Mi primera experiencia como yesex
Tras años sin sexo, un amigo me devolvió a la vida, me fascinó tanto que para reponer los años perdidos me convertí en yesex. He tenido muchísimos clientes. Quiero platicarles de mi primera experiencia. No tenía ni idea de cómo ofrecer mis servicios. Aquella improvisación me sigue funcionando...
Mi primera experiencia como yesex
Hola, mi nombre real es Nohemí Andrade Morán, tapatía de nacimiento y actualmente vivo en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México. Tengo 19 años de divorciada, y la experiencia que les quiero relatar la viví en el año 2019. Mido 1.68, mis senos son grandes y muy bien proporcionados para mi estatura, de cintura esbelta y cadera promedio con nalgas envidiables (eso dicen mis amigas). No soy modelo de revista, pero considero que soy muy bonita de mi rostro, además que sé maquillarme muy bien.
Tal como lo expuse al final de mi primer relato: "Mi amigo me hizo sentir lo que mi marido jamás", soy yesex, y quiero platicarles de mi primera experiencia en esta labor tan lucrativa.
Todo comenzó una tarde en que había quedado con mi amigo y nuevo hombre (el albañil de mi primer relato) para irnos a un hotel cerca de la colonia donde vivimos. Esa tarde teníamos planes de pasar algo más que mágico, ya que en nuestros anteriores encuentros; aunque me hacía gritar de tanta pasión, tantos encuentros nos habían llevado a la monotonía. Ya sabía lo que venía y lo que seguía así como lo que sentiría.
Me aseguró que esa tarde se esforzaría por romper la monotonía.
Yo estaba muy ansiosa en el lobby, esperando pero nunca llegó. Solo me envió un mensaje diciendo que había tenido complicaciones con su esposa y no había podido salir.
En verdad tenía mucho deseo de un orgasmo.
Me sentí muy enojada, ya que para nuestros encuentros, yo tenía que caminar mucho, para fingir que iba a algún mandado y de algún lugar muy lejos de la colonia, tomar taxi para el lugar del encuentro. Esa tarde, mientras caminaba de regreso a casa, iba pensando: "este hombre, solo me usa y nunca me da ni para el taxi; prácticamente estoy pagando para que me coja, ya que por todas las veces que me ha tenido en la cama, estoy muy segura que ya terminé de pagarle todos los arreglos de mi habitación (referente a mi primer relato) y se atreve a darse el lujo de plantarme. No más. Ya que mi reputación en la colonia está pisoteada, ¿qué más da sacare provecho a mi cuerpo? ¿A mi edad, con este cuerpazo y estar padeciendo? ¡Ya no más!"
Llegué a mi casa, muy cansada de caminar, pero determinada a vender mi cuerpo al mejor postor, pero la verdad me daba mucho miedo. De solo pensarlo me sentía nerviosa y con mucha ansiedad.
En mi casa, mis hermanas y familiares así como la colonia, solo sabían que me había metido una vez con Marcelo, (el albañil de mi primer relato), pero no sabían nada de nuestros numerosos encuentros, ya que seguí la recomendación mi hermana Ruth, de irnos a lugares lejos de la colonia, donde nadie nos conoce y no siempre al mismo sitio.
Una vez que llegué a casa, me masturbé muy lentamente, pero en realidad no lo disfruté, estaba muy molesta y nerviosa por la decisión que estaba por tomar.
Estuve bajo la regadera un muy buen rato mientras me imaginaba cosas de sexo que había visto en los videos eróticos y revivía en mi mente las imágenes de mis encuentros con Marcelo.
Al salir de la ducha, me enrollé en una toalla que me cubría solo de los pezones a la mitad de mis nalgas, dejando al descubierto parte de mi vagina. En casa solo estaban mis hermanas, así que no me preocupé, además que ya no soy la misma Nohemí pudorosa de meses atrás (hoy soy "la mimí", "la quita maridos", etc.)
Así fui a la cocina para comer algo. En el refrigerador solo había una botella con agua y una manzana añejada; es decir: estaba vacío. Pregunté acerca de la despensa y mi hermana Eunice, me respondió que su esposo estaba por llegar, pero que había muy poco trabajo y probablemente solo traería huevos y tomates. Ruth (mi cuata) solo dijo: "es que, Nohemí, desde que ya no te buscan para cantar en la iglesia, por tu pecado con Marcelo, no hay despensa; creo que tendremos que buscar trabajo, porque tú ya no cantas. No se te reprocha nada, pero es que caíste en pecado y no solo eso: es a ojo visto porque toda la colonia se dio cuenta. Nuestros esposos no nos dejan trabajar, pero sí que está difícil y tomaremos una determinación al respecto".
Me comí la manzana y tomé un poco de agua para calmar el hambre. Mientras masticaba la manzana, me quité la toalla y les mostré mi cuerpo completamente desnudo a mis hermanas. Les presumí mi vagina (labios abultados y completamente depilada) y les dije, mientras hacía algunas poses para presumir mis nalgas, cintura y pecho: "ya que no puedo trabajar con la voz, este cuerpo nos dará de comer".
