Mi primera experiencia con mi padre

Miguel, mi padre un hombre de carácter fuerte, me educó con dureza, sin una caricia, sin una palabra amable, se enteró de mi experiencia sexual con un amigo de él, lo que precipitó a una relación entre nosotros que originó un cambio en su trato conmigo.

El sol estaba por ocultarse, llegué a mi casa después de haber salido de mi trabajo, un empleo en un taller de radio reparación con Miguel un amigo de mi padre, ambos llevan el mismo nombre, después de tomar un baño, y vestirme con una camiseta pegada a mi cuerpo y un pequeño short. Pasé por la cocina por algo para cenar, me dirigía a mi cuarto cuando me vio mi padre y me llamó

--Ven para acá pendejo, quiero que me aclares algo, que conteste a una pregunta muy delicada que voy a hacerle, y quiero que me hables con toda la verdad.

La cara de Miguel era de una expresión dura, de enojo, sus puños apretados, sus facciones descompuestas; permanecí en silencio, esperando la pregunta y así conocer el motivo de su enojo.

--Dime una cosa pedazo de tarugo, ¿te crees con la suficiente edad para andar por ahí revolcándote en una cama, o sabrá donde más teniendo sexo con un hombre?

--Yo no, no, para nada. ¿Como puede pensar eso?

--No es que lo piense pedazo de tarugo, es que ¡lo sé, estoy enterado que has tenido sexo con hombres, ya se me hacía raro que… y quedó inconclusa su frase,

--Es que no es verdad lo que dice, no es verdad.

--No mientas embustero, desde mañana dejas de trabajar con Miguel, en mal hora conseguí que fueras a ayudarle.

--Pero…

--Nada de peros. Y en lo sucesivo me debes de informar donde andas, cuando me encuentre fuera de casa tu madre será la encargada de cuidarte, no quiero que vuelvas a ver a Miguel, te lo prohíbo, ahora ya sabes trae la vara.

Miguel era el hombre dueño de un taller de radio reparación amigo de mi padre, ambos tenían el mismo nombre, tenía dos meses trabajando después de la escuela.

Sabía lo que me esperaba, cuando estuve frente a él para entregar la vara de membrillo, hizo que me bajara el pantalón y los calzones, me agachó y me propinó uno, dos, cinco golpes, bien dados, los varazos quedaron marcados en mis nalgas, me ardían, las lágrimas rodaron por mis mejillas, mas no emití ningún lamento.

--Eres muy hombrecito para no quejarte ¿Verdad? Así deberías comportarte para no andarle abriendo las piernas a cualquier macho que te la deje caer.

--No señor, yo no…

--Cómo que no, sé muy bien que ese tipo te la dejó caer, y todavía lo anda platicando por ahí.

--Pero yo solo…

--Si, solo te pusiste para que el macho ese se aprovechara de ti. Te vas a tu cuarto, no tienes permiso para salir, solo irás a la escuela y te regresas a casa.

Los días que siguieron solo asistía a clase, mi madre tenía el encargo de comprobar que llegaba a la hora convenida, al llegar a casa, tomaba mis alimentos y después me recluía en mi cuarto a estudiar. Trataba de no encontrarme con Miguel. Una tarde en casa solo estábamos él y yo, mi madre pasaría dos o tres días fuera visitando a la abuela, fue entonces que escuché ruido en el cuarto vacío donde Miguel acostumbraba a hacer ejercicio, la curiosidad me venció y me acerqué al punto donde me situaba para verlo.

No era la primera vez que lo espiaba, me llamaba la atención su idea de hacer ejercicio totalmente desnudo en un cuarto que utilizaba para ello, me situaba en una esquina de la ventana que miraba al patio, se sentía en confianza, solo, saltando, alternando un pie y el otro, haciendo genuflexiones, sentadillas, se recostó sobre el frio piso levantaba una pierna, alternándola con la otra, su gordo pene y gran glande apenas asomaba cubierto por su prepucio, descansaba sobre su estómago, su pecho subía y bajaba respirando agitadamente por el esfuerzo realizado, lentamente bajó la pierna que mantenía levantada, cerró los ojos y puso ambas manos sobre sus genitales, comenzó a acariciar su gran pene, un descuido me hizo resbalar hice ruido.

