Mi primera corrida...de toros

Descansó su cuerpo encima de la espalda su hermano y besándole el cuello le dijo: ¡Te quiero hermano! Éste giró la cara viéndome a su lado y me soltó: ¡Eres un cabrón! Yo repliqué: ¡Disfruta de tu hermano, que luego te follaré hasta reventarte!

MI PRIMERA CORRIDA...DE TOROS

Aquí estamos en Sevilla en plena Feria de Abril, después del internado de curas, esto parecía la gloria, mis padres me dejaron venir junto a mi amigo y compañero de cuarto en el internado y con los padres de éste. Me voy a presentar, mi nombre es, Jorge mido 1,70 mi cuerpo está bien formado debido al deporte, pelo castaño claro y ojos azules, no me considero guapo, pero me doy cuenta a veces que algunas personas se giran al verme.

Mi amigo y compañero de cuarto se llama Alberto y más o menos igual que yo, 1,70, bien formado y ojos color miel, cuando sonríe se le hacen hoyuelos a los lados de la boca, en alguna ocasión se me ha pasado por la cabeza comerle esos labios carnosos, pero no lo hice, me aguanté y me quedé con las ganas, lo máximo que hemos hecho es masturbarnos uno al otro, pero solamente un par de veces. Estamos en 1971 y estamos en una época que todo era pecado y podías ir al infierno, en total unos mojigatos y lelos, no podías hablar de sexo con nadie, ni con tus padres, ni los profesores y menos con los curas, a los 16 éramos unos niñatos, hoy en día todo es muy diferente, hay más libertad, en la época que hablamos tenías que descubrirlo por ti mismo.

Ahora disfrutaríamos de una semana, gracias a las buenas notas que habíamos sacado en los dos trimestres y estar aquí era la recompensa, nos alojábamos en un hotel del centro, los padres de Alberto, estaban en una suite, un piso por encima del nuestro, nuestra habitación era con dos camas, pero juntas, casi como una de matrimonio. El primer día fue genial, nos lo pasamos de muerte, fuimos por toda la feria, parecíamos niños con zapatos nuevos. Era nuestro segundo día y habíamos quedado en desayunar en el comedor del hotel, yo ya estaba vestido y le dije a Alberto que bajaría antes, mientras él se duchaba y vestía, salí de nuestro cuarto y cuando estaba en el pasillo, vi una gran cantidad de gente, con cámaras de fotos y micrófonos, tenía que pasar entre ellos para llegar al ascensor, fui pasando por medio y debido a los empujones de todos, me encontré dentro de una habitación y alguien había cerrado la puerta desde fuera, cogí el pomo de la misma, pero una voz a mi espalda me detuvo.

  • ¡Ya era hora, tengo problemas con la “taleguilla” y eso que me he masturbado, pero esta imposible! – Yo miré a mi alrededor buscando a la persona a la que iban dirigidas las palabras, no vi a nadie más que un joven medio vestido de torero, en ése momento giró su torso mirando hacia la puerta y nos miramos a los ojos y dije: ¡Lo siento me empujaron y acabé metido en esta habitación, le pido disculpas! Yo estaba azorado, notaba mi cara ardiendo, sus ojos verdes mar, me traspasaban, no tendría más de dos o tres años que yo, pero vestido de tal modo estaba como para ponerlo encima de una tarta y esa cara entre divertida y picarona, me ponía más nervioso, entonces él continuó: ¡Pensaba que eras el Mozo de Espadas, que me ayuda a vestirme, además es mi hermano! ¡Se habrá quedado atrapado afuera! ¿Me puedes ayudar?

