Mi primera experiencia sexual con mi prima Ana

Mi prima Ana me regala y sorprende con la mejor experiencia sexual de mi vida.

Con mi prima Ana y algo más.

Esta historia es cierta en la esencia, si bien, algunos detalles se han cambiado para evitar la identificación de las personas referenciadas, y narra mi primer encuentro sexual con mi prima Ana.

Ana es una muchacha que nació y se crió en un pueblo de la sierra norte de Madrid. Mis primeros recuerdos sobre ella se remontan a mi infancia y están rodeados de un cierto erotismo, morbillo o como lo quieras llamar, porque ciertamente en esas tempranas edades resulta complicado catalogar los sentimientos, empañados por la falta de experiencias comparables y por el inexorable paso del tiempo transcurrido.

En cualquier caso, Ana era una niña, más o menos mona, bastante paletita y a la cual yo veía muy de cuando en cuando, no despertando en mi mayores pasiones, y menos aún cuando el bruto de su padre solía informar a la audiencia a voz en grito y muy orgullos que su hija era virgen. Por aquel entonces, yo no podía por menos que sonrojarme y extrañarme de esos comentarios, que por otra parte, habría que ver hasta que punto eran ciertos.

Un distanciamiento entre las familias produjo que Ana y yo no volvieramos a encontrarnos hasta hace un par de años, cuando por circustancias más bien aburridas que no os interesan, Ana terminó viniendo a trabajar (gracias a mi intervención) a mi misma empresa, en la cual yo desempeño un cargo directivo.

Cuando nos reencontramos después de aquel distanciamiento, yo esperaba encontrar una versión más grande de "mi prima la del pueblo", pero .. vaya, que no fue eso lo que encontré. Sabía que Ana se había casado e incluso había sido mamá. Lo cierto es que el tiempo y estos acontecimientos habían obrado un cambio espectacular en mi querida primita.

Lo que me encontré cuando la ví por primera vez fue una mujer bandera de 31 años de edad. No perfecta, pero, al menos para mi gusto, espectacular. De esas que según las ves provocan una revolución hormonal en tu cuerpo. Como 1,70 de alta, morena de piel y pelo. Demásiado delgada para mi gusto, pero este punto se compensa totalmente con una mezcla de elegancia y sensualidad que emana por cada uno de sus antes pueblerinos poros. Elegancia en movimientos y atuendo. Altiva pero dulce. Educada y sensual. Unos pechos muy bien puestos y mayores de lo que cabría esperar en una mujer delgada asomaban redondos y suaves por su ceñido escote, dejando ver el canalillo hasta un punto ... interesante, de esos que te animan a asomarte. Morena. Cabello largo, rizado y abultado, como corresponde a una personalidad totalmente desarrollada y adulta. "¡Joder Ana, ¿quién te ha hecho eso?¡" pensé para mí.

Por supuesto, y sin tener claras mis intenciones, intercedí por ella para que consiguiera un puesto en el deparamento de contabilidad. Ya incorporada, no tardó en entablar amistad con una compañera llamada Ester y con un chico un tanto afeminado llamado Oscar. Para mi disgusto, nuestra relación era mucho más distante de lo que yo deseaba y supongo que esa lejanía no hacia sino aumentar mi interes por ella, prima o no, como casi todas aquellas cosas que se nos niegan.

Supongo que fue el no poder acceder a ella lo que motivó que mis deseos fuesen haciéndose cada vez más fuertes, intrigantes y al final, claramente sexuales y hasta vencer los no muchos principios éticos que podían interponerse entre mi primita y mi pene. El hecho de descubrir una mariposa donde esperaba encontrar un gusanito también ayudó a verla con otros ojos menos fraternales.

Ana justificaba su distanciamiento basándose que no quería que nuestro parentesco pudiera ser motivo de envidias o desconfianzas por parte de sus compañeros, siendo yo pariente y jefe (anuque en otro departamento). El comprender la lógica de este razonamiento no atenuaba mi disgusto. En cualquier caso, nunca podía disfrutar de su compañía. Al finalizar la jornada, salía corriendo para recoger a su hijo y posteriormente reunirse con su marido en el hogar conyugal, como amante esposa.