Ruth, que es la más apegada a la religión, me dijo: "Nohemí ¿Qué piensas hacer? Por favor no te vayas a prostituir, mejor le pediré a mi esposo que me de permiso de trabajar y Eunice también, ¿Verdad? (Le dijo a mi hermana mirándola con angustia).
Eunice, como es gordita y nada atractiva, además que casi no le gusta la religión, con un gesto de indiferencia, dijo: "pues, por mí: mientras traigas dinero a la casa, como lo consigas está bien, solo cuídate de que no te peguen una enfermedad y sobretodo, cuídate de que en la iglesia no se sepa".
En esas estábamos, cuando entró el marido de Eunice, me vio completamente desnuda y dijo: ¡Órale! ¿A qué se debe el honor de tanta belleza? Se puso muy nervioso y tragó en seco. Pensé que mi hermana diría algo como exigir que me cubriera o para pedirle a su marido que se saliera, pero no. Se comportó con indiferencia.
Estando así, sin la toalla y sin ningún pudor, dije: pues me estoy preparando para ir a trabajar, ya que mis cuñados no aportan lo suficiente para mantener la casa y dentro de unos días llega el recibo de luz. Percibí su molestia cuando dijo: pues cuñada tú sabes que hago lo que puedo, pero los trabajos están muy escasos y muy mal pagados.
Por eso se va a trabajar de putita. Dijo Eunice.
Ruth, dijo: Nohemí, no eres una chamaca y no voy a decirte lo que tienes o no que hacer. Solo por favor cuídate muchísimo.
Seguí comiendo la manzana...
Mi cuñado, sin quitarme los ojos de encima aunque estaba presente mi hermana, dijo: ay cuñada... Como bien dice Ruthshi: no eres una niña y si crees que eso es lo mejor, sabes que te apoyamos en todo lo que hagas, como siempre ha sido.
Su mirada pícara me hizo entender que él quería ser uno de mis clientes.
Sin decir nada, solo sonreí. Les di la espalda para agacharme a levantar la toalla, me incliné sin doblar las rodillas. Estoy segura que mi cuñado grabó esa imagen en su mente, para siempre.
Me vestí de manera honesta, a como nos enseñan y exigen en la religión. Pero en mi bolso llevaba mi vestido verde (que por cierto, es el vestido con el que me identifican mis clientes en la plaza) que semanas atrás Marcelo me regaló.
Salí caminando por la calle "Pablo Valdez", no tenía rumbo definido. Eran las cinco y media de la tarde cuando salí.
Caminando me fui, muy nerviosa y de saber que iba con la intención de vender mi cuerpo al primero que se me atravesara, sentía que mi útero palpitaba de miedo y ansiedad. Verdaderamente sentía mucho miedo. Mientras caminaba, mi propia mente me acusaba y me hacía sentir como si toda la gente me mirara de manera agresiva y señalándome. Seguía caminando si un rumbo; no sabía a donde ir. Me di cuenta que no es como en las películas donde la mujer se detiene en una esquina y llega alguien con un coche de lujo. Eso solo es película. Mi realidad es que no sabía cómo acercarme a un hombre y decirle que soy prostituta y necesitaba dinero.
No sé cuánto haya caminado, pero estoy segura que fueron más de dos horas.
Mientras caminaba, creo que mi rostro denotaba angustia, nerviosismo y hambre (no había comido mas que la deshidratada manzana).
Sin darme cuenta, llegué a "La gran plaza". No sabía que hacer, estaba muy cansada, hambrienta y sedienta. Me quedé parada unos instantes. Deseaba que llegara algún hombre y me dijera algo así como: ¿Quieres coger a cambio de dinero?
No sabía qué hacer, a dónde dirigirme. Tenía mucho miedo.
No era lo mismo ir a esperar a mi amante y que me llevara a la cama, a ir a buscar un desconocido para convencerlo de entregarle mi cuerpo.
Tras un fuerte suspiro me decidí a lo que iba. Me metí al baño para cambiarme la ropa y zapatos. Me puse mi vestido verde; es muy pegado. Me lo puse sin ropa interior para que mi figura resaltara más y no se vieran los bordos del calzón y el sostén.
Me gusta mucho este vestido porque hace que mis nalgas se ven más levantadas y aunque me oprime un poco los senos, hace que se luzcan. Creo que es por el tipo de tela que hace que se ajuste y ala vez empuja hacia arriba. Como me lo puse sin ropa interior (cosa que nunca había hecho), en el espejo vi que mis nalgas estaban muy levantadas y se veían más grandes. Pensé que el espejo era de esos especiales, pero no: en realidad ese vestido, sin ropa interior hace que las pompis y los senos se hagan hacia arriba y se vean como de más tamaño. Desde ese día es mi favorito.
Rápidamente me maquillé (para lo que soy experta) y me puse mis lentes de contacto (verdes).
Me fui a sentar a una de las mesas del comedor de la plaza. Miraba para todos lados, no sabía qué hacer, de momento solo quería descansar, pero estaba muy nerviosa. Por la ansiedad, sentía como mi útero palpitaba; tenía miedo. Estaba en esa lucha de la indecisión de quedarme o regresar a casa sin dinero y con más hambre.
