Mi primera experiencia como sumisa
Me gire y justo en ese momento nuestras miradas se encontraron. Perdí el aliento. Por un momento olvide como hablar. Podría describir sus ojos como los de una diosa.
Mi amiga Julieta me contó sobre su más grande secreto. Resultaba ser que le gusta el Sado y era la sumisa de una mujer llamada Eva con la cual ya llevaba un tiempo viviendo.
“¿No te molesta que te lo cuente cierto?” me preguntaba con una cara de espanto.
“No para nada.” Le dije con sinceridad, pero al mismo tiempo intrigada por su confesión.
El oírla contarme su secreto me producía cierto morbo. No tenía ni idea en qué consistía el sado en su totalidad, pero tenía una gran curiosidad por conocer más detalles.
Un día a Julieta se le ocurrió invitarme a su a casa a conocer a Eva y a las demás chicas que vivían allí que practicaban lo mismo. Si resultaba ser que esta era una casa de sado y en ella vivían dominatrices con sus respectivas sumisas.
Estaba más que ansiosa por conocer a todas estas mujeres para acabar con mi curiosidad y talvez llenar mi deseo de ser controlada.
En fin, decidimos vernos el viernes en la tarde-noche luego de mis clases en la universidad. Llegue en un taxi al lugar y me asombre al ver la enorme y lujosa entrada a la casa.
Toqué el timbre y después de unos segundos pude escuchar el sonido de pasos acercándose a la puerta. Era Julieta quien me saludo muy efusivamente y me invito a pasar.
“Hola, pasa.”
Hice lo que me dijo y mi asombro fue aún mayor al ver lo muy bien que se veía la casa por dentro. Era enorme y con una muy buena decoración.
De repente escuche los pasos de alguien bajando las escaleras que suponía daban a las habitaciones.
Me gire para ver quién era. Era una chica de unos 26 años de pelo largo casi cobrizo y unos ojos verdes oscuros. Era muy guapa pero su sola presencia me intimidaba. Especialmente si me miraba fijamente. Al momento me entere por qué.
"Ama," dijo Julieta suavemente. "Esta es mi amiga Abigail. Abigail esta es mi Ama Eva."
"Hola Abigail." Dijo Eva con voz muy agradable. "Es un placer finalmente conocerte.”
"Gracias," respondí. “Es un placer conocerte también Eva. Juli habla muy bien de ti.” Mire como Julieta se sonrojaba un poco, pero me sonreía en forma de agradecimiento.
"Me gusta escuchar eso." Eva dijo girándose para acariciar la mejilla de Julieta.
"Ella también habla mucho de ti."
"Cosas buenas espero." Dije soltándole un guiño a Julieta. Julieta soltó una risa e inmediatamente sentí el ambiente relajarse.
"Vamos a la cocina, creo que Regina debe estar allí. " Dijo Eva haciendo que la siguiéramos.
Estaba intrigada, sabía que Regina era otra Dominatriz, pero no sabía más que eso.
Entramos en la enorme cocina y en una de las bancas de la isla que adornaba la cocina estaba sentada una mujer, escondida tras la pantalla de una laptop con el cabello rubio. Inmediatamente supuse que era Regina.
De la nada escuché a Julieta saludarle.
"Hola Srta. Regina, esta es mi amiga Abigail."
Me gire y justo en ese momento nuestras miradas se encontraron. Perdí el aliento.
Por un momento olvide como hablar. Podría describir sus ojos como los de una diosa.
Regina tenía talvez unos 24 años y sus ojos eran tan azules como el zafiro. Su pelo no era rubio más bien parecía oro líquido y su piel estaba ligeramente bronceada. A pesar de que estaba sentada me pude dar cuenta de que media unos 1.70 metros, delgada, pero con un cuerpo bien tonificado y unos pechos no muy grandes ni muy pequeños, pero apenas perfectos para su cuerpo.
No podía quitarle los ojos de encima y estaba más que feliz de escucharla hablar primero.
"Hola Abigail," dijo suavemente, casi en un ronroneo, mirándome decididamente a los ojos. No podía sostenerle la mirada, y supe que al bajar mi mirada me tenía por completo.
