Mi Primera Infidelidad de Casada
Una fiel esposa y madre, se vence por agradecimiento a la bondad y ayuda del hombre que da trabajo a su esposo, y por lo cual sus hijas y ella dejan de padecer pobreza y hambre.
Soy Jaqueline, tengo 30 años y soy una mujer que a pesar de ser linda, voluptuosa y candente me siento sola e insatisfecha, porque soy engañada por mi marido. Alejandro es empleado en una compañia de impresos, por lo cual mucho tiempo la pasa fuera de casa. Yo me casé con él porque no tenía qué comer. Porque fui abandonada por mi madre cuando era niña y se fugó con otro hombre. Fui a parar a un orfelinato donde muy pequeña fui violada por uno de los cuidadores, y periódicamente me obligó a hacer múltiples porquerías con él.
A los 15 años yo ya era una mujercita sensual. Por el sexo que tuve desde pequeña mi cuerpo se desarrolló muy pronto y ya tenía unas tetas duras y levantadas, y unas glúteos anchas y paradas, adornadas con mis chaparreras que me hacían verme cachonda y sabrosa.
Mi mirada, como llegaron a comentarme, era de una mujer deseosa de sexo. ¿Y como no serlo si desde pequeña me hicieron muchos hombres adicta a las cogidas, y una de mis actividades principales era darle mamadas al cuidador que me había estrenado?.
Poco antes de cumplir los 16 años el orfelinato decidió por fin liberarme, y entonces mi abuela materna decidió llevarme a su casa (porque de mi padre y de su familia nunca he sabido nada). Ahí me llevaron como sirvienta, y desde que llegué fui objeto de acoso, manoseos y abuso por parte de los hermanos de mi madre, y llegué a vivir múltiples violaciones por parte de los esposos de mis tías.
A los 18 años logré conseguir mi primer empleo como secretaria, claro está que ahí también me dediqué a tener relaciones sexuales con mi jefe, porque yo no sabía hacer nada porque nunca estudié, pero ya era experta en brindarle satisfacción a los hombres y eso me consiguió, con el paso de los años, algunos buenos empleos bien remunerados con los que pude llevar dinero a la casa de mi abuela.
Por fin un día logré atrapar a Alejandro, de 32 años, ahora mi esposo. Coincidimos en una campaña política y después de muchas besuquizas, fajes, dedeos y cogidas, por fin nos casamos pues me embaracé de mi primera niña, y como en la casa del pobre el jodido vive como rey, de repente me encontré viviendo en un departamentito de pago, atendiendo a mi marido y cuidando a mi pequeña hija. Dos años después nació mi segunda hija.
Pero mi marido tiene aventuras con las empleadas que trabajan en la imprenta de donde ahora ya es gerente. Las convence con dinero, porque el es muy flaco y tiene una pene delgada y corta (eso debe ser por la desnutrición que sufrió desde niño), y por eso su actividad sexual es muy limitada.
Por ello, las obreras de la empresa le apodan el chiquito, y en varias ocasiones me he percatado de que se burlan de él a sus espaldas, y hacen mofas de su cuerpo y de su potencia, pero como él les paga para que tengan sexo con ellas lo toleran y le aguantan todas sus perversiones. Y para colmo Alejandro cree que es un adonis y un hombre potente porque se coge a las empleadas, y ellas, a cambio de dinero y de conservar sus empleos, le hacen creer que les provoca orgasmos y las satisface como un veddadero macho, pero la verdad es que ellas fingen y él les cree, y ellas se burlan de él con saña y asco.
A mi me resultaba muy triste y denigrante esperarlo en las noches y recibirlo con las piernas abiertas y esperando a que llegara a meterme su pene sucia y mal oliente en mi boca, porque le gustaba mucho poseerme y cometer conmigo perversiones inarrables bajo el pretexto de que soy su esposa. Pero tenía que aguantarme para tener donde vivir, para tener que comer y principalmente para poder darle de comer a mis hijas.
