Mi primera experiencia zoo

Una amiga especial me envió esta historia que cuenta su primera experiencia e iniciación en el sexo con perros.

Mi primera experiencia

Hola, me llamo Cristina, y es la primera vez que voy a contar la experiencia que viví hace ahora unos dos años. Si me decido a contarlo es porque he descubierto hace poco con satisfacción, mientras navegaba por internet, que hay muchas otras mujeres que han tenido sexo con animales, aunque en mi caso no fue un hecho premeditado. Y yo pensaba que era la única en el mundo. Es un alivio poder compartir algo que he guardado en secreto tanto tiempo.

Antes de comenzar el relato os diré un poco cómo soy. Tengo 24 años, el cabello negro azabache, ojos negros, piel blanca, mido 1'60 cm. Mis amigos me dicen que soy bastante guapa, yo me veo resultona. Soy algo pechugona y también dicen mis amistades masculinas que tengo un culo muy bonito, tampoco se lo voy a negar ¿no?.

Mis medidas son 105-65-96.

Como ya os dije, todo se remonta a un verano hace 2 años, cuando tenía 22, y ocurrió en la casa de campo de un chico. Con frecuencia nos juntamos un grupo de amigos para hacer acampadas, y ese verano uno del grupo conocía a un chico que tenía una casa de campo que estaba vacía y organizamos pasar allí unos días.

La casa era genial, tenía piscina, barbacoa, jardines, era bastante grande.

Nos lo pasamos muy bien. Fuimos 3 chicas y 4 chicos. En la casa habían 2 perros guardianes permanentemente, eran enormes, una pareja de gran danés que intimidaban, pero cuando el dueño nos lo presentó no parecían tan temibles, eran muy cariñosos y muy nobles, pero nunca había visto perros tan grandes.

De día nos pasábamos el rato bañándonos en la piscina, hacía realmente muchísimo calor, y por la noche, antes de acostarnos, jugábamos a juegos de mesa o a las cartas, algunos juegos eran picantes. En el grupo habían dos parejas, yo era la única chica que no tenía novio, aunque estaba loquita por uno de los chicos, Oscar y, francamente, esperaba que ocurriera algo entre los dos en esos días.

Una de las noches nos quedamos jugando de madrugada a un juego muy picante y recuerdo que ya habíamos bebido todos muchísimo. Una de las parejas se retiró a una habitación y oíamos claramente cómo lo hacían. Yo no aguanto mucho el alcohol, y aquella noche bebí demasiado, de modo que me emborraché rápidamente y decidí salir a tomar el aire un rato para ver si se me pasaba un poco y volver luego con Oscar.

Comencé a andar dando tumbos, sentía que todo me daba vueltas. La noche era muy agradable, seguía haciendo calor, pero soplaba una brisa fresca. Al llegar a un cobertizo me paré y me senté en el suelo con la espalda en la pared. Estaba realmente borracha pero me sentía bien sentada, incluso eufórica. No se oía nada desde la casa, sólo el sonido de los grillos. Cerré los ojos y empecé a pensar en Oscar.

Pensaba en cómo me acariciaría por todo el cuerpo y en cómo me haría suya, estaba muy bueno. Empecé a tocarme las tetas y me puse cachonda, estaba empezando a mojarme y bajé la mano. Me bajé los vaqueros cortos que llevaba puestos junto con las bragas hasta las rodillas y empecé a frotarme, nadie me podía ver, me masturbé pensando en Oscar metiéndome su verga hasta el fondo y haciéndome gozar, realmente tenía muchas ganas de follármelo, hacía tiempo que no lo hacía desde que rompí con mi último novio.

Al poco rato me corrí y me quedé dormida. Recuerdo que estaba soñando en que me metía su lengua dentro de mí, era delicioso y parecía real, desperté sobresaltada, ¡la sensación ERA real! Medio atontada me fui dando cuenta de que tenía ante mí a uno de esos enormes perros, un gran danés con su enorme cabeza entre mis piernas. Ese perro me estaba chupando el coño. Le aparté de mí con la mano, diciéndole

"¡No! ¡fuera! ¡vete!"

pero el perro no me hacía caso y volvía al lameteo. Era algo asqueroso, no podía permitir que un perro me pasara la lengua por mi coño, pensé que me podría transmitir alguna enfermedad.

Insistí con más fuerza mientras me echaba a un lado, pero me sentía torpe por la borrachera. Intenté incorporarme pero la cabeza nuevamente me empezó a dar vueltas, de modo que lentamente me puse de rodillas con intención de levantarme.