Y durante las horas de oficina, yo había de conformarme con tener una erección cada vez que la veía o escuchaba su voz sensual y aterciopelada. Mi lio mental era descomunal. "Me pone a cien, pero es mi prima" "Es mi prima, pero no quiere relacionarse conmigo" "Le hago insinuaciones, pero demásiado sutiles ... es una compañera, es mi prima ... está casada ..." Me estaba volviendo loco. De los lios y de los celos. Su relación con Ester y Oscar era cada vez más estrecha y a mi me ponía de los nervios cada vez que los veía ir juntos a comer, o a tomar café, o a donde fuera. Ester está muy buena. Es tambien morena. Más bajita que Ana, más guapa y más sensual si cabe. De hecho, había sido mi inspiración en multitud de orgasmos solitarios en el cuarto de baño antes de que Ana entrase en escena.

En una ocasión en que estaban los tres juntos charlando y riendo animadamente, vi desde cierta distancia como Ester, bromeando entre risas y comentarios que no distinguía, hacía ademán de cogerle un pezón a Ana, eso sí, por fuera de la camiseta. Esta imagen me produjo un subidón de excitación, celos, envidia y yo que se cuantas más sensaciones que a duras penas pude controlar. De hecho, me fui a controlarlas al baño, como cada vez que me cruzaba con uno de los escotes espectaculares de Ana, o cada vez que contemplaba por detrás sus vaqueros ajustados marcando un culito en pompa .. suele apoyar el codo en la mesa de la fotocopiadora para hablar con Oscar, dejando el torso horizontal y las piernas ligeramente entreabiertas bajo su culo, protagonista de mi más lujuriosa imaginación. Bueno, para ser sinceros, lo que más pillado me tenía eran sus tetas... es que me pongo malo cada vez que pienso en ellas.

Muchas sonrisitas por los pasillos, mucha amabilidad y dulzura, pero parecía que toda su atención estaba centrada en el trabajo y en su par de nuevos amigos. Hasta que llegó El Dia. Un dia normal, excepto por que un problema informático había retrasado los procesos de cierre semanales, y esto afectaba directamente al trabajo de Ana. Me enteré de esto cuando ella me lo dijo después. Normalmente, yo salgo de trabajar bastante más tarde que ella, cuando ya no queda casi nadie en la oficina. Ana, sin embargo, a menos que exista algún motivo excepcional, como casi todo el personal administrativo, abandona la oficina a eso de las 6 de la tarde. Pero ese dia no. Ya habían pasado las siete cuando la encontré en su sitio, sola y con aspecto de cansancio.

¡Vaya! Que agradable sorpresa, una empleada responsable ... bromeé.

No me hables... ¡míra la que me han lidado los del NIR...! Esos capullos ... he tenido que pedir a Jose que recoja al niño y se ocupe de el. Menudo mosqueo se ha pillado ...

Parecía alegrarse de ver una cara amable. Su expresión denotaba que se estaba relajando, después de pasar horas y horas cotejando cifras ... sus músculos faciales parecían menos tensos ahora.

De todas formás, casi he terminado. El cuadre principal ya está corregido y el resto puedo terminarlo mañana – me dijo – Creo que por hoy es suficiente.

Mientras hablaba, se estaba estirando en su silla, enderezando el cuerpo y estirando los brazos por encima de su cabeza, como desperezándose ... e irguiendo sus pechos de forma desafiante ...

Pues currar te sienta bastante bien, a juzgar por tu aspecto ... estás increíble, Ana

¡Ja ja Ja! ¡Anda ... que no te oiga mi jefe, a ver si me va a hace un favor ...

Un favor te hacía yo a ti ahora mismo.

Voy al baño y recojo – me dijo, y se levantó de la silla con aire cansado

Te acompaño, yo tambien iba para allí ...

Caminamos juntos, tranquilos bromeando. La conversación era relajada, boba, pero simpática, como con las mentes borrachas de horas de trabajo que quieren liberarse y cambiar de chip. Alcanzamos los servicio y ella giró a la derecha. Yo debía hacer lo propio hacia la izquierda ... pero no hice eso. Seguíamos bromeando y sonriendo y me dijo al darse cuenta que estaba entrando con ella en el aseo de señoras:

¿Qué haces, donde vas? ¿tan mal te ha sentado la joranda? – Sonreía

umm... no se ... total, ¿qué más da? Somos primos, ¿no? – Yo tambien sonreía, pero mi mirada ya me había delatado

¡Si, si! ¡Primos! ¡Que morro tienes! – Dí un paso adelante y cerré la puerta tras de mi. Ella segía sonriendo, incluso más abiertamente - ¿Dónde crees que vas?