Por azahares del destino mi esposo logró tener contacto y trabajos en un círculo social infinitamente superior al de nosotros, así es que comenzó a tener amistad con personas finas y de clase.
Ya con su nuevo puesto de gerente, en algunas ocasiones convivíamos con personas de mucho dinero, con matrimonios estables y desahogados que ya no estaban buscando tener qué comer cada día, sino haciendo fortunas y viviendo una vida de ensueño.
Uno de estos señores en especial, Sergio, de 42 años, le tomó afecto a mi esposo y le dio trabajo, le presentó a clientes importantes y nuestra vida fue entonces diferente.
Desde que nos conocimos me pareció un señor muy guapo e interesante, con mucho dinero y con varias empresas exitosas que le dejaban bastante dinero para llevar una vida cómoda y, principalmente, para tener las mujeres que él quisiera. Pero había una gran diferencia entre este señor y mi marido: mi marido es un cerdo y Sergio un caballero amable y fino, y nos trataba con bondad y afecto, y como ahora ya teníamos cosas que antes ni siquiera hubieramos podido imaginar, gracias a las recomendaciones de Sergio, poco a poco se fue haciendo una fantasía y una obsesión para mi... pues su trato para conmigo era el mismo que le brindaba a las señoras de sociedad con quien trataba.
Un sábado comimos en casa solos mi marido y yo porque nuestras hijas estaban pasando el fin de semana con los padres de él. Bebimos unas botellas de vinos muy finos que Sergio le había obsequiado, y Alejandro terminó totalmente alcoholizado y tirado en el sillón del estudio, y llegó Sergio a buscarlo.
Platicamos un rato y me confié en él diciéndole que Alejandro me engañaba (no le di detalles), yo le conté varios sucesos recientes y él me escuchaba con atención y ternura, y sin poderlo evitar comencé a sollozar, Sergio me tranquilizaba y llegó a abrazarme con afecto. Realmente sentí un choque eléctrico cuando sentí sus brazos rodeando mi cuerpo... nunca pensé que pudiese llegar a tal intimidad con Sergio.
Por unos momentos, que se me hicieron deliciosamente eternos, me sentí protegida, consentida, apoyada. Él, caballeroso, tan sólo me abrazaba sin hacer algún otro movimiento, pero mis sentimientos me traicionaron y me pegué mucho a él haciéndole sentir el calor avasallador de mi cuerpo. Y claro, hombre al fin, me percaté de que su cuerpo comenzó a reaccionar... tan pegada a él estaba que pude sentir que su miembro comenzaba a levantarse.
Desde hacía tiempo había podido darme cuenta de que yo despertaba en él una clara ternura, además de que estaba completamente segura de que yo le gustaba, pues en muchas ocasiones lo había descubierto viéndome con unos ojos amables pero tiernos, y hasta podría decirse que de calentura, pues en varias ocasiones lo había descubierto mirándome mis piernas, tetas y glúteos, pero era muy respetuoso y nunca me había insinuado nada.
Pero el vino que había tomado con mi marido habían logrado que me soltara y explayara con Sergio, y mientras me abrazaba yo sollozaba y le decía cosas como: estoy muy sola, me siento desprotegida, soy muy infeliz... y estando entre sus brazos Sergio me comenzó a acariciar tiernamente mi cara, entonces yo, ya desatada y animada por el alcohol y la naciente calentura entre mis piernas, ¡le di un beso muy discreto en sus labios!.
Él se sorprendío mucho porque yo creo que nunca pensó en llegar a esa situación conmigo... se separó de mí y sin soltarme me miró extrañado... y yo, ya completamente desatada, me acerqué a su boca y lo besé, pero ahora dejé mi boca en la suya y por fin él reaccionó y comenzó a besarme, primero tiernamente para después comenzar a comerse prácticamente mi boca con la suya.