Llegó un mesero y le indiqué que estaba esperando a alguien, para que no me insistiera con tomar alguna orden.
Tras poco más de media hora, sentí el peso de una mirada clavada en mis senos, por lo que me coloqué en una posición un poco más atrevida y sonriendo coquetamente hacia el hombre que me desnudaba con la mirada fingí que algo se cayó de la mesa, por lo que me levanté, para caminar a levantar lo que "se había caído" y estando de espaldas hacia quien me miraba, me incliné doblando ligeramente las rodillas; así estuve dos o tres segundos. Podía sentir su mirada clavada en mí, y pensé: ojalá que este sea el indicado. Volví a sentarme y esta vez lo hice un poco más coqueta.
No pasó ni un minuto cuando llegó a mi mesa aquel hombre que me miraba desde la barra. Era un hombre muy bien vestido y bastante guapo de piel morena, no oscura, pero sí más moreno que yo; de hecho mi piel es blanca. Era un adulto joven, muy elegante y el aroma de su perfume me hizo sentir excitada. En realidad no sé si fue el perfume o el deseo que tenía de un orgasmo o el hambre que tenía...
Se acercó y colocándose de frente, me dijo, mientras jalaba la silla:
-¿Puedo sentarme? ¿O espera usted a alguien?
-¡Por favor tome asiento, en realidad estoy esperando a alguien que me invite a comer! Y me sonreí. Estas palabras fueron sin pensar. Sí que tenía hambre.
Enseguida hizo una señal al aire y un mesero llegó al instante.
-Por favor, atienda a la señorita.
-Gracias, dije mientras lo miraba coquetamente y al mesero le indiqué: Antes de traer la carta, por favor traiga botanas.
Al instante, había dos meseros sirviendo los alimentos. Tenía tanta hambre que casi le arrebaté de las manos la charola de las tortillas tostadas al mesero.
Dije: no me traiga la carta, solo sírvame lo que tenga más rápido.
Se sonrió y enseguida me trajo un platillo de arrachera y una jarra de agua de naranja.
La verdad no sé qué pidió mi anfitrión, creo que fueron mariscos.
Durante la comida estuvimos charlando un poco para romper el hielo de lo desconocido.
Una vez que terminé de comer, me dijo:
-Por favor, pide algo más.
-Sí, claro.
Pedí de postre unos duraznos con crema y los devoré casi sin saborear.
Desde que salí de casa traía hambre y de tanto caminar más de dos horas: en realidad mi estómago no estaba del todo satisfecho.
-Pide otra cosa, linda.
-Por supuesto, y pedí plátanos con crema.
Una vez que terminé, me dijo:
-Ojalá que así como enseguida me tomas la palabra de pedir cuando te digo que lo hagas, me des algo cuando yo te lo pida.
Sonreí con picardía y dije:
-No puedo negarle nada al hombre que me da de comer. Con una sonrisa lujuriosa dije:¿Pues qué me quieres pedir?
En el transcurso de la comida, intercambiamos algunas palabras, aunque me enfoqué más en la comida, no le presté mucha atención a la conversación. Pero sí charlamos algo de cortesía.
Tras la comida, ya con el estómago satisfecho, con coqueteo le dije:
-A ver, don Rodrigo: ¿Qué quiere usted pedirme que teme que le sea negado?
-Por favor, olvidémonos de formalismos, no me digas don, simplemente Rodrigo y, ya.
-Está bien, ya que estamos en confianza, dime qué deseas?
-Mira, Nohemí (ya le había dicho mi nombre en el transcurso de la conversación durante la comida) la verdad, desde que te vi sentada en esta mesa, llamaste mi atención y me di cuenta que estabas sola o que a quien esperabas te dejó plantada. Cuando te levantaste a recoger lo que se te cayó de la mesa, me dejaste alucinado. Eres demasiado hermosa.
-En realidad, Rodrigo, vine sola y con intenciones de conocer a alguien que me haga tener una experiencia que valga la pena recordar.
-Pues, si me lo permites, quiero ser yo esa experiencia y que me recuerdes por siempre.
Enseguida pidió la cuenta y la atención del mesero fue muy rápida. Creo que él es cliente frecuente de ese restaurante de la plaza o al menos esa impresión me dio.
Observé que como propina dejó un billete de quinientos pesos, eso me impresionó; hubiera deseado tomarlo para mí sin que él se diera cuenta, pero no me atreví. Este desconocido era precisamente lo que andaba buscando: un hombre con dinero y que no sea tímido.
Se comportó como un verdadero caballero, me abrió la silla y ayudó a levantarme. Comenzamos a charlar mientras caminábamos un buen rato por la plaza. Él intentaba seducirme y yo cooperé mucho. Me invitó un helado y lo disfruté muy coquetamente, los movimientos de mi boca y lengua al saborearlo, junto con el movimiento de mis cejas y la expresión de mi cara, eran para seducirlo y hacerle saber que el helado era solo el ejemplo de lo que soy capaz de hacer con mi boca.
