Mi primera infidelidad

Este es el segundo relato que me atrevo a compartir con vosotrxs. Espero que os guste. Me encantará recibir todo tipo de comentarios siempre para mejorar. Un saludo

Me presento; soy un chico de 43 años, que siempre ha sentido un impulso sexual muy fuerte, seguramente motivado por mi educación religiosa la cual no aceptaba ni las relaciones extramatrimoniales, ni la masturbación, ni nada relacionado con el sexo. El ser educado en una escuela de frailes a la que solo íbamos chicos, provocó que durante toda mi pubertad idealizara lo que podía ser una relación sexual.

Llevo viviendo con mi actual pareja más de 20 años. Al principio ella se negaba a tener relaciones sexuales conmigo (yo pensaba que era motivado por su también formación religiosa), y a lo largo de los años ha continuado evitando las relaciones sexuales completas. Con el tiempo he ido descubriendo que padece una enfermedad que convierte cualquier relación sexual en algo muy doloroso, y ha decidido evitar cualquier situación que le lleve al deseo sexual..

Aunque esta situación es bastante dura de llevar, mi amor por ella me ha empujado a mantenerme a su lado e intentar controlar mis impulsos sexuales de múltiples maneras intentando siempre no hacerle daño, ya que ésta persona que está a mi lado es la más importante de mi vida..

No me he descrito, soy un chico normalito, ni gordo ni musculoso, ni alto ni bajo. Mido alrededor de uno setenta y tres, y peso alrededor de 76 kg. Mis atributos masculinos tampoco destacan demasiado (no voy a vender aquí que soy un super-macho, aunque en las relaciones sexuales extramatrimoniales que he ido teniendo, he descubierto que aunque normalita, mi polla, tiene un algo que vuelve locas a las mujeres, aunque de esto ya iremos hablando).

En la situación que os comentaba antes, he conseguido ser fiel a mi mujer durante más de 18 años, pero al acercarme a la cuarentena, todo se ha ido complicando, ya que me voy dando cuenta de que no quiero morirme sin disfrutar de una sexualidad positiva. Como con mi pareja no lo consigo, me he ido abriendo a otras experiencias que me va ofreciendo la propia vida.

Mi primera infidelidad.

En mi centro de trabajo convivimos alrededor de 20 personas, casi todas mujeres, y más de la mitad cambian todos los años. Esto supone que muchas chicas llegan nuevas todos los años, casi todas muy jóvenes y con intención de ir ascendiendo.

Hace varios años llegó Tere. Rondaba los 46 años, rubia, ojos azules y aunque extremadamente delgada tiene un atractivo especial. Su mirada directa y limpia, siempre con ganas de aprender, siempre dispuesta a colaborar. Unos labios carnosos atravesados por una pequeña cicatriz que venía a recordar que ya no era una niñata y que ese precioso cuerpecito llevaba ya varios años de experiencias acumuladas seguramente muy interesantes. Sus pechos, … la verdad es que aun siendo pequeñitos, dependiendo de la ropa con la que viniera a trabajar, marcaban unos pezones bien centrados y apetecibles. Una cadera no muy marcada pero con una forma super sensual.

Me tocó compartir con tere un proyecto de trabajo que me permitía deleitarme todas las semanas con esa mirada que se me clavaba y que me hacía sentir un niño que tenía todo tipo de deseos, casi todos muy, muy oscuros.

Durante aquel año, Tere, me presentó a su novio y tuve ocasión de tomar cervezas con ellos. Gente sana y muy agradable.

Fue pasando el tiempo y yo, como siempre, no me atrevía a poner en peligro esa amistad, y aunque había insinuaciones y complicidad, no fui capaz de llegar más allá. El año iba terminando, y a Tere, como a la mayor parte de la plantilla, le anunciaron su traslado.

En esta coyuntura una mañana de verano, Tere me pidió ayuda. Quería llevarse parte del trabajo que habíamos desarrollado juntos a su próximo destino, y necesitaba ayuda con el ordenador para copiarse el proyecto y así no perderlo. Como en el trabajo, este tipo de operaciones tenemos terminantemente prohibidas, decidimos quedar en mi casa para hacerlo.