"Hola," respondí tímida mirándola de nuevo, pero no directamente a los ojos. Para ese momento ya Julieta y Eva preparaban bebidas para todas en la cocina. Sé que Julieta había visto lo que estaba pasando y quería contárselo, pero antes de que pudiese hacerlo ella hablo de nuevo.
"Julieta nos ha contado que eres toda una comediante," dijo Regina cerrando su laptop y señalándome la banca justo a su lado.
"Tengo mis momentos," respondí sentándome a su lado, "¿qué les has contado?" agregue volviendo a ver a Julieta.
"Ya sabes cómo tienes un buen sentido de humor y todas tus salidas sarcásticas." Julieta rio. Yo hice lo mismo y tome el trago que Eva me ofrecía y le agradecía.
"¡Así que básicamente les contaste lo payasa que soy!" Bromee haciéndole una cara a Julieta quien se sentó frente a mí. Las tres mujeres rieron y la conversación siguió por ese rumbo.
Todavía estaba muy consciente de que Regina estaba sentada justo a mi lado y no pude evitar la excitación que me producía esto.
Un momento después pude ver que Eva le susurraba algo al oído a Julieta a lo que ella asintió y las dos se levantaron para irse.
"Ya regreso," me dijo Julieta.
"Oh ok está bien," le respondí. Me dejaron a solas con Regina. Un ligero e incomodo silencio reino por un momento.
"No tardara," dijo Regina rompiendo el silencio. Asentí tomando lentamente mi trago. "¿Imagino que Julieta te ha contado sobre nosotras?"
"Si lo ha hecho," respondí girándome para mirarla. Regina me miro con mucho cuidado estudiando mis reacciones.
"¿No te molesta?" me pregunto, entrecerrando sus ojos.
"No para nada," le respondí. "Bueno tengo que admitir que no es algo de lo que escuchas hablar todos los días, pero no me molesta, en realidad me causa curiosidad."
"¿Enserio?" dijo Regina abriendo sus ojos sorprendida. Se acercó mucho más a mí. "¿Acaso es una fantasía que tienes?" No pude evitarlo, me sonroje y mire hacia otro lado.
"Algo así," admití. La escuche reírse y sentí su mirada quemándome, pero no encontraba la manera de sostenerle la mirada.
Para mi alivio Julieta y Eva ya habían regresado. No podía evitar asombrarme por la forma en que Eva controlaba a Julieta, pero al mismo tiempo pude ver que en su mirada demostraba lo mucho que la quería y ya yo sabía que Julieta sentía lo mismo.
Continuamos la plática por unas horas más y durante la noche se nos unieron otras cuatro chicas que vivían en la casa.
Sofía una chica de unos 20 años con su sumisa Jessica, y Raquel con su sumisa Kari. Todas eran muy atractivas.
Al ver a Regina sola pude enterarme que ella no tenía sumisa lo cual aumento mis sentimientos de atracción hacia ella.
Toda la noche continúe lanzándole miradas a Regina quien hacía lo mismo cada vez que nos mirábamos. Luego de unos momentos las demás chicas subieron a sus cuartos a descansar y Regina decidió cambiar de asiento para estar a mi lado. Allí estábamos solas hubo un silencio incomodo que terminé por romper.
"Esto es bueno," dije con una sonrisa estúpida, no podía estar más nerviosa. Regina no pudo evitar reír ante mi comentario. Reímos por unos minutos lo cual aligero el ambiente.
"Julieta tiene razón," rio. "Eres graciosa." Le sonreí.
"Eso me gusta." Dijo de nuevo suavemente su voz escuchándose aún más cerca de mí. Subí mi mirada y me encontré con sus ojos azules mirándome atentamente.
Alejo un mechón de pelo de mi cara y dijo:
"Tengo ganas de besarte." Continúe mirándola a los ojos y sentí moverme un poco más cerca de ella.
Continuo: "Desde que te vi esa idea no sale de mi mente," su voz ahora era un susurro. Asentí no sé porque y acerque mi boca a la suya. Ella respondió acercándose aún más y pude sentir como mi corazón palpitaba mientras se acercaba más y más.