Con su sonrisa cautivadora, me fui acercando a él, me preguntó mi nombre y se lo dije, él me dijo que se llamaba José Miguel, me tendió la mano y yo se la estreché, él no paraba de mirarme a los ojos y yo hacía lo mismo, como si ambos estuviéramos hipnotizados, entonces fui deslizando la mirada sobre la totalidad de su cuerpo- un cuerpo de infarto- tenía puestos los pantalones de torear (la taleguilla), de un color lila muy claro, recamado de oro, medias ajustadas del mismo color, la taleguilla abierta en su totalidad y cayendo por los lados unos tirantes de un lila más subido, en una percha, una camisa blanca, en otra un chaleco a juego con la taleguilla y en otra la chaquetilla. Yo estaba tan absorto que apenas oía lo que me decía y entonces lo repitió: ¡Puedes meter la mano y colocarme bien la verga mientras yo tiro de la taleguilla hacia arriba! Yo asentí, sin apenas saber que estaba haciendo, metí la mano por dentro de unos pantaloncillos interiores muy suaves y mi mano fue bajando hacia su verga, al notar su calidez, intenté colocarla como él me decía, mientras él tiraba la taleguilla hacia arriba, después de varios intentos paró soltando: ¡Creo que el tacto de tu mano ha sido el peor remedio, ahora se está empalmando con dureza y me aprieta todavía más! Yo respondí: ¡Lo siento!

Entonces noté sus manos sobre mis hombros, empujándome hacia abajo, no opuse resistencia y un momento después tenía delante de mi cara una espléndida verga, que se agitaba con vida propia delante de mis labios, sin mediar palabra los acerqué a esa magnífica verga y desde arriba me llegó su voz: ¡Chúpala como si fuera un polo, pero sin morderla! Ahora sus manos cálidas estaban encima de mi cabeza, acariciando mi cabello y empujándola sobre su verga que había crecido en tamaño, una de mis manos acariciaba sus huevos y también agarraba la verga apretándola mientras iba chupando y tragándome cada vez más su verga, mientras él gemía y susurraba: ¡Sigue, no pares, tienes una boca divina! Mientras susurraba estas palabras mi boca aceleraba el ritmo, mi otra mano estaba sobre el pecho y notaba el latir desbocado de su corazón, mientras yo tragaba su polla, él empujaba su pelvis contra mi cara clavándola más dentro de mi boca, casi asfixiándome, pero no parábamos ninguno de los dos y entonces mientras soltaba: ¡Ahhh, me voy a correr! Y llegaron los trallazos al fondo de mi garganta, salpicándome la campanilla, tal cantidad de semen, que casi me ahogo, cuando dio la última sacudida de semen, la fue retirando de mi boca, pero yo agarrándole las nalgas empujé su cuerpo hacia mí, tragándome de nuevo la verga, no aparté mis manos de las nalgas, pero seguí chupándole la verga golosamente, dejándola totalmente limpia y eso que era mi primera mamada, pero me salió así.

Cuando se quedó algo flácida, me incorporé, colocándome detrás de él, puse las manos en la taleguilla, mientras José Miguel se colocaba bien la verga dentro de la prenda, cuando vio que estaba cómodo, giró su cara hacia atrás y me dio un beso en los labios, mis manos acariciaban su pecho desde detrás y él notaba mi abultada verga rozándole su trasero, ahora nuestras lenguas se buscaban y entonces, oímos un portazo, rápidamente me separé de él. Los dos nos giramos mirando hacia la puerta y allí se encontraba una réplica del joven torero y decía: ¡Ya se han marchado! Se fijó en mí y continuó: ¿Y éste quién es? Se iba acercando a nosotros y me fijé que una de sus piernas renqueaba, entonces José Miguel contestó: ¡El barullo del pasillo lo empujó aquí adentro y me ayudó, ya que tú no estabas! ¡Por cierto te presento a Jorge, me ayudó con la taleguilla! Y dirigiéndose a mí dijo: ¡Te presento a mi hermano Juan José, mi Mozo de Espadas!

Nos dimos la mano y mirando la hora, les dije, que me esperaban para desayunar, entonces les dije que había venido con mi compañero y sus padres, de encima de una mesa me entregó unas entradas para ir a verlo, se lo agradecí, me abrazó y me susurró al oído: ¡Si puedes librarte de los padres y queréis venir esta noche, estaremos tomando algo sobre las doce de la noche! ¡Me gustaría mucho que aparecieras! ¡Si  a tu amigo, le apetece, también puede venir! Me despedí de ellos y bajé corriendo al comedor, allí ya estaban terminando de desayunar, me disculpé y enseñándoles las entradas, les conté parte de lo ocurrido, sin mencionar, la taleguilla y lo que había tragado. Parecían satisfechos, ya que no habían conseguido entradas para la Plaza de Toros y encima los asientos eran a cubierto y cerca del palco principal, así no pasaríamos tanto calor, tomé algo rápido y salimos a dar una vuelta por la ciudad.