Mis movimientos eran lentos, como en cámara lenta, le dí la espalda al perro, que entonces desistió de su labor y se echó para atrás. Aun estaba con el culo al aire, pero al notar que el perro ya no me lamía más el coño, pensé que ya no intentaría nada, de modo que seguí así, de rodillas y erguida, quieta, esperando que el mundo dejara de girar a mi alrededor.

Cuando ya parecía que la cosa iba mejor, decidí que era el momento de levantarme, de modo que puse mis manos en el suelo para darme impulso y en ese momento, estando a cuatro patas, ocurrió: el animal se me montó por detrás sin avisar, sentí que algo muy pesado me cubría la espalda y me tiraba al suelo, se me doblaron los brazos por lo inesperado y casi me doy de bruces.

Mientras trataba de pensar qué o quién me había tirado hacía abajo con tanta fuerza, sentí que algo me cogía por mis caderas y me traía hacia atrás y cuando descubrí con terror que era el perro, sentí la primera estocada de lleno en mis nalgas. Intenté incorporarme como podía para mirar hacia atrás. ¡No podía creerlo!

El perro me quería follar. No podía ser verdad, era como un sueño. Estas cosas no pueden suceder. Sentía que lo que estaba viviendo era una pesadilla, algo irreal.

Una nueva estocada en mi culo me hizo reaccionar. La cosa iba en serio. "Dios, que me la va a meter". Como pude, intenté evitar que el perro me penetrara, pero lo único que podía hacer era avanzar a gatas con lentitud, teniendo en cuenta el peso del perro encima de mí, los pantalones a la altura de mis rodillas, y que mis reflejos no estaban en su mejor momento. Conseguí avanzar algo pero el perro me tenía bien sujeta y era más rápido.

Mientras avanzaba él también lo hacía y sin dejar de martillearme el culo. En cada acometida me estaba haciendo daño, lo hacía con fuerza, pero lo que más temía era que en una de ellas hiciera diana ¡y podía hacerlo en cualquier agujero!

Yo estaba de los nervios, miré alrededor por si había alguien, pero me daba vergüenza pedir ayuda en esa situación. Tampoco me atreví a pegarle al perro, era un perro imponente y temía que me mordiera. Y seguía con las embestidas. Y en una de ellas, se acercó mucho. Si seguía no tardaría en conseguirlo, el pensamiento de que esa bestia me violara me dió fuerzas para insistir en escapar, de modo que seguí gateando, pero era inútil, era más rápido que yo, y además, comprobaba que al moverme, le resultaba más fácil acercarse, es más, él sabía que estaba cerca y aumentó el ritmo, "me la va a meter, me la va a meter..." - pensaba, y sentí cómo en una de las arremetidas acertó con su verga en mi hoyo, yo pegué un gritito al sentirle, sólo metió la punta, pero fue suficiente.

Estaba equivocada si pensaba que me tenía sujeta fuerte con sus patas delanteras por mis caderas, me sujetó aún más fuerte y empezó a culearme con fuerza. No podía hacer nada. Me quedé quieta, muy nerviosa, aguantando como podía las acometidas.

"Uuf...uuf...uuf...mierda...Ouch!...uuf...uuf...cabrón!"

No había nada que hacer salvo mantenerme a cuatro patas y dejar que me culeara, y vaya si me culeaba, sentí que cada vez lo hacía más rápido y con más fuerza. En varias ocasiones me hacía perder el equilibrio de la violencia. Era un animal muy fuerte.

Miré hacia atrás y comprobé cómo me estaba poseyendo. Veía su pene entrar y salir con muchísima rapidez, nunca había visto (ni sentido) nada igual.

Debía tener una verga bastante grande porque sentí que llegaba hasta el final. Mis tetas se movían al ritmo de las embestidas hacia adelante y hacia atrás. Entonces, mientras veía alucinada mis tetas bamboleándose con violencia, algo ocurrió dentro de mí.

Puede que fuera la borrachera que llevaba encima, puede que el morbo de la situación o puede simplemente que estaba recibiendo la mayor jodienda de mi vida, el caso es que me empezó a invadir la sensación más placentera que he sentido nunca. Estaba muy excitada, no sabía cómo iba a terminar esto, pero me dejé llevar por las sensaciones. Poco a poco empezaron a salir gemidos de mi garganta.

Al animal parecía que le habían dado cuerda, era una máquina de taladrar, y su pene me tenía llena la vagina. La punta tocaba el tope de mi interior desde hacía rato.

También sentía cómo me golpeaba la entrada de mi coño con sus huevos (eso era lo que yo creía entonces). Intenté pasar una mano por debajo de mí para tocarme el clítoris, pero las estocadas me hacían perder el equilibrio y tenía que volver a estar a cuatro patas. Estaba a su merced. Me sentía como una esclava suya.