Por la conversación supe que tenía ocho años de separado y cinco de divorciado y era trabajador de pemex (aquí en México, un trabajador de esa empresa gana muy, pero muy buen dinero).
Yo estaba desesperada por ir a la cama, deseaba un orgasmo y al mismo tiempo ver cuánto le podría cobrar por mi primer servicio que estaba dispuesta a ofrecer, pero no me atrevía a ser tan lanzada. No sabía como iniciar el tema, me sentía apenada. Por un momento pensé que lo del helado no había funcionado.
Nos detuvimos un momento por la conversación y me miró de frente, me dijo:
-Nohemí, no te conozco, no sé nada de ti, ni siquiera sé si lo que me has comentado es verdad; pero veo que eres una mujer muy hermosa y te voy a decir algo sin que te ofendas: sé que es algo muy atrevido de mi parte, pero tú divorciada y yo divorciado. Si en realidad quieres tener una noche para recordar, te invito al hotel de aquí enfrente y hagamos que esta noche sea inolvidable para los dos.
Me quedé callada, agaché la cara (me sonreí con picardía, pero él no vio mi sonrisa).
Tras unos segundos de silencio, interrumpió diciendo:
-Nohemí, discúlpame si te he faltado al respeto, soy un tonto. Perdóname.
Aún callada y con la mirada hacia abajo... esperé unos cuentos segundos más.
Tras estos segundos de silencio, bruscamente levanté la mirada y sacudía cabeza para acomodar mi cabello. Le dije:
-Sí... eres un tonto, en verdad lo eres. ¿Qué no te das cuenta que en verdad deseo estar en ese hotel? Si me observaste cuando me levanté de la mesa a recoger lo que se me cayó, te habrías dado cuenta que la posición que tomé para mostrarte mis pompis, fue para ti. Sabía que me estabas desnudando con la mirada.
¿Me sigues o te sigo? No quiero que me vean entrar con un hombre al hotel.
-Te sigo, quiero ir mirando por detrás tus hermosas nalgas. Ve directo a la 108 (pero no me dio la llave).
Solté una discreta carcajada de nervios y conqueteo mientras meneaba la cabeza para verme provocativa.
Caminé hacia el hotel, caminé no rápido ni lento, a paso normal, solo que lo hice mientras meneaba un poco las caderas, con coqueteo e insinuación pero a la vez con discreción, para que mis pompis fueran más atractivas. Sabía que se veían más grandes por el levantamiento que el vestido me hace.
Llegué al hotel y me fui directo a la habitación 108, tal como me lo indicó.
Me había comentado que es del estado de Hidalgo y que trabaja en Pachuca, en Pemex, y que en sus días libres se hospedaba en este hotel de Guadalajara, para pasar los días en la plaza y recorriendo la ciudad. Por eso no se me hizo raro que ya tuviera habitación.
Mis nervios y ansiedad crecieron aún más, sentía que mi respiración estaba entrecortada. Vuelvo a decir: no es lo mismo estar en espera de mi amante que me ha llevado tantas veces a la cama en comparación de estar parada en la puerta de una habitación de hotel esperando el arribo de un perfecto desconocido para desnudarme ante él y entregarle mi cuerpo.
Tenía miedo, estaba nerviosa, tenía mucha ansiedad. Quería irme, pero no podía. Debía cumplir mi propósito; además necesitaba dinero.
En menos de un minuto llegó y sin decir nada, abrió la puerta. Como todo un caballero, me permitó el acceso. Al cruzar la puerta, me tocó la cintura de manera muy atrevida. Eso hizo que me sintiera aún con más nervios y con deseos de salir corriendo. Me sentía arrepentida de estar ahí.
Estaba muy nerviosa, era mi primera vez con un hombre desconocido; muy guapo, por cierto, pero finalmente un completo desconocido para mí.
Como él entró detrás de mí al hotel, seguramente en recepción habrá pedido algo, porque a penas estábamos entrando en conversación, cuando enseguida llegó el servicio a la habitación, con bebidas, hielo y botanas.
Una vez que cerró y aseguró la puerta, dijo:
-Ahora sí Nohemí, nadie nos interrimpirá.
Sonreí con picardía mientras moví coquetamente la cabeza para acomodarme el cabello.
Dijo:
-Veo que estás nerviosa. Por favor relájate. Conmigo estás a salvo. Por favor siéntete segura. No tengas miedo. Sé que soy un desconocido para ti, tú también lo eres para mí y aquí estamos.
-Sí, gracias, dije con la voz entre cortada y la respiración un tanto agitada por la adrenalina. No sabía como comenzar. Sabía a lo que había ido a ese lugar, pero tenía mucho miedo. Él lo notó y volvió a decir que me relajara, que todo estaba bien.
No me miraba ni me trató como a una prostituta; más bien me trató como si fuera mi novio. Como todo un caballero.
-Tu cuerpo es hermoso y te luces muchísimo con ese vestido. Quiero verte sin él.
