Mi primera experiencia en un club swinger
Después de un tiempo, me animo a contar cómo empecé a frecuentar con la vida swinger dentro de mi matrimonio. Realmente la experiencia inaugural se dio de una manera muy espontanea y querida, por lo tanto, la disfruté enormemente, lo que me abrió la cabeza y me animó a seguir explorando.
Todo esto comenzó hace 17 años, aproximadamente. Venía de separarme de mi primer marido, con el cual tuve una hija, así que mis estados de ánimos eran bastante variables, la situación no se presentaba para nada cómoda, a pesar de que siempre fui una mujer muy independiente en mis decisiones y actividad. Creo que eso me ayudaba para recomponerme estructuralmente. Dentro de ese marco, proseguí mi vida viviendo en el mismo departamento de mujer casada, junto a mi niña e intentando que nada cambiara dentro de lo posible, hasta que conocí a Claudio, mayor 12 años, tres menos de la diferencia que había con mi ex. Coincidencia o elección del inconsciente, pero era lo que me atraía.
Claudio, se diferenciaba de mi ex, ya desde lo físico. Bien cuidado. Le encantaba siempre estar con la ropa adecuada para la ocasión, pero, además, resultó ser un gran adepto a todo aquello que se relacionara con el sexo y a potenciar su ejecución. Ese condimento, tan especial, fue lo que nos unió en tan poco tiempo y lo que nos llevó a necesitarnos casi siempre. Lo que no me disgustaba para nada, muy por el contrario. Tal es así que, no perdíamos oportunidad de revolcarnos en cualquier lugar de la casa, aprovechando que mi hija se encontraba en la casa del padre, abuelos o amigas del colegio. A los tres meses de conocerlos, Claudio ya estaba conviviendo conmigo.
De esas charlas, por demás jugosas, que solíamos tener antes y después del sexo, comenzó a interiorizarme del mundo swinger en Buenos Aires. Él, ya venía con experiencia encima, por haberlo practicado con su ex mujer y haber realizado varios tipos de intercambios, por lo que para mí pasó a ser un maestro en la materia. No voy a negar que el sexo me apasiona y que lo considero fundamental, cómo fuente de energía en la relación hombre-mujer, pero jamás tuve la idea, ni oportunidad de que me lo plantearan dentro de otro contexto, que no fuese el de una pareja.
Así, casi sin darme cuenta, fui asociándome al nuevo escenario de la pasión carnal, primero mental y físicamente, después. Una de las cosas que más había gravitado en mí, era la forma que tenía Claudio para transmitirme el deseo y hacerme su cómplice en cada una de sus incursiones. Había abierto una puerta que, hasta entonces, parecía ser inadvertida. Manejaba con precisión el idioma erótico en su forma más descarnada. Con él, aprendí a sentirme puta y liberada, sin prejuicio ni culpa. A hablar de la forma más chancha y caliente que pueda imaginar, y, nutrirme de los morbos más increíbles, de los que no voy a arrepentirme jamás.
Con él, conocí los boliches swinger que funcionan en los distintos lugares de Capital, inclusive dos de Córdoba. Al comienzo, el impacto en mí fue grande, hasta que fui adaptándome. Precisamente, en uno de ellos, por el barrio Sur, ocurrió mi primera aventura pública. Recuerdo que llegamos después de la 01,00 de un sábado, había bastante gente. Muchas parejas de edades similares a la nuestra, la mayoría, reinaba la confraternidad y mucha música. Nos acercamos a la barra, pedimos nuestra bebida y comenzamos a hacer el típico reconocimiento visual del ambiente. Luego de un largo rato, cuando ya iba por mi segundo Martini, se nos acercó una de las coordinadoras del lugar para comunicarnos que la mujer, de una pareja, quería charlar conmigo. Casi sorprendidos, le respondí que con mucho gusto. No pasó un minuto que, una mujer, tirando a rellenita, rubia cabellera, insinuantes pechos, mejor cola y piernas y de unos cuarenta y pico de años, se presentó ante nosotros:
---“Hola, soy Julieta, casada, vine con mi marido. La verdad es que, te vi entrar y me impactaste. Tienes mucha sensualidad y pareces muy sexual. Bueno, y como tengo la fantasía de estar con una mujer, aquí estoy”.