Ana sonreía de oreja a oreja. Se encontraba como a un metro de mi, ambos dentro del aseo de señoras. A la izquierda, una piedra de marmol que se extendía de pared a pared contenía el lavabo, y aún sobraban un par de trozos a cada lado del mismo. Ana había retrocedido hasta apoya el culo en el borde del marmol. Tambien apoyó ambas manos, flexionando los codos hacia atrás y sonriendo. No podía creer que hubiese llegado hasta allí. Avancé hasta ponerme frente a ella, a unos quince o veinte centímetros de distancia de su cuerpo, pero sin llegar a tocarlo. Ella no se inmutó. Permaneció en la misma postura, desafiante, sonriendo y mirándome fijamente a los ojos, divertida con la situación y supongo que preguntándose hasta donde estaría yo dispuesto a llegar.

Bueno, machote. Y, ¿qué vas a hacer ahora? – me susurró burlona acercando peligrosamente sus labios a los mios ...

Primita ...

Ya no podía más. Su sonrisa bendecía mi erección. Sus ojos entornados pedían guerra, su dulce susurro acariciaba mi piel erizándola y sus pechos, tan próximos y accesibles iban a ser mios sin remisión ... Casi podía intuir el calor de su piel, la suavidad de sus labios y el poder de su pecho. Mis manos volaron a su cintura y mis labios encontraron los suyos, despacio, un roce suave y eléctrico que cerró nuestos ojos para concentrar todos nuestros sentidos en esa sensación única del primer contacto, ese instante único e irrepetible, suave, dulce. A penas un instante y el contacto de nuestros labios, aún delicado, era pleno. Unos segundos y nuestras lenguas igualban sus temperaturas, divertidas jugaban la una con la otra, mucho más deprisa ya. Entonce tomé conciencia de que nuestos cuerpos estaban completamente pegados, tanto como era posible y mi pene estaba totalmente erecto contra su cadera.

No podía creer que aquella mujer estuviera entregándose a mi sin prejuicios, sin condiciones, quizá, sin límites. Podía sentir su exictación tan violentamente como la mia. Sus brazos me abrazaban por encima de mi cabeza, dejando indefenso su pecho, que estaba totalmente aplastado contra el mio. Nos retorcíamos, nos sobábamos, nos abrazábamos sin separar nuestras bocas. Entoces Ana se retiró, separó sus labios de los mios y las palmas de sus manos empujaron mi pecho hacia atrás, apartándome de ella. No me atrevía a decir nada, pero por un momento, una sombra de temor cubrió mi mente. Ana tomo aliento. Segía mirándome a los ojos, sin parpadear, pero ya no sonreía.

Entones sus manos agarraron la parte inferior de su camiseta y la arrancaron hacia arriba, dejando una visión enloquecedora. Primero pude ver su vientre plano y el erótico piercing en el ombligo de mi primita. Su piel morena contrastaba con el bonito sujetador blanco que albergaba el objeto de mi deseo.

No podía partar mi vista de ese par de preciosas tetas que estarían a mi disposición en breves instantes. ¡Como la deseaba! Pero esperé. Tuve la paciencia de dejarla hacer y disfrutar del espectáculo, sin prisa. Sin dejar de mirarme a los ojos, empezó a desabotonar los vaqueros. El botón, la cremallera. Lo baja de un lado arqueando la cadera, del otro, se adivina el tanga, tambien blanco y, con una sonrisa, como diciendo " te lo dedico" se agacha y baja completamente los pantalones. Ya están fuera. Que experiencia. Ana, en ropa interior, esperando mis caricias.

Estaba absorto. Tras un segundo de bloqueo, comprendí que tenía cosas que hacer. Con mucho menos erotismo, pero mucho más deprisa, me deshice de todas las prendas que llevaba puestas, liberando por fin mi deseperado pene. Ella rió al ver mi apuro y urgencia:

¡Joder, tio! ... como estás ... pobrecito mio ...- dijo riendose divertida y seductora. – Vamos a ver que puedo hacer por ti ..