Cuando llegó la hora fuimos a la Plaza de Toros, los tres toreros estuvieron geniales, yo les señalé a José Miguel, que me había dado las entradas, tanto en el primer toro, como en el segundo, se dirigió  hacia la tribuna, saludando y soltando la montera (Sombrero negro), paseó la mirada sobre nosotros y bajó ligeramente la cabeza, como en señal de reconocimiento, Alberto se percató de ello y dándome un leve codazo, me susurró cerca del oído: ¡Me lo tienes que contar todo, me has ocultado algo, solo ha saludado al tribunal y ha hecho una señal en nuestra dirección!

Todos los toreros cortaron sendas orejas a sus toros, José Miguel, una en su primero y las dos en el segundo, fueron muy ovacionados y todos salimos contentos por el festival taurino, tanto Alberto, como yo no le quitábamos los ojos de encima y durante el paseíllo triunfal sobre los hombros de uno de su cuadrilla, saludaba a todo el mundo mostrando los trofeos, al pasar por delante de nuestros asientos, una de sus manos se dirigió sobre la muñeca de la otra mano, como señalando el reloj, que no llevaba, pero yo asentí ligeramente y Alberto me pilló mientras asentía, me ruboricé ligeramente, diciéndole, que hacia bastante calor, para el mes que estábamos. El resto de la tarde y noche fuimos por las casetas de la Feria, pasándolo muy bien, comimos y bebimos un poco y por la noche, de vuelta al hotel, entramos en nuestro cuarto, los padres de Alberto se marcharon.

Al cerrar la puerta, Alberto me cogió en volandas y me tumbó sobre la cama, ambos estábamos algo achispados y dijo: ¡Cuéntame, que pasó con el torero! Y entonces, se lo fui contando todo sin omitir ningún detalle y la cita que teníamos a las doce de la noche, si quería venir, su cara pasaba por diferentes estados, de sorpresa, asombro y algo de asco. Alberto estaba tumbado a mi lado boca arriba, entonces giré mi cuerpo y comencé a desabrochar sus pantalones, él me miraba y se dejaba hacer, me senté en la cama y le bajé la prenda, junto con su slip hasta los tobillos, su bonita verga estaba algo morcillona, supongo que debido a mi relato, me coloqué entre sus piernas y cogiendo su verga, la fui lamiendo con suavidad, mi mano le bajaba la piel, dejando el capullo al descubierto, se colocó las almohadas debajo de la cabeza y así miraba como le chupaba la verga, que iba creciendo por momentos, ahora la metía entera dentro de mi boca chupándola con lentitud, una mano apretaba la base de su verga y la otra acariciaba sus huevos, Alberto comenzó a gemir.

Fui deslizando mi lengua sobre sus testículos, mojándolos completamente, mientras lo masturbaba suavemente, entonces me detuve y subiendo sobre su cuerpo, me fui acercando a su deliciosa boca, él parecía rechazarme, pero mi mano sujetó su cara  e introduje mi lengua dentro de su boca, primero pasándola sobre sus labios y después en su interior, sus manos que durante todo el tiempo estaban inertes, ahora sujetaban mi nuca, apretando mi cabeza sobre la suya y su lengua comenzó a entrar dentro de mi boca, saboreando mi interior, notaba el latido acelerado de su corazón y el mío también estaba acelerado, entonces una de sus manos bajaron entre nuestros cuerpos y me desabrochó el pantalón, me dio un leve empujón quedándome boca arriba, entonces Alberto repitió lo mismo que yo le había hecho, al principio muy indeciso, pero mis gemidos lo envalentonaron y comenzó a lamer, a chupar con más fuerza, como yo antes a él, mi verga algo más larga y gruesa que la suya, le costaba un poco más, pero continuó chupando con intensidad, luego chupó mis huevos, mientras me masturbaba, pero no tenía intención de correrme, lo hice subir sobre mi cuerpo y nos besamos con más vehemencia que antes. Separé mis labios de su boca y le pregunté: ¿Te atreves a venir conmigo a la habitación del torero? Continué: ¡Seguramente podemos pasarlo bien, si no nos gusta, nos vamos! Alberto asintió y levantándonos, nos arreglamos la ropa, miré la hora, ya pasaban 10 minutos de las doce, nos dirigimos a la otra habitación, se oían varias voces y llamé a la puerta.

