Mi primera novia (4): Reencuentro.

Jenny y yo nos reencontramos tras esas dos semanas de pausa.

El verano proseguía mientras Jenny y yo seguíamos explorando nuestros cuerpos, nos degustábamos con mucho sexo oral, nos tocábamos en aquel parque que ya nos conocía de sobra, y hacíamos alguna que otra escapada a mi casa cuando mis padres no estaban.

Si teníamos la oportunidad de estar en mi habitación, nos pasábamos la tarde metiéndonos mano, sobándonos, y jadeando al oído. Muchas veces me encantaba pasarme un buen tiempo degustando sus pechos tersos y mordisqueando sus pezones oscuros. Eso la ponía roja como un tomate y hacia que se le empapasen las bragas a lo bestia.

Jenny por su parte siempre me regalaba una de sus ya famosas mamadas. Cada vez más sumisa y atrevida, aunque siempre con cierta desconfianza y temor a que se lo contase a alguien. No le gustaría que le acabasen llamando “Jenny la mamapollas”. Yo siempre le quitaba hierro al asunto, e intentaba que dejase esos miedos absurdos de lado, que con la edad que teníamos no eran más que tonterías. Que disfrutase. Y efectivamente, jamás contaba nada por respeto.

Llegados finales de julio, Jenny debía irse a otra provincia donde vivía su padre, ya que como habréis adivinado, sus padres estaban separados. Así que estaríamos unos quince días sin vernos.

Ya os podéis imaginar que durante ese tiempo yo me subía por las paredes, y el pajearme día y noche se convirtió entonces en lo habitual. Ella tampoco se pudo estar quieta, y hablando por teléfono me confesaba que todos los días, sobre todo por las noches, se acordaba de mi… y de mi sabor.

Así pues, pase esas dos semanas como os contaba y quedando con mis amigos, los cuales no perdíamos ningún momento para estar todas las tarde juntos echando unos partidos de futbol o de cháchara.

El fin de semana se convirtió en habitual salir por la noche a tomar algo, y a alegrarnos la vista. El más cara del grupo siempre acababa ligando con alguna. Yo por respeto a Jenny, me guardaba… lo que podía.

Recuerdo estar dentro de un pub tomando algo y ver que aparecía por la puerta “La tetona”, una chica famosa en el barrio y alrededores por… bueno, os podéis imaginar el porqué. Sus pechos destacaban mucho ya no por lo grandes que eran, sino porque la chica tenía cuerpecito de modelo. Además, era muy mona y algo simpática.

En el instituto, “La tetona” y yo alguna vez coincidimos sentándonos juntos y recuerdo que muchas veces mientras hablábamos de cualquier cosa se me iba la mano y le acariciaba las piernas, cosa que a ella le daba bastante igual, o si se levantaba, aprovechaba para tocarla el culo; un culo chiquitín y respingón que gustaba destaca con pantalones prietos. Lo cierto es que siempre fue una chica que tuvo que aguantar muchas de esas cosas por parte de muchos chicos adolescentes con las hormonas desatadas, y jamás se quejó. De hecho, parecía que le gustaba que le metiesen mano indiscretamente, pues su actitud era de sumisión total y de hacer como que le daba igual. Aun así, nunca hubo nunca nada más que esos momentos morbosos entre nosotros dos.

Volviendo al momento del pub, “La tetona” me vio en la barra y se acercó a saludarme con dos besos mientras le cogía de su cintura desnuda. Se presentaba ante todos los comensales con una top con canalillo que hacía resaltar sus dos tremendos pechos morenos, y un pantaloncito largo de licra negra que se ceñía a su culo y piernas, colmando con unos zapatos de aguja. Estaba tremenda. Cuando se dio la vuelta para hablar con sus amigas, yo volví a acercarme por detrás de ella como haciéndome el despistado, y mientras pasaba a su lado para dirigirme a la puerta de salida, acerté a sobrarle el culo agarrándoselo con una mano descaradamente mientras le decía al oído:

-          Veo que sigues teniendo un culo muy bonito.

-          ¡Oye! – me grito “La tetona” con una falsa indignación.

Yo proseguí mi camino y cuando salía por la puerta del pub me di la vuelta lanzándole una sonrisa mientras ella me miraba con una cara de morbo que mataba.

Y hasta ahí. No iba a pasar nada más que eso. Me tenía que contener. Mi corazón estaba con Jenny y esas cosas de tontear con otras estaban fatal.

Pasaron los días y las conversaciones telefónicas mías y de Jenny eran siempre demasiado calientes. Estábamos como locos por volver a vernos y comernos, y nos estaba costando mucho aguantarnos. Se tornó en normal el masturbarnos telefónicamente mientras hablábamos todas las noches. Que ella oyese mis cerdadas y yo a ella sus jadeos era a lo máximo que nos podíamos conformar esos días.

Por fin regresó a la provincia, a la casa donde vivía con su madre y hermanos, y el reencuentro no pudo ser mejor.

Cogí un bus y me acerqué hasta donde vivía con intención de ver juntos una película como excusa que dio a su madre para que nos dejasen el salón de su casa para nosotros solo.

En cuanto llegué y me abrió la puerta, se abalanzó hasta mí para darme un morreo de los que desencajan la mandíbula. Me hizo pasar para adentro y me presentó a su madre y novio de la misma, quienes vivían desde hacía años juntos tras el divorcio.

