Mi primera experiencia Lésbica
Pedro me pide que lo transforme en chica para pasar una noche de chicas juntas y bueno, ya imaginan ;)
Este es un relato algo distinto pero espero que les guste ;")
Pedro y yo llevábamos casi cuatro meses saliendo.
Habíamos pasado el verano juntos como una pareja normal. Yo ya era casi siempre Sara cuando estábamos juntos. Muchas veces, le esperaba vestida y preparada a que llegase de la facultad solo para estar con él, preguntarle cómo le había ido el día, poder besarle tiernamente en los labios cuando llegase y disfrutar de sus abrazos y sus besos en mi cuello repentinos, o de que cocinase para mi (A Pedro le encanta cocinar y se le da de escándalo, de hecho él siempre cocinaba y yo luego fregaba los platos para repartirnos las tareas) y cenar juntos, hablando de cosas sin importancia, simplemente disfrutando de la mutua compañia.
Llevábamos la vida de dos jóvenes enamorados que nunca tienen lo suficiente el uno del otro. Cuando no estaba yo sentía un hambre inconmensurable de él en mis entrañas, un tirón en el alma y un frio en los huesos que no era capaz de calentar con nada, solo sus brazos en torno a mi, abrazándome eran capaces de calmarme y de darme consuelo. Y en sus ojos, cuando él volvía a casa y me veía, podía ver el mismo hambre, el mismo frío y la misma necesidad de mi.
Aquel día fue un día especial. Era viernes y era fiesta, por lo que no teníamos clase ninguno de los dos, además el fin de semana venía justo detrás y nuestros amigos en general se habían ido, por lo que íbamos a pasar el fin de semana solitos.
Ese día nos despertamos tarde y estuvimos jugando un rato en la cama a darnos caricias y la cosa poco a poco fue calentándose. Yo aún llevaba puesta la peluca morena (Me estaba dejando el pelo largo desde que había empezado a salir con Pedro, pero aún no había crecido demasiado.), el sujetador de encaje que me había puesto como parte del conjunto de la noche anterior, y seguía maquillada tenuemente, como me había maquillado la noche anterior, con una sombra de ojos rosa claro, base de mi tono de piel, un colorete de tono rosa pastel y labios rosa nude a juego.
Como ya he dicho, la cosa se estaba calentando, y se calentó aún más cuando Pedro se puso sobre mi y empezó a besarme, mordisqueándome los labios mientras que con un dedo empezaba a jugar con la entrada de mi culito, metiéndo solo la puntita y sacándolo, solo para luego volver a meterlo haciendo movimientos circulares que me volvían loca del placer que me estaba dando.
Al estar encima de mi, su polla chocaba todo el tiempo con mi barriga desnuda, notaba como esta estaba muy húmeda y me estaba llenando la barriga de presemen, así que, sin dudar, empecé a masturbarlo mientras él me masturbaba a mi y no dejábamos de besarnos. Con una mano le acariciaba los huevos y con la otra le pajeaba, muy despacio al principio, disfrutando de las rugosidades de su pene y del deslizar del suave pellejo en la palma de mi, y cada vez más rápido para darle un placer intenso.
Poco a poco su respiración fue haciéndose más rápida y empezó a gemir mientras ya me metía los dedos furiosamente todo lo hondo posible y me apretaba por dentro. Mis gemidos se mezclaban con los suyos y sentía como mi orgasmo llegaba. No podía evitar gemir, pero no dejé de pajearlo en ningún instante y el gemía a su vez y cada vez respiraba más y más intensamente.
Cuando yo estaba el borde del climax, del éxtasis de sus dedos en mi interior, me dijo:
-Me corro, pon la boca.
Rápida y siempre dispuesta a complacer a Pedro, me deslicé bajo su cuerpo y envolví su polla con mis labios. Al mismo tiempo que sentía sus descargas dentro de mi boca, sentí un inmenso orgasmo recorriendo todo mi cuerpo que me hizo temblar las rodillas. Tenía el culo abierto de los dedos de Pedro, le tenía a él corriéndose en mi boca y tenía ese rico sabor a polla y a semen llenándome por dentro. Que no os engañen, no hay nada más delicioso que una polla corriéndose en tu boca.