Juan José abrió la puerta, nos dio un repaso visual de arriba a abajo y sonriendo nos invitó a entrar, allí se encontraba el joven torero y alguno más de su cuadrilla, los despidió educadamente diciendo que tenía que hablar con nosotros, todos fueron saliendo mientras charlaban animadamente, nos quedamos nosotros dos junto a José Miguel y su hermano Juan José, tomé la iniciativa y alargando mi mano al torero le solté: ¡Maestro, muy buena faena hoy, enhorabuena! Él se levantó del sofá y apretando mi mano, se fue acercando a mí abrazándome y contestando con un poco de sorna: ¿En la Plaza de Toros o en la habitación? Quedamente añadí: ¡En los dos sitios! Y él soltó una carcajada, que yo secundé. Le presenté a mi amigo Alberto y entonces me percaté que el torero llevaba un albornoz blanco atado en la cintura con el cinturón, llevaba el pelo mojado de haberse duchado hacía poco, su hermano iba vestido muy informal.

José Miguel comenzó a sacarme la ropa y Juan José hizo lo mismo con mi amigo Alberto, que se dejaba hacer, como un autómata, al quedarnos solamente con nuestros slips, el torero dijo: ¡Vamos todos a la ducha a refrescarnos un poco! Entonces acercándose a su hermano lo fue desnudando, quedándose también en slip y nos dirigió al baño de la suite, había una enorme bañera y también un gran plato de ducha, entraron dentro de la ducha, invitándonos a entrar y así lo hicimos, aun cabían dos o tres personas más de grande que era. Todavía llevábamos puestos los slips y el torero abrió el grifo de la ducha mojándonos a todos, su hermano cogió una botella de gel y comenzó a lavar a su hermano por la espalda, deslizando sus manos y bajándolas sobre el slip mojado, metió sus manos dentro de la prenda acariciando las nalgas, se fue agachando y limpió las piernas, después se puso de pie y pasando sus brazos alrededor del cuerpo del torero metió sus manos dentro de la parte delantera de la prenda, pasado un rato deslizó la prenda hacia abajo y la sacó por los pies del torero.

La escena era muy erótica, ahora fue a la inversa, el torero lavó a su hermano, entonces me fijé en la delgada pierna de Juan José, era mucho más delgada que la otra, de ahí su renquera, pero su verga era majestuosa, más grande que la del torero y estaba bastante erecta, después ambos se dedicaron a lavarnos a nosotros dos, después de quedarnos desnudos, nos colocaron apoyando las manos en la pared y cogiendo más jabón fueron pasando sus manos por nuestra raja del culo, yo estaba con el hermano y Alberto con el torero, sus dedos acariciaban con intensidad nuestros agujeros del culo, sus dedos comenzaron a introducirse dentro y los sacaban, se los limpiaban y volvían a meterlos, Juan José comentaba: ¡Así estaremos todos limpios por fuera y por dentro! Cuando quedaron satisfechos de la limpieza anal, se lo hicieron mutuamente, primero uno y luego el otro, nuestras verga estaban muy duras y las de ellos también, entonces salimos de la ducha envueltos en toallas y fuimos al dormitorio, después de colgar los slips mojados.