En completo silencio, como obedeciendo una orden, me quité las zapatillas, caminé descalza hacia él para pedirle que me bajara la cremallera de la espalda. Una vez con la cremallera abajo, me saqué el vestido lentamente de los brazos. Aunque estaba seria, por los nervios: en todo momento mantuve una sonrisa ligera, para fingir seguridad y sobretodo para darme valor.
Cuando vio que no tenía puesto sostén (brasier) casi se le saltan los ojos cuando vio mis senos desnudos. Debo resaltar que por la adrenalina de la situación, mis pezones estaban tan erectos y duros como si fueran de hierro, además que por el muy poco uso, están bastante firmes y de buen tamaño en proporción a mi estatura.
Estaba muy nerviosa por lo que estaba haciendo, en realidad tenía mucho miedo y ansiedad, pero ya estaba allí, era mi decisión y no podía dar marcha atrás.
Me bajé el vestido hasta la cadera. Vi como observaba mi abdomen, que no está tan marcado con musculatura, pero si está partido y como soy esbelta, estoy segura que disfrutó mirarme como me desvestía. Cuando el vestido estaba debajo del ombligo, me di media vuelta para quedar de espaldas a él y me lo bajé hasta el piso.
Le mostré mi espalda y nalgas completamente desnudas. Me quedé inclinada doblando ligeramente las rodillas, lo hice de manera muy lenta para que él disfrutara lo que tenía frente a sus ojos.
Completamente desnuda, di media vuelta y con coquetería caminé hacia él.
Como estaba sentado en la cama, me incliné para besarlo en los labios. Me correspondió con deseo y pasión, pero solo fue un beso ligero.
Como traía ropa muy elegante y yo no tenía práctica para desnudar un hombre, me hice hacia atrás como modelando para él, coloqué mis manos detrás de mi nuca para que mis senos se vieran más provocadores.
Se levantó y rápidamente se desnudó. Noté que es muy hábil quitándose la ropa.
Una vez estuvo completamente desnudo, sin decirle nada muy rápidamente me arrodillé ante él para comerme su pene que ya estaba en erección muy fuerte.
Este pene estaba pequeño, quizá un muy buen pene en proporción a su estatura, pero pequeño para mi gusto.
Mientras le daba placer con la boca, caminó de espaldas y de lado buscando sentarse de nuevo en la cama, mientras caminaba, yo avanzaba de rodillas sin sacarme su pene de la boca. Se sentó y se recostó sobre sus brazos hacia atrás. Como su pene no era tan grande y ya tenía práctica (por lo aprendido con Marcelo) me lo introduje todo hasta que su glande llegaba a lo profundo de mi garganta.
Jugué mucho mi lengua en el ojito del pene. De vez en cuando lo sacaba de mi boca y lo masajeaba con la mano. Le subía y bajaba la piel del pene mientras con los labios le succionaba el ojito. Mi lengua recorrió ese pene como si fuera el helado de hacía un rato en la plaza.
Con mucha rapidez movía mi cabeza de arriba hacia abajo mientras su pene estaba entre mis labios. Suavemente le mordía el glande y tallaba los dientes como si lo masticara, pero muy suavemente. Él gemía y movía la cadera. Supe que en verdad lo estaba disfrutando porque le temblaban las piernas y le vibraban los pies a lado de mis rodillas en el piso.
Le hice un sexo oral como si fuera mi primer vez. Disfruté las primeras gotas que salen antes de una eyaculación. Cada gotita la saboreé como si chupara una bolsita de mermelada cuando se le rompe por una esquina. Así absorbí cada gota al succionar la puntita de ese pene pequeño, pero bonito. Así lo tuve unos minutos hasta que tras gemidos y mucho movimientos de su cadera, tuvo un muy abundante orgasmo. Me bebí todo su semen, hasta la última gota. En ningún momento dejé de succionar.
Cuando comenzó a ponerse flácido, le seguí succionando, incluso lo exprimí.
Él solo decía: ¡Ya, ya, ya! Y se reía muchísimo mientras trataba de liberarse de mi boca, pero no lo dejé. Lo estaba exprimiendo.
Cuando me saqué el pene de la boca y levanté la mirada, lo vi completamente recostado en la cama y con una almohada en la cara. Supe que en verdad le hice un buen trabajo.
Al vero así, tirado en la cama y con la almohada en la cara, no dejé de hacerle sexo oral, ya que seguí mamando su pene ya flácido. Me gustaron mucho sus testículos porque estaban muy bien rasurados y limpios. Así lo tuve un rato más hasta que su pene volvió a levantarse. No se puso duro como para tener fuerza de penetrarme, pero sí se levantó, digamos un poco más de la mitad de fuerte.
Sin decir nada, me subí a la cama para ponerle mi vagina en la cara y seguir mamando su pene. Hicimos un 69, pero él no se acomodó muy bien, solo se quedó mirando mis partes más íntimas y dijo: esto es más hermoso que la misma hermosura. Tras decir eso me empujó firmemente pero con suavidad para que me recostara.
Jalé una almohada y me la coloqué debajo de la cadera para que mi vagina estuviera más expuesta al levantar y abrir las piernas y doblar mis rodillas.