-Que buen desayuno.- le dije tras tragármelo todo y haberle limpiado la polla con la lengua, y me dirigí al baño dispuesta a darme una ducha y a recomponerme un poco después de la noche que habíamos pasado y del inicio del día.
Tras darme una ducha necesaria y relajante, me dirigí a mi habitación para volver a maquillarme, vestirme y en definitiva para volver a ponerme guapa para Pedro.
Acababa de sentarme en el tocador, con todo el maquillaje dispuesto ante mi, cuando la voz de Pedro me dijo desde la puerta:
-¿Cómo es?
Me giré hacia la puera, sorprendida ya que no le esperaba ahí. Se encontraba de pie, apoyado en el marco de la puerta y mirándome con muchísima curiosidad.
-¿Cómo es qué?- Le pregunté, confusa.- No entiendo a qué te refieres exactamente cielo.
-¿Cómo es ser chica a veces? ¿Cómo es maquillarse, vestirse de mujer, hacer cosas que en un principio nos están prohibidas al haber nacido con polla en lugar de vagina? En definitiva, ¿Qué se siente al ser tú?
No sabía que responder. Abrí y cerré la boca varias veces intentando encontrar una forma de explicarle la felicidad que me daban el maquillaje, la lencería, las faldas, los vestidos, las medias, etc, pero no podía, no es que no quiera contárselo, es que no era capaz de ponerle palabras a esas sensaciones tan complejas.
-No lo sé, Pedro.- Le respondí finalmente.- Es algo tan complejo que no soy capaz de encontrar las palabras para describirlo. Tal vez alguien con más experiencia o más inteligencia sea capaz, pero yo no sé que decirte.
-Experiencia.- Murmuró, pensativo y mirando al suelo.- Esa es la clave, tengo que vivir una experiencia como nena para saberlo.
Y alzando los ojos, clavándolos intensamente en los míos, y con total seriedad me preguntó:
-¿Me ayudarás Sara?, ¿Me ayudarás a ser hoy una nena?
Era tal la seriedad que había en su petición, tal sus ganas de aprender y sus ganas de comprenderme, que por supuesto accedí encantada a su petición.
-Ve ahora mismo al baño y aféitate bien a fondo. Cuando lo hayas hecho, avísame.- Le ordené.
Y él así hizo. Se fue al baño y tras un rato me avisó y yo me dirigí al baño para empezar con los primeros pasos para transformar a Pedro en una señorita.
Permitidme que os describa un momento a Pedro para que os hagais una mejor idea de cómo fue todo. Pedro mide un poco más que yo, 1,72 y es delgadito y atlético al igual que yo ya que a ambos nos gusta el deporte. Tiene un culito bastante redondito respingón, bastante femenino de hecho, y las nalgas bien definidas. Es moreno, con los ojos azules y una boca mediana de labios finos y una sonrisa curvada que puede ser tanto de niño travieso como de niña dulce. Además apenas tiene vello corporal.
Ya en el baño, le depilé el poco vello que tenía y le dije que se duchase y que usase mis cremas hidratantes para que le quedase la pìel suave y limpia como a ua uena mujer.
Cuando salió del baño, le llevé a mi cuarto, lo senté en mi silla y empecé a maquillarlo.
Como quería que se viese lo más bella posible para su primera experiencia como mujer, me decidí a hacerle un maquillaje elaborado como el que se hacen algunas chicas para salir de fiesta a ligar, un maquillaje que le hiciese verse hermosa y puta al mismo tiempo. Uno de esos maquillajes que dejan bien claro que quieres que algún hombre te lo destroce con una buena corrida.
Empecé poniéndole base de su color por la cara y el cuello, después, procedí a ponerle una sombra de ojos marrón, más clara en los bordes y más oscura en el párpado, le destaqué los ojos con lapiz de ojos negro y le hice una raya de eyeliner bien larga. Finalmente pasé a los labios y se los pinté de un rojo que dejaba efecto terciopelo muy muy seductor.
Una vez terminado el maquillaje, le puse una de mis pelucas y le dí el outfit que había elegido para que se pusiese. Un tanga de encaje rojo, un sujetador a juego con relleno preparado, medias de liguero hasta medio muslo, una blusa ancha negra de mangas largas con un pequeño escote y una falda de tubo roja de cuero.
