Mi primera experiencia con un perro
Estando en mi casa solita, un Gran Danés bello de unos vecinos me permite descubrir otros placeres carnales, los de ser una verdadera perra de un perrazo...
Pasados varios meses de mis aventuras en la playa, y en total calma entregada al rico sexo que me proporciona mi esposo Fabián, me encontraba regando mi jardín, solita en casa; mi marido en su trabajo. Escucho repentinamente los ladridos fuertes de un perro que proviene de la casa de unos vecinos. Me asomo por la pared que es baja y puedo ver a un Gran Danés enorme, de color marrón chocolate, que se encontraba en el patio como lamentándose de estar solito. Lo veo y quedo deslumbrada ante los músculos y el tamaño de aquel perrazo, era muy lindo.... Me dio curiosidad y lo llamé:
-Fui fuiii, perrito ven, perritooo....
El can me observó, movió su pequeña cola y se acercó emocionado, se notaba mansito, estos perros suelen ser así a menos que se les entrene para la agresividad. Al apoyarse en sus patas traseras, alcanzó fácilmente superar la altura de la pared y sacó su lengua como queriendo saludarme. Le hice cariños sobre su cabeza y empecé a hablarle como si de una persona se tratase:
-Hola amiguito, qué, te dejaron solito en casa, eh?
El perro brincaba queriendo saltar la pared, yo me reía de su desespero y agilidad hasta que, ¡zas!, de repente pudo saltar y pasar a mi lado. En principio me asusté, mientras el can apoyaba sus patas delanteras sobre mi pecho e intentaba lamer mi cara, yo me quitaba sus patitas con las manos pero era fuerte en condenado. me fui calmando y empezamos a jugar, era como un niño ávido por divertirse ante quien parecía una nueva amiga que le obsequiaba afecto. Así estuvimos un rato, la verdad el perro era precioso y poseedor de un cuerpazo, de veras, me tenía fascinada. Corríamos por el jardín, me empujaba, yo a él, y así nos divertíamos entre risas y ladridos. Me puse en cuatro patas, simulando ser una como mi aguito color chocolate, y seguíamos echando varillas de esa forma. En una de esas se acostó, como pidiendo caricias en su abdómen, me causaba ternura y gracia verlo así, por tanto, empecé a tocarlo con suavidad por su pecho y barriga. Presumo que ante mis cariños y confianza que le brindaba, el muy sinvergüenza dejó salir la punta de su miembro de la funda.... Aquello me sorprendió al principio pero de repente mi suiche de morbo se pasó y la curiosidad me invadió. Al estar solos en mi casa y no estar tampoco los vecinos que pudiesen asomarse, quise ver qué sucedía si tocaba esa parte aún recubierta del pene del can. Así, con cuidadito y delicadeza, comencé a pajearlo poco a poco. Chocolate (así decidí llamarlo) sacaba su lengua, abría más sus patas traseras y dejaba salir un inmenso falo de color rojizo y venoso, debo decir que me agradó ver aquello aunque sentía remordimiento porque inetrnamente me recriminaba 'Raquel, ¡es un perro chica!'; pero ya era tarde, empecé a ver a mi amigo como un macho que seguramente quería placer más allá de juegos y quien mejor que yo, una putita a quien hasta perra me habían llamado mis amantes, para proporcionárselo.... Cuando una buena parte de aquél mástil se encontraba afuera, segregando líquidos, lo tomé directamente con una de mis manos, ¡estaba hirviendo aquel pene!, y seguí masturbándolo. Chocolate emitía quejidos pero se dejaba, le gustaba obviamente, así aceleré mis movimientos hasta que lanzó una cantidad grande de semen perruno por todas partes. Con uno de mis dedos decidí probar su lechita, era amarga pero nada desagradable.... El perrazo se pueso de pie y se separó de mí, empezando a pasar su lengua por su pene como limpiándoselo. Lo observaba ya como hembra en celo, con ganas de ser yo quien pasase mi lengua por aquel majestuoso miembro. Me acosté sobre la grama, bajé mis shorts y pantaleta para iniciar una masturbación alocada, pensando que se la chupaba a Chocolate.... En eso, el can se acercó y comenzó a pasar su lengua por mi entrepierna, una lengua rugosa y mojada que me daba lametones como jamás hombre o mujer alguna podrían haberme proporcionado, hasta hacerme tener un orgasmo rapidito y full intenso.
Ya estaba transformada en toda una perra, sentía que ese macho vigoroso y fuerte debía hacerme suya como fuera, él me veía con lu lengua afuera, yo le rodeaba, lo tocaba, lo besaba, busqué rozar mi lengua con la suya hasta lorgarlo, pudiendo abrir mi boca para que él explorase como quisiese mi cavidad, sentía aquello tan divino, tan diferente pero sensual.... Me quité la franela quedando ahora totalmente desnuda, pasé mis dedos por mi vagina ya empapada para restregar mis flujos por mis tetas, y así mi grandote inició lamidas excepcionales sobre ellos, ¡lo cual me enloquecía más y más!