Y avanzó hacia mi verga, y arrodillándose ante mi, apartó su melena con un gracioso giro de cuello y se aproximó a mi miembro, que estaba a punto de explotar. Se demoró más de lo que yo quería en tocarlo. Lo hizo en primera instancia con la mano, en la base, cerca de los huevos, dirigiéndolo lentamente hacia sus labios. Besó la puntita. Una vez ... su contacto me estremeció ... otra vez , tres veces y entoces abrió su boca e introdujo todo el glande en ella. El tierno contacto con sus labios y lengua, cálidos y húmedos, me provocó un espasmo en la espalda y un gemido salió de mi garganta. Repitió la operación. Esta vez, la sensación fue aún mayor, pues el pene estaba húmedo por su saliva y el cambio de temperatura era más intenso.

Y continuó de esa manera durante algunos minutos. Yo no sabía si podría aguantar mucho más tiempo ese tratamiento, de modo que decidí hacer algo por ella. Le pedí que se levantara.

Cuando estuvo de pie, me sonrió con ternura. No pude evitar besarla, tambien con ternura. La besé en los labios, en las mejillas, en el cuello. Mis besos eran cada vez más poderosos y apasionados. Mientras la abrazaba conseguí desarmar el cierre del sujetador y liberar sus pechos, pero no los toqué aún. Admiré su belleza e imaginé su suavidad.

Entoces me dirigía a por el último elemento: el tanga. Lo deslicé hacia abajor por sus largas y mornas piernas, con lo que tuve a mi primita completamente desnuda solo para mí. Volví a besar su boca, sus labios, su cuello ... y por fín, despacio, descendí hasta que sus tetas quedaron a la altura de mis ojos. Las admiré por un momento y luego dirigí mi boca a una de ellas. Me acercaba a su pezón y podía notar como su excitació crecía por momentos, tieso, duro y desafiante. Tras contemplarlo saqué mi lengua y, en un movimiento lento pero decidido, se lo lamí ampliamente. Ella se estremeció y gimió. El pezón se endureció un poco más. Volví a lamer esa preciosa teta dura, suave y tibia.

Ana me guiaba sujentando mi cabeza con sus manos, marcando el ritmo en intensidad de cada cupetón. Cambié de teta y procuré dedicarle las mismás atenciones. Ana me aplastaba contra ella. Todo su cuerpo estaba a mi disposición. Yo lo abrazba, lo acariciaba, de arriba abajo, por la espalda, por las piernas y las nalgas, una y otra vez, besando su abdomen y subiendo de nuevo a sus pechos, entre los rizos negros de su pelo, sumergido en su aroma, ese olor tan seductor que tantas veces había respirado disimuladamente como si fuera un elixir.

Senté a Ana sobre el marmol, apoyando la espalda en la pared y quedando sus piernas flexionadas, abiertas, con los pies tambien sobre el marmol. Su sexo se ofrecía ante mi, como un regalo de extremo valor, como la expresión del más preciado tesoro que esa persona había decidido ofrecerme. Y con esa devoción pensaba yo tratarlo.

Estaba mojado. Y depilado. Solo un poco de pelo cuidadosamente recortado por encima del coño. Comencé por admirar y acariciar suavemente su pantorrilla izquierda. Luego acerque mis labios a la rodilla y la besé. Seguí besando su muslo hacia arriba. Al finalizar el recorrido, comencé de nuevo, esta vez por la cara interior del muslo. Ana había comprendido que no iba a atacar rápidamente su sexo y había decidido relajarse y disfrutar de la espera. Su cabeza pendía ladeada y hacia atrás, con la melena colgando, sus ojos estaban cerrados y una de sus manos erraba insconsciente acaricando sus pechos y vientre. Gemidos alternaban con suspiros de placer.

Yo seguia besando sus muslos. Una pierna ... la otra... léntamente... cada vez que llegaba al sexo me detenía allí, cerca, para que pudiera notar la proximidad de mi boca en sus labios vaginales ... pero sin tocarla. Su vulva parecía crecer un poco más cada vez que me aproximaba. Podía casi escuchar las súplicas de su coño por ser abordado. Besé su entrepierna justo al lado del sexo, despacio, deleitándome. Luego al otro lado. Ana gemía suavemente, podía sentir mi respiración en su coño ... humero, chorreando... y entonces saqué mi lengua y su momentó llegó. Desde abajo y hacia arriba, lentamente, ampliamente, suavemente, lamí todo su sexo en un movimiento decido. Ana se convulsionó, ahogando un grito mientras su espalda se arqueaba y sus muslos se juntaban al tensarse inconscientemente, aprisionando mi cabeza contra su sexo. ¡AAAHHHGGGG ¡ chilló.. AHHHHH ahhh. Ahhh ..

