Mi primera Infidelidad

Juan, un compañero de trabajo de su esposo; posee una extaña influencia en su persona.

Hola de nuevo, en esta ocasión voy a relatarles la historia de mi primera infidelidad (¿Serán hechos reales o fantasías?... Yo digo que contienen de los dos, a ver si descubren que es real y que no, jiji)

Ya antes me había descrito, ahora les voy a dar más detalles para que se vayan haciendo una idea de cómo soy. Mido 1.67 mts. Tengo 26 años; mi piel es blanca, cabello liso de color negro, mis pezones son grandes con aureolas morenas que contrastan con el color de mi piel. Estoy un poco nalgoncita sin mucha cadera, vientre plano, y de busto regular (Aunque muchos dicen que estoy un poco chichona, pero yo no lo siento así)

Recuerdo que al principio de mi matrimonio, eran constantes las peleas con mi marido (que en este relato llamaremos Pablo), por cualquier cosa peleábamos, pero principalmente por mi forma de vestir; le disgustaba como me sentaba, decía que todos me veian los calzones, que no me agachara de tal manera, que como dormia (Me gusta dormir denuda), la ropa que vestía en casa, la ropa que usaba para salir, en fin todo le molestaba.

Un día pescó in fraganti a sus sobrinos (12 y 14 años) espiándome, les preguntó lo que estaban haciendo, un poco asustados (los pobrecillos) le contestaron que solo iban a despertarme. Cuando entró mi esposo a la recamara y me vio dormida, y desnuda, me empezó a regañar. Yo le dije que así dormía siempre, él ya lo sabía, y que no se molestara con los chicos, ya que fui yo, quien les dijo que me despertaran a las 4 (les dije que tocaran la puerta, no que entraran)... Ahora que lo pienso, no sé cuantas veces me verían así y cuantos... En mi casa siempre hay muchachos (Por el negocio de juegos electrónicos que tenemos) a veces está mi hermano con sus amigos, otras veces están mis sobrinos, cuñados, en fin, siempre hay gente en casa; y yo, siempre a la misma hora tomo mi siesta (Desnuda)

En otra ocasión, Pablo se fue a trabajar y me dejó dormida porque no me quiso despertar (que lindo), después de una hora llegó con un amigo por una herramienta que había olvidado, estuvo tocando (Ya que también olvidó las llaves) hasta que me desperté, me levante y como siempre, solo me puse una bata pequeña de dormir que me cubre casi nada, además era de color blanco y se transparentaba todo, al abrirle, casi se le salen los ojos a su amigo, no sabia donde mirar más, si mi entrepierna o mis pechos, jaja. También esa vez me regañó mi esposo.

Como decía en un principio, eran constantes las peleas, yo no soy de carácter fuerte, pero si soy muy determinante en mis decisiones, y le dije:

-Así me conociste, así soy y si no te gusta, pues aquí le cortamos y ya, yo te quiero mucho, pero no voy a dejar que manipules mi vida a tu antojo, si quieres conseguirte alguien que sea como tu quieres, necesitas conseguirte un robot.

Le dije eso, en un tono fuerte, porque me dijo un montón de groserías... Se asustó al verme tan decidida a dejarlo, y desde esa vez ya no me recriminó nada.

Pablo es operario en una de las tantas fabricas que hay aquí en Monterrey, Nuevo León. Trabaja por turnos (día, tarde y noche), una semana anda en un turno, otra semana en otro, y así sucesivamente se van rolando cada semana. Cuando anda de turno de día entra a las 6:00 AM.

De recién casados no teníamos coche, así que había que levantarse a las 4:00 AM. para que saliera a las 5:15 mientras él se baña y se arregla; yo le plancho la ropa y le preparo el almuerzo y la comida que se llevará. Así transcurrió un año más o menos, hasta que empezó a llegar por él un compañero de trabajo que se llamaba Juan el cual tenía auto y le daba raid a mi esposo.

Juan en ese entonces tendría unos 48 años, era bajo de estatura, fornido, con una enorme barriga, bigote muy poblado de color entrecano igual que su cabello, era muy moreno, de rasgos toscos, en fin, era feo el condenado. Su mirada es fuerte y penetrante, nunca le he podido sostener la mirada. Así es que cada vez que me miraba, muy a mi pesar tenía que bajar la vista, denotando un signo de debilidad.

