Mi primera experiencia con maduritas (final)
Llega el momento de mi marcha, pero antes consigo mi último objetivo: Gloria.
Los que habréis seguido mis relatos anteriores, ya sabéis que durante las semanas que había estado en aquel pueblo castellano, me había follado a las amigas de Gloria, mi casera: Mila, Carmen y la sorprendente Sra. Alfonsi, pero aún no me había follado a Gloria. Y no había sido por falta de ganas.
Tras la “movida” reunión en casa de Faustino y la Sra. Alfonsi, me fui hacia casa de Gloria. Al llegar, envié un mensaje a mi jefe. Ya tenía el documento firmado por parte de la empresa cárnica. Me llamó de inmediato. Muchas felicidades, has hecho muy buen trabajo (si él supiera…). Has demostrado, a diferencia de tus compañeros, que puedo confiar en ti. El jueves que viene vuelas a Londres, tienes que auditar a una tecnológica muy potente. Esta vez, el equipo lo mandas tú. No hace falta que te diga que es una gran oportunidad para tu carrera. Así que no la cagues. En la web tienes los informes de la empresa para que te los descargues. ¡Wow! Mi carrera, por fin, parecía estar encarrilada. Llegué a casa de Gloria flotando. Creo que ni la saludé, absorto en mis pensamientos. Tenía que hacer la maleta. No, antes tenía que descargar los archivos. Pero al abrir la maleta, me di cuenta que dejaba atrás una de las semanas más increíbles de mis últimos años. Me embargó un poco de lástima.
Chico, ¿puedes bajar?, me llamaba Gloria. ¡Gloria! La verdad es que me daba lástima tenerme que despedir de ella. Y, sobre todo, tener que irme sin habérmela follado. Sería una espinita que se me quedaría clavada. Bajé. Uy, pero qué guapo vas (aún iba con el traje). Sí, la firma con Faustino, ya sabes… los formalismos… Es muy majo Faustino, ¿verdad? Un encanto, Gloria, he estado muy a gusto en su casa. ¿te ha enseñado el cerdo disecado? Sí, sí, me lo ha enseñado todo. ¿Quieres que comamos juntos?, me preguntó. Lo siento, pero me ha entrado un nuevo proyecto, Gloria. Me temo que tengo que regresar a mi casa. Gloria no pudo evitar soltar un lamento. Bueno, algún día tenía que ser. Pero como compensación, esta noche cenaremos juntos si quieres. No me iré hasta mañana por la tarde. Bueno, si no tienes cena con tus amigas, claro. ¡Noooo!, exclamó. Y aunque la tuviera. Y reímos. Con el marido de Mila aún pachucho, esta noche teníamos libre. Te voy a preparar una para que te chupes los dedos. ¡Fantástico! Yo traigo la bebida y el postre.
Subí a mi piso, me cambié de ropa, dejé los archivos descargando y me fui a una enoteca más que aceptable en el pueblo de al lado. Compré dos botellas de cava y dos de vino. Lo que no nos bebiéramos, se lo quedaría ella de recuerdo.
Regresé a media tarde. Gloria estaba trasteando en la cocina. Me sorprendió verla con un delantal sin camiseta ni sujetadores. Ni que decir tiene que las tetas se le salían por todos lados, aunque no se llegaban a ver los pezones. Me vio y ni se inmutó por su aspecto. Estoy haciendo rape a la gallega. Fantástico, me encanta. Te dejo aquí las botellas que he comprado por si las quieres meter en la nevera. Por cierto, me dijo antes de irme, voy a poner una lavadora. ¿Necesitas que te lave algo? Con el calor que hace, seguro que para mañana por la tarde ya lo tienes seco y así te lo llevas todo limpio. Pues algo tengo, ¿te lo bajo? No, no, que tendrás trabajo y lo de la cocina ya está en marcha, subo en cinco minutos.
Subí y dejé la ropa para lavar encima de la cama. Yo aproveché para meterme en la ducha. Los archivos ya se habían descargado, pero no me apetecía mirármelos. En ese momento, en la mente solo tenía la imagen de Gloria con su delantal delator. A pesar de mi follada matutina con la Sra. Alfonsi y Lupe, la visión de Gloria me había calentado sobremanera y a punto estuve de hacerme una paja en la ducha. Por suerte, decidí contenerme.
A la hora convenida bajé a cenar. Hacía mucho calor y, como había confianza, no me arreglé. Bajé con unos pantalones cortos y una camiseta. Gloria me esperaba con una de sus batas de seda, también se había pintado discretamente. Estaba muy guapa. De joven debió ser un bellezón y aún conservaba con cierto atractivo, a pesar de un pequeño sobrepeso. La sorprendí poniendo la mesa. La cena ya está a punto, me anunció. Pero antes tengo un regalito para ti. Anda, Gloria, no te tenías que haber molestado. Yo no tengo nada para ti. Bueno, has traído bebida para un regimiento.