Mi respiración se detuvo por un momento cuando sentí su nariz chocar con la mía. Estaba muy cerca. Mis labios se abrieron y ladee mi cabeza, cerrando mis ojos. La sentí moverse y después de un largo segundo sus labios chocaron con los míos.
La liberación fue instantánea. Horas de tensión sexual fueron saciadas en una pelea de besos y lenguas. Enganche mis brazos alrededor de su cuello mientras ella empujaba mi espalda contra el sofá.
Abrí mis piernas para que ella se colocara entre ellas mientras seguíamos besándonos. Ella se alejó y me miro profundamente a los ojos. Mi respiración era pesada mientras yo hacía lo mismo.
"¿Subimos?" Regina susurro acariciando mi mejilla.
Yo temblé y un escalofrió recorrió todo mi cuerpo. Estaba un poco asustada, técnicamente todavía era virgen, pero Regina pareció haber leído mi mente.
"No te preocupes no habrá juguetes, solo serán nuestros cuerpos y yo enseñándote que es lo que se siente al ser controlada."
"Ok," susurré, "Srta. Regina."
Apenas lo dije, su semblante cambió. Sus ojos se oscurecieron y todo su ser irradio una gran fuerza que me hizo sentir pequeña, frágil... sumisa. En silencio se levantó, tomando mis manos y ayudándome a levantarme también. Tomando unos cuantos pasos hacia mi tomo mi cara en sus manos.
"Desde este momento, eres mía por el resto de la noche," dijo en voz baja. "Te referirás a mi como Srta. Regina, ya que no eres mi sumisa oficial. A todo lo que te diga tienes que obedecer, ¿entendido?"
"Si Srta. Regina," respondí. Creo que mis ojos dejaban ver algo de miedo porque Regina se acercó a mí y en un suave susurro dijo:
"No te hare daño." Asentí y me relajé. Luego ella tomo mi mano y me guio por las escaleras hacia su habitación.
Su habitación era enorme casi como la suite de un hotel. Tenía una cama enorme de cuero ubicada en el centro cubierta con sábanas blancas como la nieve.
Regina cerró la puerta y camino hasta ella, se sentó y me miro. Iba a imitarla, pero apenas pude moverme cuando al fin hablo.
"¿Dije que te movieras?" Regina pregunto mirándome directamente; su voz era suave, pero con un tono de mando. Eso me excito inmediatamente. Recordando sus palabras de antes le respondí.
"No Srta. Regina," dije bajando la mirada. "Lo siento"
Estaba deseándola y ella lo sabía.
"Ya no importa, pero espero no tener que decírtelo otra vez," ronroneo, sus ojos azules brillaron con placer. "Ahora, ven aquí y párate frente a mí con tus piernas separadas, tus manos detrás de tu espalda y tu mirada al suelo."
Le obedecí inmediatamente y me pare frente a ella de la forma en que quería, mi corazón comenzaba a palpitar con mayor rapidez.
Ella no se movió, pero podía sentir como sus ojos me recorrían de arriba a abajo. Eventualmente, se levantó de donde estaba y comenzó a rodearme. Estando detrás mío, suavemente soltó mi cabello el cual cayó sobre mis hombros. Lo alboroto con sus dedos, arreglándolo para que se viera como ella quería haciéndome temblar, y continúo rodeándome hasta quedar frente a mí. con mis ojos todavía en el suelo, comenzó lentamente a soltar los botones de su camisa; instintivamente levante mi mirada para poder ver sus manos soltar los primeros botones de abajo a arriba. De repente se detuvieron; yo regresé mi mirada al suelo y sentí el calor llegar a mi cara. La sentí moverse y luego miré como la camisa caía al suelo justo a mi lado izquierdo.
"Ya puedes mirar," dijo con un dejo de burla en su voz. Llevando mis ojos lentamente por sus piernas aun cubiertas, por el cinturón que se ajustaba a sus perfectas curvilíneas caderas, por su bien tonificado abdomen, por sus preciosos pechos no expuestos por completo en su sujetador rojinegro que subían y bajaban con cada respiración y finalmente por su cuello con su dorado cabello sobre sus hombros para encontrarme con su mirada llenada de poder y lujuria.
"Pon tus brazos a los lados de tu cuerpo," susurro ella.