Al principio, cuando venía a recoger a mi marido, llegaba a las 5:30, mi esposo ya estaba listo, salía a despedirlo a la puerta, y solo intercambiaba un parco saludo con Juan. Pero éste, en vez de devolverme el saludo, se dirigía a mi esposo con groseros comentarios como: "Pero Pablo, mira que clase de bomboncito tienes en casa, con razón siempre andas desganado, todos las noches has de estar arriba del "guayabo", jaja", "Pero mira que clase de vieja tienes cabrón, si no te la montas todos los días es porque eres muy pendejo", "Mira que delanteras le dio Dios", "Pero que culo... Eres Pablo, de no darme de almorzar". A mí me chocaban esos comentarios y sobre todo que lo mencionara delante de mi esposo y que Pablo no le reclamara.

Desde que conocí a Juan me causó mala espina, le dije a mi esposo que no lo anduviera trayendo a la casa, que me miraba muy feo (me fornicaba con la vista) Él solo se rió, y me dijo "Don Juan es muy divertido, siempre anda contando chistes, es muy mal hablado y grosero pero así es su forma de hablar, no es que lo haga por ofender, la mirada, pues si la tiene rara, todos en la fabrica se ríen de él, le dicen que tiene ojos te Titino (Un muñeco que usa un ventrílocuo) jaja... Pero no le des importancia a su apariencia, en el fondo es buena onda, si lo tratas, veras que es muy divertido, ni siquiera acepta que le dé dinero para la gasolina, ya ves que viene a recogerme hasta la casa... No seas así con él".

A medida que se ganó nuestra confianza iba llegando más temprano hasta que llegó el tiempo que era él el que nos despertaba y se quedaba en la sala mientras mi esposo se bañaba, almorzaba con nosotros (En cierta forma nos sentíamos comprometidos y era una forma de regresarle el favor)

"A lo mejor son figuraciones mías" me decía; al principio tenía desconfianza, pero poco a poco la fui perdiendo, ya hasta me parecía divertido, era feo (es feo y siempre será feo, jaja) y grosero, y me fui acostumbrando a sus comentarios vulgares, llegó el tiempo que los escuchaba como algo normal, pero esa mirada livinidosa, Dios mío, como me hacía sufrir. Una vez le reclamé y le dije:

-Oiga Juan, ya no me mire así, me hace sentir incomoda, parece que quisiera comerme con la vista.

Quise decirlo en un tono fuerte y determinante (Como lo hacia con mi esposo cuando algo no me gustaba) pero lo fuerte de su mirada me cohibía toda y me salió una voz delgadita y con la mirada en el suelo, pues parecía que en vez de reclamo era gratitud, es como si le dijera "Gracias Juan por violarme con la vista" y claro, él soltaba su risotada y me dijo:

-Eso quisiera yo chula, comermela; se le ve en la mirada que está hambrienta de sexo, como que Pablo no le dá como es debido, por eso anda calentando a todo mundo, mire nadamás como me tiene. - Al hablar se agarraba el bulto de su entrepierna-. Por eso me gusta venir por su marido, porque me permite verla casi como Dios la trajo al mundo.

Como dije anteriormente, al principio me molestaban esa clase de comentarios, pero ahora me daban risa y ... Creo que hasta me gustaban. Si a mi esposo no le importaba, pues a mí menos.

Juan empezó a llegar entre 4:00 y 4:15 AM. nos tocaba, a veces abría mi esposo (Si ya estaba despierto) y en otras era yo la que abría la puerta.

Una vez, llegó muy temprano (3:45) ese día se me olvidó ponerme el calzón, pues estaba medio dormida, solo me puse una bata y bajé a abrirle la puerta para que pasara a la sala. Se quedó sorprendido de verme casi desnuda, pues pudo observar claramente los pelitos de mi conejito a través de la tela, así como mis bubis y mis pompis que se transparentaban completamente.

-Pase Juan. –Le dije-. Voy a despertar a Pablo.

-Huy Marthita, con esas nalgotas que tiene yo no dormiría, jaja.

