Mi primera oportunidad

Por fin se dió el momento de hacer el amor con un canino.

Mi primera oportunidad!

Como en muchas casos, la ocasión hace que pasen muchas cosas. Aquella noche regresaba a mi casa después de una fiesta y tanto mis niveles de alcohol como mis hormonas estaban elevadas, y la inquietud de experimentar algo nuevo me venía dando vueltas en la cabeza desde mucho tiempo atrás -hacer el amor con un perro- pero jamás había tenido con quien hacerlo.

La soledad en mi casa se sentía desde la calle; torpemente busqué la llave de la puerta principal y debido al ruido puse en alerta al perro de mis vecinos: no sé de razas, pero me imagino que no es fino; es de complexión mediana, de color marrón y tiene bastantes músculos. Desde hacía tiempo que ya había fantaseado con tocarle su polla cuando en más de alguna ocasión le había sobado la cabeza en ademán de saludo.

En aquellas altas horas de la noche, me ayudaba la complicidad de las calles solitarias, me incliné y le dediqué más tiempo a las caricias de mi perruno vecino, pero esta vez me atreví a bajar las caricias hasta su lomo y a rozar apenas su capullo, pero inmediatamente lo dejé. Después caminé por el pasillo rodeado de plantas que encaminan a la puerta principal. El perro me siguió pero yo no lo sabía aún.

Al introducir la llave en el cerrojo, me dí cuenta de la presencia del animal y en ese preciso momento ¡se me ocurrió la idea de meterlo a mi casa!

El can titubeó un momento, pero la confianza de conocerme seguramente le convenció de entrar. Una vez adentro, cerré la puerta y con un brillo lujurioso en mis ojos comencé a acariciarle la cabeza suavemente; al poco tiempo le acaricié el lomo y bajé un poco hacia su estómago. El perro respondió tumbándose de espaldas y abriendo su patas. Quedó frente a mí el espectáculo de aquella polla enfundada y los huevos que se mecían al compás de su respiración acelerada.

Soporté la tentación de tocarle sus genitales; me levanté y fui por algo qué ofrecerle a mi invitado. Él se levantó y se quedó esperando cerca de la puerta, meneando su cola. En el camino mi imaginación  había logrado que mi estómago sintiera un vértigo que hacía mucho tiempo no sentía. Recordaba todo aquello que había soñado con hacer con un can cuando llegara el momento; ¡y el momento había llegado!

Rápidamente subí a mi habitación y tomé unas medias y un lubricante; después, de la cocina, tomé un poco de leche y lo puse en un plato desechable; y llené una copa con vino tinto, me dirigí a la sala le ofrecí a mi nuevo compañero su bebida, quien bebió con gusto mientras yo brindaba con él de mi copa.

Ya más en confianza, me senté en la alfombra y apoyé mi espalda a la pared y lo acaricié en la cabeza mientras él relamía, de pie, el plato. Con mucha suavidad y tacto me acerqué y toqué su polla con los dedos. El perro volteó sorprendido, pero pareció que no le disgustó. Entonces aumenté la fricción en los movimientos y lo  masturbé hasta que poco a poco comenzó a florecer el fruto soñado: su verga húmeda y caliente.

Él se tumbó de espaldas nuevamente, y se dejó complacer. Ya que tomé más confianza, acerqué mi boca y su verga sintió mis labios tibios y yo percibí su olor canino. No supe cuando comencé a devorar el manjar añorado con más vehemencia y al poco tiempo nuestros corazones latían al máximo por la excitación.

Rápidamente coloqué las medias en sus patas delanteras y unté un poco de lubricante en mí; me tumbé de espaldas y coloqué al animal encima de mi en una posición que facilitara el coito. El animal comenzó de inmediato a bombear en mis nalgas y yo Sentía cómo su verga palpitante envestía por todas partes si lograr acertar en el blanco.

Lo abracé y lo giré un poco, para que hiciera apoyo en la pared con sus patas traseras y  ¡funcionó!, logró acertar en mí, y poco a poco lo sentí entrar. Maravilloso.... aaaahhh... mmmmmm.... su verga llenaba toda mi cavidad y comenzó el mete-saca a una velocidad impresionante.... yo moría de gozo... y volvía a morir...

Y él se abrazaba de mi cintura y presionaba más y yo con mis blancas piernas al áire sentía su aliento acelerado en mi rostro ahora sudoroso y mi cuerpo se movía al ritmo de las estocadas que eran más profundas y que me inundaban con sus líquidos de fuego. En ése frenesí sentí su base redonda y dura golpeándome con el salvajismo de aquella penetración en mi entrada y aunque trataba de evitar que la metiera, ya la inercia de nuestra posición lo hacía imposible... Dios!!!! que me la estaba metiendo!...... ahhhhhh... mmmmm..... yo cedía ante tanto placer... aquello se abría paso por mi... sentía que me partía!.....  arrrrg... moría de nuevo mientras él aumentaba la frecuencia de los movimientos, pero debido a que no tenía tanto espacio, ahora eran mas cortos. De pronto se detuvo y poco a poco se inflamó dentro de mi, tenía su mirada en el infinito, exactamente a donde me lanzaba con cada oleada que salía de él... ahhhh... indescriptible.... todo dentro de mí. Mi cuerpo ahora totalmente satisfecho y extasiado, unidos en un sólo palpitar con nuestros sexos.

A poco rato hizo intentos de separarse de mí, pero lo retuve mucho tiempo, hasta que sentí sus líquidos derramarse por mis nalgas. Finalmente salió y con agradecimiento profundo, le permití hiciera la limpieza, y su lengua entró en lo más profundo de mí... ahhhh, pero me dolía un poco, y no quise continuar más. Después me levanté y lo encaminé a la puerta.... le acaricié la cabeza y él salió feliz.

Me introduje en mi cama y la sensación de tenerlo dentro de mi me persiguió toda la noche; me despertaba y la sensación estaba presente, lo sentía muy adentro... y me masturbaba remembrando la inigualable experiencia. Hasta que el alba me iluminó cuando cedía ante mi último orgasmo evocando la sensación de plenitud que mi vecino había logrado en mí, con el dulce sopor del aroma de mi cuerpo, logré dormir profundamente.