¡Que pasada! No sabía si estaba disfrutando más ella con los lametones o yo con escuchar sus gemidos de placer ... Mi querida Ana, mi querida prima ... Su lubricación era total, estaba literalmente empapada por sus flujos y por mis babas. Mientras tanto, mi mano acaricicaba justo debajo y se empapaba igualmente. Poco después introduje un dedo, y gimió, dos dedos y gimió un más. Continué así durante un par de minutos, chupando, besando, sorbiendo su clítoris, moviéndome dentro de ella, y ella gimiendo hasta que empezó a tensarse, sus gemidos aceleraban y aumentaban de intensidad, un orgasmo fenomenal estaba llegando y sus convulsiones lo evidenciaban, ¡BESTIAL! Se arqueó y tensó el cuello hacia atrás, dejó de respirar durante unos segundos eternos, con el rostro congestionado, al final explotó en un rugido glutural tan profundo y sonoro que casi resultaba alarmante. Por fin, se desplomó esahusta. "No ha estado mal" pensé.

Aún respiraba con dificultad cuando se incorporó hacia mi con una expresión celestial en su bonita cara. La sonreí y la bese tiernamente, impregnando sus labios suaves de sus propios fluidos vaginales.

Vamos primito, quiero sentirte dentro de mi ... ven ... ven ..

Mi pene estaba a punto de reventar. Ya no cabía más sangre dentro. Su orificio estaba dilatado y chorreando, de modo que acerqué la punta de mi pene a la dulce entrada con toda la solemnidad que el momento de ese primer contacto entre nuestros órganos requería. Toqué sus labios empapados y procuré restregarme por los alrededores para cubrirme de su elixir antes de apuntar y por fin, suave y lentamente pentrarla, percibiendo como su calor iba cubriendo cada centímetro de mi. Gimió. Retrocedí lentamente y lentamente volví a empujar. Otra vez y otra y muchas más. Ana se estaba excitando rápidamente, pero no tan deprisa como yo

Me sentía absolutamente sublimado. Nada me importaba en ese momento excepto percibir con el máximo detalle las corrientes eléctricas que me producían mis sentidos. Mis ojos estaban cerrados para concentrar mi atención en la percepción del tacto, el olor e incluso el sonido de sus gemidos de placer. Instintivamente mi ritmo había ido aumentando y aumentó mucho más hasta llegar a lo frenético, en velocidad y amplitud de mis movimientos, alcanzando cada vez mayor profundidad dentro de Ana hasta que sentí como mi semen la llenaba en dos o tres poderosos disparos que hice coincidir con sus respectivos empujones. Otros, menores y más espaciados siguieron. Esta vez fui yo quien cayo sudoroso y exahusto sobre ella intentando recuperar el aliento para poder besarla tiernamente lo antes posible.

Pero no llegó ese beso. Aún estaba recostado cuando el sudor de mi espalda acentuó un estremecimiento por una ligera bajada de la temperatura. Una alarma se disparó dentro de mi. En milésimás de segundo percibí un cambio ... exterior .. aire nuevo y ... ¡Joder! Ni por un momento se me había cruzado la idea de que hubiese alguien más en el edificio ... Sobresaltado me volví hacia la puerta y ... si. Alguien más estaba allí. Con su rostro petrificado y sus ojos como platos nos contemplaba desde la puerta, ahora abierta.

Me incorporé (sin sacar aún el pene de dentro de Ana) Ana hizo lo mismo y los tres nos miramos sin saber bien como reaccionar. La cara de Ester era un poema. Debía haber olvidado algo y al regresar había oído nuestro escándalo. Estaba allí de pie, mirándonos. Esos segundos se hicieron eternos. No medité los que hice a continuación. Simplemente, me giré hacia ella, lo que provocó que mi pene saliera de Ana y le quedara expuesto. Había perdido dureza pero continuaba de buen tamaño. Inmediatamente, los ojos de Ester se clavaron en mi sexo. Yo la miraba y sentia una excitación indescriptible que aumentaba mi euforia. Me acababa de tirar a la mujer de mis sueños. Esa mujer era mi prima. En la oficina. Estabamos siendo observados por una tercera persona ... que era nada menos que Ester. ¿Cómo resistir la tentación de tentar a la suerte una vez más? La sonreí y, sin consultar con Ana, le tendí mi mano. Ester no reaccionó sino al cabo de un segundo. Sus ojos se posaron en Ana. Yo tambien miraba a Ana, esperando una reacción. Y lo que Ana hizo fue lo que todos esperabamos ansiosos. Imitando mi gesto, tendió tambien su mano a Ester, quien entonces, cerró la puerta tras de sí y avanzó hacia nosotros.

