Mi primera madura: La vecina II

Continúa mi la historia con otro encuentro fortuito.

Las semanas fueron pasando y apenas volví a encontrarme con mi vecina la madura. Tan solo algún cruce esporádico en el portal con saludos bastante fríos por su parte. Aunque yo intentaba iniciar algún tipo de conversación o acercamiento cada vez que la veía, no obtenía ningún tipo de respuesta. A veces incluso no tenía ningún contacto en toda la semana.

Mi excitación y deseo por follarme a mi vecina, y en general a todas las maduras, iba en aumento. Los días posteriores a mi anterior relato no dejaba de hacerme pajas pensando en ella, pensando en que me la follaba de todas las maneras posibles y pensando en lo cornudo que era su marido.

Como decía, empecé a fijarme en todas las maduras, las de mi trabajo, las amigas de mi madre, profesoras...y empecé a leer relatos. Eso hizo que mi morbo fuese en aumento y se siguiera desarrollando mi obsesión por las maduras. Un nuevo mundo parecía abrirse ante mi, estaba deseoso de intentarlo y conocer a otras maduras, de tantearlas. Y leyendo en páginas como esta, pude comprobar que no era el único con gusto por las maduras, ni mi vecina era la única madura que buscaba un jovencito.

Pero no nos desviemos del tema. Vamos a lo que sucedió después con mi querida vecina.

Todo cambió un día que me encontré de nuevo con el matrimonio y con su hijo en el portal. Entramos a la vez, y esta vez fue su marido, más campechano, el que rompió el hielo.

-¿qué tal chaval? ¿No te vas de puente? antes nos encontramos a tu compañero Juan con mochila y tienda de campaña. Nos dijo que se iba con su novia de camping -Me dijo alegremente.

-Pues es la primera noticia que tengo-añadí sorprendido-.No sabía que me quedaba solo a pasar el puente.

Mientras pronunciaba lo último dirigí mi mirada hacia su mujer, pero no obtuve nada a cambio. Ella estaba a lo suyo, como si yo no estuviese allí. Llevaba un vestido verde con medias y botines negros que lucían sus maravillosas piernas a la perfección. Llevaba una chaqueta de cuero negra y el pelo recogido en una coleta. Estaba realmente sexi.

-Pues nosotros aprovechamos y también nos vamos de puente, al pueblo con los abuelos-continuó el marido.

-Muy bien, pues tened cuidado con el coche y haced muchas fotos- dije recordando el motivo por el que había entrado en su casa y había recibido la mejor paja de mi vida.

Ella lanzó una mirada seria a su marido, frunciendo el ceño y apretando los labios. Mandó a su hijo entrar en el ascensor con cierta agresividad y el silencio inundó el portal. Los tres entraron en el ascensor sin decir ni una palabra más y yo entré en mi casa para encontrarla vacía y silenciosa.

Recogí mis cosas, me preparé una merienda y me quedé dormido viendo la tele. Cuando desperté serían las ocho de la tarde. Limpié la merienda, y como no tenía ganas de cenar todavía y no había hecho ningún plan, decidí leer relatos y ver porno sobre maduras para hacerme una buena paja y disfrutar de la comodidad de la soledad.

Ya estaba bastante excitado y apenas me había dado tiempo a encender el portatil y entrar en la página cuando sonó el timbre.

Era ella, estaba nerviosa y en cierto modo algo agresiva.

-Hola vecina- dije sorprendido.

-Hola, disculpa pero tengo que pedirte un favor - dijo acelerada-, pero ya has oido antes a mi marido. Solo que yo he decidido no irme y no tengo con qué prepararles unos bocadillos para el viaje- continuó.

-Vale si, sin problema, tengo pan de molde, jamón, queso y algo de fruta- contesté mientras apartaba mi cuerpo invitándola a pasar.

-Muchas gracias de verdad, la verdad es que llevamos poco tiempo viviéndo aquí y no tenemos relación con nadie- dijo mientras entraba en mi casa-, yo no me puedo ir porque mañana tengo cita para depilarme y no he podido cambiarla- prosiguió mientras yo la guiába hasta la cocina.

-Bueno, pues este es mi armario, donde está el pan, el resto de cosas está en la nevera- dije despreocupado.

Derepente se quedó paralizada a la entrada de la cocina (es un salón cocina), estaba mirando mi portatil abierto en el sofá con una página de vídeos porno en la pantalla.

