Mi primera experiencia
Mi vecina de 37 años me inició en el sexo
Yo tenía unos quince o dieciséis años y como expliqué en el relato de la profe de mates estaba estudiando bachillerato. Estaba tan salido que me pajeaba a diario varias veces. Las chicas de los calendarios de mi padre las conocía una a una y en mis fantasías había follado con todas. Pero la realidad superaba a la ficción. Una tarde mi madre tenía que salir de casa y no dejó que me quedara solo en el piso por más que le insistí. La última vez había hecho un destrozo con la lavadora y quiso que me quedara en casa de la vecina. Alguna vez ya me había fijado en ella, pero me parecía muy mayor y eso que años después supe que tenía 37 años cuando me sucedió lo que os voy a explicar. La vecina se llama Ruth, estaba casada pero su marido había desaparecido. En esa época, hablo de finales de los 70, no existía el divorcio y cuando la relación no era buena o encontrabas a otra persona simplemente cogías el portante y desaparecías. Ruth tuvo que espabilarse, encontrar trabajo y rehacer su vida. Pues a lo que iba, mi madre ya había quedado con la vecina y yo a regañadientes llamé a su puerta. Me abrió y nos dirigimos al comedor. Yo tenía deberes del instituto y me senté junto a la mesa. Ella se puso a ver la tele en el sofá, frente a mí. Era a principios de junio y ya hacía mucho calor. Me fijé es sus tetas, que eran de un tamaño mediano y algo caídas por lo que creí que no llevaba sujetador. Cuando se levantó en busca de bebidas se agachó un poco y pude comprobar que efectivamente sus tetas estaban libres de opresión. Dejó un refresco sobre la mesa y ella se sentó en el sofá con el suyo. Estaba tan caliente que se pasó la botella fresquita por la frente, el cuello, el pecho y después ante mi asombro se la puso en los muslos. A los pies tenía un ventilador que cuando daba la vuelta levantaba el vestido y le podía ver las piernas y pude ver como se ponía la botella entre sus muslos. De repente una ráfaga de aire levantó el vestido y ante mi sorpresa vi una espesa mata de pelo. Me quedé atónito con mi vista fijada en ese objeto del deseo y me puse rojo como un tomate ante semejante visión. Ruth se dio cuenta y juntó las piernas, pero al cabo de unos minutos volvió a separarlas y pude verlo de nuevo. Por mi cabeza pasaron miles de cosas y mi polla empezó a crecer. Ruth tenía una sonrisa maliciosa y me miraba disimuladamente hasta que de repente me dice.
¿Te gusta lo que estás bien? Ven hacia aquí y siéntate a mi lado.
No gracias, estoy haciendo los deberes, después... – yo estaba rojo y muy nervioso.
No seas tonto, ven. - Y dando unas palmaditas en el sofá me incitaba a que me acercara. Intenté taparme con la mano mi gruesa polla al acercarme.
No te preocupes, es normal lo que te está pasando. Siéntate a mi lado y verás mejor.
Me senté a su lado, pero un poco separado de ella, se acercó a mí y levantándose un poco el vestido puso una de mis manos en su muslo. Con su mano derecha me la cogió y fue acercando la mía a su entrepierna hasta que noté una pelambrera muy densa. Era su vello púbico. Me dijo que palpara y buscará una rajita. Poco a poco me fui excitado cada vez más y hacía caso a sus indicaciones. Cuando noté el borde de la rajita me dijo que introdujera un dedo. Lo noté muy húmedo y cuando se lo introduje Ruth dio un respingo y apretó mi mano para que no saliera de donde estaba. Metí y saqué el dedo como ella me dijo y me pidió que palpara en busca de un botoncito que tenía dentro de la rajita. Como no lo encontraba se levantó el vestido y pude ver mucho mejor donde había metido mi dedo. Ella se introdujo un dedo y cuando hubo encontrado su clítoris me puso el dedo encima y me pidió que se lo tocara con suavidad y con movimientos circulares se lo estimulara. Estuve así un rato hasta que salió un grito de su garganta y cerró las piernas atrapándome la mano. Estuvo un rato jadeando y después me sonrió y me dio las gracias. Cuando saqué la mano la tenía húmeda y Ruth me dijo que probara sus efluvios. Desde ese día ese olor y sabor me recuerda la primera vez que estuve con una mujer.
- Ahora yo te dejaré satisfecho.
Y sin más me quitó el pantalón y el calzoncillo y liberó mi dolorida polla que parecía un palo de lo tiesa que la tenía. Por la puntita sacaba babas y ella acercó su lengua y las absorbió. Después me dio unos cuantos lametones y se la tragó hasta el fondo de su garganta. Yo estaba en el séptimo cielo. No podía dar crédito a lo que estaba pasando. Me la estaba chupando una mujer. No duró mucho mi polla en su boca. Estaba tan excitado que me corrí a los pocos minutos. Ruth se tragó toda mi leche. Tenía una sonrisa de oreja a oreja, pero quería un poco más. Le bajé los tirantes del vestido y ante mí aparecieron sus bonitas tetas que instintivamente chupé recordando mi etapa lactante. Tenía unos pezones muy oscuros con unas aureolas que me recordaban a las tetinas de los biberones. Por lo visto le gustó el gesto y mientras yo lamía sus pezones, primero uno y luego el otro, ella se masturbó y tuvo dos orgasmos más. Mi boca no daba abasto eran dos tetas para una sola boca e iba de una a otra como una mariposa de flor en flor. Mi polla volvía a estar dura como una piedra y mi sueño era que acabara dentro de su coño y correrme dentro, pero ya era tarde y Ruth no quería que mi madre nos pillara follando. Me dio un morreo que no olvidaré mientras viva y nos vestimos y yo acabé los deberes. Desgraciadamente nunca llegué a probar como era un polvo con Ruth. Nunca más aceptó quedarse conmigo a solas. ¿Sería el remordimiento o consideraba que era demasiado joven para “pervertirme”? Yo solo se que durante meses me masturbé recordando ese momento… hasta que al final conocí a una chica de mi edad que dejó explorar todo su cuerpo. Pero eso ya es tema para otro relato.