Mi primera mamada

Cuento cómo fue la primera vez que se la chupé a un tío.

No sabía muy bien en qué categoría clasificar este relato.

La primera vez que le chupé la polla  a un hombre.... lo disfruté muchísimo. Yo desde bien jovencita había sido un poco calientabraguetas, lo reconozco. Ya desde que tenía 14 años me sentía muy mujer y mi cuerpo se excitaba en seguida, y aunque no tenía novio porque no estaba enamorada de nadie, sí que vestía siempre que podía (y podía pocas veces) de forma provocativa y buscaba y sigo buscando las miradas de deseo sobre mí. Si podía rozarme disimuladamente, lo hacía; si podía enseñar alguna parte de mi cuerpo, como al descuido, lo hacía.

A pesar de esto, mi infancia y mi juventud fue muy estricta, pues yo iba a un colegio de curas, mis padres siempre han sido muy creyentes y católico practicantes estrictos. Así que aunque quisiera tampoco me habrían dejado tener un novio con el que poder calmar todas las calenturas que sentía casi de forma constante por mi cuerpo. Pero como tenía un cuerpazo, con unas tetas grandes y un culo respingón y muslos gruesos, llamaba mucho la atención y muchos chicos y hombres se me acercaban para hablarme y devorarme con la mirada, y si podían tocarme un poco ni que fuera ponerme la mano en la cintura, o en el hombro, lo hacían.

Pero bueno, sigo con lo de mi primera vez, perdón por perder el hilo. Una de las veces que me confesaba, uno de los curas que nos confensaba cada semana, esto ya hablo cuando tenía 18 y estaba ya terminando el último curso del instituto, bueno,  cuando empecé a contarle mis pecados, que básicamente consistían en pensamientos impuros constantes, me di cuenta por su voz de cómo se había puesto nervioso...así que empecé a contarle con más detalle lo que no podía dejar de pensar, y vamos, el cura, que no estaba mal, aunque rondaría ya los cuarenta, estaba calladito escuchando. Lo normal hubiese sido que me hubiese interrumpido en seguida, riñéndome, pero no, él calladito y escuchando. Tenía yo claro que ese estaba seguro ya con su pene tiesecito. Como no me interrumpía yo seguí contando, y diciéndole que no me encontraba muy bien, yo así como medio gemía, para ponerle más malito, que algo me pedía el cuerpo que no sabía lo que era, que sentía que me estaba volviendo loca..... Total, que en una de estas me dijo que dejara de hablar ahí fuera, que alguien me podía oír, que todo eso se lo tenía que contar pero mejor dentro del confesionario. En realidad, yo sabía que no iba a pasar nadie por allí, era una hora en la que no bajaba nadie a confesarse. Yo me hice la miedosa, de que no quería que me escuchara nadie, que me daba mucha vergüenza, y entré. El morbazo que me daba estar dentro de ese confesionario tan estrechito con el cura me puso más caliente aún.

En cuanto entré me dijo que como no había mucho sitio mejor me sentara encima de él. En el instituto, que era sólo de chicas, llevábamos uniforme. Un polo azul y una faldita tipo escocesa pero azul y amarilla. Que de pie me llegaba hasta debajo de las rodillas, pero sentada se me subía un poquito y dejaba ver mis rodillas y parte de los muslos. La verdad es que me hice un poco la tímida, para que no se notara mucho, como que dudé, pero antes de que él replicara nada ya me hábía sentado. Primero me senté casi en sus rodillas, entonces el me ciñó de la cintura y me dijo que me pusiera más cómoda, un poco más hacia atrás, que si tenía que abrir las piernas, no pasaba nada, que nadie me iba a ver y él era un hombre de Dios. Así que allí estaba yo, me tiré todo lo que pudé hacia atrás de manera que él tenía las piernas juntas, y yo abiertas, quedando mi faldita casi subida hasta arriba del todo. Si subía un poco más, ya me vería él las braguitas desde la posición en que estaba, vamos, que mis piernas estaban totalmente al descubierto. Mis nalgas duritas estaban sintiendo algo más duro aún, sí, como yo ya sabía aquel cura tenía una erección y por el tamaño y grosor de lo que sentía lo que sentía era algo delicioso. Mi espalda quedó pegada contra su pecho, y desde atrás me hablaba y su respiración me hacía cosquillas en la cabeza.

  • Vamos a ver, Lilian, tenemos que sacar ese mal de tu interior para que no te moleste más. - me dijo, mientras una de sus mano se apoyaba en mi rodilla y la otra subía de mi rodilla hacia el muslo muy despacio y yo creía que iba a explotar de placer.

  • Sí, ´Padre Ramón, pero dígame usted como tengo que hacer eso. Yo quiero estar bien. No quiero sentirme así.... - le dije, susurrando, había girado mi cabecita todo lo que pude y le miré a los ojos mientras le susurraba eso.