-Rico papi, lame mis tetas, son tuyas, aagghhh.... -Le hablaba a Chocolate pidiendo me diera placer.
Me entraron más ganas de chupar su miembro, así que lo pajeé de nuevo hasta ver salir aquella hermosura de verga, la cual estaba afuera hasta su bola que era enorme. Acerqué mi cara embobada ante su prodigioso falo, el cual lamí un ratito hasta empezar poco a poco a engullirlo en mis fauces. Inicié una chupada lujuriosa, quería que mi macho sintiese mi agradecimiento por hacerme sentir tan gratamente, al mismo tiempo que yo disfrutaba de la textura y sabor de su grosor y líquidos que, a tan sólo segundos de iniciar mi mamada, descargó con ímpetu en mi garganta que complacida se tragaba una descarga bárbara. Sonriente me separé y busqué su hocico para besarnos otra vez, lo abracé con fuerzas de lo bien que me sentía pero ya el momento de la cópula se aproximaba porque Chocolate empezó a paterame y reclamar con gruñidos que yo, su hembra, le ofreciese ser montada. Y así, me coloqué en cuatro patas, separando mis piernas lo suficiente y bajando mi torso bastante, quedando mis caderas a una altura adecuada para que el can se percatase que podía penetrarme. Empezó bruscamente a intentar montarme y me rasguñaba un tanto pero no me importaba en realidad de lo caliente que estaba, una vez que se ubicó en buena posición, sentí su verga chocar contra mi culo y labios vaginales, como me daba excitación y angustia, dejé que lo intentase sin ayudarlo, pero no atinaba a meterlo, quizás por inexperiencia.... Se bajaba, yo me movía y colocaba otra vez en posición sumisa, hasta que luego de varios intentos, con una de mis manos y poco equilibrio por la fuerza de aquel perrazo, logré ayudarlo a ensartarme. Su miembro grande inició entonces la vapuleda, arrancándome quejidos y gritos de placer:
-Aaagghhh, aayyy, así, así mi macho, anda, dame duro.... ¡Cójeme anda, cójete a tu perra!
Le hablaba totalmente entregada al éxtasis y sensaciones como ningunas, su vigor casi me tumbaba pero yo soportaba estoicamente aquellas cogidas prodijiosas que me daba Chocolate, provocándome dos orgasmos seguidos hasta sentir su corrida dentro de mi vagina que, hinchada y acoplada, recibía su semen de bestia rico. No me abotonó como suelen hacer con las perras de su género, sino que se apartó, se recostó de medio lado y limpió su miembro. Yo caí desfallecida de gusto, mmmm, qué cogida me dio ese perrazo. Casi a rastras, me acerqué a él poco a poco hasta acostarme a su lado y acariciarlo con mucha ternura. Había descubierto un nuevo placer a tantos ya vividos, y sentía un agradecimiento y una sensación de cariño hacia aquel macho que me lo había proporcionado así, tan sabroso.... Después de juguetear un rato, Chocolate se paró con su verga afuera como indicándome que quería volver a poseerme. Yo, obediente y aún con muchísimas ganas, volví a mi posición de perrita, moviendo mis culo en señal de entrega.
-Ven amor, ven y móntame. Hazme tuya, papito, de nuevo....
Mi fornido amante me montó, aprisionó con sus patas delanteras como impidiendo me le escapase, golpebaba otra vez mis agujeros con frenesí hasta metérmelo de un sólo golpe en la vagina.... Su cogida esta vez fue más brutal, sentía que llegaba más adentro de mí y, luego de un mete y saca divino, sentí que su bola ahora empezaba a ingresar en mis entrañas. Me dolía, era grandísima y se dificultaba su entrada, pero a Chocolate eso no le importaba y quería ya demostrar que era mi dueño, para él era de su propiedad y tenía que llenarme de semen e imponer su fortaleza abotonándome, así que debí aguantar hasta que me invadío su bola, pero luego del dolor sobrevino el placer.... Varios orgasmos me hicieron apaciguar lo doloroso de la intromisión de toda su majestuosidad y disfrutar de aquella sumisión que me correspondía por ser una perra, la perra de Chocolate quien se quedó quieto, pegado a mí como por 5 ó quizás 10 minutos. Allí, unidos y sin movernos, estuvimos hasta que él decidió desunirse. Al hacerlo, sentí que mi vagina quedaba abiertota por haber soportando durante tanto rato la prescencia gigante de aquel miembro animal, ¡pero qué placer, juro que me sentía tan divina, tan hembra, tan dichosa de ser cogida por ese macho hermoso que, orgulloso, me veía con la certeza de saberme suya! (Continuará).