Intenté decir algo pero no sabía el qué, había quedado como un obseso o un pajillero. Ella tragó saliva y a los pocos segundos hizo como si no hubiera visto nada y se dirigió hacia la nevera a por lo que venía a buscar.

Cuando pasó a mi lado para dirigírse a la nevera su mirada se clavó en mis ojos. Abrió la puerta y se asomó para escudriñarla con la mirada. Así que yo aproveché la ocasión:

-Estas dos son mis estanterías- dije en voz baja mientras apoyaba una de mis manos en la cintura desde atrás-, las otras dos son de mi compañero, pero si necesitas algo suyo, puedes cogerlo también- finalicé.

Cogió un paquete de jamón york y otro de queso y se dirigió hasta el armario donde estaba el pan de molde.

-Ahí está el pan- dije repitiendo la misma operación de antes, pero esta vez rozando ligeramente mi cadera con su culo-, puedes llevártelo todo si quieres, tampoco queda mucho.

Cuando me notó en su espalda no tuvo ninguna reacción, aunque si noté un pequeño suspiro en su respiración, cogió el pan y se giró levemente aumentando el roce con mi polla, que ya estaba bastante crecida.

-Muchas gracias- dijo mirándome fijamente a los ojos-, te debo una.

La acompañé hasta la puerta, de la que salía volvió a echar otro vistazo a la pantalla del ordenador y volvió a clavar los ojos en los míos. Cuando salió y cerré la puerta suspiré aliviado. Estaba excitadísimo, haber acercado mi polla a su culo y no haber sido rechazado me había puesto a mil. Pero lo que más me había excitado habían sido sus miradas a los ojos.

Volví al salón, tenía claro que la paja no me la iba a hacer con vídeos porno, me la iba a hacer con mi musa, la vecina madura.

Me entretuve un poco recogiendo mi portatil y revisando el correo, luego hice un inventario rápido con lo que tendría ese día para cenar y ya me fui a la habitación dispuesto a hacerme una maravillosa paja.

Entré en mi habitación, me puse el pijama, me tumbé en la cama y me relajé. Al cabo de unos minutos mi imaginación ya estaba en el 5º piso con mi vecina. Mi polla estaba durísima, me bajé los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos y empecé un suave masaje. Cuando mi erección era total empecé a hacerme la paja ya con más velocidad y placer.

De repente sonó otra vez el timbre. Me asustó, di un salto de la cama y me subí los pantalones del pijama. Mi polla estaba muy dura y se me marcaba todavía más. Me dirigí hasta la puerta y la abrí. Allí estaba ella otra vez, con una sonrisa radiante. Apenas habían pasado 30 minutos y ni si quiera me había dado tiempo a hacerme la paja. El pantalón de pijama no era barrera para que mi despampanante ereción se mostrase en todo su esplendor.

-Hola de nuevo- dijo alegremente- vengo a traerte el pan que me sobró. Mi marido y mi hijo ya se han ido, y pensé que a lo mejor me había llevado tu cena, aunque solo quedan unas rebanadas, he decidido bajártelo.

-Eh si, muchas gracias- contesté acalorado-, pasa pasa, no era necesario pero muchas gracias.

Esta vez ella se dirigió directamente a la cocina a dejar en el armario el pan de molde sobrante. Yo iba detrás sin creerme todavía que estaba en mi casa, de nuevo, la musa de mis pajas.

Se dirigó hacia el armario, lentamente lo abrió y empezó a hacer hueco y a colocar lo que había dentro. Yo balbuceaba que no era necesario, que muchas gracias. Pero adiviné que sus intenciones no eran esas. Mientras depositaba el pan de molde en el armario me acerqué a ella, esta vez puse mis dos manos en su cintura y acerqué mi abultado paquete hasta su culo. Era imposible que no notase mi terrible ereción, yo presionaba con más fuerza y el tamaño de pene era enorme.

Ella suspiró y movió su culo suavemente haciendo un círculo mientras se giraba, esta vez sin moverse del sitio.

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Continó girándose hasta quedar cara a cara con la mía, mi polla ahora estaba apollada en la zona de su coño, lo notaba y ella movía su cadera intentando acomodarse.

-Veo que sigues igual que antes-susurró- ¿Es que no has terminado lo que ibas a hacer antes? ¿o eres insaciable?

-Pues no he terminado vecinita, alguien me ha interrumpido en pleno proceso- respondí.