Encima de la mesa había un pequeño paquete. Lo abrí son dilación. Al verlo me entró un ataque de risa: era una caja con seis calzoncillos. Gloria se justificó: como llevo ya un montón de días lavándote los calzoncillos, he visto que algunos ya están muy estropeados y que necesitabas una pequeña renovación. Así, además, cuando te los pongas te acordarás de este vejestorio. Ja, ja, ja… de vejestorio, nada Gloria. Que aún te queda mucha guerra que dar. Uy, en este pueblo, no se yo. Todo está muy muerto… y cuando digo todo, es todo. Después de unas risas, Gloria me preguntó: ¿Por qué no te los pruebas? Así vemos si te van bien o los tengo que cambiar. Claro, acepté. Y me fui a su habitación. Dejé sobre la cama los seis calzoncillos. Tres de ellos eran tipo bóxers y los otros eran slips. Cogí uno de los bóxers. Para darle un poco de salsa al asunto, me desnudé completamente y me puse uno de los bóxers que era estampado, de forma psicodélica, y me dirigí al comedor para recabar la opinión de Gloria, como si se tratase de un pase de modelos. Cuando entré, se le cayó el vaso encima de la mesa. Por suerte, no se rompió. Ya que me los has regalado, le dije, quiero que me des tu opinión de cómo me quedan. ¡Uy, qué bien!, exclamó. A ver, acércate un poco más. Me puse a un metro escaso enfrente de ella y me di la vuelta. Te quedan fantásticos, me encantan. ¿Quieres ver cómo me quedan los otros? ¡Sí, sí! Exclamó alegre, entusiasmo que contagió a mi rabo, que se empezó a poner morcillón.
El segundo calzoncillo que escogí era otro de los bóxers, esta vez de color negro. Mi rabo, que se empezaba a despertar, quedaba relativamente disimulado. Entré en el comedor y Gloria se había acomodado en una de las butacas. Acababa de descorchar una botella de cava y me ofreció una copa. Brindamos y se fijó en cómo me quedaba el bóxer. No le quitaba el ojo de encima. Me pidió que me diera la vuelta y noté cómo me tocaba ligeramente el culo. Me estaba empezando a poner cachondo de verdad. Te queda bien, te queda bien. ¡Otro, otro!, me exigió.
El bóxer que me quedaba era totalmente blanco y, por consiguiente, marcaba perfectamente mi paquete. Como estoy operado de firmosis, mi glande se marcaba perfectamente. Cuando me voy, exclamó ¡estos son los mejores! Qué bien te quedan. Nos bebimos la segunda copa de cava. Y me acerqué a ella. Me coloqué a escasos centímetros de su cara. Su mirada estaba fija en mi polla, que estaba cada vez más dura e hinchada, a pesar de que la tenía colocada hacía abajo, ya pugnaba por salir. Gloria me acarició la pierna, cerca de la polla. Y coincidimos en que la tela era muy agradable. Me di la vuelta y volvió a acariciar mi culo, esta vez con menos timidez. En el pasillo ya me quité los bóxers, ya la tenia totalmente tiesa. Y ahora quedaban los slips. El primero también era estampado con motivos navideños sobre fondo rojo. No había manera de metérmelos con la polla tiesa sin que se me notara. De hecho, ni me cabían con la polla como la tenía así que desde el pasillo le sugerí a Gloria, ¿los otros me los pruebo después de la cena? No, no, que está en el horno y no se enfrían. Pues hala: al lío, pensé. Me fui al baño, me senté en el bidet y con un chorro de agua fría conseguí bajar la erección, aunque el rabo seguía en modo morcillón. Eso sí, conseguí enfundarlo en los slips. No es un tipo de calzoncillo que use normalmente, pero ya que estábamos con ese jueguecito…
Cuando entré en el comedor, Gloria empezó a reír: ojalá este año Papa Noel venga así a mi casa. Me acerqué a ella. ¿Cómo te los encuentras? Bien, admití, no estoy acostumbrado a este tipo de slips y la goma me tira un poco. Y con un dedo, tiré de la goma de la ingle. Sin cortarse, ella introdujo su dedo en la abertura que había dejado para notar la goma, pero inevitablemente, también me tocó la polla con la punta de su dedo. Los dos obviamos el toquecito y me dijo que si me molestaban, que me los iría a cambiar, pero que me quedaban muy bien. Yo le pedí que nos los cambiara. Que me gustaban, que era solo cuestión de acostumbrarse. Me di la vuelta y esta vez fue ella la que introdujo un par de dedos en los slips para ver si me tiraban mucho. Claro, chico, que con el paquete que tienes, esto te tiene que tirar, igual necesitas una talla más. Corrí a probarme los siguientes. Me conozco y temía terminar sacándome la polla ante ella. El penúltimo calzoncillo era un slip azul marino. Algo más recatado. Repetimos la operación con los dedos y las gomas. Esta vez, ella se entretuvo algo más con el examen de las gomas y con la punta de dos dedos más que examinar la goma parecía estar examinando mi rabo, que tuvo que notar duro.