Mi nivel intelectual por los suelos. Pero era su potencia, su poder sobre mí y la sensación de sumisión lo que me estaba poniendo cachonda.

Y justo cuando me iba a correr, de pronto se para, se echa más encima mía y me aprieta aún con más fuerza. "¡¡Estaba intentando meterme sus huevos!! o lo que fuera".

"Aaah...mieeeerdaaaa...uuunnnnn...uuunnn...mierda...pero qué me estás metiendoooouffff...ufff...ufff"

No sabía nada de anatomía perruna y creía que me estaba metiendo los huevos, pero era como una bola que me estaba dilatando al máximo. Tenía el coño muy mojado y notaba que me estaba entrando, pero me dolía, era algo muy grande, pero yo quería tenerlo. Pasé una mano para atrás y sujetándole una de sus patas traseras, le empujé hacia mí para que eso entrara de una vez.

Finalmente me entró, yo no podía más y empecé a correrme y le empezé a culear. El perro me respondió con nuevas embestidas cortas y rápidas.

"oooohhh! ooooohhhh! uuuuuuuuuugggggggggggghhh!!!"

Tenía los dientes apretados de la intensidad del placer, era el orgasmo más largo y fuerte que había tenido. Además, notaba que su pene y la bola se hinchaban más. Al entrar la bola, noté que la punta de su polla penetró en el cuello del útero. Era como si me estuviera metiendo su polla en mis entrañas. Al poco empezó a correrse, y sentí chorros de esperma hirviendo dentro de mí, y no paraba de correrse, y empezaba a fantasear que me iba a salir su semen por la boca y tuve el segundo orgasmo.

Sentí su leche que se salía de mi interior, a pesar de estar sellada, bajando por mis muslos, tal era la cantidad de semen que me estaba soltando el semental. Yo no pude más y me dejé caer, estaba desfallecida. El perro se mantuvo un rato encima mío y no sé qué hizo que se dió la vuelta pasando una pata por encima mía, pero no se iba, entonces tiró de mí y me dí cuenta de que aún estaba pegado a mí.

No tiró fuerte, de modo que no me produjo dolor, pero yo estaba alucinada de cómo había podido darse la vuelta sin sacarme su polla.

Levanté una de mis piernas para observar sus atributos y vi sus huevos, pegados a mi culo, entonces entendí que no eran sus huevos lo que me había metido dentro y me mantenían atada a él...pegada... estaba pegada al perro. No podía escapar. Si llegaba alguien no podía impedir que viera lo que estaba ocurriendo.

Empecé a recordar las posturas de algunos perros que ví de pequeña, nunca me pregunté por qué estaban pegados por el culo. Ahora lo entendía. Estos animales tienen una bola que forma parte de sus atributos, una vez que la cuelan se hincha y ya no hay manera de sacarla. Me preguntaba cuánto tiempo ibamos a estar así, pero me daba morbo sentirme así, me toqué el vientre para notar el bulto que estaba en mi interior. Calculé que su tamaño debía ser mayor que el de una pelota de tenis.

Quizás llegara al doble. Me sentía como una perra enganchada a este animal con un pene enorme en mi interior presionando en mi barriga y ese bulto hinchado dentro de mi. Me volví nuevamente a cuatro patas y pasando mi mano entre las piernas me toqué el clítoris que estaba bastante hinchado y afuera y empecé a disfrutarlo.

Empecé a masturbarme hasta llegar pronto a un nuevo orgasmo, era el tercero. Pasados lo que supongo eran unos 20 minutos, y tras otros orgasmos, su bulto flaqueó un poco y salió de mí, dejándo salir un chorro de más semen de dentro de mí. Me quedé sentada viendo el increible rabo que tiene el perro y no me podía creer que todo ESO había estado dentro de mí. Es increible lo que una vagina puede dar de sí, claro, que si cabe un niño, tiene que ser bien flexible.

El perro se alejó de mí muy contento y feliz después de tirarse a su perrita y yo seguí un rato mientras me reponía, porque estaba exhausta, y pensaba todo lo que había ocurrido. Realmente me había follado un perro y lo más curioso es que me gustó mucho. Me puse los pantalones y decidí no contar nada de lo ocurrido.

Y así hasta que hace unas semanas, mientras buceaba por la red de redes descubrí una serie de relatos, de los que muchos deben ser mera ficción pero otros creo que no. Y encontré canales de charlas para personas que han tenido relaciones sexuales con mascotas, y el hecho de saber que otras personas han experimentado lo mismo que yo me hizo sentir mucho mejor.