Yo nunca había pensado engañar a mi esposo y menos en nuestra propia casa, ¡y mucho menos con nuestro benefactor Sergio!, pero una mujer triste y abandonada es vulnerable y si alguien logra tocar su fibra sentimental puede tenerla a su entera satisfacción.
Después de ese beso intentó poner distancia, yo creo que razonando en lo que estaba ocurriendo y podría ocurrir, pero yo había sentido todo mi cuerpo estremecerse cuando me besó, sentí que mi vagina se mojaba preparándose para tener sexo, y mis tetas comenzaron a ponerse muy duras y muy erectas... así es que me pegué completamente a su cuerpo y dejé que sintiera mis tetas infladas y listas para la acción, pero él se separó de mí y se hizo para atrás soltándome completamente y llevándose ambas manos a la cara como pensando: ¿pero qué estoy haciendo?....
Yo, sorprendida, caminé hacia el lavatrastes y me fui a lavar unos vasos... pasaron largos segundos en los que me sentí despreciada y triste, pero también me sentía sucia y traicionera. Pero Sergio, al fin hombre, claramente se daba cuenta de que ya había logrado un avance conmigo, así es que saliendo de la cocina se asomó al estudio donde dormía mi marido... cerró la puerta muy cuidadosamente y volvió a entrar a la cocina...
Yo paré lo más que pude mis voluminosas glúteos y entreabrí mis muslos un poco... y entonces mi "pose" terminó por vencer las reglas morales de Sergio y se acercó a mí por atrás y rodeó mi cintura con sus brazos.
¡Sergio estaba por fin vencido!...
Pude sentir el calor de su cuerpo que con lo frío del agua me hizo estremecer. Sinceramente eso me agradó mucho, continué lavando como si nada ocurriera, pero comencé a sentirme muy caliente con el candor que Sergio ya me dejaba sentir, y desee nuevamente volver a besarlo... y entonces comencé a mover muy pentamente mis glúteos repegándolas a su ya erecto paquete... me moví muy lento pero con toda la cachondería que me embargaba...
De repente él puso sus manos en mis caderas y me las acarició muy rico, recorrió lo ancho de mis caderas y bajó un poco más las manos y tocó mis glúteos. Yo sentía que me derretía, inconscientemente me intenté mover pero eso solo logró que sus manos calientes se depositaran ya completamente en mis glúteos, y como yo no le dije ni hice nada para separarlo de mi, él tomó eso como un avance logrado y comenzó a acariciar mis glúteos a todo lo largo, ancho y abultados que son, y como yo seguía sin hacer nada para separarlo, ya descaradamente bajó sus manos a mis muslos y entonces me acariciaba glúteos, muslos, panza y casi llegaba a mi púbis. Yo sentía que me quemaba de la calentura.
Me quedé muy quieta disfrutando de sus caricias. Sólo se escuchaba el correr del agua en la tarja. Mi respiración agitada y su respiración entrecortada, Él comenzó a besarme el cuello y me excité muchísimo más.
Cuando me di cuenta ya estaba clavándome su erecto pene en mis glúteos como si me estuviera copulando, que yo podía sentir de un tamaño mucho mayor que el de mi marido (puedo apostar que cualquier pene es más grande que el de mi marido), y con sus manos comenzó a acariciar mis tetas que ya estaban abultadas y mis pezones erectos.
Me los apretó con mucha delicadeza y yo no pude resistir más, haciéndome para atrás recargué mi cabeza en su hombro y dejé caer mis brazos a un lado ya rendida a él, Sergio fue desabotonando mi blusa hasta que quedó completamente abierta para él, y diestramente bajó mi bra y lo dejó en mi panza, y entonces llevó sus manos a mi par de tetas que se dedicó a acariciar con con una calentura increíble que me calentó aún más, al percatarme de que Yo era capaz de despertar esa calentuta en un hombre como Sergio.
Yo sentía que mi vagina estaba ya muy lubricada, y sentía una calentura entre mis muslos como nunca antes había podido sentir, ni aún cuando mi marido mete sus dedotes sucios y flacos en mi vagina, levantándome la falda y separándome las pantis como si fuera una puta de pago.
