Mi primera infidelidad
Cómo estando emparejada por primera vez, con un hombre maduro al cual amaba, me entregué a mi vecino.
Mi primera infidelidad
Lo que me gusta de Roberto es que me trata como su hembra, cada vez que llega a mi casa lo primero que hace es tomarme de la cintura, me acerca fuerte a su cuerpo para que sienta la potente erección de su falo y me besa apasionadamente; yo disfruto devorando su lengua y mi cuerpo se estremece con el contacto de sus manos, él rápidamente las desliza bajo mi falda siempre cortita y generalmente transparente, me aprieta el culito y recorre mi colaless, fácilmente encuentra mi ano con sus dedos y se deja estimular por mis primeros gemidos.
Muy rara vez me da tiempo para que le diga cuánto lo he extrañado y deseado, eso viene luego, cuando reposamos un rato para luego continuar nuestra entrega.
Me enloquece tener un hombre maduro como amante, imaginarlo mi marido, mi dueño, preparar mi cuerpo para él, vestirme lo más sensual para calentarlo al máximo. Lo impresionante es que su madurez no le quita vigorosidad, su sensualidad es tremendamente masculina, se expresa en una exquisita verga, grande y gruesa. En cada una de nuestras citas, esa verga monumental termina varias veces completamente ensartada en mi culito y en mi boca.
En mi primer relato conté como fui seducida por Roberto, esa entrega mágica fue ya hace tres años, me enamoré como una adolescente y siento que ahora lo amo más. Con Roberto asumí mi deseo de convertirme en Travesti, todavía vivo una doble vida, pero cada día que pasa inevitablemente se nota más mi lado femenino.
En mi casa prácticamente soy Travesti a tiempo completo; por mi trabajo y también por mis inseguridades no lo asumido públicamente, no me importa mucho.
Hoy les quiero contar mi primera infidelidad, no me arrepiento, Roberto no se ha enterado de ninguna de mis aventuras; yo las he asumido como parte de mi tardío reconocimiento como Travesti, me han permitido desarrollar mi vida como mujer y como la puta que me excita sentir en mi interior. He experimentado la locura de seducir a un hombre que sabe lo que soy y no puede detenerse, he sentido como se han trastornado con mi cuerpo, sobre todo con mi culo, con mis ganas y especialmente con mis desesperados gemidos; yo tampoco quiero detenerme.
Mi primera aventura fue hace un año, no fue intencional, después percibí como me fui abriendo y ofreciéndome a mi vecino. Al ir asumiéndome como Travesti fui descuidando los resguardos que antes tenía cuando me vestía de mujer, también empecé a comportarme más afeminada en mi barrio; al principio no noté que movía mucho más el culo y las manos, tampoco me di cuenta de que empecé a colgar mi ropita interior en el patio.
Mi vecino, Jorge, un hombre bastante mayor, con más de 65 años, advirtió cada uno de mis cambios, diría que se dedicó a observarme. Los primeros meses de mis descuidos yo no percibí nada raro en mi relación con don Jorge, creía que lo seguía tratando igual, con mucho cariño ya que había enviudado recientemente y no lo visitaban mucho su familiares.
Don Jorge me invitaba con mayor frecuencia a su casa y cada día me trataba con mayor dulzura. Una tarde, según me confesó después, no aguantó y mientras veíamos un programa en la tele de su casa se abalanzó sobre mi, manoseándome y tratando de besarme en la boca. Durante los primeros instantes me desconcertó, pero sus palabras ardientes y suplicantes a la vez me hicieron rápidamente efecto.
"La deseo mamita, déjeme sentir su colita, la quiero hacer gozar como mujer, quiero que sea mi putita aunque sea una vez..."
Yo no opuse resistencia, por el contrario, dejé salir mis primeros quejidos y le ofrecí mi boca a su insistente lengua. Le ayudé ansiosamente a bajar mi pantalón, se puso más cachondo cuando vio mi colaless y luego el pequeño corpiño que cubría mis diminutos pero puntiagudos senos.
A los minutos le mamaba la verga, no era tan grande y gruesa como la de Roberto, pero me enloquecía estar en la casa de mi vecino hincada y convertida en una puta.
No alcancé a saborear su leche en esa oportunidad, me levantó y me llevó hasta su cama, me acostó boca abajo, abrió mis piernas y mamó mi culito como nunca me lo había hecho. Yo ya gemía como una loca, abrí mis piernas al máximo, levanté el culito y le rogué que me cogiera fuerte.
"Papito haga su putita, rómpame el culo por favor, necesito su verga entera"
Estaba extremadamente caliente, me sentía muy puta engañando a Roberto, quizás fue por eso que le supliqué a don Jorge que me metiera su verga sin condón, nunca lo había hecho así.
"Necesito sentir su carne, quiero su lechecita papito"
Lo suplicaba llorando.
Don Jorge no se resistió, gocé mucho rato cada milímetro de su miembro rozando mis paredes interiores y al final llegué a la gloria al sentir sus chorros inundándome. Lo mejor fueron las horas siguientes cuando sentía que mi ano no dejaba de escurrir la lechecita de mi nuevo hombre, no pude evitar pasarme los dedos y luego metérmelos en mi boca.
Después de esa primera vez han habido muchos otros encuentros que espero contarles luego, sobre todo la primera noche que dormimos juntos y la felicidad de don Jorge cuando lo desperté con el desayuno vistiendo una sugerente minifalda y un pequeño top.
Espero sus comentarios o lo que quieran escribirme: karlociudad@hotmail.com