Lo prometido era deuda y pasamos al salón, dejándonos solos a nuestro rollo. Metimos una cinta de video en VHS antiguo y nos pusimos a ver la televisión. Yo me tumbé en el sofá y ella se colocó entre mis piernas. A lo largo del visionado de la película, Jenny no paraba quieta y no hacía más que acariciarme las piernas, mientras yo no perdía prenda y me entretenía sobándole sus preciosas tetas. Estas estaban muy accesibles, ya que solo llevaba una pequeña blusa abierta por el canalillo frontal, que facilitaba el acceso de mis manos.

Cuando sus suspiros se convirtieron en jadeos, Jenny se irguió y pegó su culazo hacia mi polla, la cual empezaba a reaccionar ante los movimientos de ella. Cuando consiguió ponérmela bien dura yo no pude aguantar mucho más y apartándola hacia delante, me la tuve que sacar desabrochándome el pantalón, y sujetándomela con la mano le lance la orden:

-          Vamos Jenny, cómemela. Llevo semanas deseándolo.

Jenny se empezó a poner nerviosa porque habiendo gente por casa tenía miedo de que la pillasen con mi polla en la boca. Negándose a realizar la felación, volvió a pegar su culo contra mi polla ahora desnuda. Solo una fina capa de tela de su pantalón corto de verano que usaba para dormir, separaba el contacto directo entre mi miembro y su piel.

-          Aquí no podemos. Ya lo sabes. Pueden entrar en cualquier momento, Romeo, jo… - me excusó.

-          Joder… ¡mira como me has puesto!

-          Ya lo noto ¿Qué crees, que me da igual?

Mi mano en ese momento avanzó a través de su pantalón buscando su  coño, el cual fue fácilmente accesible. Estaba empapada. En cuanto notó mis dedos en su clítoris, empezó a menear más fuerte su culo contra mi polla.

-          Joder cari, pues subamos a tu habitación, y me la chupas allí.- le insistí

-          ¡Que no! Que hay mucha gente en casa, y ni en mi habitación estamos seguros. Además, si subimos se van a pensar cualquier cosa. – se volvió a excusar.

-          ¡Pues que piensen lo que les dé la gana! Necesito descargar, coño.

La situación estaba muy caliente, y empecé a frotar violentamente su clítoris mientras con mi otra mano agarraba fuertemente uno de sus pechos.

-          Joder, como me estas poniendo… Tengo ganas de follarte.- le solté

-          Y yo también cari, pero ya sabes lo que tienes que comprar…

-          ¿No me dejas metértela solo un poco para probar? – pregunté con voz de pena.

-          ¡¿Estás loco?! Ya sabes que es peligroso y no se debe. Compra condones, jo…- me suplicaba.

A todo esto, yo seguía con mi trabajito manual en su coñito. Podíamos oír perfectamente a su madre a través de la puerta del salón, hablando con la abuela, que también pululaba por allí. Jenny perdía los papeles y se dejó hacer mientras no dejaba de menearse y en poco tiempo comenzó a convulsionar para estallar en un severo orgasmo el cual tuvo que callar poniéndose un cojín en la boca.

Cuando por fin se serenó y dejó de menearse, se dio la vuelta y me dio un beso en los labios diciéndome:

-          Lo siento cari, no me aguantaba más. Te recompensare luego.- mirándome a la cara con cara de cordero degollado.

-          ¿Cuándo va a ser luego si en tu casa con tanta gente te da palo comérmela? – le pregunté indignado.

Ella sencillamente me guardo la polla todo empalmado dentro del pantalón y me dijo:

-          Antes de que te vayas te la chuparé. No te preocupes.- y me dio un beso, y yo claro, con un cabreo de tres pares de narices…

Tras esto, nos tranquilizamos un poco y terminamos de ver la película. Después  me invitaron a cenar algo y cuando ya llegaban las nueve de la noche, anuncie mi retirada para coger el bus de vuelta a mi casa. Me despedí de todos, agradecí la invitación, y Jenny me acompañó hasta la parada.

Cuando llegamos, todavía faltaban quince minutos para que el autobús hiciese acto de aparición. Sentados en uno de los asientos de espera, Jenny se sentó encima de mí y me dijo al oído:

-          Todavía te debo algo. Ven.- levantándose y tirando de mi mano hacia  arriba, para que la acompañase.

No muy lejos de ahí, al otro lado de la acera, había un viejo murete de piedra antigua con mucha vegetación, donde Jenny me hizo entrar y apoyar en el mismo. Se arrodilló, me bajó la bragueta del pantalón y me sacó la polla fuera, la cual no perdió ocasión para metérsela en la boca y realizarme la mamada que antes le pedí.

-          ¿Qué te crees, que yo no tenía ganas de esto también? – me dijo mirándome a los ojos, para acto seguido lamerme el tronco de abajo a arriba y metérsela en la boca.

Lo siguiente fue una buena comida de polla que no duró mucho tiempo a causa de la excitación anterior, coronándose con una corrida abundante y muy espesa.

Jenny, como siempre, comenzó a toser y escupir toda la lefa que había descargado en su boquita, quedándole restos en la comisura de los labios. Aun todavía quedaban también algunos restos en mi polla los cuales no dudo en limpiar con su lengua, y otra vez escupir a la vegetación del suelo, quedando, ahora si, limpia de toda prueba del “crimen”.

-          ¿Ves cómo te iba a recompensar? – y me dio un beso.

Justo en ese momento apareció el autobús y yo salí corriendo de detrás del muro para subirme rápidamente a él, antes de que partiese. Me senté en uno de los asientos y lance un beso a Jenny a través de la ventanilla.

Llegado a la ciudad, me baje del autobús y me dirigí hacia casa.

Casualmente de camino a ella había una farmacia de guardia con un dispensador de preservativos… “¿Compro de una vez? Venga, va… compremos.” Pensé.