  • Bueno ,tendremos que probar varias cosas hasta que te encuentres bien. De primero, mueve tus nalguitas un poquito a ver cómo reacciona tu cuerpo.

Yo rocé todo lo que pude mi culito contra su polla, y mi coñito no hacía más que mojarse cada vez.

  • Mmmmmmmmmmm.....no sé bien si funciona, Padre Ramón, diría que quiero mover más mi culito aún, así....  - y me levanté y le meneé el culo delante de toda su cara, poniéndome todo lo que pude en pompa.

  • Está bien, quédate así un momentito, Lilian, que voy a probar una cosa.

Sentí como me acabó de levantar la falda y me puso las braguitas hacia un lado y me separó con cuidado todo lo que pudo mis nalguitas y empezó a chuparme mi culito cosa rica por el agujerito. Y mi coñito ya estaba chorreando de todo lo que lo estaba gozando. Me pusó un poco más en pompa, y entonces empezó a lamerme sin parar desde mi chochito hasta mi culito, todo el rato, de arriba a abajo. Se oían los lametones, y como se tragaba todos mis juguitos, y yo no podía parar de gemir. Estaba tan cachonda, ya a punto de correrme, cuando paró. Me giré, decepcionada, vi su cara toda mojada por sus babas y mis jugos, y me miró muy serio:

  • Lilian, el mal se ha ido de tu cuerpo, pero me vas a tener que ayudar porque ha entrado en el mío, y sólo tú puedes ayudarme ahora a expulsarlo.

Y dicho esto se subió la sotana, y me enseñó su polla que me pareció enorme y muy gorda, y estaba completamente tiesa.

  • Arrodíllate, niña.

En seguida me arrodillé y estaba deseando saber qué tenía que hacer, porque yo no tenía ni idea de esas cosas, pero sólo verla así de tiesa intuía que tenía que ver el que yo le hubiese puesto tan cachondo.

  • El mal está aquí dentro - me dijo, mientras se cogía la polla con la mano y la dirigía hacia mi cara. - Debes metértela en la boca para sacarlo fuera de mí, antes de que me corrompa, por tu culpa. Métetela en la boca y chúpala, como si fuera un caramelo en tu boca, y dale muchos lengüetazos, así encontrarás antes dónde está la corrupción que me has metido dentro.

No me lo pensé, deseaba llenarme la boca con esa polla deliciosa. No lo había hecho nunca, pero como si lo supiera hacer de toda la vida; la chupaba de arriba a abajo moviendo mi cabeza entera para sacarla casi toda de mi boca, y volverla a meter hasta el fondo. Ahora sí que el cura no podía disimular el placer que sentía, lo miraba mientras se la chupaba, y él tenía los ojos cerrados, y la boca muy abierta, y ahogaba todo el rato los gemidos que hacía, que a mí eso me ponía muy malita y palpaba toda su polla con mi lengua para encontrar el mal cuanto antes y poder ir a masturbarme a mi cuarto. Entonces él gimió así como más seguido y puso su mano sobre mi cabeza, haciendo que parara de chupársela, y la otra la puso sobre la base de su polla como para dejarla tiesa tb, y sin sacarla de mi boca  me dijo que me preparara para tragarme todo el mal que iba a salir. Bueno, tres chorros increíbles de algo espeso y con un olor fuerte sentí en la boca. Me tragué un poco, pero otra parte no fui capaz, era mucho para mi inexperiencia y de una sola vez, así que me atraganté y tosí ya sacándome la polla de mi boca. Buena parte de la leche cayó al suelo. El Padre Ramón estaba como extasiado. Se apoyó totalmente en el respaldo de su silla, con los brazos caídos, y su polla aún descubierta que se sacudía ligeramente ella sola mientras no dejaba de mirarme.

  • Padre, creo que el mal o parte de él lo tengo otra vez dentro de mí, porque me siento aún peor que antes. Y usted, como se encuentra?

  • Está bien, Lilian, seguiremos trabajando para purificarte por completo. No le cuentes lo que te ocurre ni lo que hemos hecho para curarte, porque cuando se enteren de que llevas el mal dentro de ti te repudiarán. Vuelve la semana que viene y seguiremos trabajando en ello.

  • Sí, Padre Ramón. Muchísimas gracias por su esfuerzo, dedicación y comprensión. Es usted muy bueno.

Me puse bien la ropa y me fui corriendo a mi habitación a masturbarme cuatro veces seguidas hasta que me quedé dormida, con ese sabor raro en la boca, pero no por ser raro me disgustaba, bien al contrario, me gustaba muchísimo, y me hacía sentir mayor.

Y así fue la primera mamada que le hice a un hombre. La primera de muchísimas más, porque me encanta mamar pollas, ya sea a hombres conocidos o desconocidos, es lo que más me gusta de todas las cosas. Y bueno, ya otro día les cuento más cosas. Muchas gracias por leerme.