--Que manía la tuya de estarme espiando, largo. –gritó--

Rápidamente me metí en mi cuarto solo me acerqué un café y un emparedado para cenar, una vez que lavé mis dientes, tomé un libro, me metí en la cama a leer, transcurrió un buen tiempo, sentí un sueño profundo, sin apagar la luz me quedé dormido con mi libro sobre el pecho, en ese momento escuché a Miguel

--Juan, ya duérmete, es tarde, antes apaga la luz, que tu no pagas el recibo.

No contesté, puse el libro sobre la mesita me levanté, accioné el interruptor y me volví a acostar, si estaba cansado, traté de conciliar el sueño, escuché el ruido que producía el aire al pegar sobre las ventanas, hacía frio, me cubrí con una sábana y un cobertor, me puse calcetines, y un short, mi preferido.

--No me contestaste imbécil, sabes que me disgusta que te quedes callado cuando te ordeno algo.

Entre dormido y despierto le dije, si señor, me voy a dormir; no me reclamó nada más, el silencio solo era roto por el viento que arrastraba la arena del desierto y la azotaba contra las ventanas.

--¿Ya te dormiste?

Permanecí callado, preferí no contestar, un rato después nuevamente me llamó

--Juan, Juan, ¿Ya te dormiste?

--No señor, no me he dormido. ¿Se le ofrece algo?

--Hace frio, ven a mi cama, acuéstate conmigo, y me traes un vaso de agua, tengo sed.

--Si señor, ya voy, se la llevo.

Me levanté, tomé un vaso con agua de la cocina, fui hasta su cuarto, toqué a la puerta,

--¡Pasa Juan, está abierto! Ven acuéstate a mi lado, hace frío, metete bajo la sábana.

Sabía que lo del frio era una excusa tonta, siempre durmió desnudo, cubierto únicamente con una delgada sábana, y hoy no era la excepción, me senté sobre la cama antes de acostarme, no tenía la confianza para hacerlo, levantó la sábana para que me tendiera a su lado, efectivamente estaba desnudo, su pene estaba erecto, una rápida mirada me hizo ver su prepucio hacía atrás, mostrando su gran glande.

Al acostarme a su lado Miguel se abrazó por detrás, el calor de su cuerpo me reconfortó, mis pies estaban fríos, titiritaba.

--Sabía que estarías con frio Juanito.

Me extraño la forma como me llamó, no recordaba cuando había le había escuchado llamarme así, Juanito, sentí su cuerpo desnudo, su pene pegarse a mí, me abrazó sin menor asomo de pena o de vergüenza por estar desnudo, paseo sus manos por mis piernas.

--¡Estás muy frio! En la primera oportunidad vamos a comprar un cobertor para que no pases frio en tu cama.

--Si señor, como usted diga.

Sentí su respiración sobre mi cabeza, sus manos inquietas subían y bajaban por mis piernas, sentía entrar en calor.

--¿Qué hacías la otra tarde mirando a través de la ventana cuando hacía mis ejercicios?

--Nada Señor, nada,

--No mientas Juan, bien sabes que si algo no tolero son tus mentiras, te vi asomado por un ángulo de la ventana. Me imagino que ya tenías buen rato espiando, ¿Qué es lo que te interesa?

--Bueno, si me asomé a verlo hacer ejercicio, escuché ruido en el cuarto, sentí curiosidad por eso me acerqué, solo fue un momento.

--Sabes que los maricas no me gustan, pero tu no lo eres, el que te guste la verga no quiere decir que lo seas.

Permanecí callado, su abrazo era cálido, amable, su respiración chocaba con mi cuello, su pene descansaba sobre mi espalda baja, grande bien erecto.

--Voy a hacerte una pregunta, quiero que me la contestes sin ocultar nada, recuerda que me disgusta que me mientas. -Esta última frase la dijo marcándola, haciéndome saber que no debía faltar a la verdad-

-- Diga. -sentí un temblor a lo largo de mi cuerpo, temiendo la pregunta-

--¿Qué te hizo Miguel? ¿Qué le hiciste?

Permanecí callado, no sabía que contestar, o como hacerlo, sentía su respiración sobre mi cuello, sus manos continuaban tocando mis piernas, subiendo por mis muslos, buscando el botón de mi short.

--¿Te acarició las piernas?

--Si.  mi contestación fue apenas audible.

--Habla más fuerte, ¿te acarició las piernas?

-- Si, si me las acarició las piernas, señor

--¿Te acarició las nalgas?

Para ese momento ya había atinado a desabotonar y bajar el cierre de mi short, trataba de bajármelo, su pene pegaba a la altura de mi cintura, rígido, bien parado. Yo mismo me sentía excitado, mi pequeño se sentía erecto.