Le obedecí al instante, todavía atrapada por su hipnotizante mirada. Ella acerco sus brazos, tomo el borde de mi blusa y la llevo en por encima de mi cabeza para quitármela. Sentí mi piel reaccionar al frio aire, pero no me moví al ver como empezaba a quitar el cinturón de mi pantalón, soltaba los botones de mi jeans y los dejaba caer al suelo. Regina luego se alejó un poco para trazar su mirada de arriba a abajo por mi cuerpo, y yo miraba con una pequeña sonrisa en mi cara. Luego se giró y removió las sabanas de la cama, volviéndose para mirarme habló.
"Ven, aquí y acuéstate," susurro, dando un paso a un lado para que yo pasara.
Me metí entre las sabanas y me acomode entre las almohadas, y gire mi cabeza para mirarla. Regina sonrió y comenzó a desabrocharse el cinturón de sus jeans, bajándolo por sus largas piernas.
Subió a la cama, se acostó a mi lado y acerco sus labios a los míos besándolos suavemente. Mientras nos besábamos Regina pasabas sus manos por todo mi cuerpo, masajeando mis pechos, acariciando mi abdomen y finalmente tocando el calor entre mis piernas. Solté un pequeño gemido al sentir que presionaba con dos dedos a través de mi ropa interior sobre mi clítoris. Regreso su mano a mis pechos y jugo con ellos rozando su pulgar en ellos.
"Creo que deberíamos deshacernos de esto, ¿no crees?" Regina susurro, quitándome el sujetador. Yo solté una risita y levanta mi espalda para hacerle más fácil el quitármelo. Ya sin el sujetador, ella agacho su cabeza y comenzó a besar y lamer mis pechos, chupando mis pezones. Comencé a gemir y el fuego entre mis piernas se volvió insoportable.
"Por favor Regina... perdón... Srta. Regina," tartamudee entre gemidos, "¡Por favor, hágame correrme, la necesito dentro de mí!"
Regina paro lo que estaba haciendo con mis pechos y levanto su cara para mirarme. La mire devuelta a sus posesivos ojos azules, rogándole en silencio, y mire como una pequeña sonrisa se formaba en su boca. Sin decir nada se sentó a ahorcajas sobre mí, y se acercó para alcanzar dos pañoletas de seda que estaban atadas a los bordes de la cama. Tomo mis brazos y los llevo por encima de mi cabeza para atar mis manos con las pañoletas. Todavía sin decir nada se agacho para besarme con fuerza empujando su lengua dentro de mi boca, gemí y por instinto intenté acercar mis brazos para acercarla a mí, pero las pañoletas no me dejaban. Se alejó y soltó una sonrisa y lo entendí -ella tenía el control ahora-.
Regina regreso a su anterior posición para besarme suavemente el cuello, recorriendo sus labios a través de mi clavícula. Los besos continuaron por todo mi cuerpo, sobre mis pechos y mi ombligo hasta llegar al dobladillo de mi ropa interior. Ahora ya yo estaba jadeando y un poco de sudor comenzó a brotar en mi frente. Colocándose entre mis piernas, Regina me quito mis mojadas bragas y los tiro al suelo. Ella atrapo mi mirada y sin dejar de mirarme bajo lentamente hasta mis mojados labios vaginales. Cuando sus labios estaban a centímetros ella soplo sobre mi causándome un gemido.
Todavía con su mirada sobre mí, susurro, "Solo podrás correrte cuando yo te lo diga, ¿De acuerdo?" Asentí rápidamente y gemí, retorciéndome en contra de las ataduras. Ella no se movió; "Responde ¿Estás de acuerdo o no?" repitió, clavando sus ojos en mí.
"Si Srta. Regina, ¡no me correré hasta que usted me lo diga!" Jadee, Regina tomo mis caderas y puso su boca sobre mi empapada vagina. Solté un primitivo gemido que creí haber despertado a todos en la casa. No me importo pues el placer que estaba experimentando era increíble. Regina me trabajo con su lengua, recorriéndola por mis mojados labios y mi sensible clítoris mientras me sacudía como una desquiciada en la cama. De repente metió un dedo dentro de mí, masajeando lentamente. Estaba tan mojada cuando ya tenía dos y luego tres dentro de mí y frotaba mi punto g mientras lamia mi clítoris con su lengua. Estaba volviéndose más y más difícil aguantar el orgasmo colosal que se estaba formando dentro de mí, así que cuando ya sentía que no podría aguantar por más tiempo, levante mi cabeza para mirarla.