Me hizo sexo oral. No es muy experto, ya que me di cuenta que no sabe utilizar bien la lengua, pero sí me generó muchas cosquillas. Disfruté su lengua en cada tallada que me daba desde el ano hasta el clítoris. Lo hizo como si tallara un gran helado. Me gustó sentir como ponía su lengua en mi ano y la tallaba de una sola vez hasta el clítoris y allí se detenía para succionar. Digo que no es muy experto porque en las succionadas al clítoris, sentía que me lo iba a desprender. Me dolía y a la vez me gustaba, pero era más lo que me lastimaba que lo que me gustaba. Así me tuvo bastante rato, me comió la vagina en diferentes maneras, tallando la lengua de abajo hacia arriba y a los lados, chupó y succionó mi clítoris, pero no me generó mucho placer, solo un poco de cosquillas.
Como vi que se estaba cansando, fingí tener un orgasmo y para que pareciera más real lancé un fuerte suspiro suspiro.
Cuando se dio cuenta que yo "había tenido un orgasmo", dijo que quería penetrarme. Recordé que no traía condones en mi bolso, me puse nerviosa, no supe qué decir.
Seguí en completo silencio, pero ya estaba allí y no podía negarme a ser penetrada.
Mi angustia se calmó cuando lo vi que salió de la cama y caminó hacia el tocador para tomar un condón. Era uno de los que anuncian en TV., que son muy delgados y se siente como si no lo tuviera puesto.
Se lo colocó y me acomodó en posición para penetrarme por detrás.
Antes de la primera penetración, hubo una larga pausa.
Le pregunté:
-¿Qué sucede?
-Estoy contemplando la hermosura de tus nalgas y tu culito tan perfecto y limpiecito. En realidad eres perfecta. Estas nalgas tan hermosas y este culito tan hermoso, son perfectos. Si pudieras mirarte, te enamorarías de ti misma. Tus nalgas tan grandes y bien formadas y firmes, tu culito limpiecito y la forma en como se ven tus labios, es una imagen digna de recordar de por vida.
Comenzó a chuparme el ano, me besó el ano de tal manera que sentí como me succionaba con mucha fuerza. En cada succión que me hacía, sentía como si me jalara desde el estómago. De verdad parecía que me estaba extrayendo los intestinos. Me causó un cosquilleo enorme que tuve que morder una almohada para ahogar los gritos que esta vez sí eran reales del verdadero placer que estaba sintiendo en mi colita.
Su manera de hacerlo es única. Me metía la lengua en el ano al mismo tiempo de succionar, eso me hizo sentir una descarga eléctrica que me entró por la colita, para recorrer todo el cuerpo y finalizar en el clítoris. Ahí tuve el primer orgasmo que tanto había estado deseando todo ese día. Sentí como me corría la humedad por el interior de las piernas bajando hacia mis rodillas. Fue un orgasmo anal sin penetración.
Retiro lo dicho de que no es experto utilizando la lengua. Quizá no sabe chupar la vagina, pero por la colita: me llevó a recorrer el universo en un segundo.
Tras ese orgasmo, me volteé bruscamente y me levanté para abrazarlo del cuello. Le di un beso en la boca, que fue un beso más que de placer: de agradecimiento por ese orgasmo anal que me acababa de provocar. Fue un beso enorme. Lo abracé con mucha fuerza. Me sentí entregada a él y estoy segura que lo percibió.
Allí estaba yo, abrazada de un hombre perfectamente desconocido para mí, entregada completamente como si fuera mi amante de muchos años y a penas tenía unas cuantas horas de haberlo conocido. Lo besé mucho, mi lengua escarbó en su boca y la suya en la mía. Ahora sí estaba deseando ser penetrada y no me importaba si era o no con condón, aunque me sentía segura porque sabía que lo tenía puesto.
Tras ese beso, antes de volver a la cama, incliné la cabeza hacia mi derecha y le pedí que me besara el cuello.
Aclaro que a todos les encanta mi cuello por lo blanco de mi piel y como no tengo lunares, está muy limpio; sabía que no sería la excepción.
Me besó el cuello con demasiada locura y pasión. Besó mis oídos y mi cuello en realidad quedó mojadísimo por su lengua.
Me dio media vuelta para besarme la nuca y parte de la espalda. Tras unos instantes, con firmeza pero de manera delicada me empujó para que subiera de nuevo a la cama. Así lo hice y me incliné hacia adelante. Levante mis pompis lo más que pude y doblé la cintura hacia abajo de tal manera que mis senos se me juntaron con las rodillas y estiré los brazos hacia adelante. Podía sentir como mi culito se abría y cerraba de manera muy rápida por el orgasmo anal que acababa de tener y por la emoción del momento.
Justo ahí, en esa posición en que estaba completamente expuesta y entregada totalmente ante un perfecto desconocido, sentí como en un instante todos mis miedos desaparecieron. En ese instante desapareció la vergüenza de estar desnuda ante un perfecto desconocido al que ya le había comido el pene y me había comido la vagina y la colita. Me sentí completamente segura de lo que estaba haciendo.