-¿qué estabas viendo exactamente? ¿puedes enseñarmelo?

-Pues la verdad es que no estaba viendo nada, tenía intención de ver algo de porno, pero al verla a usted no fue necesario- dije en un leve susurro ya con nuestras cabezas bastante cerca.

-No te creo-añadió- seguro que el portatil está en tu habitación con esas páginas guarras.

La dirigí a mi habitación mientras le acarciaba el brazo con mi mano a modo de guía. Al llegar a la puerta encendí la luz y señalé el portatil apagado.

-¿ves? está apagado, estaba pensando en mi vecina, no necesito porno- le susurré al oído con mi boca pegada a su cuello mientras pegaba mi cuerpo al suyo desde atrás.

-Así que igual que la otra vez, lo que tienes ahí abajo es por mi culpa y no por tu mente calenturienta.

Giró la cabeza levemente para escuchar la respuesta y empecé a darle besos por el cuello y por el perímetro de su boca. Mientras, mis manos pasaron a la acción y empezaron a recorrer su cintura y su cadera.

Ella no se separaba y empezó a acariciar mi cabeza con una mano mientras gemía levemente.

-¿Voy a tener que hacerte lo mismo que la otra vez para que te calmes?- preguntó en un susurro dulce y tierno.

-No, esta vez no- dije mientras mis manos ya empezaban a acariciar su coño a través de sus pantalones y a estrujar sus tetas con fuerza- esta vez vamos a disfrutar los dos.

La acerqué hasta mi cama mientras continuaba tocándole las tetas y el coño. Me senté en la cama y empecé a desabrocharle los pantalones, se los bajé por debajo de las rodillas y me dirigí rápidamente a comer su coño.

Era maravilloso, con una tira de pelo cuidada y unos labios bien marcados, comencé a saborearlo y a recorrer todos los rincones de ese increible manjar. Notaba como iba lubricando en mi boca y como cada vez mi vecina gemía con más intensidad, hasta el punto de no poder mantener el equilibrio.

Me separé, la tumbé en la cama, le arranqué los pantalones que aún tenía en los tobillos y continué comiéndole el coño, esta vez separando sus piernas y hundiendo mi lengua en ese sabroso coño lubricado. Los gemidos de mi vecina empezaron a ser exajerados, sus manos se apretaban las tetas y tenía los ojos cerrados mientras se retorcía sobre mi cama.

Cuando más excitada estaba me puse de rodillas al lado de ella, saqué mi polla, mis 19 cm apuntaron al techo, estaba gordísima. Ella miró al notar que paraba de comerle el coño, se imaginaba lo que iba a pasar a continuación, pero no dijo nada. Me coloqué entre sus piernas y le clavé toda mi polla. Entró suavemente casi sin dificultad, se la metí hasta los huevos y me dejé caer sobre ella. Mi sueño se había cumplido, estaba follándome a mi vecina madura.

Empecé a comerle la boca con cierta prisa y agresividad, en cuanto se la saqué y se la volví a meter un par de veces sus gemidos eran incontrolables.

-Aaahhhh, siiiii, diooooos, fóllame, no me la saques...aaaahhhh- gemía desesperada mientras se retorcía con mi polla en su coño.

Se corrió entre gritos con mi polla clavada en su coño y con la respiración muy acelerada.

-Por favor, no te corras dentro de mi que no estoy tomando nada- consiguió decir entre su respiración- córrete donde quieras, pero no en mi coño.

Sin decir ni una palabra más, me salí de su coño, recorrí de rodillas la cama sobre su cuerpo hasta que mi polla quedó a la altura de su boca. Ya sabía lo que quería, abrió la boca y yo la metí mientras sujetaba su cabeza con mi mano. Estaba excitadísimo, su boca estaba húmeda y caliente, en cuanto sentí que jugaba con su lengua y que mi polla entraba y salía de su boca en esa posición me corrí llenando su boca de leche calentita.

Apenas grité de placer, ni si quiera tenía fuerza para eso, la situación era innimaginable, mis huevos seguían palpitando mientras echaba un chorro detrás de otro dentro de la boca. Tuvo que sacarla de la boca para poder respirar, lo que hizo que el último chorro cayera sobre sus labios.

Los dos nos tumbamos extasiados sobre la cama, con la respiración agitada y mirando al techo.

Ese fin de semana me traería muchas más alegrías.