Cuando estuvo vestida, la llevé a su cuarto, a que se viese en el gran espejo que allí había, ya que no le había permitido que se viese en ningún momento durante la transformación.
Cuando vió su reflejo, se quedó mudo y con la boca abierta. Lo que él veía no era a Pedro, sino a una chica joven, arreglada como para salir de fiesta a buscar un amante con el que saciarse. El reflejo le devolvía la imagen de una mujer fuerte, valiente y con un toque de zorra.
-¡Estoy impresionado!
-Impresionada cielo, que ahora eres una mujer.- Le corregí.- Ahora solo falta encontrarte un nombre.
Se giró de nuevo hacia el espejo para verse desde todos los ángulos posibles, pensativa, y finalmente dijo:
-Paula. Me llamo Paula.
-Bien Paula, yo soy Sara, encantada de conocerte.
-Serás Saro en todo caso.- Me dijo, y empezó a reirse.
¡Con todo el lío de arreglar a Pedro yo no me había arreglado! Se me había olvidado por completo, así que me dirigí rápidamente a mi cuarto a vestirme y maquillarme.
Dispuesta a no quedar peor que Paula, decidí arreglarme yo también a fondo. Base, labios rojo oscuro color ciruela para que fuesen lo más seductores posibles, sombra de ojos roja difuminada para hacer efecto ahumado, lapiz de ojos negro, eyeliner fino pero bien largo y colorete discreto para remarcar la forma de mi cara.
Tras maquillarme, me vestí. Me puse unas bragitas de encaje negras, un sujetador negro a juego, mis pechos falsos, medias de rejilla y un vestido muy corto negro que se quedaba perfectamente ajustado a mi cuerpo.
Para rematar la transformación, me puse una peluca que me acaba de comprar, morena, rizada y larga, cuyo cabello me llegaba hasta la mitad de la espalda. La había reservado como una sorpresa para Pedro, pero esta vez no era Pedro quien me iba a ver, sino Paula, y yo tenía que destacar.
Cuando salí del cuarto, Paula seguía delante del espejo, admirándose.
Al verme exclamó:
-¡Cómo es que tú tienes más tetas que yo!
-Verás guapa, es que algunas hemos nacido para ser buenas mujeres y gustarles a los hombres, y luego están las mujeres como tú.- Le contesté sonriendo y sacándole la lengua para que viese que era broma.- Realmente es que solo tengo este par de pechos falsos.
-La verdad es que estoy buenísima.- Dijo mientras volvía a mirarse en el espejo.- Si fuese un tío yo me follaría. Muchas gracias por hacer esto.
-No tienes de qué darlas mi amor-. Y me acerqué y le di un besito suave en los labios.
-Que distinto es besar con los labios pintados.- Dijo cuando nuestras bocas se separaron.
-¿Te gusta?- Pregunté
- Umm, aún tengo que probar más.- Tras esto, echó sus manos alrededor de mi cuello, acercó tímidamente su boca a la mía, y empezó a besarme suavemente. Me besaba como besa una chica, y yo a su vez le devolvía el beso de la misma forma. Sus manos recorrían mi cara y mi cuello, nuestras lenguas jugaban despacio la una con la otra, a veces en su boca, a veces en la mía, pero sin estar quietas ni un instante.
Empecé a besarla en el cuello, y ella empezó a gemir con la delicadeza de una dama y a suspirar, y ella me acariciaba la cabeza y el pelo suavemente, evitándo que me apartase y dejase de darle placer.
Me cogió de la mano y me dirigió a su habitación. Me tumbó suavemente en la cama y empezó a besarme por todo el cuerpo. Sus manos entraban nerviosas por debajo de mi vestido mientras que yo le acariciaba el culo por debajo de la falda.
Eramos dos mujeres deseosas la una de la otra. Nuestas manos no paraban ni un instante y nuestras bocas se buscaban continuamente, hambrientas de la saliva de la otra. Nuestros gemidos y suspiros se mezclaban. Nos mordíamos los labios en la pasión de nuestros besos, nestras lenguas recorrían los cuerpos la una el de la otra mientras nos íbamos quitando la ropa y nos quedábamos las dos en lencería, sintiendo piel con piel, roce con roce, caricia con caricia.