Sentía como mi ano se abría y cerraba al ritmo de las palpitaciones de mi corazón.
Rodrigo, se quedó de pie justo detrás de mí, sin decir nada y sin tocarme. Tras unos segundos dijo que estaba mirando y disfrutando esa hermosa vista.
Repentinamente comenzó a chuparme de nuevo.
Me acarició las nalgas y me las besó mucho, muchísimo más que como lo hizo a mi cuello... también me chupó el ano con demasiado deseo, y cuando se levantaba para tomar aire, me decía: eres hermosa, este culito esperfecto. Este es el culo más hermoso que he visto en toda mi vida, y está limpiecito. Qué culo tan hermoso... y me día más cosas así en referencia a lo bonito de mis partes más íntimas.
Nunca había sido penetrada con Condón, ya que en mis encuentros con Marcelo (el albañil de mi primer relato), para no embarazarme, siempre terminaba en mi boca o en mi colita, así que cuando mi primer cliente decidió entrar en mí, fue con condón y, no es por hacer comercial, pero la verdad es que ese condón "piel desnuda" en verdad se siente como si no estuviera puesto. De hecho, cuando entró en mí, pensé en reclamarle al sentir que se lo había quitado, pero ya había entrado. ¿Qué podía hacer?
Me penetró la vagina por detrás. Es mi posición favorita porque a los hombres les hago sentir que estoy enteramente a su disposición yo no es solo la venta de mi cuerpo, sino que en verdad me entrego a ellos sin ninguna reserva.
Estando dentro de mí, no bombeó sino que se detuvo y se quedó inmóvil.
Dijo: Nohemí, tu vagina además de perfecta por fuera es perfecta por dentro. Tu vagina se siente como un guante que se moldea a la forma del pene y está ajustada por todos lados; como si fueras virgen. No dije nada, no quería hablar.
Comenzó a bombear con mucha fuerza y rapidez. Sentía como su cintura me golpeaba las nalgas y me empujaba fuertemente hacia adelante. Por mi posición, regresaba rápidamente hacia atrás como un resorte.
En cada sacudida, mi cara se tallaba en la cobija de la cama así que decidí levantarme un poco recogiendo mis brazos para quedar sobre los codos. Él siguió en su labor de mete y saca con fuerza y sin parar; no sé qué tanto haya durado así; quizá dos o tres minutos; no lo sé pero fue muy poco. Yo gemía para hacerlo sentir que lo estaba haciendo bien, pero la verdad es que me estaba empujando con mucha fuerza y no me gusta porque tanto golpe y sacudida va a hacer que mis pompis se pongan aguadas y perderé mi mejor atractivo.
Enseguida lanzó un suspiro de placer y se recostó sobre mi espalda. Rápidamente se puso flácido y por la misma naturaleza del cuerpo, su pene se salió de mí. Me di la vuelta y abrí la piernas para que él quedara en medio. Lo miré y me percaté que efectivamente tenía puesto el condón y estaba lleno de semen; eso me tranquilizó mucho y comprobé que realmente ese condón sí cumple lo que se ofrece en la TV.
Lo jalé hacia mí, lo hice recostar sobre mi pecho y le acaricié la cabeza.
No dijo nada, solo comenzó a mamar mis senos. Tras unos minutos así, dijo:
-¡Oh, Nohemí, en verdad eres perfecta. Normalmente no termino tan rápido, pero tu vagina, de manera interna hace unos movimientos que nunca en mi vida había sentido. Tu vagina es única, tiene vida propia. Me hiciste terminar casi al instante. No sé cómo decírtelo, pero al ir entrando, sentí como si estuviera metiendo el pene en una plastilina moldeable que estuviera viva, como masticando sin dientes, además se adapta a la forma del pene, como si fuera un guante y además, se siente apretada; como si tuviera muy poco uso. Me quedé inmóvil dentro de ti, y aunque tú no te mueves, tu vagina por todos lados hace como vibraciones, como si alguien me estuviera dando masaje al pene.
Sonreí con picardía y dije.
-Agradezco que lo digas, me haces sentir especial.
Lo empujé suavemente para levantarme. Se quitó de encima de mí y preparó unas bebidas; me ofreció, pero como yo no consumo bebidas alcohólicas, solo dije:
-Está bien, solo deja que me relaje un poco. Por cierto: ¿Qué hora es?
-So las once con cuarenta. No me digas que tienes que irte.
Fingí asombro y me comporté con desesperación. Dije:
-No puede ser, en casa me van a matar.
Comencé a vestirme rápido, pero ya no con el vestido verde, sino con mi ropa normal, esta vez sí me puse los calzones y el brasier.
Como vio que estaba muy acelerada, me dijo:
-¿No que querías pasar una noche para recordar?
-Una noche es un decir, solo un muy buen rato y en verdad que lo disfruté. Gracias, has sido muy atento conmigo. Eres muy lindo. Aunque quizá no me lo creas, es la primera vez que estoy así con alguien que apenas acabo de conocer.
Sentí que mi cara se puso caliente, creo que me sonrojé y él sonrió al verme. Estoy segura que le agradó mi actitud de picardía y lujuria mezclada con cierta inocencia.