Mi primera intención fue darle la bienvenida con un profundo morreo, pero recordé que estaba aún cubierto por los fujos vaginales de Ana. Quizá no fuese una buena idea y decidí esperar a ver como se desenvolvían los acontecimientos. Lo que pasó a continuación me perturbó un poco. Ester si dirigió directamente hacia Ana. Se plantó de pie frente a ella y directamente la abrazó mientras la besaba profundamente. Ana había quedad muy excitada por la sesión inconclusa, de modo que sus movimientos eran muy pasionales e intensos. Ambas mujeres se abrazaban con fervor y frenesí. Ester quedó desnuda en breves segundos. Su piel era más clara que la de Ana, aunque con un bonito tono.

No sabía si era la primera vez que estaban juntas. En realidad, supuse que podía ser la primera experiencia lésbica de mi primita, por lo que decidí respetar ese momento que podía se muy especial para ellas y me mantuve al margen por el momento. De todas formás el espectáculo era maravilloso. Másturbaba mi pene, totalmente opertivo de nuevo, mientras contemplaba aquellos dos esbeltos cuerpos restregarse con pasión, ardientemente, sumidas en un beso eterno acariciaban sus cabellos, se abrazaban fuertemente y gemían .... Ana y Ester ... Ester y Ana.

Como calcando la situación vivida anteriormente, Ana ordenó a Ester que se sentara sobre el marmol exactamente en la misma posición y lugar que ella había estado hace un momento. Abrió sus piernas y tras deleitarse tranquilamente en besar y acariciar cuidadosamente todas las partes sensibles de Ester, ahora expuestas ante nosotros, Ana atacó el sexo de su amiga, que parecía perder el control cada vez que recibía un nuevo lametazo. Ana habia adoptado la posturita de "la fotocopiadora". Sus esbeltas piernas sostenían como dos pilares su bonito culo y su torso se dirigía casi horizontal hacia el sexo de Ester. Entonces había llegado mi momento. Me acequé de nuevo a Ana, esta vez por detrás y de un solo empujón la penetré hasta el fondo. Gimió.

La escena era absolutamnte espectacular. Desde mi posición podía ver perfectamente a Ester exibiendo toda su blanca belleza, sus bonitas facciones, aún más atrayentes por la mueca de placer, sus tetas redondas y perfectas, su pequeña cintura y sus piernas abiertas componían un panorama suficientemente atrayente para provocarme un orgasmo. Pero añadir a esta escena la cabeza de mi prima hundida en su sexo era demásiado. Noté como Ana utilizaba su mano derecha para darse aún más placer. Sus expertos dedos conocíann sin duda mejor que nadie los secretos de su sexo. Al poco, Ana cesó en sus deberes con Ester. Un tremendo orgasmo le impedía seguir lamiendo. Sus contracciones estimularon aún más mi pene insertado y pocos segundos después yo me corría dentro de mi primita por segunda vez, inundando de nuevo sus entrañas.

Ana tomo aliento y continuó con su tarea. No tuvo que esforzarse mucho más. La exitación de Ester era muy intensa y su orgasmo llegó casi de inmediato. Esa segunda parte había sido muy breve. Pensé que me hubiera gustado que se prolongase por mucho más tiempo, pero ya me podía dar por contento con la experiencia que acababa de vivir. Puesto que los tres nos habíamos corrido en pocos minutos, estabamos, más o menos, digamos, relajados. Fuera como fuese, de alguna manera convinimos en que esa situación era un tanto inusual, y que el baño de la oficina no era un sitio racional para que tres empleado follaran como locos más allá de un momento desenfrenado de pasión, por lo que sugerí a la chicas que los tres nos aseásemos lo mejor posible y una vez recompuestos podríamos ir a cenar. En mi opinión, lo sucedido requería algo más que un simple "hasta mañana" que hubiera dejado demásiadas cosas sin aclarar. Las chicas estuvieron de acuerdo y aceptaron mi invitación. Aquel dia fue el mejor de toda mi vida, y no creo que nunca jamás vuelva a experimentar sensaciones comparables a las narradas y a las que se sucedieron después de la cena ... que será motivo de otra historia.