Me quedé muda, no sabía cómo reaccionar. Claudio, ducho en esas cosas, me salvó de un papelón, invitándola a que tome un trago con nosotros, mientras hablaba conmigo. Mientras ella tomaba su trago, seguía mirándome con un encanto increíble. Interiormente sus labios carnosos, bien delineados y sus pechos, con unos pezones que parecían querer salírseles, me habían producido un fuerte sacudón. Hacía añares que no me pasaba eso con una mujer, desde aquella revolcada que me había pegado con Lucy, una compañera de colegio, con la cual supimos apaciguarnos las hormonas entre los libros de exámenes. No podía sacarle los ojos de sus pechos y su boca. Hasta que me dijo, sin vuelta alguna:
---¿Te gustan mis tetas…te gustaría comerme la boca?.
Y allí fue que liberé la zorra que todavía estaba escondida en la formalidad.
------Por supuesto que me gustan. Tienes una boca muy sexy y unas tetas para comérmelas toda. Hace mucho que no lo hago, pero ahora estoy con mi marido.
“Por mí, no se preocupen, si tienen ganas de pasarla bien juntas, adelante. Pero eso sí, ¿me dejarán verlas?, intervino Claudio para darme ánimo. Lo que me sacó un peso de encima y potenció mis ganas por descubrir que más tenía y quería Julieta.
---Bárbaro, entonces vamos al privado. Allí vamos a estar más cómodas y poder conocernos como queremos.
Entrelazó su mano derecha con mi mano izquierda y me condujo (escaleras arriba) a uno de los reservados que estaba libre. Ni bien entramos, ella, un poco más baja que yo, posó su mano detrás de mi nuca, me bajó la cabeza y me comió la boca, casi con desesperación. Su boca eras y sabía increíble. En instantes la humedad de sus labios y lenguas traspasaron a los míos que la recibieron con un gusto inimaginable. Estoy segura de que, hace tiempo no me calentaba tanto un beso. Con tanta lujuria, pasión, deseo manifiesto y calentura. Además, era otra mujer. Mientras nuestras bocas no se daban respiro, lo que hacía que la temperatura corporal se incrementara horrores, sus manos recorrían mi cuerpo, desde la espalda hasta las nalgas, de las cuales se aferró para masajearlas a más no poder.
--- ¡Qué culo precioso tienes mi amor! Es una delicia, quiero chupártelo todo. Quiero conocer tus secretos. ¿Me vas a dejar mi vida…Vas a hacerme tuya?
-------Por supuesto….Toda mía, corazón…No sabes cómo me calientas. Quiero que tu boca me bese toda, me coma cada rincón del cuerpo, me moje, me muerda. Quiero comerte las tetas, mi vida. Por Dios, que tetas increíbles que tienes. Te las voy a chupar cómo nadie te lo hizo.
Era indudable que entrar en ese mundo del deseo, no me había costado nada. Era como si hubiera estado siempre dentro de él. Nuestras manos se habían apropiado de nuestros cuerpos calientes y ya húmedos del sudor que nos producía tanta calentura. Con gran habilidad, mientras no dejaba de besarme de la forma más dulce y entregada posible, bajó el cierre (a lo largo de mi espalda) de mi ajustado vestido negro de hilo, el que con un suave movimiento de hombros, fue a dar en el piso, dejando mis pechos al descubierto y mi tanga con encajes a disposición. A su vez, ella también traía un vestido negro, pero con cierre al costado, para lo que me llevó un poco más de maniobra para sacárselo, pero era más osada que yo. También no traía corpiño, pero tampoco tanga o bombacha, su pubis era una selva de pelo oscuro, lo que me enloqueció y descontroló por completo, y sus tetas y piernas, una maravilla cómo hacía mucho tiempo no veía tan de cerca.
