Mi primera experiencia con tacones
Desde que era niño me llamaban la atención los zapatos de mujer. Sentía una extraña sensación cuando los miraba que no sabía explicar. En unas vacaciones en la casa de mi tía tuve mi primera experiencia con tacones. Y fue entonces cuando me acepté como fetichista y hasta hoy disfruto de mis fetiches
Fue en unas vacaciones en casa de mi tía. En aquella casa siempre había mucha gente y mis primas estaban en esa edad en que lucir tacones era casi una necesidad, por lo que siempre había algún calzado femenino a mi alcance con el cual satisfacer mis calenturas quinceañeras.
Cuatro mujeres jóvenes y atractivas se paseaban todo el día arriba y abajo, por la casa mostrando sus pies semidesnudos, calzados con chanclas, sandalias, zuecos y tacones altos cuando salían fuera por cualquier motivo. Ese verano disfruté de toda una colección decalzado femenino sin que nadie sospechara lo más mínimo.
Una tarde al llegar de la playa, una de mis primas entró a ducharse y cuando salió noté que se había cambiado de calzado ya que entró con unas chanclas y salió con unas sandalias de cuña alta. Cuando me disponía a entrar al baño para ducharme yo me detuvo y me dijo que iba a cambiarse de calzado ya que con las chanclas estaría más cómoda hasta que saliéramos a dar una paseo. Entró de nuevo al baño y salió con las chanclas , dejando las sandalias en el baño. Inmediatamente me metí en el baño y me asguré de cerrar por dentro, excitadísimo sólo con la idea de calzarme esas maravillosas sandalias destalonadas.
Abrí la ducha y me subí a aquellas sandalias, admirando lo bien que me quedaban. Mi polla se puso dura al instante y noté como me ruborizaba mientras empecé a pajearme con ansiedad, sin deja de mirar hacia mis pies. En pocos minutos me corrí con violencia sobre el plato de la ducha. Genial; fue una experiencia genial. Me excité tanto que mi polla aún quedó dura. No quería demorarme demasiado por lo que me duché rápidamente, me sequé y como aún mi polla estaba dura me calcé las sandalias y me pajeé otra vez ante de saliar del baño. me puse ropa cómoda y salí para ir al patio a estar fresco.
Tuve que beber un largo trago de agua para reducir la ansiedad que me creó la experiencia. Deseaba que llegara la noche y volver a calzarme esas sandalias o cualquier otro calzado de mis primas que quedara a mi alcance.
Desde aquél día tuve claro que repetiría la experiencia siempre que tuviera oportunidad y en ese verano tuve muchas oportunidades.
Por la noche después de cenar fuera ellas y sus parejas decidieron ir a tomar un par de tragos antes de ir al teatro y me invitaron a que los acompañara. Me tomé un par de cubatas y me fui a casa. Dada mi edad, podía darme por contento por permitirme tomar un par de tragos. Ellos volverían tarde, lo cual me daba la oportunidad de encontrar algún calzado de ellas en la casa ya que, cuando veraneaba allí, mis padres y mis tíos dormán en el piso de arriba.
De camino a casa ya estaba empezando a excitarme solo de pensar si algunos de los que les había visto puestos estarían accesibles, sin que tuviera que buscar mucho.
En esos cinco o seis minutos me imaginé con todos ellos puestos. Tenía la boca seca por la excitación.
Llegué a la puerta de la casa, saqué la llave y abrí, entré y comprobé que estaba sólo. Cerré con llave por dentro y fui al baño. Había dos pares de chanclas pero yo estaba interesado en otra cosa. Fui a la habitación de al lado y...ooohhh sorpresa!! allí estaban medio debajo de la cama, unas sandalias negras de tacón de aguja de una sola tira sobre el empeine y con cierre de hebilla tipo pulsera.
Las cogí y comprobé la talla: un 38. Perfectas para mis pies.
Me senté en la cama me quité mis sandalias de hombre y me calcé las de mujer. Me puse en pie y di unos vacilantes pasos por la habitación, me sentí genial subido a esas sandalias que la había visto puestas a mi otra prima la tarde anterior. Me aventuré a recorrer el pasillo que lleva al patio y me fumé un cigarrillo en él disfrutando del momento. Volví sobre mis pasos y al pasar junto a la habitación me dtuve frente al espejo del armario ropero. Me desnudé de cintura para abajo y me masturbá mirandome en el espejo, lentamente, despacio, disfrutando cada segundo.
Mi polla palpitaba y la excitación crecía y crecía hasta que me corrí larga y violentamente salpicando todo el espejo y parte del suelo.
Con las sandalias aún calzadas fui al baño y regresé enseguida para limpiar todo aquello.
Después, con un poco de pesar me descalcé las sandalias, las coloqué más o menos como las encontré y me fui a dormir a mi habitación.
Hoy ha sido un genial, pensé, A ver qué tal me va mañana.