El Mozo de Espadas se sentó en el borde de la cama y el torero se colocó de pie delante de él, yo me senté a su lado y Alberto delante mío, mis manos fueron deslizándose sobre el cuerpo de mi amigo, que se estremecía mientras mis labios chupaban su verga, aprisionándola, mi cabeza se movía hacia delante y atrás haciéndole gozar con mi mamada, sus manos sobre mi cabello lo acariciaba con placer, de reojo vi que la verga del torero entraba dentro de la boca de su hermano y éste aceleraba el ritmo de su boca, las manos del diestro lo frenaron un poco, entonces el torero se mojó los dedos de la mano y la deslizó entre las nalgas de mi amigo, buscando su agujero, éste gimió, señal que le había metido los dedos dentro y su verga, se agitaba frenéticamente dentro de mi boca, entonces José Miguel sacó los dedos del ano de Alberto y los chupó.

Puso sus manos en los hombros de su hermano y lo empujó con suavidad hacia atrás, quedándose con la espalda sobre la cama, le cogió la piernas y se las levantó hacia arriba e inclinándose puso su boca sobre el ano de su hermano, su lengua masajeaba el orificio y lo mojaba en abundancia, viendo esto Alberto me levantó las piernas e hizo lo mismo conmigo, ¡Joder, que placer notaba en el ano! Y entonces noté la punta de la verga de Alberto en la entrada del ano, empujándola  y forzando mi entrada, me dolía, pero no me quejé y él continuó metiéndola dentro, miré a los otros y Juan José era penetrado por su hermano clavándole la verga hasta el fondo, no se quejaba, tenía cara de pasarlo muy bien, me relajé un poco y moviendo mis caderas ayudé a mi amigo a clavar su estaca hasta el fondo de mi culo, entonces gimió, mi ano desvirgado palpitaba, pero el dolor iba cediendo y comenzaba a darme placer, ahora me follaba a buen ritmo y ambos gemíamos, giré la cara hacia el torero y su hermano, éste fue acercando su boca hacia la mía y mientras nos follaban a placer de todos nos besamos, como si nos fuera la vida en ello.

José Miguel viéndonos besar agachó su cuerpo sobre su hermano y su lengua se unió a las nuestras, Alberto por su lado también se agachó encima y juntamos nuestras lenguas, al poco el torero sacó la verga del culo de su hermano y colocándose detrás de Alberto agarrando sus caderas lo fue retirando, sacando su verga de mi culo, me bajó las piernas apoyándolas en el suelo y con suavidad hizo subir a mi amigo encima de la cama, con las rodillas a cada lado de mi cuerpo, con su cálida mano me agarró la verga y fue obligando a que Alberto fuera sentándose sobre mi polla, mi amigo se quejaba de dolor, pero ante la insistencia del joven torero continuó sentándose hasta quedar totalmente empalado por mi verga, se quedó quieto, pero mi verga tan encajada vibraba en su culo, las manos del torero sobre las caderas de Alberto le iba dirigiendo lo levantaba un poco y volvía a sentarse, así un buen rato, cada vez subía más y se dejaba caer con más fuerza, ahora gemíamos los dos de placer.

Por su lado Juan José, el hermano, cogió una almohada y se la dio al torero, que doblándola la puso debajo de mi zona lumbar, el maestro levantó mis piernas y clavó su verga de un certero empujón, como si fuera la estocada al toro, eso me hizo subir la pelvis clavándome más a fondo dentro de mi amigo, que soltó un bufido, el hermano colocando su pierna buena de rodillas y la otra más delgada algo estirada a un lado se puso encima de mi cabeza y apretando su verga hacia abajo la fue metiendo dentro de mi boca, yo la fui chupando con mucha glotonería, era una gran verga, estaba deliciosa, él inclinó su cuerpo hacia delante y con su boca cogió al vuelo la verga de Alberto, que continuaba brincado sobre la mía y yo notaba la dureza del falo del torero en mi ano, que iba acelerando el ritmo, contraje el ano y le produjo más placer, sus gemidos se unían a los nuestros, también apreté mis labios sobre la verga del hermano, que también seguía el ritmo del diestro, los gemidos de Alberto eran los más sonoros y comenzó a correrse dentro de la boca de Juan José, que continuó chupando, mientras ´se corría apretó el ano provocando que yo soltara todo mi semen dentro de su culo y lo mismo hizo José Miguel en el mío, notaba trallazos salpicando dentro del culo.