Al ir subiendo las escaleras, se paró justo al pie de ellas, para verme por abajo y me dijo:

-Desde aquí se ve el cielo, mmhh que panorama.

Sus palabras y el imaginar lo que estaba viendo desde su posición, hicieron que mi conejito se mojara. Coqueta, le obsequié una sonrisa y me empecé a contonear un poco más.

Desperté a Pablo, se fue a bañar, ya en la noche había planchado la ropa, me puse un calzón (un bikini de color rosa) para no andar con todas las pompis al aire, y bajé para hacer el almuerzo y el loche que se llevaría mi esposo.

Se me hizo raro no ver a Juan el pie de la escalera como siempre, esperando para ver debajo de mi bata. Al pasar hacia la cocina miré hacia el baño, estaba la puerta abierta, y Juan con el pene al aire, sacudiéndolo, acababa de orinar. Me quedé hipnotizada ante semejante tamaño de carne que tenía entre las manos, el rubor me subió a las mejillas, un ligero calor bajó a mi entrepierna, ¡era inmensa! Nunca había visto algo así. Juan me miró y sin dejar de moverla, me dijo:

-¿Le gusta Marthita?

Estiró la piel hacia atrás, apareciendo una brillante cabeza rojiza, las venas se marcaban poderosas. Se me hizo agua la boca... Quería moverme pero estaba pegada al piso, mis ojos no se apartaban de esa hermosura de carne, no me di cuenta que se iba acercando hasta que lo tuve enfrente y me dijo:

-Con confianza Marthita, agarrela, toquela, yo sé que a usted le gusta, no tenga miedo.

Me tomo la mano y poco a poco la fue colocando alrededor de esa mole, mis ojos seguían fijos en esa belleza, quise gritarle que me dejara, que era una mujer decente; quise correr, quise gritarle a mi marido que me ayudara a vencer la tentación de ese demonio, me grité a mí misma que era un viejo rabo verde, que ese hombre estaba horrible, que si mi esposo nos sorprendia estaba perdida, pero de mi voz no salió sonido alguno, era una locura arriesgar el amor que sentía por mi marido por una... ¿Suculenta y jugosa verga?. Mis pies seguían inmóviles y mi mano... ¡Oh mi mano! Impaciente para esperar la decisión de mi raciocinio se movía para arriba y para abajo sintiendo la calidez y dureza del pene más hermoso que haya conocido.

-Sabía que eras una puta calentona –Me dijo-. Y te voy a dar lo que quieres, vamos chúpamela.

Me tomó de los hombros y me empujó para abajo, caí de rodillas y la colocó en mis labios, de mí ser, brotó un ultimo aliento de pudor y mantuve mis labios cerrados, y en mi pensamiento gritaba "¿Pero, que estoy haciendo?, que va a pensar de mí, mi marido esta allá arriba..." Pero mi cuerpo se rebeló a mi cerebro y mi boca se abrió, entrando poco a poco esa majestuosidad.

-Oh cuanto soñé con este momento. -Murmuraba Juan-.

Las quijadas me dolieron al abrir mi boca para que entrare tamaño portento, sentía la suavidad de su piel, y su calidez quemaba mis labios, parecía que estaba viva al sentir como palpitaba en el interior de mi cavidad bucal, me empezó a fornicar violentamente y en pocos minutos se vino, la primera descarga me cayó en la nariz y la mejilla, rápidamente abrí la boca y la engullí para que acabara adentro, no quería que me manchara más, los últimos movimientos de su cadera indicaban que ya había terminado, los tenia en mi lengua y me preguntaba si podría tragármelos sin vomitar, lo hice, aunque me dio un poco de asco. Me levanté y tomé un vaso de leche, me lave la cara, mientras él seguía manoseando con desesperación mis pompis y mis bubis.

-¡Ya! -le dije. No tarda en bajar mi esposo.

A regañadientes me hizo caso y se fue a sentar a la sala, a los cinco minutos bajó mi esposo y empezamos a almorzar. Juan, bromeaba como siempre y se comportaba como si nada hubiese ocurrido... Hasta llegué a pensar que había imaginado lo que pasó, pero el sabor de su semen aún lo tenía en la boca.