Cuando más caliente me tenía, y dándose cuenta de que ya estaba completa e irreversible entregada a él, delicadamente comenzó a desabotonarme mi pantalón. Con mucho cuidado y sin dejar de besarme el cuello y el lóbulo de mi oreja derecha. Yo sentía su respiración entrecortada en mi cuello, y la gran calentura que tenía entre sus piernas por lo abultado de su pene.
Cuando tenía ya mi pantalón en mis pantorrillas, mi brasier en mi estómago y mi blusa abierta de par en par, él comenzó a acariciarme mis glúteos por encima de mi panti. Fue haciéndolo poco a poco hasta que delicadamente fue metiendo sus dedos en los lados de mis caderas y fue bajándome mis pantis poco a poco... el calor de sus grandes manos sobre mis caderas, nalgas, muslos y pantorillas hicieron que mi vagina emanara un flujo de mis líquido y un aroma a hembra caliente se dispersó inmediatamente por el ambiente...
La nariz de Sergio percibió ese aroma y escuché como respiró profunda y largamente, deleitándose con mis olores de hembra receptiva, caliente y entregada... recuerdo haber volteado hacia abajo y ver mis pantis en mis tobillos, y los pelitos de mi vagina brillantes por la humedad de mi vagina, mis labios mayores enhiestos y mi clítoris erecto y ardiendo por la calentura. Mis suspiros y su aliento entrecortados por el deseo era ya lo único que se escuchaba en la cocina.
Cuando menos lo esperaba introdujo uno de sus dedos en mi vagina y sentí que me venía un orgasmo. Recorrió mi rayita de arriba a abajo buscando mi clítoris. Un temblor fuerte descubrió a una de mis piernas aventando mi panti a un lado y abriendo mis muslos para facilitarle el manoseo y la dedeada que me estaba propinando.
Comenzó a meter y sacar su dedo de mi vagina con mucho cuidado, oprimiendo y relajando mi ya erecto clítoris, una y otra vez lo metió ahí y yo sentía que me derretía, así estuvo un rato dándome con su dedo y yo abría mis piernas doblando mis rodillas para no entorpecer la deliciosa tarea de sus dedos, deseaba que me penetrara pero no podía articular palabra alguna por lo rico que sentía.
En ese momento delicadamente empujó mi espalda y me dobló sobre mi fregadero, recargué mi pecho en el borde y abrí mis piernas lo más que pude... así inclinada Sergio metió dos de sus dedos en mi vagina y comenzó a masturbarme con mucho deseo, y yo empujaba mis glúteos hacia atrás para disfrutar de la dedeada; pude sentir en mis glúteos un pene grande y parado, bien recargado entre éstos y chocando con mi espalda... sus caricias y penetraciones me arrancaron un fuerte orgasmo que fue largo y caliente, ¡muy largo y muy caliente!... ¡como nunca había tenido uno con mi marido!...
Sentí que la vista se me nublaba y que mis piernas se me doblaban mientras me venía de una forma deliciosa, pero el caballerosamente me sostuvo entre sus brazos y así me quedé, como una muñeca de trapo a su completa voluntad, mientras mi orgasmo pasaba poco a poco y él, mientras, se servía de mí a su gusto y placer metiéndome y sacándome sus dedos de mi vagina.
Pero cuando aún estaba saliendo de la ricura de venida que me estaba dando sentí que su miembro comenzaba a penetrarme por mi vagina. Sentí un fierro grueso y caliente que me entraba en intimidad mejor guardada... nada que ver con el pene flaco y pequeño de mi marido, ni con los muchos penes que me habían penetrado desde niña, porque este pene era muy diferente, pues eran del macho que me fascinaba y yo deseaba... pude sentir un pene muy duro y largo que comenzaba a recorrer mi estrecha vagina... ¡sentí que el universo estaba adentro de mi!.
