Mi primera playa nudista
Un encuentro un tanto placentero y espontaneo.
Siempre había deseado ir a una playa nudista, pero nunca me había atrevido porque ningún amigo o amiga quería venir. Así que un sábado, prontito por la mañana, decidí ir yo sola. Me había informado donde estaban las playas nudistas en la costa mediterránea, y cuando me decidí por una, subí a mi coche, cargué en el maletero una toalla, algo de crema protectora y una mochila para guardar mi ropa, y allí que me fui.
Al cabo de hora y media de carretera, por fin llegué a mi destino. Aparqué delante de un cartel en el cual estaba escrito estas dos palabras que me hicieron poner bastante nerviosa, y pensar en volverme por donde había venido…”ZONA NUDISTA”. Me quedé un rato en el coche, decidiendo que hacer, hasta que por fin me hice con valor. Salí del coche. Me desnudé, y una vez había agarrado mi toalla y la crema protectora, cerré bien el coche y me adentré en la playa.
Aquello era desde luego una experiencia totalmente nueva para mí. Todo el mundo andaba, tomaba el sol, jugaba a las palas, al volley… ¡Pero desnudos! Aunque era algo esperado, no dejó de sorprenderme. Hasta ahora había ido a las playas “textiles” donde todo el mundo llevaba su bañador, las mujeres su bikini…..
…. Pero ahí estaba rodeada de cuerpos desnudos, incluyendo también hombres muy atractivos. Eso produjo en mí una reacción que no había esperado.
De repente empecé a tener una fuerte excitación, y una sensación entre miedo y vergüenza se apoderó de mí. Muy apurada, estiré mi toalla en el suelo. Me tumbé boca abajo, pero estába tan nerviosa que no atinaba a destapar ese frasco de crema solar que se desparramó sobre la toalla.
–¿Te ayudo?.
Una voz masculina se dirigía a mí. Sin esperarlo, unas manos suaves empezaron a dispersar la crema por mi espalda, por mis hombros, mi nuca, y mi culo….. Cuando noté eso último, me giré algo sobresaltada, y ahí estaba él, un chico joven, bastante moreno de piel, pelo moreno y unos ojos que me miraban de forma divertida.
Evidentemente, estaba desnudo, mostrando ante mí dos grandes pectorales, turgentes, con pezones rosados, y aunque estaba en cuclillas, se podía distinguir una delicada mata de vello que se perdía entre sus piernas, bien con torneadas, que hacían intuir un culito turgente y un considerable miembro en estado de erección.
–Hola, dijo sonriendo
–Me llamo Victor ¿Eres novata por aquí verdad? Lo digo por tu forma de ponerte tumbada en la toalla
Ante esa carcajada, yo no pude evitar reírme también. Aún sorprendido por su espontaneidad y tranquilidad, viéndome ahí tumbada en una situación un poco aparatosa. Se tumbó boca arriba a mi lado, y estuvimos hablando un buen rato.
Trató de tranquilizarme, diciendo que no me preocupase, que era normal en la primera vez, que él el primer día también iba excitado, pero que se le notaba menos.
La verdad es que me lo estaba pasando bien, era una chico divertido, y su buen humor me ayudaba a superar un poco mi timidez. Sin embargo, como veía que no me daba la vuelta, me pegó una palmada juguetona en el culo, y cogiéndome de la mano, me dijo que ya era hora de darse un baño y refrescar mi espalda que ya estaba muy roja.Consiguió levantarme, y pese que no estaban mis pezones erectos en ese momento, Victor se quedó mirando, y sonriendo me dijo:
-Son bonitas, no tenías porque ocultarlas.
Le dio un par de toques rápidos con la punta de los dedos, y nos metimos en el agua. La verdad es que aquello le vino bien a mi espalda, el frescor del agua apaciguó un poco el escozor que empezaba a sentir, haciéndome encontrar bien. Victor empezó a tirarme agua, el típico juego en la playa. Yo también le salpiqué, hasta que se me tiró encima para hacerme una ahogadilla. Salí para respirar, y al sacar la cabeza, el me cogió por la nuca y me puso en su pecho.
Eso me pilló por sorpresa. En ese momento beso mi pelo, me preguntó si me gustaba. Yo, algo nerviosa le dije que si. Tras reírse, me dio la mano, y nadando nos alejamos a unas rocas cerca de la playa. Allí encontramos una pequeña cala. Se metió en un sitio sombreado, arrastrándome hasta un lugar íntimo alejado de las miradas de los nudistas.
-Esto quizás consiga que te sientas menos cohibida.
Acto seguido, empezó a besarme, me dejé llevar, recorriendo con mi lengua cada recoveco de su boca, y comenzó a masajear mi culo con esas suaves y grandes manos.
Separó mis labios de su boca, y empezó a besarme el pecho mientras mi excitación era cada vez más fuerte. Siguió bajando, jugando con mi ombligo, y finalmente, empezó a jugar con mi sexo.
Comenzó a lamerlo como si fuera un helado, mordisqueándolo con suavidad, con suaves golpes de lengua, recorriéndola desde arriba haciendo círculos, bajando, presionando y succionando. Así estuvo unos minutos, hasta que me tumbó en la arena, y comenzó a lamer mi cuello, sus dedos se escurrieron por mi rajita, no fue difícil introducirlos debido a mi extremada humedad.
Metió dos dedos mientras su pulgar jugaba con mi clítoris, cuando empecé a respirar entrecortadamente debido al placer que me producía.
Mis pezones se endurecieron. aprovechó para mordérmelos y lamérmelos. Con su mano libre, abarcaba con dificultad el otro pecho. Aquello era delicioso además deslizo su lengua desde mi canalillo, hasta mis labios vaginales , y ahí empezó primero con fuertes lametones e introduciendo su lengua dentro para seguir después localizando el clítoris, estaba disfrutando del sexo con una hombre explosivo en un ambiente paradisíaco.
Me tumbó boca arriba, dejándose caer sobre mí, y con la ayuda de una de sus manos, me introdujo su miembro que entró sin excesiva dificultad hasta el fondo dentro de mi ser.
Cerró los ojos y abrió ligeramente la boca, dejando escapar un suspiro placentero. Ahí comenzó a moverse, mirándome de nuevo con una mirada pícara y divertida que le caracterizaba. Agarrando mis manos para ponerlas en sus pectorales duros y grandes.
El ritmo cada vez era mayor, los dos empezamos a gemir, pero él no quería acabar en esa postura. Se puso a cuatro patas, y me dijo que quería hacer el perrito. Quería correrse y lanzar su esperma sobre mis nalgas y espalda.
Empezó a bombearme muy fuerte y duro gritando los dos de placer. Sin soltar mis pezones, pellizcandolos. Yo termine escasos segundos antes de que él lanzase su carga en mi culo. Nos quedamos un rato exhaustos sobre la arena, besándonos con pasión y abrazados, momento en el que me confesó que el también había perdido su timidez al nudismo así.
Se hizo tarde, había que volver, así que fuimos otra vez a nado hacia la playa principal. Recogimos nuestras cosas. Ese fue nuestro primer encuentro, de muchos que tendríamos ese verano, cuando decidimos hacer un tour por las principales playas nudistas del Mediterráneo, pero eso, es otra historia.