Alberto sacó mi verga de su culo, dejándose caer boca abajo en la cama, momento que el torero se puso sobre su espalda y clavó su verga un poco más floja, le besaba la nuca y le mordía la oreja, Juan José se ubicó de pie entre mis piernas y levantándolas me clavó su ariete, que no se había corrido, me dolía el ano, pero el placer que sentía, era mayor, sus manos agarraban la parte trasera de mis rodillas y de esta manera su verga salía en su totalidad y la clavaba de nuevo, poco después fue corriéndose dentro de mi culo, notaba las sacudidas de su verga en mi interior soltando el semen, sin sacar su verga deslizó su cuerpo sobre el mío buscando mis labios y nos fundimos en un apasionado beso, por su lado el torero movía su pelvis sobre el trasero de Alberto y se besaban apasionadamente, poco después sacó su verga del culo de mi amigo, se colocó de lado y le dio una suave palmada en la nalga, diciéndole: ¡Te has portado como un campeón! Y alargando su mano me acarició la cara soltando: ¡Y tú has estado increíble! Continuó: ¡Vamos a beber algo, estamos sudando por fuera y secos por dentro!

Estuvimos comiendo y bebiendo en el salón de la suite, hablamos de todo un poco, así supimos que Juan José había tenido la polio de pequeño y por eso quedó maltrecha su pierna, yo para quitar hierro al asunto solté: ¡Pues su tercera pierna está muy crecida! Nos reímos todos, el aludido se acercó a mí y me dio un beso en los labios metiendo su lengua, saboreando mi boca, se sentó encima de mis piernas frotando su trasero sobre mi verga, que iba despertando poco a poco, yo le acariciaba la espalda y el bonito pecho, su verga entraba de nuevo en acción. Mirando a José Miguel pregunté: ¿Siempre penetras tú o también recibes alguna estocada, de vez en cuando? Él me miró sorprendido y contestó: ¡Una vez mi hermano me intentó penetrar, pero no pudo, me desgarró por dentro! Añadí, picándole: ¡Tú tan valiente en la plaza delante de esos toros tan grandes y no te atreves con algo más pequeño! Mientras soltaba esto reía, para que no se lo tomara a mal, todos nos reímos, bebimos un poco más de champan y luego una copa de brandy, cogió de la mano a mi amigo Alberto y se tumbaron en la cama, Alberto boca arriba y encima de él el joven torero, se estaban acariciando mientras se besaban con ganas, me coloqué entre las piernas del torero y agachándome comencé a lamer su lindo agujero, él apretó el ano, pero con mi insistencia y mi lengua se fue relajando, incluso comenzaba a palpitar poco a poco, cada vez se abría más a mi lengua, incluso le daba pequeños mordiscos, él movía el trasero, mientras frotaba su verga con la de Alberto, me acordé de sus dedos entrando en el culo de mi amigo mientras me follaba, mojé mis dedos y fui metiéndole uno de ellos, dio un respingo, lo fui retirando y metiendo de nuevo, ahora soltaba saliva encima de su ano mientras movía el dedo dentro y de repente metí el segundo dedo, no se quejó y repetí lo mismo, pasado un buen rato entró mi tercer dedo, estaba bien dilatado, moví los dedos abriéndole más el ano, me incorporé y sin hablar tiré de su hermano colocándole entre las piernas del torero, agarrándole la verga la fui metiendo poco a poco, mi otra mano en su vientre le indicaba cuando parar, yo le hablaba en susurros, como si fuera yo quien lo penetraba, Juan José, terminó enterrando toda su gruesa y gran polla en el culo de su hermano el torero.