En ese momento me vino a la mente la imagen de la amante de Sergio: Adriana (su última adquisición), una joven señora divorciada que acababa de dejar a su marido por los malos tratos y que era el juguete sexual de Sergio, porque las casadas, divorciadas y viudas (dicen) ya están libres de las penas y miedos de las jovencitas, y suelen dar a sus machos en turno todo lo que desean sin medida ni restricción, pues con ellos se dejan hacer de todo, a diferencia del marido con el cual siempre guardan recato para que no piensen que son unas putas... ¡y exactamente aquello me estaba pasando a mí!.
Alguna vez, durante una cena de amigos, estando en el sanitario, Adriana me había comentado las candentes sesiones de sexo que tenía con Sergio, sesiones que se alargaban por mucho tiempo porque él caballerosamente se dedicaba a arrancarle orgasmos y mantenerla abierta de piernas, muy caliente y viniéndose una y otra vez. Pero eso si, siempre tratándola como dama y dándole besos, caricias y arrumacos que por lo general los hombres no saben ni quieren darle a sus esposas, pero con sus amantes eso es muy diferente.
No se porqué, pero pensar en las largas y esbeltas piernas de su amante Adriana, en sus tetas pequeñas pero duras y paradas, y en la forma en que sus pantalones delgados se introducían en su vulva de forma divina, y en el bellísimo rostro de Karla, la esposa de Sergio, su cuerpo menudo pero delicadamente bien formado, sus piernas hermosas y bellamente torneadas, y sus nalgas redondas, duras y bien paradas... hicieron que deseara a ese hombre como nunca había deseado a otro en mi vida...
¡Y ahí estaba Yo!, ¡Jaqueline, la esposa de Alejandro, a partir de ese momento era una amante más de Sergio... quien desde ahora tenía Esposa, Amante Viuda y Amante Casada... ¡y desde aquel momento Yo era su nueva putita!.
Y como por fin había despertado del orgasmo que Sergio me había provocado con sus dedos, ya no pude aguantarme más y le pedí que me penetrara muy duro, hasta el fondo, rápido y duro... que me dejara ir su pene hasta el fondo de mi intimidad, quería sentirlo todo adentro de mí, pues ya me tenía completa y totalmente empalada.
Comenzó a bombearme delicadamente y yo comencé a mover mi cola de adelante a atrás y de forma circular para poder devorarme ese rico pene que me hacía ver estrellas. De repente sentí que se me venía otro orgasmo y sin darme cuenta comencé a emitir gemidos ya apretar y aflojar los músculos de mi vagina como si de una mano se tratara, pude darme cuenta de que eso a Sergio lo calentó aún más... y era lógico:
¡Tener ahí empinada a una mujer casada, madre de dos niñas, bien abierta de muslos, firmemente penetrada y dejándose hacer todo lo que su macho desee, calienta a cualquier hombre por lo candente, prohibido y lujurioso de la situación!...
Sergio emitió un gemido varonil de gusto infinito y entonces aceleró sus arremetidas, y tomándome de las caderas me jaló hacia metiéndome y sacándome su pene de mi vagina, como si fuera su muñeca inflable.
Una y otra vez me jaló hacia él y una y otra vez me empujó para casi sacar su pene de mi vagina... me empujaba su pene hasta adentro y yo solamente me aferraba al borde de mi lavatrastes y cerraba los ojos mordiéndome los labios con fuerza para no gritar... de repente se me nubló la vista y comencé a venirme, al mismo tiempo que él me eyaculó adentro de mi vagina con una fuerza que me hizo sentir un gran chorro de semen caliente y viscoso golpeando el fondo de mis entrañas.
!Fue delicioso!... me vine como nunca antes me había venido y casi me desmayo en el lavatrastes... pero como él me tenía bien agarrada de las caderas me sostuvo con fuerza, y como si fuera una muñeca siguió envistiéndome con fuerza aún después de venirse...