--Me imagino que le acariciaste la verga, y que se la mamaste.

--Si todo eso.

--Dime, dime que le hiciste.

Sentí como deslizaba hacia abajo mi short, no hice el menor intento de ayudarlo, Miguel me lo bajó, no me dijo nada, solo lo hizo, lo mismo sucedió con mi camiseta, quedé igual que él totalmente desnudo, sus manos recorrieron mi espalda, mis piernas, mis nalgas, por primera vez, que yo recuerde nunca recibí una caricia de Miguel.

--Él, Miguel, me acarició, mis piernas, mis pompis

--¿Te gustó? ¿Lo disfrutaste?

Me sentí abrumado, no tenía forma de decir que si me había gustado. Las Manos de Miguel acariciaban mis nalgas, sus dedos recorrieron el espacio entre ellas, un beso en mi espalda me estremeció, lo sentí motivado, deseoso, lleno de cariño y ternura. Puso palabras dulces en mis oídos. Si, ese hombre hosco era capaz de prodigar ternura.

--No tengas miedo Juanito, dime, ¿te gustó?

--Si señor, si me gustó mucho.

Esto último lo pronuncié casi inaudible, tomó mi mano y la puso sobre su falo, lo acaricié a todo lo largo con mucha lentitud, sintiendo su dureza, lo firme de su tronco, lo grande de su glande, semejante al sombrero de un hongo, hice hacía atrás su prepucio para descubrir su glande acariciándolo, esta, era la primera vez que lo tenía en mis manos, lo había visto varias veces, ahora sentía su calor, su dureza.

--¿quieres mamar? Métela en tu boca, chupa mi verga. -me dijo-

Deshice el abrazo donde estaba, me coloqué hincado entre sus piernas, la acaricien le di un beso, pasé mi lengua por su glande, olía a limpio, una y otra vez alrededor, abrí mi boca y devoré su glande, bien grande, mamando, estaba mamando el Pene de Miguel.

--Si, así, sigue, sigue, te gusta, ¿así se la mamaste a Miguel? Sigue.

No dije nada, no podía, mi boca estaba llena, con aquel pene de gran glande, similar a un hongo, Miguel hacía el esfuerzo de meterlo más y más, estiró sus manos tomo mi cabeza obligándome a tragar más su falo, me ahogaba me salieron lágrimas, estaba siendo rudo conmigo. Logré evadir mano, me levanté ahogándome y tosiendo.

--Ufff, eso estuvo duro. –alcancé a decir—

Me senté en el borde de la cama, Miguel se paró frente a mí, ofreciéndome su pene, vi su cara, denotaba deseo, mostraba sexualidad, tomé su pene y lo estuve masturbando, descubriendo y acariciando su glande, estaba brillante desafiante, abrí mi boca para lamerlo, chuparlo, e introducir gran parte de él en mi boca, esta vez fue más tranquilo, no me forzó dejó que yo mismo llevara la felación mientras tanto acariciaba mi cabeza, mi cara, mi cuello. Lo sentía tenso, había pasado ya mucho tiempo.

--Ven, acostémonos

Se tendió cuan largo era, yo a su lado, quedando frente a frente, acarició mi espalda, fue bajando su mano tocó mis nalgas, me propinó dos o tres nalgadas, abrió su boca y nos besamos en un beso largo, húmedo, mientras sus manos hurgaban entre mis nalgas.

--¿Te gustó con Miguel? ¿Se la mamaste? ¿Termino en tu boca?

--Si señor, se la mamé y si me gustó, y también termino en mi boca.

--Lo suponía, anda, termina tu trabajo, así acostados ya estoy por eyacular.

Me volví para quedar a la altura de su pene, la llevé a mi boca y estuve haciendo la felación, una y otra vez, Miguel estaba excitado, se movía en un momento la tomó con sus manos y se estuvo masturbando, ayudando a su eyaculación, sentí como su cuerpo se ponía tenso, rígido, me la puso en la boca, y explotó. Recibí su semilla, la tragué y me acurruqué en sus brazos, acarició mi pecho, mis piernas, mis nalgas, besó mi cuello, estuvimos en silencio, estiró la mano y apagó la luz.

Espero les haya gustado, pronto seguiré escribiendo sobre mi vida.  Si desean hacer un comentario mi correo es juanfuldos@hotmail.com