Yo sabía que mi pareja aquel viernes estaría trabajando toda la mañana y que no llegaría hasta más tarde de las siete, aproveché a citarle entonces. Aquella semana que faltaba para la cita se me hizo eterna. Entre insinuaciones, guiños, y diferentes complicidades, yo ya no sabía qué pensar.

¿Querrá algo conmigo? - pero si tiene novio...

Estuve toda la semana inaguantable. Mi cabeza corría demasiado. Me apetecía un montón tener un rollo con Tere pero, ¿sería capaz de serle infiel a mi pareja?, si se daba la situación, ¿cumpliría sexualmente o sería el desastre de la primera vez de todo adolescente? ¿y si todo eran imaginaciones mías y Tere no quería nada conmigo? ...

Sin ser capaz de contestar a ninguna de esta preguntas llegó el viernes. Madrugué, le preparé el desayuno a mi mujer, y le di un beso de despedida.

  • Ánimo cariño estaré contigo cuando vuelvas del currelo.
  • Te he dejado la lista de las cosas que hay que hacer en casa encima de la mesilla de noche.
  • ¡Tranquila que tengo todo el día! - le contesté.

En cuanto marchó miré rápidamente la lista y … ¡manos a la obra! tenía una hora escasa y quería estar totalmente libre el resto del día.

Fregar los desayunos, hacer la cama, limpiar los baños… cuando estaba terminando los baños oí el timbre del teleportero - ¿si?, ¿quién es? - ¡Soy Tere, abre! - me contesto su inconfundible grave pero a la vez muy sensual voz.

Recogí rápidamente todos los trastos y fuí a abrir la puerta de arriba. Estaba sudando.

  • ¿Qué andabas?
  • Nada, terminando de hacer las labores,

Estaba encantadora, me quedé embobado mirándola. Vestía un vestidito de verano blanco semi-transparente que le tapaba justo por debajo de su culito, un pequeño collar, y unas sandalias finas del estilo de los hipies. Como Tere es algo más alta que yo, se me debió notar descaradamente que mis ojos se quedaron clavados en aquellos pezones que se marcaban al borde su escote. Normalmente no usaba sujetador y aquella mañana no era distinto. Como dije antes, pequeñitas pero…

  • Pero pasa, pasa, no te quedes en la entrada. ¿Quieres tomar algo? un café, una cerveza, ¿has desayunado?, ah claro, que no conoces mi casa….

Se me amontonaban las ideas, estaba demasiado nervioso.,. así que decidí darle una cerveza y botellín en mano, le mostré mi casa.

La visita turística terminó en el estudio donde ya tenía el ordenador encendido y había previsto dos sillas, una al lado de la otra, para sentarnos a trabajar.

  • ¿Empezamos?
  • Si, mira Xabi, ….

Dijo sentándose en una de las sillas. Se subió la falda sentándose directamente con la braguita en mi silla (¡quién fuera silla!), este movimiento me permitió entre-ver unas braguitas tipo culote algo subidas y metiditas entre esas fantásticas nalgas, que dejaban bien poco a la imaginación. Solo esa visión me la puso morcillona, y empecé a preocuparme de la ropa que me había puesto (estaba con un pantalón corto de verano y una camiseta de tirantes de andar por casa...). Para evitar males mayores me senté rápidamente y así evité que se me notara…

Me explicó lo que le hacía falta y nos pusimos codo con codo manos a la obra. No podía dejar de mirar aquellos ojazos que me traspasaban, ni esa sonrisa, ni como, al inclinarse hacia la mesa del ordenador se abría ese escote y se veían perfectamente aquellos redonditos y oscuros pezones. Me estaba poniendo malo. Me costó mucho concentrarme en el trabajo.

A cada pregunta que me hacía, iba acercando su mano derecha a mi cuerpo. Primero me acarició el brazo, el hombro, la espalda, … y llegó a mi muslo. Todo podía ser un mal entendido. Éramos amigos y era normal aquella confianza. Pero… no sabía si iba a poder aguantar. Mi polla pedía guerra de forma cada vez más evidente. Yo intentaba centrarme en el trabajo, y entonces lo noté.

Noté un pequeño roce de su mano con mi polla. - ¿Habrá sido sin querer? - me estaba volviendo loco. Como pasaron varios minutos y su mano seguía en mi muslo, pensé que en efecto había sido un roce involuntario. Pero lo volví a notar.