Vi que su polla se había escapado del tanga y empecé a masturbarla, pero apenas había empezado cuando Paula me apartóa la mano de un manotazo.
-Somos chicas Sara.-Me recordó.- Nosotras tenemos agujero.
Entendí perfectamente qué me quería decir, así que, le metí un dedo en la boca para que me lo chupase, y, una vez estuvo lubricado con su saliva, le aparté el hilo del tanga y le metí la puntita del dedo en su agujero.
Ella estaba sobre mi, con cada pierna a un lado de mi cuerpo. Al sentir mi dedo entrando en ella, empezó a mover las caderas para que el dedo fuese entrando más y más hondo cada vez, mientras que no paraba de sonreír y una sonrisa de satisfacción se dibujaba en su cara.
-Méteme otro.- Me pidió. Pero yo no estaba dispuesta a que aquello fuese tan rápido, así que, la volteé sobre la cama hasta ponerla boca abajo, y dandole besos por toda la espalda, fuí bajando poco a poco a poco mi lengua hasta su agujerito, y empecé a jugar con él.
Lo empecé recorriendo despacio por la parte de fuera, muy despacio, haciendo a Paula gemir, recorriendo cada rugosidad con la lengua y dejando la marca de mis labios pintaditos en cada beso que le daba a sus nalgas. Poco a poco fui dirigiendo la lengua hacia su agujero, metiéndola y acelerando, acariciando a Paula desde dentro con mi lengua.
Ella gemía y gemía al ritmo de mi lengua. Me pedía que la metiese más, que suplicaba que no parase, y su cuerpo no paraba de retorcerse y de arquearse de placer bajo los efectos de mi lengua.
-Yo también quiero. Me dijo.- Siéntate en mi cara.
Y así hice, me senté sobre su cara. Su lengua empezó a jugar con agujerito también mientras el placer me sacudía por completo. La textura de sus labios pintados en mi agujero era algo más allá del pecado. Yo no podía ni quería resistirme, así que volví a agacharme y volví a dirigir mi lengua hacía su culito, haciendo las dos un sesenta y nueve perfecto en el que nuestras lenguas se movían a la vez, cada una en el culo de la otra, con la misma armonía que una danza de ballet.
Su cuerpo se retorcía bajo el mío y el mío sobre el suyo. Quería más, quería tener más placer y darle más placer, así que, como Apula ya estaba bien lubricada del sesenta y nueve que estábamos haciendo, empecé a meterle los dedos.
Estaba tan dilatada que pude meterle tres dedos de golpe. Escuche su gemido de sorpresa y su ronroneo de satisfacción y placer cuando los metí hasta el fondo y empecé a sacarlos. Un instante después noté los suyos haciendo lo mismo con mi culito y empecé a gemir yo también al notar como los dedos de Paula entraban y salían de mi interior.
Nos follamos mutuamente con furia y delicadeza al mismo tiempo, como dos buenas mujeres deseosas de orgasmos. Nuestras manos salían y entraban la una de la otra. Nos girábamos en la cama. A veces yo estaba encima y a veces ella, pero nuestras manos no salieron de nuestros culos en ningún momento.
Nuestras bocas volvían a encontrarse de cuando en cuando, con los pintalabios ya casi perdidos y corridos, cuando eso pasaba, nuestras lenguas iban al compás de nuestros dedos y gemíamos la una en la boca de la otra.
Nos empezamos a follar la una a la otra cada vez más rápido. Yo sentía mi orgasmo cerca y por los gemidos y temblores de Paula el suyo tampoco debía estar muy lejos, así que intensifiqué aún más el ritmo de mi mano, ella hizo lo mismo con la suya, y nos acabamos corriendo al mismo tiempo, tumbadas la una al lado de la otra, gritando y retorciéndonos de placer con los dedos aún metidos cada una en el culo de la otra.
Tras un rato así, sacamos las manos de nuestros culos. Paula, se me acercó en la cama, me dió un besito en los labios y sonriendo, me dijo:
-Gracias por enseñarme que siente una mujer mi amor.
-Cariño, esto solo acaba de empezar.- Le contesté, y me acerqué a besarla de nuevo.