Mi cabeza era un torbellino de ideas, me sentía sucia, culpable por lo ocurrido... Cuando mi esposo me dio el beso de despedida, temí que se descubriera mi primera infidelidad. Cuando se cerró la puerta tras de ellos, por mis mejillas corrían gruesas lagrimas de arrepentimiento.

¡Maldita zorra! Me dije. Como pude traicionar el voto de fidelidad que juré en el altar cuando me casé. Mi comportamiento no tenía nombre, ni siquiera a mi marido se la había chupado, y con quien fui a traicionarlo Con el hombre más horrible que haya conocido, Yo, que tenía infinidad de apuestos pretendientes, tuve que hacerlo con... Eso.

Me lavé la boca como 10 veces, hasta que me sangraron las encías, como si con eso remediara la situación, estuve llorando por largo tiempo, hasta que me juré que no volvería a pasar otra vez. Seguiría siendo la esposa fiel, la decente, nadie tendría por que saber ese pequeño desliz... Además ni siquiera me había hecho el amor, solo una pequeña chupada, solo dos o tres minutos duró mi debilidad... Nadie lo sabría, y si Juan se atreve a contarlo, lo negaría siempre, me creerían más a mí que a ese viejo rabo verde.

Recobré la confianza, me metí a la regadera, cuando estaba terminando de bañarme, sentí unos fuertes toquidos.

Tal vez es Pablo –pensé-.

Me enrollé una toalla en mi cabello y con otra envolví mi cuerpo, bajé presurosa, desde ahora sería más cariñosa con mi esposo, me vestiría como él quiere, ya no provocaría a los hombres, pues con mi marido tendría más que suficiente, porque lo amaba.

Al abrir la puerta, quede muda de la sorpresa, Juan entró cerrando la puerta tras de sí.

-Hola pequeña zorrita, vine a concluir lo que empezamos en la mañana.

-¿Qué hace usted aquí? ¿Y mi esposo?

-Por él no te preocupes, está en la fabrica... le dije a Pablo que no me sentía bien, que le dejaría a él y que yo volvería a casa, que de favor me reportara, jaja.

Se abalanzó sobre mí y me arrebató la toalla.

-¡No Juan! Por favor, lo que hicimos en la mañana fue un error, déjeme.

-No Marthita, el error fue no habérmela cogido como usted se merece.

Me agarró de mis pompis y me empezó a besar en la boca, sentí su asqueroso aliento a cigarro y como sus espesos bigotes se me metían en mi nariz. Sentí ganas de vomitar, y con fuerza lo empujé.

-¡Ya basta! ¡Respéteme por favor! Le voy a decir a Pablo.

Por primera vez le sostuve la mirada, mi amor por Pablo me daba fortaleza, tomé la toalla del suelo y cuando estaba a punto de amarrarla a mi cuerpo, Juan se desabrochó el pantalón y se los bajó dejando a la vista lo que ya había visto con anterioridad.

-¿Que le dirá a Pablo, Marthita? ¿Que al ver esta verga, no resistió la tentación de chuparla y que en pocos minutos me vació la leche?

No lo podía creer, otra vez no, mis pies quedaron rígidos al ver como se balanceaba poderoso ese hermosísimo pene, como desafiando a la gravedad, veía claramente donde nacía la vena principal y donde terminaba, solo envuelta por esa suave y delicada piel, le veía todas y cada una de las venas que cubrían ese pedazo de carne, se balanceaba como diciendo ven, aquí estoy, tómame... Sin darme cuenta mis manos se abrieron y la toalla cayó nuevamente, quedando desnuda ante los ojos de Juan.

-Vamos Marthita, no se haga la puritana conmigo, yo la conozco bien, usted no es hembra de un solo hombre, no se ha preguntado ¿porqué anda de caliente incitando a los demás? Usted esta insatisfecha y necesita ser llenada.

Mientras hablaba se jalaba la piel de esa belleza... Ese pene jugoso estaba maldito, me tenía hechizada, hipnotizada, mi voluntad estaba hecha añicos... No podía apartar mis ojos de su bamboleante órgano sexual. Se acercó, me tomó la mano y la puso alrededor, se repetían los acontecimientos de hace horas, mi mano se movía rítmicamente, apretó mis pompis con sus manotas y me besó... Su aliento a tabaco ya no me disgustaba, mi entrepierna estaba empapada, a medida que su boca avanzaba, mi cuerpo sufría constantes descargas eléctricas, cuando llegó a mi conejito, me llegó mi primer orgasmo, tomé su cabeza con desesperación y la hundí en mi entrepierna y grité:

-¡Toma mis jugos, desgraciado... Como yo me tome tu esperma!.