No me atrevía a moverme ni un milímetro. Estaba tenso. A la escucha. ¿lo volverá a hacer?

Sus caricias en mi pene eran cada vez más descaradas, cogí fuerzas, respiré profundamente, y le miré a los ojos. Y ahí estaban los suyos, mirándome fijamente con una sonrisa especial. Su cicatriz se me antojaba maravillosa, pero no me atrevía a acercarme. ¿Debería besarle? ¿le llamo la atención? ¿le acaricio esas tetitas?

En estos pensamiento estaba, cuando Tere, sin dejar de mirarme a los ojos, introdujo su mano por la pata del pantaloncito y llegó a la punta de mi polla, la cual estaba ya a reventar. Y siguió con sus caricias, sin dejar de sonreirme. Me acariciaba la polla de una forma tan natural, tan directa, lo hacía como si estuviera acariciando cualquier otra parte de mi cuerpo, pero no, lo que recibía aquellas maravillosas sensaciones era MI pene.

Su sonrisa era muy contagiosa y yo también sonreí. Esto fue el permiso que ella necesitaba para apartar el pantalón y dejar libre mi estaca. Me acariciaba lentamente como si tuviera toda la vida. Qué maravilla. Estaba en la gloria. Subía y bajaba su mano a lo largo de mi pene.

Ahí estábamos los dos, como tontos mirándonos a los ojos, sin decir nada, cuando acercó su mano izquierda para acompañar a la otra con sus caricias. Buscó hacia abajo y acarició mis huevos a la vez. Entonces me empecé a preocupar, si seguía así me iba a correr en menos de un minuto.

Pero entonces paró. Paró unos segundos, y sin dejar de mirarme, apartó su silla, y se fue agachando para acercar sus labios a mi polla. Aquel primer beso me supo mejor que el mayor de los abrazos. Me besaba y succionaba sin dejar de mirarme a los ojos. Me lamía desde los huevos hasta la punta y volvía a empezar. Con su mano buscaba hacia abajo acariciándome entre los testículos y el ano. ¡estaba en el cielo!

Yo estaba quieto, como paralizado, sentado en la silla de mi escritorio, donde tantas y tantas pajas me he cascado, con una tía cañón arrodillada ante mí, con la boca llena de mi polla.

De pronto, y sin dejar de mirarme a los ojos, se la metió entera en la voca. Aquello ardía. Esto era mejor que una montaña rusa, ¡qué sensaciones!, se notaba que sabía lo que estaba haciendo. Succionaba a ratos y otros me recorría el glande con su genial lengua.

Ni en el mejor de mis sueños podía haber imaginado el mundo de sensaciones que se mezclaban en mi interior. Placer, morbo, miedo a ser descubierto, todo mezclado con un pequeño sentimiento de culpa que acentuaba todo el gusto que estaba recibiendo de aquellos magníficos labios.

Y estando así en el séptimo cielo, lo noté. Me iba a correr. Irremediablemente me venía, y antes de poder (o querer) avisar, empecé a gritar incontroladamente mi orgasmo. Fueron más de 7 disparos en su boca. Tere, lejos de retirarse, seguía mirándome a los ojos intentando tragar todo aquel manantial. Le escurrían dos pequeños ríos de leche por las comisuras de sus maravillosos labios. Al final no lo pudo tragar todo, y se apartó liberando mi polla. El sexto y séptimo lechazo fué directamente a su precioso vestido.

Pasaron unos minutos y yo me fui recomponiendo. Estaba extasiado y mi polla empezaba a perder fuerza. Tere se fue al baño a intentar limpiar su vestido.

  • ¿Xabi, tienes algo con lo que quitar estas manchas?
  • Espera que ya voy - le contesté acercándome al baño - si prefieres, te lo quitas, y lo puedo lavar en la lavadora, se secará enseguida - le propuse sin mucha convicción.

Ante mi sorpresa Tere se soltó el vestido y, estando de frente a mí, se lo quitó. Ostras! qué buena esta tía!! - pensé.

La verdad es que ante mí tenía una verdadera diosa. Delgadita, pero,... menudo cuerpazo.

  • Toma pon la lavadora antes de que te hagas daño en la polla con el techo - me dijo en tono irónico y marchándose hacia el dormitorio - te espero aquí.

Continuará si así lo queréis.