Descansó su cuerpo encima de la espalda su hermano y besándole el cuello le dijo: ¡Te quiero hermano! Éste giró la cara viéndome a su lado y me soltó: ¡Eres un cabrón! Yo repliqué: ¡Disfruta de tu hermano, que luego te follaré hasta reventarte! Tiré del cuerpo de Alberto que estaba debajo y dándole la vuelta como si hicieran un 69,  ahora José Miguel de rodillas y debajo de él Alberto chupándole la verga y el torero chupando la de mi amigo, en ése momento levanté las piernas de Alberto y clavé mi verga en su culo, que parecía ansioso y comencé a penetrarlo con ganas y lo mismo Juan José al torero, éste no pudo aguantar más y gimiendo se corrió dentro del culo de su hermano. Hice una señal al hermano, que sacó su verga del culo del torero y yo ocupé su lugar, Juan José sentándose encima de la verga de Alberto, se la fue tragando en su totalidad y comenzó a brincar, mi amigo seguía chupando la verga del torero y éste lamía la de su hermano que trotaba enfrente suyo sobre la verga de mi amigo, mientras yo estaba agarrado a las caderas estrechas del torero y sacando mi polla en su totalidad, se la clavaba hasta el fondo, mis embestidas provocaron que se corriera dentro de la boca de Alberto, el semen se le escapaba por los labios, el hermano agachándose sobre sus labios fue lamiendo el semen del torero, mientras besaba a mi amigo.

Los empujones que le daba le hacía gemir, mientras continuaba chupando la verga de su hermano, éste comenzó a masturbarse y soltó su semen en la boca del torero, al hacerlo apretó el esfínter y provocó que Alberto soltara su semen dentro de su culo, Alberto y Juan José se apartaron un poco, momento que saqué mi verga del culo del torero y de un empujón lo tumbé boca arriba, levantando sus piernas y colocándolas sobre mis hombros le volví a clavar mi verga, ahora sus gemidos eran más fuertes y soltaba: ¡Cabrón me estas partiendo el culo en dos! ¡Pero no pares, me gusta mucho! ¡Joder que placer! Su hermano y Alberto se colocaron a cada lado de su cabeza y agarrándose las vergas le obligaban a chupárselas, ahora una, luego la otra, la cara de vicio del joven torero no tenía precio y entonces estallé en su interior, soltando intensos trallazos mientras apretaba mi verga dentro del culo, mi verga palpitaba constantemente y a pesar de haberme corrido, continué follándole, su hermano y mi amigo se masturbaron soltando un poco de semen sobre la cara del torero, se agacharon y fueron lavándole el semen de la cara y se besaban los tres, mi verga se fue aflojando y la saqué de su culo y me dejé caer sobre su pecho y uniéndome a los besos.

Después de descansar un rato nos duchamos y vestimos, nos despedimos de ellos, dándoles las gracias por todo, nos besamos los cuatro y volvimos a nuestra habitación, eran las 5, 30 de la madrugada, nos desvestimos y nos tiramos encima de la cama, nos quedamos dormidos, a las 8 de la mañana, llamaron a la puerta, me puse una toalla alrededor de la cintura y tapé a mi amigo con la colcha, abrí y en la puerta se encontraba el conserje del hotel, me entregó dos estuches de casi un palmo, bien envueltos, me dijo que era del Maestro José Miguel, para nosotros, los cogí y se marchó, cerré la puerta.

Me senté sobre la cama y desperté a mi amigo Alberto, le mostré los obsequios, en cada caja había una tarjeta solo con nuestro nombre, yo abrí la mía y quede muy sorprendido, dentro había un cordón de oro con una cabeza de Cristo también de oro, detrás una iniciales grabadas J.M., al lado una cajita más pequeña con un brazalete liso como si fuera una muñequera, era una esclava, cerca del cierre unas pequeñas iniciales J.J., Alberto abrió la suya y contenía lo mismo, aparte había una tarjeta firmada por los dos hermanos, dándonos las gracias por demostrarles nuestra entrega y cariño, nos deseaban lo mejor y terminaban con un fuerte abrazo y seguido de puntos suspensivos....

Me coloqué las dos joyas y me tumbé encima de Alberto, le ayudé a colocarse las joyas y riéndonos nos besamos con mucho ardor y mientras saboreábamos nuestras bocas nos masturbábamos corriéndonos a la vez jadeando de placer, nos acariciamos un rato y nos metimos juntos en la ducha, el torero, su hermano y su cuadrilla ya se habían marchado del hotel, muy temprano. Ahora tuvimos que reconocer que lo pasamos genial con ellos y mentalmente les