"¡Por favor Srta. Regina!" Suplique jadeando, "¡Por favor déjeme correrme, no creo aguantar más!"
Mi cabeza cayó sobre la almohada y mis ojos se pusieron en blanco y Regina se detuvo. Estaba recostada allí jadeando por un momento saboreando el breve alivio. Levante mi cabeza de nuevo y me encontré con los ojos de Regina, su cara tenía un semblante muy tranquilo y enigmático, pero sus ojos no podían esconder la intensa excitación que estaba sintiendo. Sus dedos, todavía dentro de mí, seguían sin moverse y su boca brillaba por los jugos de mi vagina. Todavía con su mirada clavada intensamente en mi dijo las palabras que tanto deseaba escuchar.
"Ya puedes correrte."
Mi cabeza volvió a caer sobre la almohada y Regina continuó lamiendo y frotando mi centro. Esta vez en lugar de luchar en contra de lo que sentía me deje llevar, mi respiración se volvió lenta mientras sentía como el calor me abrazaba. Después de unos pocos minutos solté un gemido y sentí como las paredes de mi vagina se contraían alrededor los dedos de Regina. Succiono aún más fuerte sobre mi clítoris y en segundos mis caderas se elevaron y mi espalda hizo lo mismo mientras me corría en su cara. Me quede allí temblando, débil con mis ojos cerrados hasta que el orgasmo comenzó a disminuir. Sentí como Regina soltaba las pañoletas de mis brazos y me acercaba a ella. Me abrazo, me beso y acaricio mi cabello y en minutos ya estaba dormida.
Desperté después de media hora todavía en sus brazos. Me solté de su abrazo para poder mirar su rostro. Ella abrió los ojos, me sonrió y sus ojos todavía brillaban de la excitación. La empujé sobre su espalda y baje mi mano por su abdomen; todavía llevaba puesta su ropa interior así que introducí mano dentro de sus bragas y la acaricie con las yemas de mis dedos. Gimió suavemente. De repente recordé nuestro acuerdo. Me giré para mirarla y la encontré mirándome con curiosidad y un poco de diversión en su cara. Me sonroje, pero no quite mis manos de sus bragas.
"¿Por favor, puedo complacerla, Srta. Regina?" Pregunte mirándola con timidez.
Regina sonrió acomodándose aún más en la cama y abriendo sus piernas. Acerco su mano a mi cara para llevarla más cerca de la suya; me le uní y la besé. Ella se alejó, me miro y dijo, "Si, si puedes."
Sonreí complacida y me coloque en medio de sus piernas como lo había hecho ella antes conmigo.
Lentamente le quite sus bragas, me incline sobre su centro y sople sobre él. Me encontré su mirada llena de curiosidad y diversión que estaba empezando a gustarme. Desvié mi mirada y me incline por completo y presione mis labios sobre ella. La escuche gemir suavemente y tome eso como una señal para comenzar a lamer y chupar su vagina. Por un momento copie todo lo que ella había hecho conmigo, pero luego, en lugar de usar mis dedos, empuje mi lengua lo más dentro de ella que pude probando sus dulces jugos. Regina gimió más fuerte y arqueo su espalda en respuesta. Usando mi pulgar, frote suavemente su clítoris, mientras hacia círculos con mi lengua muy dentro de ella. En momentos se corrió en toda mi boca y yo tragué todos sus jugos.
Me desperté a la mañana siguiente con Regina abrazada a mi espalda. Me estiré e hice pequeñas muecas mientras flexionaba mis muñecas y soltaba una grande sonrisa al recordar lo que había pasado la noche anterior. Girándome me encontré con Regina dormida y comprendí que esta no sería la última vez que la vería. Ahora era suya, le pertenecía, y como si pudiese leer mi mente abrió sus ojos, sonrió y me beso.