Y, por fin, el último slip. Era blanco y, como en el caso del bóxer, no dejaba margen a la imaginación. Tenía la polla tan hinchada que la goma de las ingles no se llegaba a ajustar a mi cuerpo y permitía ver unos milímetros de mi polla y mis huevos. Al verme se quedó muda. Me ofreció la tercera copa de cava. Había separado un poco sus piernas y pude ver sus braguitas de encaje rojas. Me estaba excitando en serio. Estos, estos son los mejores, concluyó. Y veo que no te tiran tanto, indicó, tomándose la libertad de meter dos dedos por la obertura que quedaba. A ver si por aquí se te va a escapar el pajarito, bromeó mientras no se cortaba en acariciarme la polla con la punta de dos de sus dedos. Si se me escapa, te aviso para que lo atrapes, no lo vayamos a perder. Nos reímos y, como no me quedaban más calzoncillos que probarme, Gloria se fue a buscar la cena a la cocina y yo me fui a la habitación. Pero en lugar de ponerme los pantalones, me limité a ponerme la camiseta, que era corta y permitía ver los slips blancos, que decidí dejármelos para cenar. Así estoy más cómodo y me voy acostumbrando a ellos, ¿qué te parece, Gloria? Me parece una idea estupenda.
La cena fue divertida. No paramos de hablar de mil cosas, mientras nos terminamos una botella de vino blanco y apuramos la del cava. La bebida, lejos de excitarnos, nos había amodorrado y a los dos se nos habían escapado algunos bostezos. Habíamos tenido, cada uno por su lado, un día intenso y todo parecía indicar que aquella noche no me acabaría follando a Gloria, por más que los dos lo deseáramos. A ella, casi se le caía la cabeza de sueño. Le ayudé a recoger la mesa y me despedí sin saber cuando podría volver a tener una oportunidad para tirármela. Sin embargo, me pidió que no me fuera todavía. Estoy que me caigo de sueño, pero si te vas mañana quédate un rato más. Sí, claro, ¿qué quieres que hagamos? Tiré la caña. Con el sueño que tengo, vamos a ver un poco la tele, aunque me quede dormida. Pero no me quiero quedar sola aún. Y la caña pescó una bota… Yo esperaba otro tipo de oferta. Apuré el último culillo de mi copa de cava y nos sentamos en el sofá, ella pegada a mi derecha. Zapeamos sin encontrar nada que nos convenciera. Al final, vimos que en uno de los canales emitían una película de acción de Bruce Willis. Era entretenida. Déjala aquí, total, para lo que voy a aguantar, comentó. Cinco minutos más tarde, estaba dormida en mi hombro.
Fantástica última noche, pensé. Tenía a Gloria a mi lado, con la bata ligeramente abierta. Se le veía el escote y las bragas rojas. Estuve tentado de meterle mano, pero el sueño me estaba venciendo también a mí. A base de peleas y tiros, Bruce Willis parecía ser el único en el mundo que quería mantenerme despierto. El intrépido actor falló en esta misión: me quedé profundamente dormido.
