me producía sensaciones maravillosas. Acto seguido me puso una crema lubricante y comenzó a dilatarme con un dedo primero, luego dos y hasta metió tres dedos. Yo ya gritaba de excitación.

Finalmente, llegó el momento tan ansiado y temido. Sabía que venía y traté de relajarme.

-Ten cuidado, amor-le dije-no me hagas doler

-Tranquilo…seré muy suave, solo relájate….

Puso la cabeza de la verga en el agujero, y comenzó a presionar muy suave, pero con insistencia. Sentí algo de dolor y quise retirar mi culo, pero él me lo agarró con ambas manos y lo mantuvo, mientras seguía presionando.

-Relájate…-me dijo de nuevo. Esta vez logré relajarme algo y el glande entró de golpe. Instintivamente, eché mis nalgas hacia atrás y me engullí literalmente todo el tallo, hasta que sentí que sus huevos estaban junto a los míos y mis nalgas descansaban en sus ingles tibias.

Feliz, grité de júbilo, ante la maravillosa sensación de ser empalado por esa verga, y disfruté durante un rato de la sensación de tener ocupado mi recto con la tibieza dura de su pene. Muy pronto comenzó a moverse primero con lentitud y posteriormente con creciente intensidad y fuerza, aumentando mi placer, mientras con una mano me masturbaba. Luego de un momento, sentí como inundaba mi entraña con un río de semen tibio mientras yo acababa en su mano, ambos gritamos y caímos exhaustos.

Fue la primera penetración que he recibido y la única sin condón, la recordaré siempre, aunque después de ella, ha habido muchas otras más ricas y mejor disfrutadas. La primera copulación tiene un sabor especial, más aún si yo fui la hembra y me había comido mi primera verga. Cuando fui al baño a asearme, meneaba la colita, como hembra satisfecha.

Nunca más he visto a Claudio, pero le doy las gracias.