Los minutos que siguieron fueron para mi interminables, minutos de lujuria, placer y satisfacción total, me estaba usando como una muñeca de trapo o inflable, buscando nuevamente el placer y venirse nuevamente adentro de mí, hasta que lo hizo una vez más, ya casi no me inyectó otra carga de semen, pero la calentura que él sentía por mi lo hizo convulsionarse de una forma que casi nos lleva al piso.
Por mi parte sentí un orgasmo tras otro una y otra vez, sentí que el mundo cabía en mi vagina que estaba hinchada y caliente, sentí su pene entrar y salir una y otra y otra vez... nunca con mi marido había sentido aquello, pues ese mequetrefe tan sólo me penetraba, se venía adentro de mí y me hechaba a un lado como si de una puta se tratase, y siempre tenía que apaciguar mi calentura masturbándome yo misma...
Pero con este macho la cosa era muy diferente... me estaba obsequiando orgasmo tras orgasmo y me encantaba darme cuenta de que despertaba en él una lujuria irrefrenable y enloquecedora, y éso hacía que yo me calentara más y más y le pidiera más y más a cada instante...
Mientras me cogía por última vez por momentos me decía Jaqueline, otros Karla, otros Adriana... ¡ese macho tenía que darles a todas sus hembras!... y yo estaba sirviéndole como receptorio de sus más calientes sueños lujuriosos... ÿ eso me satisfacía y calentaba más y más!...
Después de mi último orgasmo, cuando por fin reaccioné, estábamos los dos recargados en el lavatrastes, exhaustos, sudados y completa y totalmente satisfechos...
Sergio, caballerosamente, me fue subiendo mis pantis y luego mi pantalón, después me subió mi brasier y abotonó mi blusa como si yo fuera una niñita a quien estuviese vistiendo. Una vez que terminó me tomó entre sus brazos y levantándome me besó en la boca y nuestras lenguas se entrelazaron, y así me llevó cargando hasta el sofá de la sala donde me depositó con cuidado y estuvo un rato besando mis labios y jugueteando con mi lengua.
Pero al pasar de la cocina a la sala, llevándome él entre sus brazos, Sergio abrió la puerta del estudio y pude ver a mi marido tirado en el sillón completamente borracho, con una pierna y un brazo colgando y una cara de imbécil que no podía ocultar, la baba le escurría por su bocaza asquerosa que tan mal aliento tenía, y los ojos en blanco por la borrachera, pareciera que era él quien hubiese tenido tantos orgasmos juntos como yo había tenido.
Sentí tristeza por Alejandro, por ese guiñapo de hombre que era mi marido y que tantas veces me había hecho llorar con sus infidelidades, pero el calor del pecho de Sergio me reconfortó y me volvió a la realidad, y simplemente me abracé a su cuello y besé sus labios con dulzura, con entrega, con pasión.
Quien iba a pensar que mientras en la cocina Sergio me acababa de copular a su antojo, y me había arrancado muchos orgasmos, y además me había toqueteado por donde él había querido, en la habitación de un lado estaba mi esposo durmiendo la borrachera... ¡me sentí una mujer de verdad, una hembra de verdad, toda una puta y éso me fascinaba!.
A partir de esa fantasía hecha realidad tengo sexo con Sergio cada vez que podemos y me ha seguido satisfaciendo mucho. Cada vez somos más calientes y yo me he entregado a él sin medidas y con muchísimo placer.... recuerdo especialmente aquel día en que le entregué la virginidad de mi ano... pero eso ya se los contaré.
Mi marido y Yo hemos coincidido en eventos y fiestas con Él y con su Esposa Karla, y al verlos juntos no pudeo dejar de imaginarme cómo la copulará y si le hará las mismas cosas que a mí me hace... aunque yo creo que si, porque la señora lo mira con mucho amor y coquetería... pero entonces recuerdo las muchísimas veces que he estado abierta de piernas para él, con él adentro de mí... y como, mientras me copula, me dice Jaqueline, Karla o Adriana...
¡Estoy loca por Sergio!.