Me desperté al cabo de un par de horas. El autoapagado de la televisión se había activado y estábamos casi en una total oscuridad y en silencio. Gloria se había dejado caer y su cabeza descansaba sobre mi muslo derecho. Su movimiento había provocado que se le abriera la bata, dejando a la vista su teta izquierda, sus bragas rojas y hasta una parte de su bello púbico. No me pude resistir y le abrí toda su bata para poder ver su teta derecha, la tenía al alcance de mi mano y no me resistí a deslizarla hasta empezar a acariciarla. Seguía profundamente dormida. No se podía decir lo mismo de mi polla, que empezó a reaccionar. Estaba muy excitado. Era uno de esos momentos en los que piensas con la polla más que con la cabeza. Así que me la saqué del slip blanco, y la dejé descansar sobre mi muslo derecho, tocando el pelo de Gloria. Ella se movió ligeramente. Retiré mi mano de su teta y la dejé muerta sobre su barriga. Me hice el dormido, a la espera de comprobar que ella seguía en brazos de Morfeo. De pronto, noté como su respiración cambiaba. ¿Se estaba despertando? Movió su brazo, que lo tenía pegado a su cuerpo, y puso su mano sobre mi muslo. Sus dedos entraron en contacto con mi glande. Ella movió ligeramente la cabeza. Creo que se despertó en ese momento. Yo me mantenía inmóvil, pero ella ya no. Simulé lo mejor que pude una respiración relajada para hacer ver que dormía y ella, con sus dedos empezó a acariciar mi polla, que reaccionó endureciéndose. Giró la cabeza, supongo que para ver si yo dormía, y la volvió a posar sobre mi muslo. Pero esta vez, en lugar de ponerla de cara a la televisión, se colocó mirándome a mí, casi sobre mi rodilla. Al girarse, fue su mano izquierda la que se posó sobre el tronco de mi rabo. Al estar duro, apuntaba hacia el cielo. Con la mano, me dio un pequeño toquecito en el brazo, pero me continué haciendo el dormido. Ella acercó su boca hacia mi polla y la empezó a chupar. Primero fue un pequeño lametón sobre mi tronco. Después, medió incorporada, empezó a lamer mi glande. Notaba sus tetas en mi muslo. Se había despojado de la bata. Yo ya no podía aguantar más. Tenía mi polla en su boca. Así que empecé a acariciarle la espalda. Gloria dio un respingón y se incorporó. Gloria, se me ha escapado el pajarito, ¿me ayudas a atraparlo? Y ella, encantada, se lo volvió a meter dentro de la boca. Se habían acabado los disimulos, se habían acabado las timideces: había llegado el momento de follarme a Gloria.
Debo admitir que la mamada no era la mejor de las virtudes de Gloria en el sexo, pero es que era imposible de superar la que me había regalado Alfonsi por la mañana. Me incorporé y le quité las bragas. Me encantó ver su coño, chorreante, brillando, abierto. La senté en el sofá y hundí mi lengua en su sexo, con el que jugueteé con mis dedos. Estaba a punto de correrse, así que paré. Tenía otros planes para ella. La volteé y empecé a follarle el coño por detrás. Muy despacio. Disfrutando de sus gemidos, de notar como temblaba de placer. Me encantaba ver como mi polla desaparecía en el interior de su coño, mientras ella me suplicaba que fuera más rápido, que se quería correr. Te vas a correr cuando yo te lo diga, le dije. Mientras, con mi dedo empezaba a jugar con su ano, al que iba dilatando. A ninguna de sus amigas me las había podido follar por el culo, así que el premio gordo lo tomaría de Gloria. Al cabo de unos segundos de mis lentas embestidas, Gloria lanzó un grito sostenido, me voy a correr, me voy a correr. Y yo saqué mi polla de inmediato de su coño y con la lengua le empecé a comer el culo. ¿Me la quieres meter por allí? Sí, te quiero follar el culo, Gloria. Nunca lo he hecho por allí, dijo un poco asustada, y tienes la polla muy grande… pareció suplicar. Pero yo ya había tomado mi decisión. Ella estaba excitadísima y el ano ya empezaba a estar dilatado: ya la tenía a punto para reventarle el culo. No puedo decir que ella no quisiera, por que se mantenía inmóvil, con el culo en pompa, ofreciéndomelo. Así que empecé a meterle mi glande. Tuve que ir muy despacio. A pesar de que tenía el ano algo dilatado, la diferencia de tamaño era considerable. Pero al final, lo conseguí meter dentro. Despacio, me pidió. Y empecé a meterle todo el tronco dentro de su culo. Yo estaba muy cachondo y no estaba seguro de poder aguantar mucho, así que no tardé en embestirla totalmente. Aquel culo parecía estar hecho para mi polla y pronto pude empezar a acelerar el ritmo. Cada vez iba más rápido. Gloria gritaba y gemía y yo me agaché hasta conseguir apoderarme de su clítoris mientras la seguía embistiendo por detrás. Ua, ua, ua, gritaba. Su cuerpo temblaba y no podía ella hacer más que pellizcarse los pezones, mientras chorreaba su flujo en mis dedos y dejaba que conquistara su culo. Los dos nos corrimos casi al unísono. Empezó ella, cuyo largo orgasmo me excitó de tal manera que no fui capaz de quitar la polla de su culo y me corrí dentro de ella. Se sentó sobre el sofá y su orgasmo siguió alargándose unos cuantos segundos más. Gloria temblaba, sudaba y ahora gemía en susurros. Me senté a su lado, con la polla chorreando aún mi leche. Jadeando, cansado, pero con ganas de más. Gloria no la chupaba como Alfonsi, no tenía la experiencia de Carmen, ni las tetas de Mila, pero me daba mucho más morbo.