Se levantó, tomó mi mano, me condujo dócilmente hacia la recamara, yo le seguía como una perrita sigue a su dueño. Me recostó en la cama, me separó las piernas y me dio besitos nuevamente en mi "puchita", sus manotas movían rítmicamente mis bubis con desesperación, pellizcaba los pezones y su lengua intrusa recorría todas mis profundidades, tuve tres hermosos orgasmos. Él seguía gruñendo y diciendo groserías:

-Que tetas mamacita, eres una diosa, que piel tan suavecita tienes... mmhh

(Por supuesto que usaba otras palabras más vulgares, que me da vergüenza escribir)

Pero su voz la sentía lejana, estaba disfrutando como nunca y me olvidé de todo, no pensé en Pablo, ni en Juan, en nadie, solo en las sensaciones de mi cuerpo, no me importaba que su enorme barriga le dificultara moverse como él quisiera, no me importaba el tremendo peso que sentía al ponerse arriba de mí, para que se la volviera a chupar, mientras él hacía lo mismo con mi conejito, no me importaba nada, solo las sensaciones, no me importaba dislocarme la quijada al abrir tanto la boca para que pudiera entrar esa belleza de pene, no me importaba que violara mi garganta, que entrará hasta mi esófago, ni arcadas tenía, pues todo mi cuello estaba dormido, ¡y esa vista Dios mío, que vista! Sus vellos púbicos chocando con mis labios, esa monstruosidad de carne devorada completamente por mi boca, y mis orgasmos incontenibles, uno tras otro, no me importaba nada, ni cuando se vino en torrentes y me llenó el pelo, la cara, y mis pechos.

Mire a Juan con la mirada vidriosa de deseo, lo admiraba, era un superhombre, jamás tuve tantos orgasmos, ni en mis mejores sueños. Él continuaba con la mirada llena de deseo, me dio vuelta y exclamó:

-Son las más hermosas nalgas que he visto en mi vida.

De nuevo su lengua volvió a la carga, pero esta vez entraba en mi agujerito posterior, me amasaba las pompis, mis pechos, estaba desesperado, y volví a gritar cuando me llegaban nuevamente mis orgasmos, uno, dos, tres. Me dio vuelta y me separó las piernas.

-Ahora si Marthita, le voy a abrir esa rica vaginita...

La colocó en la entrada y empujó... Me quejé largamente, sentí que se me re-estiraban todos los músculos de las piernas, y esa hermosura nunca acababa de entrar, cuando entró un poco más de la mitad algo la detuvo, me sentía totalmente llena, y respiraba con dificultad.

-Estas muy cerradita mamacita, que rico me la aprietas.

Su inmenso vientre le dificultaba maniobrabilidad, entonces me levantó las piernas y las puso en sus hombros, la sacó un poco y la volvió a meter con fuerza y un fuerte quejido volvió a salir de mis labios, me removió todo por dentro, pero entró completita.

-Después de esta cogida, tu estrecha vaginita quedará hormada a la medida de mi verga, mamacita. Y solo quedaras satisfecha cuando yo te vuelva a coger.

Yo respiraba con fuerza y muy rápido, dejaba escapar pequeños grititos, cuando Juan empezó un potente mete y saca, nuevamente los orgasmos llegaron, en forma continua, empecé a gritar como loca, "Ahh, Ahh, Así, así, ahh, ahh" No me importaba que me escucharan los vecinos, ya no me importaba nada, mi vagina estaba hirviendo, fueron tantos los orgasmos que tuve que empecé a convulsionar, cuando Juan se vino, lentamente empecé a sentir un sopor agradable y creo que me desmaye.

Al abrir los ojos, tenía el pene de Juan metido en la boca... Sonreí, y se volvió a venir... Era insaciable este hombre.

Ahora ya nunca estoy insatisfecha, porque entre mi marido y Juan, me han hecho la mujer más feliz del mundo.

Un beso.

Martha.