Al quedar mis tetas al descubierto, que no son nada pequeñas, pero bien formadas y con rojos pezones, sus labios y su lengua tardaron segundos en posarse en ellas y hacerles notar el deseo que provocaban, a la vez que su manos trataban de darles más volumen para que su boca se llenara y con un simple envión de su cuerpo me acostó a lo largo del sillón-camastro para acostarse sobre mí, mientras seguía con su tarea de chupado de tetas, boca, cuello y resto del cuerpo, con su pierna derecha comenzando su faena de masajearme la concha depilada, pero con sus labios ya abiertos y empapados de jugo.
---Amor, cómo te deseo. Eres un manjar precioso. Qué suerte que te encontré. No tienes idea las ganas que tenía de estar con una mujer como vos. ¿Vas a ser mía…me vas a dejar ser tuya?
------Sí mi vida…quiero que me cojas todo lo que quieras, que me hagas venir cómo una perra. Quiero ser tuya y qué seas mía. Que me acabes en mi boca, me llenes de tu leche y yo inundarte la tuya. Quiero gritar con vos.
Luego de estas palabras, corrió su cabeza y fue a parar en mi concha, que ya era un mar embravecido, para comenzar a comerla cómo jamás nadie me la había comido. Con tanta pasión, conocimiento y deseo. Su lengua hacía estragos por dentro. Sus labios me succionaba el clítoris con una habilidad que, parecía que lo hacía crecer cada vez más. A la vez, sus dedos, mojados por los pegajosos líquidos de mi concha, se introducían cuidadosamente por mi culo palpitante, que lo recibían fervorosamente. Para darle más facilidad a su tarea, apoyé mis pies y levanté la cadera para que mi culo estuviese liberado a su juego anal.
------Ayyy mamita, siiiiii, cojeme así, no pares, por favor. No pares, haceme tuya, quiero ser tu puta. Cojeme toda guacha, quiero acabar toda para vos, llenarte de leche, dame más, más. Dale mi vida, no pares, tu hembra está loca por vos..
Fue tanta la entrega que Julieta puso en mí que, en un momento sentí un torbellino que me estremeció todo el cuerpo. Creí perder la razón del tiempo y el espacio. Comencé a temblar toda y a gritar sin importarme nada. Era el preludio de lo que se venía. Parecía que alguien había abierto una canilla. De lo turbada y caliente que estaba, no llegaba a distinguir si estaba orinando o acabando como jamás. Era un río que se había salido de su cauce. Ella no cejaba de comerme las concha, mientras los chorros de mi orgasmo le empapaban su cara, su rubia cabellera y empapaba, inevitablemente, el acolchado bordó del camastro. Así estuve más de un minuto, hasta que quedé sin fuerzas para nada. Cuando entreabrí los ojos, Julieta estaba todavía sobre mí. Me acariciaba, me besaba dulce y cuidadosamente por todas partes y me hablaba casi susurrando:
---Amor, que increíble eres…No puedo creer que acabaras así. Mira como estoy, empapada de tu leche…Además, que rica es. Me acabas de hacer muy feliz. No quiero perderte. ¿Te gustó cómo te cogí?
-------Si, mi vida. Vos también eres increíble. Eres una hembra hermosa. Quiero tenerte siempre en la cama….Podemos hacer muchas cosas juntas. ¿No te parece?
Cuando nos incorporamos, Claudio y el marido de Julieta, estaban parados en la entrada del privado. Habían sido testigos plenos de ese encuentro que marcó el comienzo de una relación de amistad y sexo, que luego se hizo de a cuatro.
Si no los aburrí, prometo seguir contándoles más experiencias. Hasta la próxima.
Gloria