Con una gran sonrisa, me dijo:
-Gracias a ti por la cogida. Eres mágica.
Me sonreí con mucho morbo mientras terminaba de acomodarme la ropa.
Me preguntó:
-¿Te volveré a ver?
-Claro, las veces que quieras. A partir de hoy, me vas a encontrar en la plaza y me vas a identificar por este vestido verde, también tengo un rojo que es igualito a este, solo que en rojo. Por cierto: ¿Me das para el taxi?
-Claro.
Se levantó de la cama para tomar su cartera. Me dio tres billetes de mil pesos y dijo: Esto es para ti, para que te tomes un refresco o algo que gustes y esto es para el taxi; me dio un billete de doscientos pesos.
-Wow. Gracias, eres muy amable.
-No lo tomes como un pago por lo que hiciste hoy. Eres demasiado hermosa. Es una muestra de gratitud por la cogida. Eres sensacional.
Le agradecí con un beso en los labios y él me dio una suave nalgada.
Con mi bolso ya colocado en mi hombro, me arrodillé para quitarle el condón. Se lo quité con mano firme y lo llevé al baño. Tras lavarme y secar las manos, le dije:
-Ahora sí me voy. Me gustaría bañarnos juntos y que me hagas todo lo que quieras en la tina del baño, pero es muy tarde y debo irme.
Esto último que dije, fue para asegurar un segundo encuentro, porque tres mil pesos por un rato de cama y un buen orgasmo... Bufff. Me sentí complacida.
Cuando nos despedimos, le di otro beso en los labios y él me dio otra nalgada suave y me dijo en medio de un suspiro:
- Ahhh, Nohemí: ¿Quién diría que bajo esa faldota y esa blusa de mangas, se esconde el cuerpo de la mujer más bella y complaciente del mundo?
Sonreí con picardía y caminé hacia la puerta. Siguió diciendo:
-Dame tu número telefónico.
-Ya con la mano en la puerta, volteé hacia él y dije: no, no puedo, mejor si algún día volvemos a coincidir, me invitas a comer como hoy. Ja, ja, ja.
También lanzó una ligera carcajada.
Se quedó sentado en la cama cuando salí de la habitación.
Me fui caminando varias cuadras hasta llegar a la calle Justo Sierra, donde tomé un taxi que precisamente me cobró doscientos pesos hasta la colonia donde vivo.
Mientras caminaba para ir a tomar el taxi, pensaba en la posibilidad de que me haya tomado alguna foto sin mi permiso, ya que esas pausas que hizo al estar parado detrás de mí cuando dijo que estaba contemplando mis partes más íntimas y yo no podía verlo, por mi postura en ese momento. Me dio miedo pensar que alguna foto de mis partes íntimas vayan a andar por Internet o algo así.
Pensé en que necesito un segundo encuentro como el de hoy para tocarle el tema y ver la manera de que me diga la verdad. Reconozco que estoy muy ansiosa por ese tema y en realidad deseo verlo con urgencia. Deseo pronto volver a verlo ya no solo por el dinero, sino por el tema que taladra mi cabeza de saber si me tomó alguna foto.
Llegué a casa con dinero, tres mil pesos. Mi hermana Ruth se sintió molesta pero a la vez satisfecha, porque finalmente, como me dijo: no soy una chamaca. Eunice no dijo nada, ella tal como me lo dijo: mientras llegue con dinero, no importa de donde o como lo obtenga.
Estando en casa, me comporté de lo más normal; de no ser porque les platiqué lo sucedido, por mi manera de comportarme nadie sabría donde había pasado la tarde y parte de la noche.
Cuando iba en el taxi, revisé mi teléfono y tenía muchos mensajes de Marcelo. Decidí no responder.
Él me coge solo por usarme, pero a partir de mi primera experiencia con un desconocido; a no ser que me case: no volveré a estar con nadie si no hay dinero de por medio.
Marcelo nunca me cobró lo de las reparaciones a mi habitación, pero como ya lo dije al principio: de tantas veces que me llevó a la cama y sin darme ni siquiera para el taxi, creo que está más que pagado. De hecho, creo que un muy buen pago fue esa primera cogida que me dio y es el motivo por el que toda la colonia se dio cuenta. Como ya lo leyeron en mi primer relato "Mi amigo me hizo sentir lo que mi marido jamás".
Si se están preguntando cómo una mujer cristiana ampliamente conocida en la religión por mi talento artístico tiene esta doble vida de escribir y publicar mis vivencias detrás de cámaras, les comento. Me metíaesto de los relatos a manera de rebeldía en contra de la gente de mi religión, porque durante todos losaños que estuve cuidándome y guardándome conforme a la religión, nunca nadie se acercó para felicitarme por mi manera de vivir; pero a penas se enteraron que cometí un pecado, enseguida me acusan y me juzgan de la peor manera. Es por eso que publico mis historias...
Ya les seguiré platicando de algunas experiencias que además de dinero me dan orgasmos dignos de celebrar.
Gracias por leerme en este mi segundo relato.